Cervantes y su obra en el callejero complutense





La plaza principal de Alcalá, lógicamente, está dedicada a Cervantes



Aunque estamos habituados al hecho de que la principal plaza de la ciudad, así como una de las bocacalles de la calle Mayor, ostenten el nombre del autor del Quijote, lo cierto es que en el callejero alcalaíno son varias más las referencias a Cervantes y a su obra, si bien es preciso reconocer que la elección de nombres y calles en ocasiones fue, cuanto menos, discutible, al no hacer justicia ni a uno ni a la otra.

En realidad, y salvo los dos casos citados, sobradamente conocidos, de la plaza y la calle de Cervantes, denominaciones ambas que se remontan a la segunda mitad del siglo XIX, cuando fueron implantadas en sustitución de las antiguas de plaza del Mercado y calle de la Tahona respectivamente, el resto son nombres establecidos en fechas recientes, a raíz de la expansión de los años sesenta, y en su mayor parte están ubicadas en barrios de nueva creación y desperdigadas con muy escasa sistemática. Veamos cuales son.

Para empezar, y por sorprendente que resulte, Don Quijote tiene dedicada una pequeña calle que discurre entre el paseo de la Alameda y la calle Azucena, dentro de un barrio de viviendas unifamiliares construido en la posguerra. Lo curioso es que ni siquiera era éste su nombre original, ya que su denominación actual sustituyó a la anterior de José del Campo -un jefe local de la Falange víctima de la violencia de la Guerra Civil- a raíz de la supresión, a principios de los años ochenta, de las referencias franquistas existentes hasta entonces en el callejero complutense.

En cuanto al resto de los personajes principales del Quijote, tan sólo Dulcinea cuenta con calle propia, concretamente al final del barrio de Caballería Española y junto al paso elevado de la carretera de Meco. En este caso sí se trata de la denominación original de esta calle, trazada, al igual que el resto del barrio, en la década de los años setenta. Dado que entonces se acostumbraba a elegir nombres con una raíz común -ríos, ciudades, músicos, escritores, pintores...- para bautizar las vías urbanas de un mismo barrio, sorprende que Dulcinea fuera la única elegida para hacerlo aquí, máxime cuando en aquel momento ni tan siquiera don Quijote contaba con calle propia.

Aunque personajes del Quijote no hay más que los dos citados anteriormente, no ocurre lo mismo con las referencias a esta obra. Así, nos encontramos con la calle Clavileño -el caballo de madera en el que los duques hicieron montar a don Quijote y Sancho haciéndoles creer que era mágico-, una transversal de la calle Torrelaguna en el tramo comprendido entre el paso subterráneo y la glorieta del Chorrillo, es decir, frente al barrio de los Toreros. Puesto que este barrio es de principios de los años sesenta, cabe suponer que esta calle sea la más antigua de nuestra ciudad de denominación cervantina, excepción hecha claro está, de la plaza y de la calle de Cervantes. Sorprende por ello que se eligiera un tema tan secundario dentro de la rica panoplia del Quijote, y sorprende también que esta calle sea la única de esta temática en un barrio en el que predominan los nombres geográficos tales como Gurugú, Zulema, Cerro Castillo o Alcor.

También de los años sesenta es la zona más antigua del barrio de la Rinconada, junto al paseo de los Curas y la parroquia de San Bartolomé, en cuyas calles se da una curiosa mezcolanza entre topónimos antiguos -Cruz de San Sebastián, por la antigua ermita de este nombre que allí existió-, nombres de humanistas españoles -Luis Vives y Beatriz Galindo-, alguna denominación más moderna sin vinculación alguna con lo ya existente -Obispo Acuña, Nenúfar- y, por último, varias calles relacionadas con el Quijote: Los Batanes, Los Molinos, Puerto Lápice, Yanguas y El Toboso. Todas ellas aluden a diferentes episodios de la obra cervantina o bien a localidades manchegas que aparecen nombradas en la misma y, al igual que ocurriera con la calle Clavileño, pueden ser consideradas como denominaciones más bien tirando a secundarias en comparación con otras posibles que inexplicablemente no fueron incorporadas al callejero.

A ellas habría que sumar también otras dos referencias “quijotescas” un tanto cogidas por los pelos. La calle de Vargas Machuca está situada en Reyes Católicos, cercana al parque del Vivero, y aunque se refiere a un personaje real, Diego Pérez de Vargas, cuyas hazañas luchando contra los moros durante el reinado de Fernando III el Santo, le valieron el sobrenombre de “Machuca” porque “machacaba” literalmente a sus adversarios, la razón de que aparezca en el callejero complutense se debe, al parecer, a que su gesta es celebrada por el Caballero de la Triste Figura.

Hubo también, al final del barrio de Caballería Española, una calle hoy desaparecida dedicada a Mateo Vázquez, un secretario de Felipe II -también, pues, un personaje real- que aparece en el título de la Epístola a Mateo Vázquez, cuya autoría es atribuida tradicionalmente a Cervantes.

Fuera ya del Quijote, tan sólo una obra de Cervantes, o su personaje principal, como se prefiera, está recogida en el callejero de Alcalá. Se trata de la calle del Licenciado Vidriera, en homenaje a una de sus más conocidas Novelas Ejemplares, y está situada en el casco antiguo entre la calle de la Portilla y la Ronda de la Pescadería, sirviendo de límite a la fachada lateral del antiguo matadero, actual sede de varias casas regionales. De longitud reducida -en realidad es poco más que un callejón- esta calle, aunque es al menos tan antigua como el vecino matadero, construido en la segunda mitad del siglo XIX, careció de nombre propio hasta fechas relativamente recientes, probablemente a causa de su escasa entidad, no recibiendo su actual -y única- denominación hasta principios de la década de los ochenta.

También relacionada con el nombre de Cervantes, aunque en este caso de forma indirecta, es la pequeña plaza de la Quinta de Cervantes, debiéndose su nombre a la antigua finca homónima sobre parte de cuyo local se alza. Se trata de una vía de reciente trazado, situada entre las calles del Ángel y Navarro y Ledesma, que surgió a raíz de la construcción de un edificio de viviendas en parte de la antigua Quinta de Cervantes, al cual separa del resto de la finca -los jardines y la vivienda principal, actual sede de la concejalía de Medio Ambiente- que pasaron a ser propiedad municipal. Pese a su bisoñez -no existía hasta finales de la década de los noventa- esta plaza ya cuenta en su haber con un cambio de nombre, ya que inicialmente fue bautizada con el nombre de Andrés Hernández Manteca, por el promotor urbanístico que cedió estos terrenos. Sin embargo, el nuevo ayuntamiento surgido de las elecciones de 1999, de signo político diferente al del anterior, revocó esta decisión rebautizándola tal como figura en la actualidad.

Terminadas ya las referencias directas a Cervantes y a su obra nos quedan ahora las indirectas, es decir, aquéllas que no figurarían en el callejero de no haber existido el nexo común de nuestro escritor. En este apartado entran los homenajes a los cervantistas, tres de los cuales cuentan con vías dedicadas a ellos: Francisco Navarro y Ledesma (1869-1905), Francisco Rodríguez Marín (1855-1943) y Luis Astrana Marín (1899-1959). Todos ellos cuentan en su haber con importantes aportaciones al estudio de Cervantes y el Quijote, y en especial a Astrana Marín, cuya estatua se alza junto a la capilla del Oidor, se le debe el estudiode su etapa alcalaína, incluyendo la ubicación exacta de su casa natal. Aunque evidentemente existen muchos más cervantistas, sorprende la ausencia de Gregorio Mayáns y Síscar (1699-1781), autor en 1738 de la primera biografía impresa de Cervantes, o la del benedictino fray Martín Sarmiento (1695-1772), que en 1761 indicó por vez primera el origen complutense de nuestro escritor.

Tanto la calle de Navarro y Ledesma, que discurre en dos tramos entre Cánovas del Castillo y la Vía Complutense, como la plaza Rodríguez Marín, situada entre la plaza de Cervantes y la calle de los Colegios, son denominaciones antiguas. Por el contrario, la calle de Luis Astrana Marín, que no es sino el primer tramo de la antigua carretera de Daganzo, entre el cruce con la Vía Complutense y el puente sobre la vía del ferrocarril, es mucho más reciente que las anteriores en su actual nombre, ya que figura como tal tan sólo desde finales de los años ochenta.

Mucho más cogido por los pelos, de hecho he dudado si reseñarlo o no, es el caso del barrio formado por la avenida de Juan de Austria y sus calles adyacentes, trazado a principios de los años setenta y bautizado con nombres de personajes y de lugares relacionados con la batalla de Lepanto, cuyo cuarto centenario se celebró en 1971 coincidiendo con la construcción del citado barrio. Aunque nombres como el del propio don Juan de Austria u otros como los de Lope de Figueroa o Álvaro de Bazán podrían justificarse en función de su importancia histórica, no ocurre lo mismo con personajes mucho más secundarios los cuales, de hecho, habría que ir a buscar en trabajos históricos muy especializados.

Aunque algunos de ellos tienen cierto grado de vinculación con nuestro escritor -no así el resto-, ésta es en todos los casos bastante circunstancial: Andrea Doria, hijo del famoso almirante del mismo nombre fallecido en 1560, comandaba la galera Marquesa en la que combatió Cervantes; Diego de Urbina era el comandante de la compañía de infantería de marina en la que estaba encuadrado éste, y Juan de Zúñiga fue un maestre de campo al que Cervantes había conocido durante su estancia como soldado en Italia. En cualquier caso, nada tuvieron que ver ninguno de estos personajes con la actividad literaria del alcalaíno, desde mi punto de vista con gran diferencia lo más importante.

También bastante circunstancial, aunque por motivos diferentes, es la calle fantasma de Mateo Vázquez, que según los planos de los años setenta aparecía uniendo, al menos en teoría, las calles de Lope de Rueda y Luis de Medina, en el barrio de Caballería Española; aunque en realidad se trataba tan sólo de un simple solar residuo de la lamentable planificación urbanística del citado barrio. Hoy se alza en ese lugar una pequeña plaza, pero no me consta que ésta haya “heredado” tal nombre, y de hecho en el callejero oficial del ayuntamiento no aparece ninguna vía urbana como tal. Mateo Vázquez fue un secretario de Felipe II, del que algunos investigadores dicen que fue condiscípulo de Cervantes en Sevilla, al que el autor del Quijote dedicó durante su cautiverio en Argel una conocida poesía titulada Epístola a Mateo Vázquez, sin que exista -o al menos yo no la conozco- ninguna vinculación de cualquier otro tipo entre este personaje y Cervantes o Alcalá.


Publicado el 22-8-2007
Actualizado el 11-7-2008