Alcalá en el Diccionario Geográfico de España





Portada del tomo 1 del Diccionario Geográfico de España



Los diccionarios geográficos, tal como los entendemos, datan del siglo XIX, aunque existen precedentes suyos tales como las Relaciones Topográficas de Felipe II, de 1578, o el Catastro del Marqués de la Ensenada, de 1749, por poner tan sólo los dos ejemplos más conocidos. Conviene eso sí no confundirlos con los libros de viajes, muy populares en anteriores centurias, ya que estos últimos describen tan sólo los lugares visitados por el autor -éste es el caso de algunos tan famosos como el de Ponz-, mientras los diccionarios intentaban ser lo más sistemáticos posible recurriendo a cuestionarios que se remitían a las poblaciones así como a una red de corresponsales, lo que les convierte en obras colectivas en las cuales el que suele figurar como autor -Miñano, Madoz- era en realidad promotor y coordinador.

Pese a su gran interés para los historiadores, tanto las Relaciones Topográficas como el Catastro de Ensenada adolecen del grave inconveniente de que no abarcan la totalidad de España, ya que las primeras recogen tan sólo las descripciones de las poblaciones pertenecientes a Castilla la Nueva y parte de las de Murcia, Alicante, Jaén y Extremadura, mientras el Catastro hace lo propio con el reino de Castilla. Asimismo la iniciativa de un Diccionario geográfico promovido por la Real Academia de la Historia se frustró en 1802, tras la publicación de los tres primeros volúmenes.

Por esta razón, habría que esperar hasta el Diccionario geográfico y estadístico de España y Portugal de Sebastián Miñano, publicado entre 1826 y 1829, que en sus 11 tomos sí incluye por vez primera a toda España junto con el vecino Portugal, al que seguiría entre 1846 y 1850 el más completo -y conocido- Diccionario geográfico estadístico histórico de España y sus posesiones de Ultramar de Pascual Madoz, una obra monumental en 16 volúmenes que todavía hoy sigue resultando extremadamente útil a los investigadores.

Hubo más Diccionarios, por supuesto, menos conocidos y, en muchas ocasiones, de ámbito geográfico limitado. Sin embargo, en fecha tan tardía como mediados del siglo XX se retomó el espíritu de los Diccionarios de Miñano y Madoz con el Diccionario Geográfico de España, cuyos 17 volúmenes publicados entre 1956 y 1961 abarcan la totalidad del territorio español, pudiéndose considerar por ello como una actualización, un siglo más tarde, del trabajo de Madoz, al cual invocan repetidamente como ejemplo los editores. Aunque en esta ocasión el nombre del coordinador, o director, no figura en la portada, lo que le otorga una cierta condición de anónimo, esta responsabilidad corrió a cargo de Germán Bleiberg con la colaboración de los geógrafos Ángel Cabo Alonso y Francisco Quirós Linares, aunque ninguno de ellos figura en la larga lista de colaboradores de la obra.




Contraportada común de los tomos del Diccionario Geográfico de España


El Diccionario fue publicado por Ediciones del Movimiento, una editorial del entramado político-social creado por el franquismo, es de suponer que para vehículo de su propaganda política, aunque en este caso concreto la redacción de los artículos no puede ser más aséptica y técnica y menos alejada de la política, salvo la inevitable -y por ello disculpable- dedicatoria al dictador. Lamentablemente, mucho me temo que esta presunta falta de pedigrí democrático haya podido suponer un lastre -ya se sabe como funcionan muchos políticos en nuestro país, incluso tras varias décadas de democracia- a la hora de recuperar, cincuenta años después de su aparición, este notable trabajo que bien merecería una reedición y que, salvo en algunas bibliotecas, es hoy prácticamente inencontrable. Allá por 1983 los tomos del Diccionario fueron saldados de mala manera en la madrileña cuesta de Moyano, lo que me permitió conseguir cuatro de ellos, los únicos de los que dispongo. Por fortuna uno de ellos, en concreto el primero (ABA-ALDEAQUEMADA), era el que recogía el artículo correspondiente a Alcalá, lo que hoy me permite reproducirlo íntegro.

El artículo es bastante extenso -ocupa unas 13 páginas y media- y asimismo minucioso, abarcando no sólo los aspectos estrictamente geográficos sino también otros tan dispares como el económico, el demográfico, el artístico o el histórico, dando en su conjunto una visión bastante cabal de la Alcalá de mediados del siglo XX. Su interés particular radica en el hecho de que fue redactado justo en vísperas de que la vieja Complutum sufriera una de las transformaciones más radicales de su historia, lo que le convierte en un testigo privilegiado de esa Alcalá que ya sólo existe en los libros y las fotografías antiguos así como en la por ley de vida menguante memoria de los alcalaínos de entonces.

Aunque en general está bien documentado -incorpora una bibliografía-, adolece de la carencia de un informador de primera mano -en la larga relación de corresponsales del Diccionario no aparece ninguno de la ciudad-, por lo cual no es de extrañar la existencia de algunos errores, principalmente en lo relativo a pérdidas producidas durante la guerra civil -como es el caso de las Santas Formas- que no aparecen reflejadas en el mismo. Como criterio general he preferido no enmendarlos ni anotarlos, reduciéndose mis correcciones a algunas erratas evidentes y a la conversión de las numerosas abreviaturas a las palabras completas correspondientes en aras de una lectura más cómoda.







Primera página del tomo 1 del Diccionario Geográfico de España


Alcalá de Henares

Situación y emplazamiento: Población situada al noreste de Madrid, a los 40· 29' 10" de latitud norte y a los 0· 19' 20" de longitud este. La distancia que la separa de la capital es, por ferrocarril, de 34 kilómetros, y de 29 por carretera. A su vez, dista de Guadalajara 24 y 26 kilómetros, respectivamente.

La ciudad actual está emplazada en el valle del río de su nombre, sobre la terraza de 5-10 m., en la orilla derecha. Forma aquí el Henares, poco antes de su confluencia con el Jarama, un arco de gran radio, que se dilata por su margen izquierda hasta la planicie alcarreña que le sirve de fondo. Cierran los extremos de esta amplia ensenada los cerros de San Juan del Viso (777 m.) y del Ecce-Homo (835 m.), en las proximidades del río. Por la orilla derecha limita el horizonte la terraza de 16-20 m.

El terreno es bastante llano y relativamente fértil. No obstante, está sometido con cierta frecuencia a la amenaza de graves inundaciones, pues aunque la ciudad está edificada a distancia prudencial del río (la terraza pasa del kilómetro en profundidad), como su emplazamiento no es otra cosa que el lecho mayor del Henares, más de una vez las aguas han llegado hasta las casas.

La naturaleza de su suelo es la correspondiente a los terrenos de la época diluvial, a que pertenece, si bien por el sur enlaza con el aluvial.

Clima: En general marca una ligera transición entre el de Madrid y el de Guadalajara. La temperatura anual presenta una media de 13º, según un promedio de veinte años, cuyas cifras extremas han sido 8,4º y 18,5º. Las mínimas invernales no alcanzan las cifras extremas de Madrid, pues son pocos los días en que el termómetro registra datos inferiores a los cero grados. Las máximas invernales son, asimismo, menos acusadas. La principal característica son los cambios bruscos de temperatura, tanto diurnos como estacionales.

Las lluvias: Presentan un máximo destacado en primavera (fines de abril y principios de mayo), y otro secundario en verano (julio y agosto). Las cantidades recogidas son muy variables, pero nunca excesivas, siendo normal una media de 400 mm., con un total de unos 80 días por año.

Los vientos: Predominan los del noreste, secos, fríos y fuertes, con una frecuencia de 16 por 100 días anuales. Les siguen en intensidad e importancia los del suroeste., generalmente lluviosos, con el 10 % de los días. Menor intensidad tienen los del oeste (7,5 % 100), noroeste (4 %), sureste y sur (2 % ambos). Los días de calma representan sólo una tercera parte del año (36 %).

La nivación: Es escasa, destacándose -en dos decenios- una media de tres días por año, no siendo raros los años de carencia absoluta de nieve. El granizo suele alcanzar unos diez días anuales, y la escarcha, alrededor de cuarenta.

Insolación: La orientación preferente, para un máximo de horas, es la desviación en 17º de la dirección norte-sur.

Las aguas: Aunque la ciudad se encuentra emplazada en el valle del río Henares, y en relativa proximidad a los cursos del Tajuña y Jarama, el abastecimiento de agua potable es uno de los más graves problemas que le afectan. Hoy día son totalmente insuficientes las conducciones existentes (Villamalea y el Chorrillo), que no proporcionan dotaciones superiores a los 30 litros por habitante y día. Los depósitos reguladores, situados a. 1,5 kilómetros. de la ciudad, tienen capacidad para 2.000 m3, y su altura es pequeña en relación con la de la ciudad, lo que dificulta su acceso a los pisos más altos por falta de presión.

Existen también manantiales particulares, como son los del cuartel de San Diego y el que suministra a las cárceles y convento de Afuera. Asimismo hay quince fuentes públicas, además de numerosos pozos.

Las aguas están clasificadas como “duras” por su abundancia en sales de calcio y magnesio.

En algunas casas, para subsanar la falta de presión, se han instalado depósitos individuales, que funcionan con grupos moto-bombas.

El nivel de aguas freáticas se encuentra entre los 5 y 6 metros de profundidad, y representa cada día con más claridad una fuente inagotable de riquezas, por su utilización en los cultivos de regadío. El agua filtrada de la terraza es retenida por los terrenos terciarios, muy impermeables, donde forma un vasto bolsón acuífero.

También posee Alcalá dos cuencas artesianas, una de buena calidad, a los 70 metros que permite un gasto de 3 litros por hora, y otra, mucho peor en calidad, pero de mayor presión, a 530 metros, que puede elevarse 25 metros sobre el terreno.

Recursos agrícolas: Es éste, quizá, uno de los aspectos que más han contribuido a perfilar la fisonomía económica de la ciudad. La naturaleza y extensión de los cultivos viene determinada por las condiciones del suelo, clima y trabajo de acondicionamiento debido a la mano del hombre.

Así, las bajas temperaturas invernales, los cambios bruscos, junto con la escasez de las precipitaciones estivales, hacen reducir los cultivos de secano a cereales, leguminosas, vid y olivo. Por otro lado, la pequeñez e irregularidad de las lluvias no permite, con demasiada frecuencia, más que cosechas de limitado rendimiento. La calidad de las tierras. varía mucho, desde las de formación moderna del fondo del valle (las más indicadas para el cultivo), hasta las yesosas de los cerros, muy poco aconsejables; si bien y en términos generales, ninguna pasa de regular.

Predominan en extensión los cultivos de secano, aunque en importancia les superan los de regadío.

Dentro de éstos, las preferencias se encaminan hacia la remolacha y la alfalfa. La. primera, más bien como planta de forraje, aunque también se cultiva la variedad azucarera, que se transforma industrialmente en la fábrica de la Poveda, dentro de la zona de influencia alcalaína. Se localiza en las cercanías de la carretera y trinchera de ferrocarril de Torrejón. Tales preferencias se justifican teniendo en cuenta que la huerta de Aranjuez, relativamente cercana, por sus mejores condiciones naturales, acapara el mercado madrileño -posible, si no, para Alcalá-, en cuanto a frutas y hortalizas se refiere, y que la guarnición de caballería de la plaza asegura un buen comprador para la producción forrajera.

Se pretende asegurar con los regadíos la cosecha de cereales (siempre inseguros en el secano), en especial el del trigo, que se cultiva en la variedad de Manitoba generalmente. Después de la siega se cultivan hortalizas y plantas tardías.

Los procedimientos de regadío son de dos tipos: utilizando agua de pie o motores que la eleven. En términos muy reducidos -casi excepcionales- aún se usan algunas norias, que cada día más tienden a desaparecer. Los motores de pie no permiten el riego más que en pequeñas extensiones, que no pasan de 300 hectáreas, mientras que el segundo tipo permite regar hasta 1.200 hectáreas.

El número global es de 207, lo que supone una potencia de 1.393 caballos. Los hay eléctricos (110, con 812 HP.); de gasolina (77, con 359 HP.) y de gasoil (20, con 225 HP.).

La utilización de motores ha permitido que el regadío se haya incrementado de un modo rápido, y en él están las únicas esperanzas del porvenir agrícola de la ciudad. Existe el proyecto -para aumentar su área de extensión- de prolongar el canal del Henares hasta el río Torote, con lo que el número de hectáreas regables se elevaría hasta 3.700; a pesar de ello y debido a la irregularidad de su caudal, sólo podría asegurarse la cosecha de cereales y leguminosas, a la par que disminuirían los barbechos.

Aunque la racionalización e incremento del regadío en Alcalá es muy moderno, se trata de un cultivo de tradición histórica en la ciudad. Se cree introducido por los árabes, según datos tomados de su fuero, de donde también se deduce que el predominio de cultivos lo tendrían los frutales, y que la población morisca, sostenida por la mitra toledana para este fin, llevaría los trabajos, proporcionando grandes ingresos al arzobispado. Con la expulsión de aquéllos sufrió graves pérdidas, quedando reducida, en el siglo xvi a 90,5 fanegas y dedicándose entonces casi exclusivamente al cultivo de cereales (trigo y cebada) y un poco a productos hortícolas.

Tal situación dura hasta mediados del xix, en que la construcción del ferrocarril abre la posibilidad de nuevos mercados, de tal manera que si en 1880 la extensión del regadío era de 75,5 hectáreas, diez años más tarde ascendió a 171 hectáreas.

En lo que va de siglo, las necesidades de Madrid y Alcalá, en auge demográfico ambas, junto con la elevada remuneración de los productos, así como el empleo eficaz de motores, ha aumentado extraordinariamente el área de dicho procedimiento, pasando en la actualidad de 1.500 hectáreas regadas.

Los cultivos de secano van decreciendo en extensión e interés, en relación inversa a los de regadío. En conjunto, su extensión no llega a las 6.000 hectáreas, de las cuales más del 50 % (3.943 hectáreas) corresponden a los cereales.

A la cabeza de la producción se encuentra el trigo (940 hectáreas), ya que a él se dirige casi todo el cuidado del agricultor. Desde hace poco tiempo se van desplazando las especies corrientes -candeal y de la Sagra-, dando paso a las de tipo de Aragón, y algo del Manitoba y Senatori Capelli. Le sigue en cantidad la cebada, que siempre suele pasar del 50 % del trigo; la avena (166 hectáreas) se cultiva en la variedad de primavera. Menor interés tiene el maíz (114 hectáreas), y casi ninguno el centeno (6 hectáreas).

Aún menos consideración merecen las leguminosas, debido al escaso aprecio que les prestan los agricultores y a la pequeña extensión que ocupan. Se destaca el cultivo de garbanzos (68 hectáreas), y menos el de almortas (47 hectáreas). En muy pequeña proporción se obtienen habas y algarrobas.

Los rendimientos medios por hectárea se calculan para el trigo en 3,89 quintales métricos; para la cebada, 16,96, y 7,20 para la avena. Las leguminosas proporcionan el 5,47 para los garbanzos, y el 4,28 para las almortas.

El tipo de cultivo más generalizado es el de año y vez. La avena y la cebada se explotan con medio barbecho, sí es posible, después de abonado el terreno con estiércol y rodillo. El trigo sucede al barbecho de la cebada, y si la calidad de la tierra lo permite, a ésta siguen las almortas.

Otros cultivos de antigua tradición -como la vid y el olivo- han disminuido en notables proporciones, de tal manera que prácticamente han quedado extinguidos, no representando más que unas manchas exiguas que apenas alteran el paisaje agrario. Actualmente la extensión del olivo es de 15 hectáreas, y la del viñedo de 2 hectáreas.

En otro tiempo fueron famosos los vinos de la Tercia, elaborados en la Magistral. Su ruina presente se debe no sólo a los estragos de la filoxera, sino especialmente a la depredación y superproducción vitícola nacional.

Los pastos artificiales se cultivan, por lo general, en fincas grandes, ocupando una extensión que equivale al 32 % del término.

En las labores del campo se suele emplear como auxiliar el ganado mular, siendo éste el más famoso de la provincia En los últimos tiempos, y debido a su elevado coste, tiende a ser sustituido por el vacuno. En conjunto, no llega a las 500 el número de mulas, siendo las mejor valoradas la “maranchonera” y la “pirenaica”.

La distribución de la propiedad se caracteriza por una parcelación exagerada, si bien no en grado tan acusado como en su zona de influencia. También se observa cierta ligera tendencia a la concentración, aunque en toda la comarca lo típico es la diseminación.

En conjunto es de 1.808 el número de parcelas, para un total de 240 propietarios, siendo la superficie media de aquéllas de 4,68 hectáreas, lo que hace corresponder a cada uno de éstos 41,11 hectáreas. El número de parcelas por propietario no suele pasar de 40; el que cuenta con mayor número de ellas posee 54, y sólo hay uno con 352 hectáreas.

Todo ello crea un cúmulo de circunstancias poco favorables para el porvenir agrícola de Alcalá, en orden a producción y ganancias.

Ganadería: Alcanza relativo interés la riqueza pecuaria alcalaína. Por superioridad en el número de cabezas ocupa el primer lugar el ganado ovino, con más de 6.500, siguiéndole a distancia el porcino (750}, bovino (440), caprino (300), caballar (110) y en último término el asnal (50).

Por su calidad, el más valioso es el mular, que es también el de mayor tráfico en ferias y mercados.

Pesca: En el Henares se crían cantidades apreciables de anguilas y barbos, que no cubren el consumo local.

Canteras y minas: Entre aquéllas destacan las de arenas y arcillas rojas del oligoceno (que nutren las industrias cerámicas), cuyos yacimientos se localizan en el cerro del Viso y escalón izquierdo del Henares. Los barreros se explotan en las cercanías del puente de Zulema. Las calizas del suroeste se utilizan para construcción, así como las cuarcitas que se extraen en las trincheras de la carretera de Torrejón. El yeso cristalizado es el único mineral que se explota con fines industriales. Sus yacimientos (cueva de los Gigantones y barranco de la Raya) se encuentran al pie del cerro del Ecce-Homo, utilizándose lo mismo para construcción que para fabricar escayola.

Industria: Alcalá es un centro industrial en embrión, que si logra mantener el ritmo crecientemente acelerado de los últimos tiempos pronto alcanzará una notable consideración.

A pesar de su tradicional fisonomía urbana, la industrialización es muy moderna. Hasta 1945 contaba con cuatro fábricas de cerámica, dos de harina, una gran forja de metales, además de una industria de medias y otra de calzado.

Desde diciembre de 1950 funciona la fábrica de hilaturas H.I.C.E.S.A., proyectada con una capacidad de 10.000 husos y para una producción de 96 kilogramos de algodón elaborado. Comenzó los trabajos con un número de 400 obreros, a todas luces insuficiente para el ritmo que pretendía instalar, aun teniendo en cuenta que las labores de aprestado y tinte, por falta de operarios especializados y de maquinaria adecuada, se realizaban en Barcelona, pero con la previsión de irse independizando en este aspecto de la industria catalana, a medida que las circunstancias lo fueran permitiendo.

Otra fuerte empresa catalana adquirió en 1950 terrenos adecuados, incluyendo un salto de agua, para la instalación de una nueva fábrica de hilados. El ritmo de trabajo fue muy lento en un principio.

La industria química tiene su representación en las dependencias del Instituto Llorente, instaladas en edificios de nueva planta, construidos ex-profeso para la fabricación de sueros.

Por último, entre las industrias alcalaínas modernas, ocupa lugar preeminente la de Forjas de Alcalá, destinada a la producción de material ferroviario. El número de operarios que trabajan en ella -pasa de 500- representa el más fuerte porcentaje de la población obrera de la ciudad. Se explica su localización en Alcalá, en primer lugar por la circunstancia fortuita de haberse encontrado terrenos en buenas condiciones de coste en las proximidades de la estación y, además, por la baratura de la mano de obra (el 20 ó 30 % menos que en Madrid en 1948).

También existe una fábrica de rodamientos y otra de medias, proyectada primero para seda, y adaptada a la fibra de nylon, después de salvar una grave crisis.

Al lado de estas innovaciones industriales existen otros núcleos de mayor tradición, como son los de transformación de productos agrícolas y los derivados de la cerámica, aprovechando las arcillas terciarias de los cerros.

También éstas han experimentado un auge extraordinario en los últimos cincuenta años, debido al crecimiento demográfico de Alcalá y Madrid (su mercado prácticamente fijo e inagotable) y a la facilidad de comunicaciones conseguida con el ferrocarril.

Existen hoy tres grandes cerámicas, entre las que ocupa el primer lugar la de La Estrella, que se especializa en !a fabricación de ladrillos de todas clases, con una producción anual de más de 2.000.000 de piezas. Le siguen en importancia La Industrial, que trabaja en ladrillos sencillos, alcanzándola cifra de 1.000.000 de piezas por año.

Hay otras de menor cuantía, así como algunos hornos en que los ladrillos se hacen a mano y no tienen más razón de ser que el exceso de demanda.

La molturación del grano, que por ser Alcalá un centro agrícola ha tenido siempre cierta importancia, hoy se halla relativamente reducida, pues su explotación industrial se limita a tres fábricas, equipadas con cilindros, de las que sólo dos están en actividad, con una capacidad de molturación de 38.480 kilogramos diarios y 164 decímetros lineales de longitud, de trabajo en los cilindros.

Dentro de la pequeña industria artesana hay que citar la existencia de tres alfares, en los que trabajan nueve empleados. Uno de ellos tiene el interés de surtir de tiestos al mayor consumidor de Madrid: el ayuntamiento.

Esta industria es de muy antigua tradición, pues ya en la Edad Media eran famosos los botijos y barreños de vidriado amarillo.

Por último, cabe citar, más como cosa típica que por su valor industrial, la elaboración de las famosas “almendras garrapiñadas”, a la que se dedican algunos conventos {Doncellas Pobres) y pastelerías de la ciudad (Salinas, Becerril, Pastor, etc.).

La localización de los centros industriales se debe, ya a la proximidad del ferrocarril, ya a la cercanía de los yacimientos cerámicos, y en general suele ser externa al casco urbano.

Comercio: La rápida industrialización de la ciudad ha hecho variar totalmente su ámbito comercial. Hasta 1940, el máximo rendimiento procedía de la exportación del excedente agrícola y ganadero, y de la importación de maquinaria y aperos en relación con tales actividades, sin contar, claro está, la pequeña explotación cerámica y la demanda de artículos de primera necesidad.

A partir de esa fecha, la entrada de primeras materias para las fábricas y la expedición de sus productos ha aumentado en cifras notoriamente elevadas el comercio de Alcalá y de su zona de influencia.

Existen, hoy en día, unos 250 establecimientos comerciales, y cerca de 800 personas dedicadas a tal actividad, lo que equivale al 3,80 % del total censado.

Entre aquéllos sobresalen los de artículos alimenticios (81), siguiendo a continuación los de hoteles y restaurantes (52), bazares y artículos diversos (25), tejidos (23), químicos y farmacéuticos (13), librerías y maquinarias {4), material de construcción y espectáculos (3).

Su aspecto es análogo al de los lugares semejantes de los barrios populares madrileños. Tales establecimientos se encuentran concentrados en las calles Mayor y de los Libreros, así como en los soportales de dicha plaza, e incluso para favorecer esta función comercial ha sido desviado el tráfico, antes excesivo, de aquellas vías por la Ronda de Santiago. Sin embargo, tiende a marcarse una expansión en el emplazamiento de locales comerciales por las calles adyacentes, en especial por las de Lucas del Campo, Cervantes, Ramón y Cajal y marqués de Ibarra, e incluso saliendo del casco urbano, en dirección noreste por la carretera de Barcelona.

Dentro de la vida comercial de Alcalá, el aspecto que más ha contribuido históricamente al desarrollo de la ciudad es el de las ferias y mercados.

De las dos ferias tradicionales -una en agosto y otra en noviembre- sólo perdura la primera o de San Bartolomé, que se celebra del 24 al 27 de dicho mes, y desde luego cada vez más decaída, puesto que las modernas condiciones del comercio tienden a hacer desaparecer tal tipo de mercado.

El incremento de las comunicaciones rodadas ha restringido el ámbito de la feria, reduciéndola tan sólo ya a la trata de ganado, especialmente mular y asnal, aunque a partir de 1939 va tomando cierto interés la del caballar.

Respecto al número de mulas que concurren, aunque varía mucho de un año a otro, suele oscilar entre las 1.000 y 1.500 cabezas. Las variedades de mayor demanda son las siguientes: Catalana {45 %), andaluza y manchega (12 y 8 %, respectivamente) y mallorquina. (7 %), sin contar con las clasificadas como indefinidas, cuyo número de cabezas se eleva al 28 %.

Son preferidas las mulas viejas de más de ocho años, siguiéndoles las de cuatro a ocho, y en muy último término la mula cerril, todo ello en progresión inversa a los precios de coste, que oscilan entre las 20-32.000 pesetas, 16-20.000 y 10-20.000 pesetas, respectivamente. La mula francesa, criada en los valles pirenaicos, es llevada al mercado generalmente por tratantes de Maranchón, por lo que también se le llama, aunque de modo impropio, maranchonera. Otros feriantes provienen de Parrilla y Portalrubio.

El área de atracción de esta feria es relativamente restringida: para la mula joven no pasa de ser regional (provincia de Madrid, campiña de Guadalajara, gran parte de la Alcarria, y por el sur algo de las de Ciudad Real y Cuenca). No ocurre así para la mula cerrada, que se emplea en trabajos mineros y vienen en su busca a Alcalá incluso desde las cuencas asturianas y leonesas.

Le sigue en importancia por su demanda el ganado asnal, con un número de 700 a 800 cabezas, traídas de diversos puntos de la provincia por los tratantes “aragoneses”.

El caballar asciende a 150 ó 200 cabezas, aunque sus transacciones son reducidas. Menor es el número del vacuno (unas 100); así como del ovino y bovino (200 cada uno), con ventas escasas o nulas.

El lugar donde se instala la feria es el de las eras de San Isidro, aunque en sus cercanías existen determinados establecimientos donde las transacciones se pueden hacer durante el año entero.

Sólo pervive hoy esta institución por el peso de la tradición y por la coincidencia de celebrarse en una época tan oportuna para los agricultores como es la que sigue inmediatamente a la recolección.

.Según se desprende del estudio del Fuero y de los Anales complutenses, su fundación data de la época de la repoblación, hecha por el arzobispo don Raimundo; llegando a ser tal su fama y apogeo en la Edad Media, que sólo la de Brihuega le disputaba la supremacía del reino. Diversos privilegios reales (de Alfonso X, Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI) se encaminaron a protegerla, llegando el rey Fernando a prohibir que se celebrase en su reino ninguna otra feria que no tuviese un mes y medio de antelación. Los Reyes Católicos la declararon franca el 18 de febrero de 1485.

Las causas que determinaron su auge provenían tanto de su situación en la vía natural del Henares, en una de las zonas de más fácil comunicación, así como de su antigüedad y época de celebración. No obstante, a fines del siglo xv se inicia la decadencia, quizá como consecuencia de la expulsión de los judíos, de tal manera que a finales del siglo xvii su estado era muy miserable. En 1517 y a instancias de Cisneros, se estableció otra feria a favor de los estudiantes, que se celebraba el 15 de noviembre; era la llamada “feruela” y en ella se traficaba especialmente con libros usados, por lo que una vez extinguida la Universidad no tuvo razón de ser y fue desapareciendo lentamente, reduciéndose a unos cuantos puestos de baratijas y cascajos, hasta su total extinción a finales del siglo xix.

También se celebraba en Alcalá un mercado semanal los jueves, asimismo de origen y apogeo medieval, cuyo ámbito rebasaba los límites estrictos de la comarca, ya que acudían gentes desde Pozo de Guadalajara y Loranca de Tajuña. Su principal cometido era el de abastecer de granos, especialmente de trigo, a toda la Alcarria.

La situación se hizo ya precaria en el siglo xvii, hasta el punto de que el rey Carlos II, para reavivarlo, tuvo que conceder la franquicia a beneficio de la ciudad, cosa que no logró los resultados apetecidos, y la decadencia se fue agravando progresivamente. A mediados del siglo xix no era más que un mercado local, que se celebraba en la plaza de Cervantes, pero pronto, y con motivo de las reformas urbanas, se retiraron los cajones de los vendedores y dejó definitivamente de existir.

Comunicaciones: La influencia de las vías de comunicación ha sido decisiva en la estructura y desarrollo de Alcalá.

Por su localización en el valle del Henares, lo practicable de sus accesos y las posibilidades de enlace ya desde época romana ha sido considerada -y de ahí la causa principal de su auge- como una ciudad etapa en el magnífico camino natural que comunica, por un lado, el valle del Ebro con la meseta (Henares-Jalón-Jiloca), y por otro la submeseta norte con la Mancha y valle medio del Tajo.

Hoy día goza de una tupida red de vías interurbanas, en la triple dimensión de carretera, ferrocarril y aeródromos.

Cruza Alcalá, en su kilómetro 29, la carretera nacional radial número II, de Madrid a Barcelona y Francia por la Junquera. Su ancho es de 9 metros, con bordillos y andenes laterales de 1,50 rnetros. Hasta pasada la población, el firme es de hormigón asfáltico, y en adelante de riego con gran penetración, excepto en alguna cuesta, donde es de adoquinado granítico sobre capa de arena. Penetra en la zona urbana por la Puerta de Madrid, rodeando las rondas por la izquierda, norte y noroeste.

Además, parten de Alcalá las carreteras comarcales de Chinchón y Lozoyuela y las locales de Pastrana, Torrejón y los Santos de la Humosa por Meco.

Las dos primeras, de 7 metros de ancho, con dos paseos de 1 metro y firme especial de riego superficial. Las restantes, de 5 metros, más medio de paseo a ambos lados, son de riego superficial sólo.

El principal nudo de enlace es el puente de Zulema, situado en la parte meridional de la ciudad.

De época reciente, constituye el único cruce sobre el ferrocarril, en la carretera de Lozoyuela.

El tráfico de mercancías de servicio público es irregular, excepto una pequeña parte que se hace en las líneas de viajeros. Mayor intensidad ofrece el de empresas e industrias, que suele hacerse por carretera en vehículos propios, y casi siempre en dirección al mercado madrileño, destacando por su gran intensidad el de piezas cerámicas.

Existen cuatro servicios diarios de viajeros desde Madrid, con la posibilidad de utilizar también las líneas de Guadalajara. y Miralrío. El número mensual de viajeros se calcula en 9.000.

Ferrocarriles: Cuenta con ferrocarril de doble vía y ancho normal desde 1859. La estación, situada en las afueras, lo está en la línea general de Madrid-Zaragoza, a 34 kilómetros de la capital y a 24 de Guadalajara. El tráfico de viajeros se eleva a unos 22.000 mensuales, y el de mercancías se calcula en más de 100 Tm. de salida y unas 200 (para los penales y el ejército, sobre todo) de entrada.

Vías aéreas: Cuenta Alcalá con un aeródromo de entradas abiertas, excepto por el sur y sureste, que cierran su campo unas colinas de 250 a 300 m. de altura. Es de forma irregular y sus dimensiones son: De norte a sur, 3 kilómetros; de noreste a suroeste, 2, y de este a oeste, 1. Las pistas de tierra son solamente aceptables. Carece de tráfico regular, no sólo de viajeros, sino también de mercancías, y su principal misión es la de campo de socorro, utilizado en casos fortuitos ante la imposibilidad de servirse de Barajas, cuya proximidad le es perjudicial.

Vías urbanas: Las recientes reformas urbanas, que las han dotado de nueva pavimentación, han mejorado notoriamente el valor de tales vías. Por su función se clasifican en tres categorías: de tráfico interior, comerciales y residenciales. Entre las primeras cabe una subclasificación en vías de tráfico intenso y de tráfico débil.

Prescindiendo del correspondiente al nudo que Alcalá es de comunicaciones, existe otro tráfico local, que puede reducirse al transporte de viajeros y mercancías hasta y desde la estación y el de primeras materias y productos fabricados a la misma estación o a Madrid por carretera. El de mayor intensidad se realiza en dirección sur-norte, correspondiendo a la carretera de Madrid, ronda de Santiago, Eras y la derivación a la estación desde la plaza de la Cruz Verde, por el paseo del Marqués de Ibarra, así como las salidas a las carreteras locales por el paseo del Chorrillo (para las de Lozoyuela y Torrejón) y desde las Eras para Meco y Los Santos.

En segundo término hay una vía de circunvalación meridional, desde la ronda de los Curas, por la puerta del Vado, enlazando con las calles de Pescadería y Carmen Descalzo hasta la puerta de Aguadores, cortando de nuevo a la carretera de Madrid por la puerta do los Mártires.

El tráfico industrial se efectúa preferentemente por las salidas a las carreteras de Chinchón y Pastrana, desde la puerta del Vado.

También es de tráfico débil la vía de penetración este-oeste, que sirve las necesidades de los cuarteles. La integran las calles del Cardenal Cisneros, Escritores, Santa Úrsula y de los Colegios, para cruzar, en la plaza de los Santos Niños, con otra de orientación norte-sur (calles del Empecinado, San Felipe y San Bernardo).

Ya hemos hablado de las vías comerciales al localizarlas en las calles del Generalísimo, Libreros y Plaza Mayor, sus derivaciones por Lucas del Campo, plaza de Atilano Casado, Carmen Calzado, Ramón y Cajal y Cerrajeros.

Las restantes son vías residenciales aunque, en general, todas las de la ciudad lo son en mayor o menor grado.

Población: Según el censo de 1950, la población global de Alcalá se eleva a 19.415 habitantes, lo que equivale a una densidad media de 225 por Km2.

Su clasificación por sexos y edades es la siguiente: Hombres, 57 %; mujeres, 22,47 %; jóvenes (desde los diez años), 6,51 %; niños, 13,57 %.

La distribución por distritos sigue este orden: Universidad, Ayuntamiento, Santiago, Santa María la Rica y Extramuros. Por profesiones se clasifica así: Fuerza pública, 4.066; miembros de familia, 5.458; improductivos, 4.827; población escolar, 1.516; forestales y agrícolas, 997; profesión desconocida, 653; obreros de la construcción y edificación, 432; comercio, 389; servicio doméstico, 333; servicio público e industrias varias, 256; culto y clero, 219; madera, 186; alimentación, 167; administración, 158; transportes, 110; textiles, 91; rentistas y pensionistas, 86; profesiones liberales, 59; artes gráficas, 19; industrias químicas, 5 (Según datos del Anuario Estadístico).

Como estas cifras son variables y muy relativas, preferimos las siguientes, algo más significativas: Trabajadores del campo, 67,3 %; industria, 8,26 %; y prescindiendo de la de los penados, 6,59 %; comercio, 3,76 %; profesiones liberales, 4,18 %; cargos directivos, 0,69 % (Análisis de Alcalá).

Evolución demográfica: Los primeros datos ciertos se encuentran en el censo de 1549. Con anterioridad a esta fecha no existen más que cálculos aproximados más o menos rigurosos. Se calcula para la Alta Edad Media (siglo xii) una población de 3.000 habitantes, que se habría duplicado un siglo o dos más tarde. A finales del siglo xv se cifraba la población hebrea en unos cien vecinos. A principios del siglo xvi, Fernando Colón habla de 1.000 vecinos al referirse a Alcalá, y a mediados de siglo ya aparece duplicada, destacándose en ella un bloque estudiantil, compuesto por 1.949 alumnos. Se inicia por entonces un período de auge demográfico, justificado por el establecimiento de la Universidad, que vino a compensar la penuria del momento anterior, consecuencia ésta de la expulsión de los judíos, cosa que debió de repercutir hondamente en su demografía y régimen económico.

A partir de 1560 debió iniciarse el descenso en la población de Alcalá, que a principios del siglo xvii ya había disminuido en unos 300 ó 400 vecinos, siguiendo la evolución normal en todo el reino, si bien algo atenuada por el factor anómalo de la vida universitaria. Hacia 1660 se observa un ligero aumento, lo cual es inexplicable si se tiene en cuenta la evolución normal para Castilla entera, pero que de nuevo hemos de justificar basándonos en su Universidad, que pasaba en esos instantes por un nuevo período de esplendor. Durante el siglo xviii advertimos la acentuación en la tendencia general a disminuir (1.000 a 1.200 vecinos), que coincide también con la de la estudiantil (1.637 alumnos). Esto se achaca a la falta de concurrentes universitarios, ya que la población vivía casi toda del pupilaje. A principios del siglo xix hay un ligero aumento (1.231 vecinos, 6.108 habitantes, 653 estudiantes), pero con el traslado de la Universidad a Madrid se produce un brusco descenso (en 1842, 3.968 habitantes, 864 vecinos), llegando a alcanzar el índice más bajo de su historia demográfica.

El censo de 1857 indica ya un notable aumento, debido a dos causas conocidas: en primer lugar, a que los censos pasan a ser de elaboración oficial y, por tanto, más fidedignos, y de modo especial a que Alcalá pasa a ser asiento de una fuerte guarnición militar, cosa que le habrá de proporcionar una nueva época de florecimiento.

Sigue ya desde entonces la evolución demográfica normal para el resto de España (1857, 8.742 habitantes; 1877, 12.317; 1887, 13.534; 1897, 10.534; 1900, 11.206; 1930, 12.639; 1940, 18.013, y 1950, 19.415).

La casa típica: Es de carácter propiamente castellano y refleja las condiciones naturales de la región al adaptarse al clima, materiales y procedimientos constructivos.

Los edificios suelen ser de aspecto majestuoso, a la par que dan la sensación de tranquilos y apacibles, correspondiendo perfectamente al ambiente residencial y universitario.

Los materiales, por su calidad y belleza, han permitido la construcción de severas fachadas, que entonan bien con el aspecto local.

La organización de la construcción en planta se hace por traviesas, formándose dos, tres y aun cuatro crujías entramadas. Los forjados de los pisos se organizan con fuertes vigas de madera. Los paramentos exteriores suelen ser de fábrica de ladrillo al descubierto, o de cadenas de mampuesto pétreo con verdugadas de ladrillo y témpanos de tapial, e incluso en las más sencillas, simplemente de tapial, con huecos recercados de yeso. El remate se consigue o con aleros de canecillos de madera o con amplias cornisas de ladrillo aplantillado.

Dentro del tipo de vivienda alcalaína se pueden distinguir cuatro grupos. En primer lugar, la vivienda obrera, en la que a su vez cabe señalar una modalidad clásica y otra moderna.

La primera está constituida por casas muy humildes, unifamiliares, hechas con tapial de tierra y entramado de madera en las cubiertas; son, por lo general, de una sola planta, sirviéndoles de suelo el propio terreno. La principal habitación es la cocina, que a la vez hace las funciones de cuarto de estar y comedor; la completan dos o tres dormitorios, según las posibilidades, y un patio.

La casa obrera moderna es de caracteres semejantes a los de las que forman los suburbios de cualquier población importante. No es raro que el propietario y su familia sean los propios constructores, utilizando ladrillo y madera. Suelen tener una sola planta, con pavimento de cemento o baldosa. La distribución normal es vestíbulo, comedor, cocina, servicio y tres dormitorios, con un pequeño patio o jardín.

Como caso esporádico de vivienda, pero tradicional y curioso, podemos citar un tercer grupo de viviendas humildes: las cuevas. Están situadas en las afueras, pasado el puente de Zulema, orientadas de tal manera que miran hacia la ciudad. El número de éstas es de diez; pero sólo cuatro se utilizan permanentemente como habitación estable, sirviendo las demás, de cuando en cuando, de albergue transitorio. Se sabe que desde tiempos antiguos se utilizaron como refugio. Su disposición suele adoptar la forma de T, con un solo dormitorio, sin separación visible de la cocina, y a continuación del pasillo central un gran cuarto trastero. La temperatura y sequedad son buenas, pero no la higiene, por falta de ventilación directa. El techo adopta la forma de medio cañón rebajado, y tanto él como las paredes están revestidos de ladrillo.

Al pequeño propietario pecuario corresponde un segundo tipo de habitación, que es la vivienda ganadera. El término medio tiene una sola planta, construida con madera y tapial, en la que se individualiza, por un sencillo tabique, la vivienda familiar del aprisco. La primera, de reducidas dimensiones, no consta más que de una o dos habitaciones, sin ventilación ni luz directas, dando siempre más importancia a aquél, que se cubre de teja vana y es aporticado hasta una cierta altura. Es imprescindible un gran corral, que suele precederle, cuya tapia de cerramiento da directamente a la calle, y en ella se abre la puerta de entrada, que es de grandes dimensiones.

El tercer tipo lo constituye la vivienda del labrador o propietario agrícola, que por regla general se trata da antiguos palacios o casas solariegas, adaptadas más o menos a las necesidades modernas.

Pueden tener dos o aun hasta tres plantas, con dos o tres crujías, un gran patio o corral y una puerta de servicio que se abre a alguna calle de segundo orden. Por su amplitud permite relativas comodidades. Algunos han sido adaptados para viviendas de renta, a costa de dividir las plantas en dos o tres cuartos.

Por ultimo hay que señalar un cuarto tipo: la vivienda comercial y residencial, cuya localización más concreta es la calle Mayor. Constan de una planta baja, destinada a comercio, precedida de un porche y completada con la correspondiente trastienda. Tienen, además, otros dos pisos, distribuidos en una o dos viviendas por planta, que cuentan con siete u ocho habitaciones, cocina, aseo y galería posterior.

Según datos estadísticos, nada más unas cien viviendas poseen cuarto de baño, y el resto sólo agua corriente, aunque no todas.

Historia: Las referencias más antiguas sobre Alcalá provienen de los restos de un poblado prerromano, encontrados en el cerro de San Juan del Viso, los cuales demuestran su carácter primitivo de fortaleza. Y sin mucho fundamento se ha supuesto que llevó el nombre de Iplacea. Los romanos ocuparon y habitaron este lugar, aprovechándose de la fortaleza que debía existir en ella desde tiempos anteriores. Desde allí fueron extendiéndose hasta el valle, sin perjuicio de conservar el núcleo antiguo, comunicándose ambos por un puente. Así surgió Complutum (zona húmeda o muy regada). El pretor Daciano estableció en ella un tribunal, y Trajano la hizo sede de una guarnición militar.

En la Tabla Pentingeriana se la señala con una importancia análoga a Corduva, Emérita o Toletum. Ello se debió sin duda a las magníficas condiciones de su emplazamiento, que la permitieron convertirse en un importante nudo de comunicaciones. Por ella pasaban la vía de Mérida a Astorga, por Cebrones, y la de Mérida a Zaragoza por Salamanca. Recogía, por tanto, las rutas del sur, suroeste y este, encaminándolas por el camino más corto (Henares-Jalón) al valle del Ebro.

Alrededor del 409, y como consecuencia de la invasión de los vándalos, la ciudad debió de ser destruida e incendiada, pero es probable que pasados los primeros tiempos de inquietud surgieran algunas casas sobre sus ruinas, y probablemente en torno al sepulcro de los Santos Niños que, según la tradición, fue descubierto por San Asturio.

En tiempos de la invasión árabe debió de tener muy poca importancia. Con las primeras expediciones reconquistadoras de los cristianos, el valle del Henares fue una zona de paso de vital importancia, cuyo valor estratégico fue creciendo a medida que los cristianos se acercaban al sistema Central; de ahí la necesidad de fortificarlo con castillos, entre los que ocupó lugar preeminente el de Alkala-en-Nahar, edificado por los árabes en el cerro de la Vera-Cruz, con anterioridad, en el siglo vii. Se sabe que fue atacado por los almorávides y conquistado, en época de Alfonso VI (1118), por el arzobispo don Bernardo, treinta años después que el poblado; el cual fue repoblado por el mismo don Bernardo, creando las condiciones de vida necesarias para que muy pronto se transformase en un importante centro comercial. Ello fue debido a un simple azar histórico: al hecho de que en 1126 Alfonso VII, para recompensar la labor de la mitra toledana en la Reconquista, otorgó al arzobispo don Raimundo la villa de Alcalá. Sin los privilegios concedidos por el arzobispado, la ciudad no hubiera pasado de ser un pequeño poblado. También don Raimundo otorgó Fuero, en el que se advierte un deseo imperioso de transformar el poblado en un buen núcleo urbano, para lo que se le dotó, entre otros beneficios, de un mercado semanal y una feria anual, a lo que debió el gran realce alcanzado sobre los núcleos de población de la comarca, de idénticas condiciones naturales. A ello hay que añadir el correspondiente incremento agrícola y el desarrollo de una pequeña industria de tipo doméstico, así como la ventaja de ser lugar frecuentado por los arzobispos.

Su verdadero auge comienza con el establecimiento de la Universidad, por Cisneros, en 1496, cuyas obras terminaron en 1508. Pronto afluyó un tropel de estudiantes, resultando insuficientes los siete Colegios menores fundados en 1513 (Teólogos de la Madre de Dios, San Pedro y San Pablo, Santa Catalina o de los Físicos, Santa Balbina o de los Lógicos, San Isidro y San Eugenio), y fue necesario abrir otros nuevos, cuyo número se elevó hasta un total de 30; además de dos hospitales y 21 conventos.

La edición de la Biblia Políglota, en 1517, es uno de los mayores timbres de gloria de Alcalá.

Carlos II le concede el título, con privilegios y ordenanzas, en 1698; pero ya en el siglo xviii la decadencia es palpable.

El golpe definitivo lo sufre en 1836, fecha en que se traslada la Universidad a Madrid llevando desde entonces una vida precaria, de la que va saliendo gracias al auge de su industria en la actualidad, y también, aunque en menor proporción, a la actividad que el establecimiento de la guarnición militar le ha prestado.

Hoy es una pequeña ciudad de guarnición. En torno a la numerosa población castrense se desarrolla una vida comercial activa y una industria floreciente.

El crecimiento topográfico de Alcalá se realiza en dos momentos fundamentales y uno secundario: el medieval, el del Siglo de Oro y el contemporáneo.

La ciudad medieval tenía una forma toscamente circular, extendiéndose su perímetro desde la Puerta de Madrid hasta la de Santa Ana. por la calle de las Vaquerías hacia la de las Infantas, donde tomaba la dirección de la puerta del Vado. Desde allí se extendía en línea recta hasta la de San Julián, en el ensanche de la calle de La Portilla, torciendo hacía el norte por la puerta de Fernán Falcón, en la calle de Roma, esquina a la plaza de Cervantes; y por el lado izquierdo de ésta, hasta la de Guadalajara. A partir de allí tomaría la dirección de la puerta de Santiago, siguiendo hasta la de Burgos, para enlazar con la de Madrid, después de rodear el Palacio Arzobispal.

Fuera estaba la morería, ocupando casi todo lo que hoy es el barrio de la Estación. También tuvo su aljama hebrea, situada entre la muralla y la calle Mayor.

El crecimiento de este núcleo medieval se hizo siguiendo dos direcciones: una hacia el este, menos sensible, y otra hacia el sur, que pasó por tres etapas sucesivas. La primera, por la calle que enlaza la plaza de Santa Ana con la Comandancia Militar; la segunda, por la muralla anterior a 1454; y la última, desde ésta hasta las puertas del Vado y San Julián. En 1454, el arzobispo Carrillo mandó edificar una muralla rebasando el recinto anterior y modificándole sobre todo por el lado oriental.

La etapa decisiva en el desarrollo urbanístico de Alcalá va unida al establecimiento de la Universidad y de los Colegios universitarios, obra todo ello de Cisneros. El cardenal mandó destruir la aljama hebrea, y en el solar se construyó la recta y espléndida calle de Santiago. A él se debe también la manzana de casas situadas entre la plaza de San Diego y la calle de Roma, así como la de los Libreros. De esta manera se rellenó el recinto de las murallas del Cardenal Carrillo, y al rebasarlo perdió su forma circular para tomar un aspecto irregular y deforme.

La urbanización de la aljama se completó en el siglo xvII con la destrucción de las almazaras, para levantar sobre sus ruinas el convento de las Bernardas.

La última época en el crecimiento de Alcalá se inicia a mediados del siglo xIx, completándose en lo que va de siglo con los barrios de las afueras, entre los que destaca el de la Plaza de Toros (calles tiradas a cordel, y manzanas rectangulares); el que está en las cercanías de la estación, ocupando parte de la antigua morería; el de Zulema y el que precede a la Puerta de Madrid.

En el estudio del plano se observa una marcada contraposición entre los núcleos medievales y renacentistas. La ciudad medieval está agrupada en torno a un núcleo central: la iglesia de los Santos Niños, de la que divergen hacia la periferia las distintas calles. Las manzanas irregulares se orientan según la misma dirección, presentando en conjunto un aspecto multiforme, de líneas rectas, muy movidas, que le prestan ese ambiente poético, tan característico.

En oposición a ésta, la ciudad del Siglo de Oro carece de unidad; sus tres manzanas, de formas geométricas, se disponen en amplios rectángulos. Las calles, si bien parten de grandes arterias (Santiago, Roma o Libreros), carecen de orientación fija. Es un conjunto planeado de antemano al que tuvo que adaptarse la edificación. Ahora bien, aunque no forme parte sustancial de la Alcalá del medievo, se ve imbuida de ella, no así los nuevos núcleos urbanos, surgidos en el transcurso de este siglo, que rompen por completo la armonía de la ciudad de la Magistral.

En la actualidad constituye un ejemplo típico de pequeña ciudad, la única de la provincia a excepción de la capital. La integran más de un millar de edificios, alineados en calles, por lo general espaciosas, con tres amplias plazas, numerosas plazuelas y paseos, todo ello salpicado de interesantísimos monumentos artísticos.

La historia urbanística ha ido dejando su huella en el paisaje urbano, contraponiendo el núcleo medieval al renacentista y moderno. Ahora bien, al lado de todo ello, y como aglutinante que funde tan varios aspectos, hay un cuarto elemento. Este es el típicamente castellano, rural; el de los soportales, que se extienden por la calle Mayor y la plaza de Cervantes hasta el Ayuntamiento, incluyendo una pequeña crujía en la plaza de los Santos Niños. No le cede en importancia la plaza principal, que es, y ha sido siempre, la de Cervantes.

Apenas cuenta hoy en la vida de la ciudad el núcleo medieval, extendido al sur y oeste de la Magistral. Es el barrio donde habitan los obreros y algunos campesinos. Sus casas son pequeñas y bajas, a veces de dos plantas, pero por lo general de un solo piso. Las fachadas son de dos tipos: de ladrillo desnudo o pintadas de ocre imitando piedra. En ellas se abre un vano central, en el piso bajo, que corresponde a la puerta, y a ambos, lados sendas ventanas. En el piso superior dos o tres balcones.

Muy distinto es el aspecto de los barrios universitarios de la ciudad de los siglos xvi y xvII. Lo integran las calles de los Libreros, Santa Úrsula, Roma y sus transversales. Sus edificios, antiguos Colegios universitarios y conventos, son hoy cuarteles, cárceles y casas particulares. Constituyen el elemento básico de la ciudad, si bien carecen de la vívida actividad de la calle Mayor y plaza de Cervantes. No obstante, ese conjunto de añejos edificios es la expresión del momento histórico del esplendor alcalaíno, que conservan anquilosado el pasado perfil de su vieja historia, y que a duras penas intenta seguir el nuevo ciclo de su vida, basado en la antigua estructura.

Desde el punto de vista artístico, Alcalá es una ciudad esencialmente herreriana, aunque haya que exceptuar los edificios de mayor fama. Lo característico es la modalidad de este estilo en ladrillo. Las fachadas de colegios y conventos dan a las calles un aspecto frío y solitario, que compensa la esbeltez de líneas y elegancia de los chapiteles empizarrados de tipo filipesco-austríaco.

Los barrios modernos -Estación, Plaza de Toros, Zulema- son calles de obreros y campesinos que viven yuxtapuestos al núcleo activo, pero que no forman unidad consustancial con él. Sólo contribuye a perfilar el ambiente urbano de Alcalá el paseo de hotelitos de la Estación y el parque moderno, situado al otro lado de la puerta de Burgos.

Monumentos artísticos: La abundancia y categoría de los monumentos artísticos de Alcalá es uno de los caracteres que mejor la definen, proporcionando a la ciudad un sello monumental que apenas tiene rival entre las demás poblaciones españolas. Es más, aunque en Alcalá existen multiplicidad de estilos artísticos, hay un predominio marcado de uno de ellos: el herreriano en ladrillo, lo que le proporciona un sello original ya que es una de las pocas ciudades en que se mantiene, dentro de la diversidad, un carácter arquitectónico definido.

No es obstáculo para ello el estado de abandono, e incluso de ruina, en que se encuentran la mayor parte de los edificios, consecuencia no sólo de los efectos devastadores de la última guerra, sino también de la grave crisis económica por la que Alcalá tuvo que pasar al adaptarse a un ritmo de vida muy distinto a aquel para que había sido creada. En efecto, al perder su carácter universitario y representativo, al que acompañaba una economía artificial inadecuada y un alto nivel de vida, se adapta, sí, a las posibilidades económicas naturales, crea una industria, etc., pero desciende su nivel, y con ello arrastra a sus severos edificios a desempeñar misiones utilitarias (cárceles, cuarteles) totalmente inadecuadas a la misión para que fueron creados. Por ello la floreciente ciudad artística del Siglo de Oro apenas puede hoy sostener las ruinas de un glorioso pasado.

El ambiente de ciudad esencialmente monumental proviene no sólo de la personalidad y valor de sus edificios aislados, verdaderas joyas en sí, sino de manera especial de la abundancia de zonas urbanas, en las que !a agrupación de diversos monumentos -que si no de mérito extraordinario cada uno aislado- dan al conjunto un sello de riqueza y variedad artística. Así ha sido posible hacer un estudio racional del arte arquitectónico alcalaíno, distinguiendo sectores urbanos superficiales y lineales o de perspectiva. Los primeros formados por uno o dos monumentos, y los segundos por conjuntos de ambiente. También se han señalado zonas de primera y de segunda categoría, según el interés artístico de los edificios.

Teniendo en cuenta todo ello, podemos destacar los siguientes cuatro núcleos, como dignos de mayor interés: el de la Universidad, el de la Magistral, el de la iglesia de la Compañía y, por último, el que integran la iglesia de las Bernardas, palacio arzobispal y convento de la Penitencia.

Es sin duda la Universidad el monumento más valioso de la ciudad. La obra de fábrica terminóse en 1508 bajo la dirección de Pedro Gumiel, y la fachada principal, de estilo plateresco purista, fue hecha treinta años más tarde por Rodrigo Gil de Ontañón.

La iglesia Magistral fue construida en 1136, ampliada por el arzobispo Carrillo y reconstruida por Cisneros (1497-1501) bajo las órdenes de Gumiel. Es más interesante el interior del templo que su fachada, de estilo gótico flamígero. Aquél, de tres naves de arquerías ojivales, está sostenido por 43 pilares. En él se encuentran los sepulcros de Cisneros y del cardenal Carrillo; éste último debido a la traza de Fancelli, trabajo de muchos artistas.

El convento de las Bernardas, herreriano, es obra de Sebastián de la Plaza, a expensas del arzobispo don Bernardo de Sandoval y Rojas.

El palacio arzobispal, más tarde archivo, hoy casi en ruinas, es una obra multiforme, en la que intervinieron artistas y épocas diferentes. En conjunto era obra gótica, excepto la fachada principal, plateresca. Muy interesante fue el patio de Fonseca (obra de Covarrubias) y el torreón de Tenorio.

La iglesia de la Compañía, edificada entre los años 1602 y 1635, pertenece al herreriano alcalaíno. Se supone que la traza fue de Francisco de Mora, y la ejecución se sabe fue obra de Gaspar Ordóñez, Valentín Ballesteros y el hermano Francisco Bautista. La fachada, según proyecto de Juan Gómez de Mora, se llevó a cabo por Bartolomé Díaz Arias.

El convento de la Penitencia, hoy hospital, fue fundado por Cisneros y ocupado por las monjas “juanas”. La iglesia fue de estilo Cisneros.

Zonas artísticas de segundo orden son las siguientes: la integrada por el Cristo de los Doctrinos y convento de los Basilios; el ámbito de los Colegios, con edificios tales como el convento de Trinitarios Calzados, el de Santo Tomás, el de la Madre de Dios, el convento de Málaga, más el de Santa Úrsula, San Clemente, Carmen Calzado y Magdalena.

Otra zona lineal es la comprendida en la calle de los Trinitarios Descalzos, integrándola los conventos de Caraciolos, Franciscanos y Trinitarios.

En tercer lugar, los monumentos en torno al convento plateresco de Santas Justa y Rufina.

Y, por último, los edificios de las calles Mayor y Santiago, cuyo núcleo más destacado es el convento de la Imagen.

El análisis detallado de todos estos conjuntos nos llevaría a extremos que se salen del marco propuesto.

Costumbres y tradiciones: Las fechas más conmemorativas de la ciudad (aparte de las festividades religiosas de Navidad y Semana Santa) coinciden con la celebración del día de los Santos Niños, patronos de la ciudad (día 6 de agosto), así como con las actividades de la feria (del 24 al 27 del mismo mes). En ésta se establecen atracciones y puestos de baratijas y es ocasión en que mejoran los espectáculos habituales.

La tradición cuenta la historia de los Santos Justo y Pastor, de siete y nueve años, respectivamente, sacrificados por el pretor Daciano (el día 6 de agosto del año 304) por su firmeza en defender la fe de Cristo. Sobre su sepulcro, descubierto por San Asturio, en el llamado Campo Laudable, lugar del martirio, fue edificada una iglesia. Hacia el 777 y ante el temor de nuevos ataques sarracenos, fueron trasladados al valle de Nocito, en el Pirineo navarro, donde el abad San Urbaz los protegió de Abderramán. Posteriormente se transportaron a Huesca, y la reclamación por parte de los alcalaínos dio lugar a un curioso pleito, que acabó con el traslado definitivo a la ciudad, en 1568. Su festividad se conmemora anualmente con solemnes procesiones y otros cultos religiosos.

Otra de las tradiciones religiosas de más devoción en la ciudad es la de las Santas Formas, que se conservan incorruptas desde el año 1597. Son veinticuatro hostias consagradas, que fueron robadas, profanadas y pisadas algunas por moriscos y que presentan manchas de la sangre eucarística. En su honor se instituyeron cultos anuales y se edificó una capilla en la iglesia magistral.

Administración: En lo civil, la ciudad es cabeza de partido judicial, teniendo, además de los centros propios de dicha categoría, un Juzgado de Primera Instancia e Instrucción, con categoría de término; otro comarcal, reformatorio de jóvenes, prisión central del Estado y prisión del partido.

Depende en lo eclesiástico del arzobispado de Toledo y diócesis de Madrid-Alcalá, desempeñando los servicios ordinarios dos parroquias, que se completan con el cabildo magistral. Posee, además, una comunidad de religiosos, 11 conventos de monjas, más varios templos, ermitas y capillas.

Desde el punto de vista militar desempeña el papel directivo un general de brigada de Caballería, que hace de gobernador, con una guarnición integrada, generalmente, por tres regimientos de Caballería y uno o dos de Infantería, que alternan con los de Madrid. Posee, además, depósito de caballos sementales (Primera Zona Pecuaria), Parque de Intendencia, Escuela Militar de Aviación, Caja de Reclutas y Hospital Militar.

En cuanto a la enseñanza posee un Instituto de Enseñanza Media, seis grupos escolares y Escuela de Artes y Oficios Artísticos.

La población escolar se eleva a más de 1.500 alumnos, de los que son menores de diez años 430 niños y 395 niñas.

El número de maestros es de doce, y ocho el de maestras.

Respecto a la Sanidad existen en Alcalá cinco farmacias, once médicos, cinco veterinarios, seis practicantes, siete enfermeras, un dentista y una comadrona.

Cuenta con una Casa de Socorro, emplazada en un edificio propiedad del Ayuntamiento, atendido por las Siervas de María, con capacidad para cuatro camas, sala de reconocimiento, consulta, curas, rayos X, en dos secciones, una de pago y otra de beneficencia. También hay una casa de baños y desinfección, con 10 pilas y otras tantas duchas. Y, por último, posee un refugio de mendigos.

Toros y espectáculos: Cuenta Alcalá con un teatro: el Cervantes; un salón recreativo del mismo nombre y una monumental plaza de toros de piedra y ladrillo, capaz para 6.000 espectadores, inaugurada el 30 de noviembre de 1879.

Fueron famosas en el siglo xix las representaciones del salón cervantino, así como las populares capeas, que centralizaban a toda la comarca.

Hoy en día, la proximidad a Madrid la perjudica, y sólo en ferias actúa alguna compañía teatral de categoría o se celebran corridas de cierta altura.

Alojamientos: Cuenta Alcalá con cuatro pensiones, dos hoteles y seis restaurantes.

Anejos: Ajalvir, Camino de; caserío, a 1,2 kilómetros de la ciudad, con 115 habitantes y formado por dos edificaciones destinadas a vivienda, en compacto, y 17 edificaciones destinadas a vivienda, 15 a otros usos y tres chozas, en diseminado. - Daganzo, Carretera de; caserío, a 4 kilómetros de la ciudad, con 1.665 habitantes y formado por 14 edificaciones destinadas a viviendas, en compacto, y 40 edificaciones destinadas a vivienda y 22 a otros usos, en diseminado. - Encín, El; caserío, a 4,4 kilómetros de la ciudad, con 123 habitantes y formado por 18 edificaciones destinadas a vivienda y siete a otros usos, en compacto, y 11 edificaciones destinadas a vivienda y dos a otros usos, en diseminado. - Ermita del Val; ermita, a 1,8 kilómetros de la ciudad, con cuatro habitantes y formada por una edificación destinada a varios usos. - Esgaravita, La; caserío, a 1,9 kilómetros de la ciudad, con 36 habitantes y formada por cuatro edificaciones destinadas a vivienda en compacto y 11 edificaciones destinadas a vivienda, cuatro a otros usos y dos chozas, en diseminado. - Espinillos; caserío, a 6 kilómetros, con 219 habitantes y formado por 21 edificaciones destinadas a vivienda, en compacto, y 20 edificaciones destinadas a vivienda y 16 a otros usos, en diseminado. - Gerafín, El; caserío, a 7 kilómetros de la ciudad, con 63 habitantes y formado por tres edificaciones destinadas a vivienda, en compacto, y 12 edificaciones destinadas a vivienda, en diseminado. - Huerta Caño Gordo; caserío, a 1,5 kilómetros de la ciudad, con 1.453 habitantes y formado por 24 edificaciones destinadas a vivienda y 14 a otros usos, en compacto, y 54 edificaciones destinadas a vivienda, 20 a otros usos y una choza, en diseminado. - Madrid, Carretera de; caserío, a 2 kilómetros de la ciudad, con 7 habitantes y formado por 13 edificaciones destinadas a vivienda y siete a otros usos, en compacto. - Oruga, La; caserío, a 2,4 kilómetros de la ciudad, con 86 habitantes y formado por 11 edificaciones destinadas a vivienda, en compacto, y 18 edificaciones destinadas a vivienda y nueve a otros usos, en diseminado. - Paracuellos, Camino de; caserío, a 4,1 kilómetros de la ciudad, con 154 habitantes y formado por 13 edificaciones destinadas a vivienda, en compacto, y 31 edificaciones destinadas a viviendas y nueve a otros usos, en diseminado. - Tabla Pintora; caserío, a 1,1 kilómetros de la ciudad, con 146 habitantes y formado por cuatro edificaciones destinadas a vivienda, en compacto, y 14 edificaciones destiladas a vivienda, en diseminado.


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Publicado el 30-6-2009