El nacimiento del Dulce





Captura de Google Maps en que se aprecia el soto donde tiene lugar el nacimiento del Dulce, entre el caserío de Estriégana y la carretera a Sigüenza



Hace unas semanas, una polémica surgida en este mismo semanario acerca de cuál era el nacimiento real del río Dulce espoleó mi interés; he de aclarar que, desde hace varios años, acostumbro a recorrer las tierras del Henares en busca de sus principales parajes, y he de reconocer también que hasta ahora el nacimiento del Dulce era uno de los lugares que se me habían resistido.

La razón para ello es clara: Guiándome por los mapas había estado buscándolo en los altos de Bujarrabal, donde éstos dicen que varios arroyos que descienden de la Sierra Ministra conforman un Dulce que a poco cruza la carretera de Sigüenza a Alcolea antes de adentrarse en el término de Jodra. Yo había estado allí y tan sólo había encontrado unos anónimos arroyos, prácticamente secos en verano, que se me antojaban demasiado poco como para ser las fuentes del brioso río capaz de labrar las impresionantes hoces de Pelegrina, la Cabrera y Aragosa; por tal razón, la carta de Clemente Pardo publicada el pasado 28 de mayo espoleó mi curiosidad incitándome a desplazarme hasta Estriégana, lugar en el que este lector situaba el para él verdadero nacimiento del Dulce.

Tomé, pues, el coche y hacia él me dirigí completamente libre de prejuicios al respecto, pues si bien soy también natural de las tierras del Henares, los cien kilómetros largos que separan Bujarrabal y Estriégana de mi Alcalá natal bien me podían permitir ser razonablemente objetivo en este punto. Llegamos al fin, una mañana de primeros de junio, al lugar de la carretera en el que se alza la cantina de Estriégana y, momentáneamente perdido, busqué a su propietario, don Rafael Alonso, llevando por carta de presentación el ejemplar de Nueva Alcarria en el que había sido publicada la citada carta.

Don Rafael Alonso nos recibió con esa amabilidad que ya sólo se encuentra en los pueblos pequeños, y cerrando temporalmente su establecimiento nos condujo -a mí y a mi acompañante- a un recogido soto situado a espaldas de su establecimiento, mostrándonos allí lo que nos presentó como el primer manantial del Dulce.




Uno de los manantiales del Dulce


El lugar era fresco y recogido y en él, efectivamente, manaba agua, aunque las abundantes plantas acuáticas tapizaban el lecho del manantial de manera que casi lo camuflaban. Nuestro anfitrión nos comunicó que antaño el agua venía desde Alcolea, pero que las obras de la carretera habían cortado esa fuente de manera que el primer nacimiento del Dulce era precisamente ése; nacimiento que en estos momentos no era demasiado espectacular debido a la pasada sequía, pero que siempre tenía agua en contraposición al reseco y salado arroyo que bajaba de Bujarrabal. Y, si bien no era, con diferencia, el más abundante de la aproximadamente media docena de fuentes con las que cuenta nuestro río, sí que le correspondía con todos los honores el mérito de ser la primera de ellas.

Acto seguido cruzamos la carretera y tomamos el desvío que conduce hasta el pueblo, a la vera del cual hay no menos, como bien indica Clemente Pardo, de cuatro o cinco manaderos que, uno tras otro, van aportando sus limpias aguas al recién nacido Dulce. Alguno estaba seco y de los otros brotaba, a decir de nuestro amable guía, menos agua que en otros momentos climatológicamente más propicios; pero lo cierto es que el conjunto de todos ellos acababa por rendir un caudal nada despreciable y completamente equiparable en cantidad al que brota el Horna dando origen al Henares.

El recién nacido Dulce, ya perfectamente formado y con sus aguas corriendo con un notable empuje en busca de su destino, prestará sus caudales al lavadero del pueblo, al cual cruza en toda su longitud, para, apenas abandonado el edificio, recoger la última de las aportaciones y sin duda la más importante de todas ellas, la que mana en forma de tres generosos caños de la fuente del pueblo allí situada.

Recogida esta última contribución, el Dulce se perderá detrás de las casas del pueblo para surgir poco más allá, una vez abandonado éste, en el puente por el que le cruza el camino que conduce de Estriégana a Barbatona y Jodra, lugar en el que nuestro río se muestra ya como un curso de agua perfectamente consolidado, aunque breve todavía en su caudal, a pesar de que en este lugar todavía no ha confluido con el curso de agua que desciende de Estriégana el cual, sinceramente, a mí no me parece ya el verdadero origen del Dulce después de haber conocido a ambos sobre el terreno.

Ya está hecho el Dulce, pues, a la salida de Estriégana y así continuará hasta la vecina localidad de Jodra del Pinar, por un terreno llano y sin especiales relieves orográficos, recibiendo en este lugar la aportación de un río, o arroyo, de Saúca que tendrá la virtud de doblarle prácticamente su caudal. A poco de aquí el Dulce comenzará a excavar sus celebradas hoces al tiempo que engrosa también sus aguas producto sin duda de aportaciones subterráneas, pues a excepción de algunos pequeños barrancos el Dulce no ha de tener ya tributarios de importancia; pasará a continuación por Pelegrina, la Cabrera y Aragosa para, abandonando definitivamente las hoces a la altura de la carretera de Sigüenza, discurrir por un valle que anuncia el ya cercano del Henares, regando con sus aguas las localidades de Mandayona, Castejón y Villaseca antes de confundirse en Matillas con su hermano antes que padre Henares; pero ésta es ya otra historia que en su día habrá también que contar.


Publicado el 2-7-1993, en Nueva Alcarria
Actualizado el 2-6-2006