San Diego en los pinceles de Murillo



Junto con Zurbarán, fue probablemente Murillo el pintor barroco que mejor representó en sus lienzos a nuestro lego franciscano, dejándonos en herencia varios importantes cuadros que resultará interesante recordar haciendo también un poco de historia de los mismos.

En 1645 el convento de los franciscanos de Sevilla encargó a Murillo un grupo de trece cuadros dedicados a diferentes santos y miembros de la orden, los cuales fueron pintados entre ese año y el posterior pasando a decorar el denominado Claustro Chico. Este convento fue demolido en el siglo XIX alzándose en su lugar la actual Plaza Nueva, junto al edificio del Ayuntamiento, pero los cuadros ya habían desaparecido antes ya que fueron expoliados en 1810 por el mariscal francés Soult, encontrándose hoy dispersos por distintas ciudades españolas -los menos- así como por diferentes países, estando incluso alguno de ellos en paradero desconocido.

De estos trece cuadros al menos tres -no he podido identificar al decimotercero y último- estaban dedicados a san Diego, mientras uno más correspondía a otro personaje alcalaíno, ya que se trata de la Visión de fray Julián de Alcalá de la ascensión del alma de Felipe II1. Un cuarto cuadro, La cocina de los ángeles, actualmente en el Museo del Louvre, pudiera corresponder también a una representación de san Diego, aunque no es seguro.




San Diego de Alcalá dando comida a los pobres. Real Academia de Bellas Artes de Madrid


El primero de estos cuadros, y también el más conocido, es el que se conserva en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid. Con unas dimensiones de 170 × 186 centímetros, su título es San Diego dando comida a los pobres y representa al santo franciscano, arrodillado y rezando, dando de comer a un nutrido grupo de mendigos.






San Diego de Alcalá en éxtasis ante la Cruz. Museo de los Agustinos de Toulouse


El segundo lienzo lleva por nombre San Diego en éxtasis ante la Cruz, y en él aparece levitando en presencia de la Cruz sumido en una intensa meditación al tiempo que es observado por varios personajes, incluyendo un cardenal. Puesto que algunos autores identifican a este último como el obispo de Pamplona, cabe pensar que pudiera tratarse del cardenal Juan -o Basilio- Besarión, el único prelado de la diócesis navarra que ostentó el capelo cardenalicio en vida de san Diego. En realidad se trataba de un nombramiento honorífico -en la práctica quien gobernó la diócesis entre 1458 y 1462, los años en los que figuró como titular de la misma, fue el vicario general-, ya que Besarión fue un monje ortodoxo que apoyó la tardía y frustrada reunificación de las Iglesias Católica y Ortodoxa en las postrimerías del imperio bizantino, lo que le valdría el reconocimiento del Papa, que le premió con las citadas dignidades eclesiásticas.

Sus dimensiones son prácticamente iguales a las del cuadro anterior, 173 × 186 cm., y se encuentra en el Museo de los Agustinos de la ciudad francesa de Toulouse.






El milagro de las flores. Colección Röhl. Caracas


El tercer cuadro, con un tamaño de 236 × 198 cm., representaba el conocido milagro de las rosas. Según la página www.murilloysevilla.org tras la rapiña de Soult el cuadro volvió a España perteneciendo a colecciones privadas hasta que a finales del XIX salió de nuevo de nuestro país al ser vendido a un coleccionista americano. Tras pasar por varias manos, en la actualidad pertenece a la colección Röhl, una importante colección privada que se conserva en Caracas, la capital venezolana. Tuve noticias de él gracias a una fotografía en blanco cedida por don José Prieto, la cual pude reemplazar por la actual gracias a la amabilidad de doña María Teresa Röhl, miembro de la familia propietaria del cuadro.






La cocina de los ángeles. Museo del Louvre


Pasemos por último al cuadro dudoso. Su nombre es La cocina de los ángeles, y representa a un santo franciscano -de momento no diremos más- orando en éxtasis en la cocina del convento mientras los ángeles se encargan de realizar las tareas que él ha abandonado. Es de grandes dimensiones (180 × 450 centímetros) y fue adquirido en 1858 por el Museo del Louvre.

No cabe duda de que la temática podría referirse perfectamente a san Diego, que además de portero fue también cocinero, y además los rasgos del personaje del cuadro se parecen mucho al retrato de san Diego que Murillo representa en los otros lienzos. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que san Diego no era el único santo franciscano, y que varios de ellos contaban con una hagiografía similar. Por si fuera poco, ni tan siquiera los expertos se ponen de acuerdo; mientras algunos dicen que se trata de san Diego, otros afirman que el cuadro representa a fray Francisco Pérez, un humilde cocinero franciscano que, según la tradición, entraba en éxtasis mientras los ángeles realizaban su trabajo en los fogones.

A todo esto, ¿qué dicen los técnicos del Museo del Louvre? Pues la verdad es que no demasiado. En la ficha del cuadro afirman lo siguiente:


Ce tableau faisait partie d'une série de douze peintures exécutées pour le petit cloître des franciscains de Séville, à laquelle appartient également Frère Junipero et le pauvre. La Cuisine des anges illustre un épisode encore obscur de l'historiographie franciscaine. Il s'agit d'un frère, peut-être Francisco Dirraquio, chargé des cuisines, surpris dans son extase par le supérieur du couvent, alors qu'il assiste tout étonné au travail inattendu des anges préparant le repas.


Y, traducido al español:


Este cuadro formó parte de una serie de doce pinturas ejecutadas para el Claustro Chico del monasterio franciscano de Sevilla, a las que también pertenece El hermano Junípero y el pobre. La cocina de los ángeles representa un episodio todavía oscuro de la historiografía franciscana. Se trata de un hermano, tal vez Francisco Dirraquio, cocinero, sorprendido en éxtasis por el superior del convento, que asiste atónito al inesperado trabajo de los ángeles preparando la comida.


Como puede comprobarse, ni los propios técnicos del Louvre se atreven a confirmar la identidad del protagonista del cuadro, y por si fuera poco el nombre que proponen como posible, Francisco Dirraquio, tampoco coincide con el de fray Francisco Pérez. Dicho sea de paso, no he conseguido encontrar la menor referencia biográfica de ninguno de ellos. Yo, por mi parte, poco puedo añadir, salvo indicar la existencia del cuadro y su posible adscripción a nuestro santo, a expensas claro está, de lo que los expertos opinen.




1 Ver también: Fray Julián de Alcalá.


Publicado el 6-6-2013
Actualizado el 7-5-2022