La presencia de san Diego en Pastrana (Guadalajara)





Portada de la colegiata de la Asunción. Fotografía tomada de www.pastrana.org



Pastrana, la capital histórica de la Alcarria Baja, aunque ha sido rebasada en población (según el censo de 2019 cuenta con 850 habitantes) por varias localidades cercanas como Mondéjar, Sacedón, Trillo, Almoguera o Albalate de Zorita, sigue poseyendo un importante patrimonio artístico cuya pieza más singular es la colegiata de la Asunción, a la que se suman el Palacio Ducal, los conventos del Carmen, de San José (ambos fundados por santa Teresa) y de San Francisco, la fuente de los Cuatro Caños y la Plaza de la Hora.

Figura de primer orden en la historia de la villa fue la Princesa de Éboli, perteneciente a la importante familia de los Mendoza y asimismo vinculada a Alcalá (sus esponsales tuvieron lugar en el palacio que poseían sus padres en lo que hoy es el Huerto de los Leones), que acabaría desterrada por Felipe II en el Palacio Ducal que preside la Plaza de la Hora. Llamada por la Princesa de Éboli llegó a Pastrana santa Teresa, que fundó allí los convento de San José y del Carmen, aunque las discrepancias entre ambas causaron su marcha prematura. No menos importante es la figura de san Juan de la Cruz, que tras residir en el convento del Carmen marcharía a Alcalá como rector del colegio del Carmen Descalzo. Otros personajes vinculados a Pastrana fueron el arzobispo Pedro González de Mendoza, hijo de la princesa; Leandro Fernández de Moratín, cuya casa se conserva, o Manuel de León Marchante, canónigo de la Magistral complutense y notable escritor barroco.

Con unos vínculos tan estrechos entre Pastrana y Alcalá no era de extrañar que en ella se guardara recuerdo de los principales santos complutenses, aunque hasta fechas recientes era muy poco lo que sabía del tema. Fue mi amigo Juan de la Plaza quien, durante un reciente viaje a la feria apícola que se celebra anualmente, localizó un cuadro y un relieve dedicados a san Diego, ambos en la colegiata y motivo de este artículo.

Tampoco descarto que todavía pudiera haber más recuerdos, tanto de san Diego como de los Santos Niños, dado que en este templo se conserva un importante relicario. De hecho las Relaciones de Felipe II, datadas en 1576, afirman que en la colegiata se conservaban “más de tres mil reliquias, entre las cuales están (...) dos costillas de los mártires Justo e Pastor”. Lamentablemente desconozco si siguen existiendo en la actualidad, por lo que resultaría interesante investigarlo.

Pero no nos adelantemos. La colegiata de la Asunción, en realidad ex-colegiata desde la firma del concordato de 1851, hunde sus raíces en un templo románico del siglo XIII, pero fue reedificada por completo por Ruy Gómez de Silva, esposo de la Princesa de Éboli, en la segunda mitad del siglo XVI coincidiendo con el otorgamiento del rango de colegiata, y por segunda vez entre 1626 y 1639 por el arzobispo Pedro González de Mendoza, hijo menor de ambos, el cual encargó las obras al arquitecto carmelita fray Alberto de la Madre de Dios.

Fruto de estas reformas fue el majestuoso templo actual, que a su innegable valor arquitectónico suma una notable cantidad de obras de arte religioso y, como su principal joya, una magnífica colección de tapices flamencos y un no menos importante conjunto de exequias fúnebres perteneciente a la Princesa de Éboli, en el que destaca el catafalco.




Retablo de la colegiata de la Asunción. El círculo rojo señala la posición
del relieve de san Diego. Fotografía tomada de www.pastrana.org


El retablo del altar mayor, manierista y de un estilo que recuerda al de la parroquia de Santa María de Alcalá, es contemporáneo de la reforma de Pedro González de Mendoza, y fue labrado por Matías Jimeno. La figura de san Diego, un bajorrelieve, se encuentra situada en la predela bajo una de las columnas, concretamente la de la izquierda, de las seis existentes en el primer piso, que flanquea un cuadro de santa Catalina.


Vista parcial de la predela y detalle del relieve de san Diego. Fotografías de Juan de la Plaza


Es, como cabe suponer dadas sus características, de pequeño tamaño. San Diego aparece representado en una de sus representaciones habituales, ataviado con el hábito franciscano y mostrando en el regazo el milagro de las rosas. Al estar amputada la mano derecha, no resulta posible saber si originalmente pudo portar en ella una cruz.

Pasando a la sacristía nos encontramos con un lienzo que representa asimismo el milagro de las flores aunque mucho más historiado, en el que aparece san Diego rodeado de ángeles. Lamentablemente carezco de datos acerca del mismo, aunque supongo que debe de corresponder al “San Diego de Alcalá convirtiendo en flores la limosna de los pobres” que cita Antonio Herrera Casado datándolo hacia 1610 y sugiriendo que pudiera ser obra de Juan Sánchez Cotán.




Cuadro de la sacristía de la colegiata de la Asunción
Fotografía de Juan de la Plaza


Esto es cuanto dio de sí la visita de mi amigo Juan, pero don José Prieto, que ya me ha ayudado en numerosas ocasiones proporcionándome información y fotografías de su completa base de datos sobre san Diego, me ayudó a completar el artículo con dos interesantes fotografías.




Cuadro (¿desaparecido?) de la colegiata de la Asunción
Fotografía de José Prieto


La primera de ellas corresponde a un cuadro que, según sus datos, pertenece o perteneció también a la colegiata, pero no pudo localizar cuando la visitó hace varios años. Su autor fue el pintor barroco Matías Jimeno, activo en el obispado de Sigüenza, ciudad en la que falleció en 1657, durante la primera mitad del siglo XVII. Es un óleo de pequeño tamaño, 0,49 × 0,25 cm, y en la fotografía en blanco y negro que me envió -no disponía de otra mejor- se aprecia que representa el milagro de las rosas.




Imagen del convento del Carmen
Fotografía de José Prieto


La segunda corresponde a una talla que también representa el milagro de las rosas. Según Antonio Herrera Casado1 en 1992 se encontraba en el retablo de la iglesia del convento del Carmen, lugar en el que también la encontró José Prieto en 2008. Aunque la imagen es aparentemente barroca, es probable que fuera llevada al convento, exclaustrado por la desamortización de Mendizábal en 1836 y abandonado por los monjes carmelitas, tras la llegada en 1855 de una comunidad de franciscanas concepcionistas y un seminario de la misma orden en el que se formaban los misioneros destinados a extremo oriente, ya que la presencia de santos franciscanos, salvo quizá los más conocidos como san Francisco o san Antonio de Padua, no suele ser habitual en las iglesias carmelitas.

En 2014 los franciscanos cedieron el convento al ayuntamiento de Pastrana, que creó en en el claustro y la iglesia un museo teresiano, mientras el resto del edificio está ocupado por una hospedería. La talla, según me dijo José Prieto, ya no se encuentra allí posiblemente a raíz de la citada cesión, y aunque no pudo confirmármelo -es un punto más a investigar- cree que pudiera haber sido llevada a Alcalá, aunque al día de hoy no la tengo localizada.




1 HERRERA CASADO, ANTONIO. Pastrana, una villa principesca: una guía para conocerla y visitarla. AACHE, 1992.


Publicado el 24-3-2020