Las ermitas complutenses de los Santos Niños (I)
La ermita de la Puerta de los Mártires



Como es sabido los Santos Niños han conformado la historia de Alcalá de forma radical, mucho más de lo que cabría esperar de una tradición religiosa por muy arraigada que ésta pudiera estar. De hecho, otras veneraciones locales tales como la de la Virgen del Val, la de las Santas Formas o la de san Diego, pese a su importancia, nunca influyeron tanto, ni tan decisivamente, en el devenir de la ciudad.

Sin embargo, y pese a la importancia de su culto en la actual Catedral-Magistral, sobre todo a partir de la reversión de las reliquias en marzo de 1568, han sido muy pocos los templos consagrados a ellos en Alcalá excepto, claro está, la propia Catedral-Magistral a lo largo de sus diversas reedificaciones. Cierto es que son muchos las parroquias, iglesias, ermitas, conventos, colegios universitarios e incluso propietarios particulares, que cuentan o han contado con iconografía suya, pero a lo largo de la historia de Alcalá tan sólo conozco tres lugares de culto -dos ermitas y una capilla- especialmente consagrados a ellos, de los cuales en la actualidad tan sólo existe uno. Así pues, convendrá recordar a todos ellos.

La primera de estas dos ermitas fue la que durante casi tres siglos se alzó junto a la Puerta de los Mártires, popularmente conocida como los Cuatro Caños. Su origen data precisamente de la citada reversión de las reliquias, las cuales llegaron desde Huesca siguiendo la antiquísima ruta que enlaza Zaragoza y el valle del Ebro con la meseta central pasando por Alcalá. Las reliquias, tras haber hecho una última etapa en Meco, entraron triunfalmente en Alcalá por la que hasta entonces se había denominado Puerta de Guadalajara, que en honor a ellas pasó a ser conocida como Puerta de los Mártires.

El homenaje no se quedó tan sólo ahí, puesto que en recuerdo de esta efeméride se consagró a los Santos Niños una ermita junto a esta puerta, la cual, pese a compartir titularidad con la entonces todopoderosa Iglesia Magistral, o quizá precisamente a causa de ello, arrastraría siempre una vida mortecina hasta su desaparición, como veremos más adelante, a mediados del siglo XIX.

De hecho, prácticamente ninguno de los cronistas de la ciudad se hace eco de su existencia y los pocos que la mencionan la tildan de fea y sin mérito, por lo que es preciso recurrir a los prosaicos documentos administrativos para poder rastrear su historia. Tampoco parece ser que revistiera mayor relevancia arquitectónica o artística, ya que según todos los indicios no fue construida de nueva planta -al menos en un principio- sino que se aprovechó un edificio preexistente cuyo único mérito debió de ser el hecho de estar adosado a la puerta de la muralla por la que entraron solemnemente las reliquias.




Fragmento del grabado de Pier Maria Baldi en el que se aprecia la ermita de los Santos Niños (círculo rojo)


Según Manuel Vicente Sánchez Moltó1, que ha investigado sobre este tema y cuyo trabajo me ha sido de gran utilidad, la única representación gráfica que tenemos de la ermita es la correspondiente al grabado de Pier María Baldi dibujado en 1668, un siglo posterior al de Van den Wyngaerde y que, al igual que éste, muestra una visión panorámica de Alcalá, con el aliciente de que ésta está tomada justo desde el punto opuesto al del anterior, mostrando el aspecto que presentaba la todavía villa a los viajeros que llegaban a ella desde Guadalajara, mientras el de Wyngaerde lo hace desde la Puerta de Madrid.

Lamentablemente Baldi no fue tan minucioso como Wyngaerde, ya que no dudó en sacrificar la exactitud cartográfica, en aras de una mayor espectacularidad, deformando la perspectiva real para poder mostrar en un único plano todos los edificios más representativos de la población. Asimismo tampoco fue excesivamente minucioso en los detalles, de forma que no resulta fácil identificar ciertas torres y fachadas que siguen existiendo en la actualidad.

Por fortuna la zona que nos interesa, aunque con la perspectiva distorsionada2, aparece en primer plano, pudiéndose localizar con precisión la iglesia de Jesuitas, la torre del colegio de los Verdes y la propia puerta, lo que permite identificar el edificio que albergaba a la ermita. La puerta, un simple torreón abierto por sus dos extremos, cabe suponer que no muy diferente al de la calle Cardenal Sandoval que da acceso al Antiquarium, era una reliquia de la ampliación de la cerca del siglo XV y, como las demás del antiguo recinto amurallado, ya no cumplía otra función que la fiscal, al ser utilizada por el Ayuntamiento para controlar la entrada de mercancías y cobrar los correspondientes impuestos.

Sánchez Moltó identifica a la ermita de los Santos Niños con el edificio que aparece justo delante de la puerta, de planta rectangular, tejado a dos aguas y dos pequeñas ventanas en lo que sería el testero plano de la cabecera del templo. La entrada estaría junto al lado de la puerta, quedando oculta en el dibujo.

Puesto que los escasos datos que se conocen sobre la ermita no revisten especial relevancia y están descritos en el artículo citado, les remito a su lectura. Sí es interesante recordar que en 1816, aprovechando la visita de Fernando VII, el prioste de la cofradía solicitó al Ayuntamiento el encalado de las paredes y el adecentamiento de su entorno, al parecer muy abandonado. Sin embargo, apunta Sánchez Moltó que ya por entonces debía de haber perdido el culto, dado que la cofradía alquilaba el edificio como almacén. Aunque no lo indica cabe suponer que debió de ser desamortizada, ya que tras la firma del concordato de 1851 se acordó su reversión al clero secular, y no a la cofradía.

En cualquier caso lo que queda claro es que el abandono del edificio continuó durante toda la primera mitad del siglo XIX de modo que en 1853, tan sólo dos años después de su devolución, el Ayuntamiento lo compró al Arzobispado de Toledo dado que se había acordado la demolición de la vieja puerta medieval y para ello era necesario hacerlo también con la ermita que éste tenía adosada. El derribo tuvo lugar entre el 18 y el 29 de abril de 1853, con lo cual la antigua ermita pasó definitivamente a la historia.

Otro investigador que nos proporciona datos interesantes sobre la ermita es Francisco José Casado Arboniés en su trabajo sobre el colegio de los Verdes3. Según este autor el colegio se instaló a mediados del siglo XVII, tras una breve estancia en la calle de los Colegios, en la que sería su ubicación definitiva, al final de la calle Libreros frente al colegio de Jesuitas y en las proximidades de la cerca -más que muralla- y la puerta de Guadalajara, o de los Mártires. Inicialmente se trató de un edificio de reducidas dimensiones que contaba tan sólo con la capilla, perpendicular a la calle y ubicada en el extremo occidental del solar lindando con el vecino colegio de Mena, y un ala que discurría paralela a la calle, a la que daba la fachada principal. Pese a las grandes transformaciones sufridas la capilla se conserva en su mayor parte, incluida la pequeña cúpula rematada por un chapitel, aunque en un momento indeterminado se desmontó la fachada y se cegó su comunicación con la calle Libreros, “camuflándola” bajo un revoco similar al del resto del edificio aunque todavía hoy se puede distinguir su antiguo trazado merced a la distribución de los huecos.

No tardaría mucho el colegio, uno de los más boyantes de la Universidad -con el tiempo llegaría a absorber a un buen número de colegios menores venidos a menos, siendo uno de los pocos que perduró hasta el fin de la Universidad-, en necesitar más espacio, para lo cual, dada su ubicación, no le quedaba otro remedio que crecer en dirección a la cerca, intentando incluso rebasarla mediante la adquisición en 1720 de un solar situado en la parte exterior de ésta frontero con la ermita, lo que provocaría un pleito entre el colegio, la cofradía y los jesuitas, que también pretendían quedarse con el disputado solar pese a no lindar con su edificio.

Finalmente, según Casado Arboniés, el colegio de los Verdes conseguiría abrir fachada -lo que supuso la construcción de una tercera ala- mirando a la actual plaza de los Cuatro Caños, para lo cual hubo de “comerse” un tramo de cerca, que discurriría varios metros por detrás de la actual fachada. No obstante la ermita y la puerta continuaron incólumes, lo que hace suponer, como veremos más adelante, que la ermita debió de quedar “incrustada” en el edificio del colegio, que le rodearía por los dos lados.

La escritura de compra de la ermita en 1853, reproducida por Casado Arboniés, la describe de la siguiente manera: “Calle de Libreros número 18, que linda a oriente con la vía pública y mediodía el colegio llamado de Verdes, poniente hace frente a dicha calle y por el norte con la pared de la Puerta de los Mártires”. Para entendernos oriente corresponde a la plaza de los Cuatro Caños, mediodía es la parte de la manzana que linda con la calle de San Diego, poniente la acera de los pares de la calle Libreros y norte la calzada de esta misma calle, frente al colegio de Jesuitas.

De su lectura se deduce que el colegio de los Verdes lindaba con la ermita por la que hoy es la acera de los Cuatro Caños que continúa por la calle Azucena, aunque no resulta tan clara su situación por el lado de la calle Libreros ya que, al quedar por fuera de la todavía existente puerta, parece lógico suponer que ésta se interpusiera entre la ermita y la fachada del colegio que daba a esta calle.

Lamentablemente ni Casado Arboniés ni los historiadores locales Esteban Azaña y José Demetrio Calleja nos dan información sobre lo que pudo acontecer con el solar de la ermita una vez derribada ésta, así que tan sólo es posible especular comparando las descripciones antiguas con la situación actual. Y para ello, resulta fundamental saber donde estaba exactamente la puerta.

Por fortuna, tenemos una referencia importante que nos permitirá ubicarla con total precisión. Al construirse el colegio de Jesuitas en la acera opuesta, dado que la fachada quedaba ligeramente retrasada respecto a la puerta se construyó a modo de remate un espigón que unía a ambas edificaciones tapando el “agujero”. El espigón tenía forma trapezoidal con una cara interna que hacía ángulo recto con la fachada de Jesuitas, sobresaliendo aproximadamente el ancho actual de la acera, mientras la externa se engarzaba en la fachada lateral que da a los Cuatro Caños. Su anchura, de varios metros, cabe suponer que correspondería con la de la puerta.


Izquierda, postal de 1915 de la calle Libreros. Bajo la flecha roja se aprecia el antiguo espigón del Colegio de Jesuitas
Derecha, fotografía de la fachada actual en la que las flechas negras indican el empalme entre la zona vieja y la nueva


Este espigón no fue derribado hasta bien entrado el siglo XX, por lo que contamos con documentación gráfica detallada del mismo. Aunque el hueco que dejó en la fachada fue cerrado de forma mimética con ésta, si nos fijamos con detenimiento en el tramo correspondiente a la última ventana podremos descubrir la línea de empalme que recorre verticalmente toda la altura del edificio.

Huelga decir que, una vez localizada la ubicación de la puerta por la parte de Jesuitas resulta inmediato hacerlo por la de los Verdes, puesto que lógicamente caería justo enfrente. Así pues, basta con darse la vuelta para... encontrarse con la puerta de acceso al edificio. Dicho con otras palabras éste sobresale demasiado, en concreto toda la parte correspondiente a los dos últimos balcones, a la que habría que sumar también la del tercer balcón, el situado sobre la puerta, que cae justo en el lugar en el que estuvo la puerta de la muralla.




Aspecto actual del edificio del antiguo colegio de los Verdes en la zona que lindaba con la puerta de la muralla
La ermita habría estado situada probablemente en el cuerpo de la izquierda


Ha llegado el momento de consultar algunos planos del siglo XIX para intentar localizar con precisión el lugar exacto donde la puerta se apoyaba en la fachada del Colegio de los Verdes. El más antiguo que conozco data de 1853 y pertenece al Atlas de España y sus posesiones de Ultramar4 de Francisco Coello, un complemento del famoso Diccionario Geográfico5 de Pascual Madoz publicado con posterioridad a éste. Aunque el mapa de Coello está dedicado a la provincia de Madrid, incluye un plano de Alcalá que resulta muy útil para nuestros fines ya que, pese a ser impreso el mismo año en el que la ermita y la puerta fueron derribadas, sin duda fue dibujado algo antes, puesto que todavía recoge el antiguo perfil de la manzana.




La Puerta de los Mártires en el plano de Francisco Coello de 1853


Como se puede comprobar la puerta estaba situada algo antes del final de la manzana, justo frente al espigón del Colegio de Jesuitas tal como era de esperar. Por lo tanto, la suposición de que el actual edificio del Colegio de los Verdes -recalco lo de actual- sobresale respecto a la antigua ubicación de la puerta ha demostrado ser correcta. Lamentablemente, no es posible saber cual era la parte correspondiente al colegio y cual la de la ermita.


Hoja del parcelario de 1870 donde se aprecia el espigón del Colegio de Jesuitas
Derecha, ampliación de la hoja anterior donde está marcada (en azul) la ubicación de la puerta


Posterior en unos años al plano de Coello es el parcelario que fue realizado hacia 1870, en el cual se recoge con todo detalle la división parcelaria del casco urbano de Alcalá. Aunque su precisión es mucho mayor que la de éste, en la fecha en la que fue confeccionado el Colegio de los Verdes ya tenía, según todos los indicios, su distribución actual, por lo que no aparece el menor vestigio de la puerta ni de la ermita, ya demolidas, aunque sí el espigón de Jesuitas. Asumiendo que la anchura de la puerta fuera similar a la del espigón, resulta fácil reconstruir el lugar que ocupaba y, a partir deél, calcular la parte del Colegio de los Verdes que sobresalía, parte de la cual debía de ocupar con toda probabilidad el solar de la desaparecida ermita. Y, efectivamente, ésta viene a coincidir muy aproximadamente con el ala del edificio que tiene la fachada dando a la plaza y a la que corresponden los dos últimos balcones de la fachada principal de la calle Libreros, la cual, como se puede apreciar en el plano, forma un cuerpo casi independiente del resto del edificio. Tal como he comentado anteriormente ésta corresponde a una ampliación del edificio realizada en el siglo XVIII, por lo que es anterior al derribo de la puerta y de la ermita. Así pues, ¿dónde estaba ésta?




Ubicación hipotética, sobre el parcelario de 1870, de la Puerta de
Mártires (en azul) y de la ermita de los Santos Niños (en verde)


Recapitulemos. Por un lado, la ampliación del siglo XVIII supuso la construcción de este ala, pero la ermita todavía se mantuvo en pie durante aproximadamente un siglo. Ésta estaba adosada a la Puerta de los Mártires, más en concreto al tramo de la antigua cerca lindante con ella, por su lado externo, es decir, el de la plaza. A su vez la Puerta de Mártires caía justo a la altura de la actual puerta de acceso al edificio del Colegio de los Verdes. Y, por último, no resulta verosímil que la ermita, que según todas las crónicas era bastante pequeña, ocupara la totalidad del ala lateral del Colegio de los Verdes.




Aspecto actual del edificio del Colegio de los Verdes en el lugar en el que estuvo ubicada la ermita


Por lo tanto, tan sólo queda la posibilidad de que la ermita se alzara donde ahora se encuentra la esquina del edificio, actualmente ocupada por una farmacia, y que, tras la remodelación del colegio, ésta hubiera quedado rodeada por la ampliación del colegio. La única explicación que encuentro a este aparente rompecabezas, aunque por desgracia carezco de soporte documental para corroborarlo, es que, con posterioridad al derribo de la ermita, los propietarios del antiguo Colegio de los Verdes, que había desaparecido en 1842 siendo sus bienes, incluido el propio edificio, enajenados por el Estado, adquirieran al Ayuntamiento el solar, o la parte de él que quedara libre después del derribo de la puerta y el ensanchamiento de la calle Libreros, para rellenar el hueco que la ermita debía haber dejado tras la ampliación del siglo XVIII, prolongando la fachada de la plaza de los Cuatro Caños hasta la esquina de la calle Libreros.

Lamentablemente el plano catastral de 1870 reproduce la situación actual, lo que quiere decir que esta hipotética ampliación debió de tener lugar entre 1853, fecha en la que fue demolida la ermita, y 1870.




Portada original del Colegio de los Verdes


Al llegar a este punto nos encontramos con un problema. Si la puerta de la muralla caía justo donde está ahora la puerta de acceso al edificio, ¿por dónde se entraba a éste? Bien, ya he comentado que lo que conocemos como Colegio de los Verdes sufrió drásticas transformaciones no sólo durante el período de existencia de esta institución sino también con posterioridad a su extinción, la última ya entrado el siglo XX. Ya he comentado lo que ocurrió con la fachada de la capilla y con su expansión hacia la plaza de los Cuatro Caños, incluyendo probablemente el solar que ocupara la ermita, y ahora llega el momento de recordar que la portada original del colegio fue desmontada e instalada en la salida del zaguán al patio trasero, donde supongo que todavía continuará.

Esta insólita ubicación se explica suponiendo que, tras la demolición de la puerta de la muralla y de la ermita, hubiera necesidad de rellenar ese hueco tal como se hizo con la fachada de Jesuitas tras la demolición del espigón. Teniendo en cuenta que el emplazamiento actual de la portada original cae justo detrás de la puerta de entrada actual, podría pensarse que se trata de una intervención tardía que supuso el desmontaje de la portada, que habría estado situada originalmente en algún otro hueco de la fachada más alejado de la esquina, aunque lo que no se entiende es que no fuera colocada en la fachada principal que da a la calle de Libreros, sino la posterior.




Fotografía aérea del colegio de los Verdes tomada de Bing Maps


Aún hay varios detalles a tener en cuenta. Si nos fijamos en el plano parcelario de 1870 y en la fotografía aérea de Bing Maps, vemos dos cosas interesantes. Primero, que el ala principal del edificio, que da a la calle de Libreros, no presenta una anchura uniforme, como cabría esperar, sino un llamativo estrangulamiento justo a la altura de las dos puertas, la de acceso y la original que da ahora al patio. De hecho, el acceso al patio forma una especie de embudo cuya parte estrecha enlaza las dos partes principales del edificio, la de la calle Libreros y la de la plaza de los Cuatro Caños. Asimismo se aprecia un notable corte en los tejados, en los que no coinciden los respectivos parteaguas ya que en el tramo correspondiente a la puerta éste se encuentra mucho más cercano a la fachada delantera que a la trasera, en lugar de estar situado a la mitad como suele ser habitual. Este corte se aprecia también desde la esquina de la calle Libreros, como se puede apreciar en la fotografía.




Vista de los tejados del colegio de los Verdes desde la esquina de la calle Libreros


Así pues, este hecho parece confirmar mi hipótesis de que el ala del actual edificio que da a la plaza de los Cuatro Caños, así como el tramo de la fachada de la calle Libreros que abarca hasta la puerta actual, fueron un añadido construido sobre el solar de la antigua ermita y otros anejos. Por último, si nos fijamos en la fachada actual, en la que se procuró camuflar esta heterogeneidad arquitectónica, se aprecia una clara diferenciación en los dos extremos, tanto en el correspondiente a la antigua portada de la capilla, que fue completamente desmantelada, como en la parte edificada sobre el solar de la ermita, posiblemente porque sus estructuras internas no permitieron mimetizarlas por completo con el resto del edificio.

En cualquier caso, supongo que un estudio arquitectónico detallado del edificio podría darnos mucha información al respecto.

Y eso es todo cuanto he podido averiguar de la desaparecida ermita de los Santos Niños.




1 SÁNCHEZ MOLTÓ, Manuel Vicente. Iglesias menores, ermitas y santuarios desaparecidos. Publicado en El patrimonio perdido y expoliado de Alcalá de Henares, pp. 225-267. Institución de Estudios Complutenses, 2013.
2 El emplazamiento lógico desde el que tuvo que estar situado el observador sería un punto del antiguo camino real, hoy avenida de Guadalajara, situado aproximadamente a la altura de la desaparecida plaza de toros, es decir, en el cruce con Marqués de Alonso Martínez. Pero desde allí se vería a la puerta de frente y a la iglesia de Jesuitas de perfil quedando oculta la fachada, cosa que no ocurre. Para encontrar el ángulo que forman tanto la fachada como la puerta debería haberse desplazado más o menos hasta la confluencia (recurro al trazado actual de las calles por simplicidad) de Marqués de Alonso Martínez con la Ronda Ancha, pero desde allí no habría sido posible ver estos edificios al quedar ocultos tras las viviendas del arrabal de la calle Encomienda, ya existente entonces aunque su solar aparece en el grabado de Baldi como un terreno libre de edificaciones.
3 CASADO ARBONIÉS, Francisco José. Cuatro siglos de historia. El colegio universitario de Santa Catalina o de “los Verdes”. Capilla del Jazz, 1992.
4 Atlas de España y sus posesiones de Ultramar. Francisco Coello de Portugal y Quesada. Madrid, 1853. Descargado de Planea.
5 Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Pascual Madoz. Madrid, 1845-1850.

Ver también: Las ermitas complutenses de los Santos Niños (II). La ermita del Juncal.


Publicado el 28-1-2016
Actualizado el 29-6-2021