Los Santos Niños en La luz de la fe en el siglo XX





Luis Calpena y Ávila, nacido en el municipio alicantino de Biar y fallecido en Madrid en 1921, fue un sacerdote que alcanzó bastante fama en su época como predicador, al tiempo que gracias a su faceta de historiador fue nombrado miembro de la Real Academia de la Historia y de la Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Autor de varios libros, la mayoría de ellos de temática religiosa, en esta ocasión nos interesa el titulado La luz de la fe en el siglo XX, un exhaustivo santoral cuyos trece volúmenes -uno por mes más otro de dominicas y fiestas movibles- fueron publicados entre 1912 y 1917 por el editor madrileño Felipe González Rojas.

Los volúmenes, editados en formato folio (22 × 30 cm.) con alrededor de unas 600 páginas cada uno, cuentan además con un total de ochenta y un cromolitografías, es decir, grabados en color, todo un alarde tipográfico en su época, a lo que se suma su notable valía artística. En ellos se recogen, ordenadas cronológicamente según el calendario litúrgico, numerosas reseñas de los santos cuya efeméride se celebra cada día del año, no sólo el principal sino también varios más clasificados según su naturaleza.



Como cabía esperar los Santos Niños aparecen en el volumen octavo correspondiente al mes de agosto, el cual debió de ser editado, suponiendo un ritmo regular -en el libro no aparece el año de edición-, hacia 1915. En concreto lo hacen en el día 6; conviene no olvidar que, debido a su coincidencia con la festividad de la Transfiguración, en algunos santorales fueron desplazados al día 9.

Y fue ciertamente una lástima que no hubiera ocurrido así, ya que al ser la fiesta principal del 6 de agosto la de la Transfiguración de Señor, fue a ella a la que el editor reservó un magnífico grabado que ojalá hubiera correspondido a los patronos complutenses... pero no fue así. Por lo tanto, tendremos que conformarnos con el breve texto -se limita a relatar los detalles básicos de la historia- que Luis Calpena dedicó a los hermanos mártires, no demasiado ajustado a la tradición de Alcalá ya que hace mayor erróneamente a Justo que a Pástor e ignora referencias importante tales como el nombre del pretor Daciano e incluso el de la antigua Complutum. Leyéndolo da la impresión de que el autor lo hubiera escrito de oído , algo que no es de extrañar teniendo en cuenta el ingente volumen de datos que manejó y que para él la historia de los Santos Niños no pasaba de ser una de tantas de las muchas que recogió para su monumental santoral.

Pero ahí está, y siempre resultará interesante recordarlo:


6 DE AGOSTO. SANTOS JUSTO Y PÁSTOR, MÁRTIRES

Había en Alcalá de Henares, dos hermanos llamados Justo y Pástor, niños ambos de corta edad. El primero tenía trece años y el segundo siete, cuando comenzó en el pueblo la terrible persecución que asolaba toda la cristiandad.

Los dos niños iban juntos a la escuela, al promulgarse en la plaza pública el edicto de exterminio contra los cristianos. Al punto se sintieron inflamados de un ardoroso deseo de sufrir el martirio, y arrojando cuantos libros y cuadernos llevaban a la escuela, corrieron presurosos al sitio donde se había erigido el tribunal que había de juzgar a los que hiciesen profesión de cristianismo.

En su afán de confesar la fe de Cristo y de que se les condujese cuanto antes al suplicio, empezaron a proclamar con grandes voces entre las aterradas muchedumbres la fe cristiana de la que se sentían orgullosos.

De la multitud se destacaron varios gentiles, los cuales marchando en busca del gobernador hiciéronle saber que entre los espectadores había dos niños que por sus gestos y sus palabras manifestaban claramente que eran cristianos.

El gobernador al punto los hizo traer a su presencia, apareciendo Justo y Pástor delante de él poseídos de gran alegría al prever el glorioso fin que había de tener su atrevimiento.

El gobernador, en lugar de interrogarles, como era costumbre, ordenó que se les fustigase, tratando solamente de corregirles como a dos niños que habían hecho una original travesura.

Los dos niños sufrieron con gusto y alegría indescriptibles este primer suplicio, provocando aun a los mismos verdugos, arrojándose ellos entre las manos de aquellos que empezaron a golpearles, y declarando con gran entusiasmo que eran cristianos, y que estaban dispuestos a sufrir, no solamente aquel castigo, sino a derramar la última gota de su sangre por confesar al Dios que adoraban.

Airado el gobernador por tan increíble osadía, ordenó al instante que se les cortara la cabeza.

Justo y Pástor no se acobardaron por la inminencia de tan grave peligro, sino que, por el contrario, acentuaron sus protestas de amor a Cristo, y prorrumpiendo en cánticos de alabanzas, entregaron sus inocentes cabezas al hacha del verdugo, ganando así la inmarcesible corona que solamente está reservada a los que vierten su sangre por la fe del Dios verdadero.

Acaeció este martirio en el mes de Agosto del año 304.

Los cristianos enterraron sus cuerpos en el mismo lugar donde confesaron la fe de Jesucristo, construyéndoseles más tarde una capilla, que fue centro de constantes peregrinaciones.

El pueblo de Alcalá mira a estos Santos como a sus patronos protectores y celebra su fiesta con gran solemnidad todos los años el día 6 de Agosto.


Publicado el 22-5-2018