El Henares en la literatura del siglo XX (II)
De la Guerra Civil a fin de siglo





Concluida la Guerra Civil, sin duda el mayor punto de inflexión en la historia contemporánea de España, llegaría la posguerra y con ella los duros años cuarenta, que fueron en nuestro país, como es de sobra sabido, prácticamente estériles en lo que a cultura y por lo tanto también a literatura se refiere. Pese a todo la sequía no fue total como lo demuestra el libro escuetamente titulado Cervantes, una breve biografía literaria -más literaria que biográfica- del autor del Quijote escrita por Antonio Espina y publicada en 1943. Su primer capítulo está dedicado a la Alcalá que le viera nacer, y en él se puede leer la siguiente descripción del Henares al que, por cierto, no denomina por su nombre1:


En lo alto de un cerro, a la izquierda del río, se ven las ruinas de un castillo. Le llaman el castillo de Alcalá la Vieja. Las piedras de estas ruinas están rodeadas de soledad y jarales, tomillares y silencio. Tal vez a su vera, desde lo alto del paraje, algún estudiantón “botarga” o algún clérigo taciturno contempla, en este día especial de este singular octubre, la sosegada corriente del río, toda reflejos de acero y plata.


Más adelante, ya en el segundo capítulo, volvemos a encontrarnos con nuestro río cuando el autor describe, dentro de los frecuentes y azarosos cambios de residencia de la familia de Cervantes, su retorno a Alcalá desde Valladolid2:


El cirujano menor Rodrigo de Cervantes tampoco ha encontrado el acomodo que deseaba en Valladolid; por el contrario, las cosas marchan para él de mal en peor hasta el punto de que proyecta, al cabo de estos ocho o diez años de angustiosos forcejeos en la ciudad del Pisuerga, regresar a la del Henares que abandonó por las mismas causas.


Retrocediendo ligeramente en el tiempo hasta una fecha tan cercana al final del conflicto bélico -apenas si había pasado año y medio desde que concluyera en abril de 1939- como fue el 10 de octubre de 1940, nos encontramos con el artículo que el gran cervantista Luis Astrana Marín publicó en ABC bajo el título En el aniversario del bautismo de Cervantes. Amemos a Alcalá3, en el cual se lamentaba de los gravísimos e irreparables destrozos que había sufrido el patrimonio artístico de la ciudad, proponiendo que se reconstruyera todo lo perdido y que se hiciera de la ciudad natal de Cervantes -copio textualmente- “el santuario del idioma, el sitio de peregrinación universal de los devotos del genio más completo que han producido las Edades”. Huelga decir que sus palabras cayeron en el más completo de los olvidos. Aunque el artículo está dedicado a Alcalá, aparece en él un párrafo dedicado al Henares cuando, al hablar de todo lo que había perdido Alcalá desde el cierre de la Universidad hasta la Guerra Civil -Astrana no duda en llamarla la Ciudad mártir de España-, afirma lo siguiente de nuestro río:


Sólo salió incólume el Henares, en sus aguas, que no en sus orillas, para llorar tanta devastación.


Pero sin duda, la obra cumbre de Astrana fue su monumental biografía de Cervantes iniciada en 1948 y culminada diez años más tarde. La Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes4 es sin ningún género de dudas una de las piezas capitales en el estudio de la vida y la obra del celebrado autor del Quijote, y como cabía suponer son varias las ocasiones en las que Alcalá aparece en la obra, haciéndose en varias de ellas referencias al Henares como cuando el autor recuerda las raíces de Cervantes en el largo proemio -o prólogo- de la obra5:


Tomad la Galatea, y veréis que los primeros recuerdos de Cervantes, sus primeros elogios, lo primero que en su alma se extasía en el libro primogénito de su invención, son las riberas del Tajo y del Henares; que él, repetimos, es castellano y que sus padres nacieron en Castilla.


Más adelante, ya en los primeros capítulos previos al nacimiento de Cervantes, Astrana realizará un profundo estudio de los ascendientes del escritor, recordando que allá por 1541 su abuelo Juan de Cervantes6:


Tomaba posesión de la alcaldía mayor de Cabra, donde le dejaremos en unión de la María Díaz y de Andrés, para retornar a orillas del Henares... Del Henares y aún del Jarama.


Para aclaración de los lectores convendría recordar que el buen señor había abandonado en Alcalá a su esposa y a varios de sus hijos -entre ellos a Rodrigo, padre de Miguel- yéndose a vivir con la citada María Díaz, a la que Astrana Marín no parecía tener demasiado cariño. Continuemos ahora con esta bella descripción de los alrededores de Alcalá7:


El campo rebosa fertilidad en flores y frutos; el cielo es alegre, y las primaveras templadas, jocundas y saludables. Saliendo al Oriente, recrea los ojos el río, con sus alamedas y la amenísima huerta de la Esgarabita; y siguiendo el Henares, al Austro, se hallan varios molinos, la barca grande, el puente de roca bien labrada y arboledas hasta occidente, que terminan en sotos de mucha caza y la huerta de las Fuentes; y al fin, al Norte, deslízase apacible el arroyo Camarmilla.


Algo más adelante hablará Astrana de la universidad alcalaína con estas palabras8:


Allí se corona a los vates: Arias Montano recibe el laurel en 1551, y las enseñanzas de Cipriano de la Huerga despiertan en Fray Luis de León la levadura oriental de sus antepasados. Las riberas del Henares se pueblan de ninfas y de pastores. Mateo Alemán sólo aquí será optimista. Por ello, sólo aquí podía nacer el Regocijo de las Musas.


Calificativo ciertamente rebuscado el que aquí aplica Astrana a Cervantes; pero veamos ahora cómo vuelve a citar a Mateo Alemán y a su Guzmán de Alfarache9:


Para él no hay existencia más sosegada, más libre, más entretenida, más gustosa. El estudiante va recapacitando por la fresca ribera del Henares sin sentir soledad. Si quiere amigos, halla los que ha menester. Si le apetece la bulla, ninguna fiesta se igualará con el correr de un pastel, rodar un melón o volar una tabla de turrones. Puede dar una música o una matraca, gritar una cátedra o levantar en el aire una guerrilla. Porque nada se hace en el mundo con el encanto que en las escuelas de Alcalá.


Visión ciertamente idealizada de la vida estudiantil en la España del siglo XVI, pero no por ello demasiado alejada de la realidad. Siguiendo este rápido repaso de la obra de Astrana llegaremos ahora al momento en el que el Cervantes niño es llevado por su familia a la ciudad de Córdoba; así imagina el biógrafo su llegada a la antigua capital del extinto califato10:


Lo primero que heriría la tierna retina del niño Miguel de Cervantes, al llegar a Córdoba, sería esta profunda diferencia entre los campos castellano y andaluz; entre las riberas del Henares, sombreadas de estériles álamos bajo inmensas cumbres terrosas, severas de vegetación, bravías y moradas, y los campos floridos que fertiliza el olivífero Betis, suaves y verdes, del verde claro y blanquizco de su misma primavera.


Por último, concluye esta breve selección de textos extraídos de la biografía cervantina de Astrana con esta referencia más o menos literal -pero responsabilidad en última instancia de la pluma del biógrafo- a las Relaciones Topográficas de Felipe II en su apartado relativo a la población de Arganda, lugar en el que tenía posesiones la familia materna de Cervantes. La fecha de la reseña original es el 18 de abril de 1576, y los firmantes de la misma los lugareños Mateo Martínez, Pedro de Mejorada, Pedro de Blas y Francisco Fernández. En la versión dada por Astrana dice lo siguiente11:


No abundaban los ganados, aunque había caza de liebres, conejos y perdices, y en el Jarama se pescaban barbos y anguilas. El río corría a media legua del pueblo; y a dos, el Henares perdía su nombre al unirse con él.


En comparación con los años anteriores, 1948 fue realmente prolífico a la hora de encontrarnos con nuevas referencias al Henares, aunque no todas ellas sean de una gran calidad literaria tal como ocurre con la perteneciente a la Vida de Cervantes que escribiera Miguel Herrero García, autor que imagina de esta manera el bautismo del autor del Quijote12:


El sacerdote se dispuso a regenerar con las aguas bautismales al catecúmeno.

-¡Espere, espere! -prorrumpió la portadora del aguamanil, al tiempo que alargaba un jarro francés de plata al oficiante.

-¿Es agua del río Jordán? -preguntó un impertinente espectador.

-Es agua del Henares. -repuso la del aguamanil- Calentita, para quitarle el helor a la de la pila.


Teniendo en cuenta que el agua turbia del Henares jamás se empleó en Alcalá para nada más que para riegos, es fácil concluir que la imaginada anécdota resulta ser, con toda probabilidad, completamente falsa. De 1948 es también el libro ¡Viajar...!13, de Antonio J. Onieva. Es éste un libro en el que se describen excursiones por toda esta región, y en él nos encontramos con el Henares en varias ocasiones. Así, a la salida de Sigüenza hallamos el siguiente texto14:


Y en efecto, a las diez de la noche, tomando por compañero de ruta al Henares, echaron hacia Jadraque y Humanes.


Río abajo llegan a Guadalajara15:


Guadalajara, Uad-il-fahira, o “Río de las piedras” en árabe, por las muchas que hacían bullir al Henares...


Finalmente, arribarán a Alcalá16:


Se fueron paseando hasta la ermita de la Virgen del Val, patrona de Alcalá, enclavada a la orilla del Henares, en bosque delicioso y fresquísimo. La luna, plateada, se retrataba en el río queriéndosela llevar al Jarama, que la conduciría hasta el Tajo, profundo y evocador.


1948 fue asimismo el año en el que vio la luz el celebrado Viaje a la Alcarria17 de Camilo José Cela. No es éste un libro en el que se hable demasiado del Henares puesto que, como es sabido, este río no es alcarreño como lo pueda ser el humilde Tajuña; las referencias al mismo son, por ese mismo motivo, bastante indirectas estando además ceñidas exclusivamente al corto tramo comprendido entre San Fernando y Guadalajara, único entre todo el viaje que discurre por tierras de la Campiña. Y es a la altura de Azuqueca cuando nos encontramos con la primera cita del mismo18:


El tren marcha, a orillas del Henares, ya hasta Guadalajara. Al final va rápido; parece como si llevara prisa.


Más adelante, ya en Guadalajara, relata Cela su paso por el viejo puente sobre el río19:


Cruza el río Henares, que baja turbio y embarrado, y pasa por delante de un cuartel.


Pero eso no es todo, ya que el mismo Cela repetiría su viaje, en circunstancias ya bien distintas, cerca de cuarenta años después. Aunque su Nuevo viaje a la Alcarria20 tampoco será, por idénticas razones, demasiado pródigo en alusiones al Henares, algo podemos encontrar en él como cuando Cela comenta la historia del Henares de acuerdo con nuestros clásicos medievales21:


Poco más adelante se cruza el río Henares, con Alovera a un lado y Chiloeches al contrario; Alovera está en la Campiña y Chiloeches en un barranco y ya en la linde de la Alcarria. Don Juan Manuel, en “El Libro de la Caza”, dice que “el rio de Fenares nasce sobre Sigüença cerca de Orna”; Sigüenza y Horna quedan al norte, en la Sierra. En el “Cantar del Mío Cid” se habla tres veces del río Henares: “O dizen Castejón, el que es sobre Fenares” (verso 435), “Fenares arriba e por Guadalfajara” (verso 479) y “Vansse Fenares arriba quanto pueden andar” (verso 542). En Castejón de Henares enterró el Cid los ricos caudales que conquistó a los moros y que, por más que se ha escarbado, siguen sin aparecer; los indígenas se consuelan de su escasa fortuna zahorí jugándose los cuartos al guiñote, que es suerte de naipes semejante al tute.


Existe, efectivamente, un Castejón de Henares... Que está en la cuenca del río Dulce, sin que haya una manera sencilla de explicar esta discrepancia del nombre. Autores hay que afirman que en época medieval se llamaba Henares no al río de Sigüenza (el nacido en Horna) sino a su tributario Dulce, lo que justificaría el nombre de esta población; otros, por el contrario, defienden la tesis de que el Castejón del Cantar no es otro que el actual e imponente castillo de Jadraque, majestuoso aún hoy a pesar de su abandono. Por lo demás, todas estas citas medievales vienen también recogidas con mayor detalle en el capítulo correspondiente a esta etapa histórica en la que se forjó el idioma castellano.

No es ésta la única ocasión en la que Cela habla de un río, el Henares, que en esencia no es alcarreño; y así, tras titular uno de los capítulos del libro con el pomposo nombre de Todas las aguas van a dar al Tajo, vuelve Cela a darnos una disertación sobre la red hidrográfica del lugar22:


Por este contorno todas las aguas van a dar al Tajo; atrás quedaron ya el Henares y el Tajuña, que desembocan en el Jarama; el Matayeguas cae al Ungría y éste se da al Tajuña; el Jarama es afluente del Tajo, con el que se encuentra poco más allá de Aranjuez. También va al Tajo el Cifuentes, río alegre y saltarín que muere joven y aún sin cansarse de andar.


Un último recuerdo tendrá Cela para el Henares al hablar de la población de Baides, un agradable pueblecito ubicado aguas abajo de Sigüenza justo donde confluyen el Salado y el Henares23:


Baides, allá por donde el arroyo Salado cae al río Henares, fue el pueblo donde nació el escritor Ángel María de Lera, q.e.p.d.


Para terminar el estudio de la obra de Camilo José Cela es preciso recordar no un libro, sino una colaboración periodística titulada Mi amigo Juan Bautista24 en la cual este autor afirma lo siguiente:


Mi amigo Juan Bautista es natural de Castejón de Henares, en su barranquera, con sus fuentes de agua clara y sus cuevas de vino tinto, en el campo por donde anduvo el Cid Campeador guerreando con la morisma y escondiendo tesoros. (...) Castejón es caserío que queda a babor del Henares, pero no a su orilla, al norte de Brihuega, todavía en la Alcarria, y al sur de Sigüenza, ya en la Serranía.


Le llega ahora el turno a Rafael Sánchez Ferlosio, uno de los más afamados escritores de la década de los cincuenta. De él nos interesarán dos novelas, Industrias y andanzas de Alfanhuí25 y la conocida El Jarama26, publicadas respectivamente en 1951 y 1955. La primera de ellas es un curioso relato en el que se entremezclan fantasía y realidad desarrollándose su acción por tierras de Guadalajara. Por todo ello, no es de extrañar que nos encontremos en sus páginas con este macabro párrafo27:


Las viejecitas tienen los huesos de alambre y mueren después de los hombres y después de los álamos. (...) Se ahogan en los vados del Henares y se las lleva la corriente, flotando como trapos negros. A veces se enganchan en los mimbres o en los tamujos que crecen junto a los tajamares de los puentes, y enredan los anzuelos de los pescadores. Las viejecitas de Guadalajara van siempre juntas y huyen cuando alguna se ahoga, y no se lo cuentan a nadie. (...) Los pescadores de Guadalajara van siempre solos y meriendan junto a los negrillos.


Varios capítulos después aparecerá este poético comentario28:


El Henares es un río terroso que baja por las tierras oscuras y viene de las oscuras montañas. Está hecho con las sobras de las nubes olvidadas por los vericuetos de la serranía.


Por lo que respecta a la segunda de estas novelas, galardonada en 1955 con el premio Nadal, no puede decirse nada mejor de ella sino que es el río Jarama el verdadero protagonista de la misma. Dadas estas circunstancias es fácil suponer que las referencias al Henares serán indirectas y de escasa importancia; no obstante, éstas existen y son merecedoras de ser recogidas, como ocurre con esta conversación mantenida entre varios de los excursionistas que se desplazan a las riberas del río, comentando entre ellos las características geográficas del aludido Jarama29:


Pues tengo entendido que coge el Henares, ahí por bajo de San Fernando; luego sé que va a dar al Tajo, muy lejos ya; por Aranjuez y por Illescas debe ser.


La novela continúa relatando un día de campo en las márgenes del Jarama, fiesta que acabará de forma trágica al ahogarse en el río una de las excursionistas. La Guardia Civil de San Fernando avisa al juez de Alcalá, que al ser preguntado por sus compañeros de casino acerca de a donde va, responde lo siguiente30:


-Un ahogado.

-¿En el río?

-Sí, pero no aquí en el Henares, sino en el Jarama, en San Fernando.


Continúa la novela con el relato de un viaje de Alcalá a San Fernando, al cual pertenece esta bucólica descripción31:


A la izquierda, veían los valles del Henares, batidos por la luna, a desaguar en el Jarama.

La novela, que comienza con un texto de Casiano del Prado en el que se describe brevemente el curso del Jarama desde su nacimiento hasta el puente de Viveros, termina con otro texto del mismo autor que recorre desde este punto hasta la desembocadura en Aranjuez. En él leemos32:


Entra de nuevo en terreno terciario y recibe por la izquierda al Henares, en Mejorada del Campo.


Por su parte Antonio Manuel Campoy, en su antología titulada Viaje por España. Cómo nos ven los extranjeros33, recoge un texto de Saint-Paulien fechado en 1958 y titulado J’ai vu vivre l’Espagne, en el que se describe una vista aérea de la desembocadura del Henares. Es el siguiente34:


Cuando nos ponemos los cinturones de seguridad estamos encima de la confluencia del Jarama y del Henares, y se ven las piedras doradas de Alcalá, villa de una nobleza singular, patria de Miguel de Cervantes.


También de Antonio Manuel Campoy, y del mismo libro, es la siguiente cita en la cual este escritor recoge y comenta una referencia a Guadalajara escrita por El Edrisi, un autor musulmán del siglo XII. No es el comentario de El Edrisi el que nos interesa en esta ocasión, dado que éste viene recogido en el capítulo correspondiente a la Edad Media, sino la explicación que del mismo da Campoy y que es necesario acompañar del texto del escritor hispano árabe. Vayan aquí ambos35:


“Al occidente de la villa -dice El Edrisi, en el siglo XII- corre un pequeño río que riega los jardines, los huertos, los viñedos y los campos, donde se cultiva mucho azafrán que se destina a la exportación”. No coincide, pues su nombre (que, en árabe, parece significar río de piedras, Guad-al-Ajara) con la alegría que entonces amenizaba el Henares.


Hacia finales de los años 50 fue publicado el Diccionario geográfico de España, una vasta obra que recuperaba el espíritu del viejo Diccionario de Madoz actualizando el siglo largo transcurrido entre la redacción de ambos. Veamos lo que dice del Henares36:


Río afluente del Jarama que nace entre los altos páramos y serrezuelas de la Sierra Ministra, a 1.080 metros de altitud, cerca de la villa de Horna. Su alto valle, hasta Moratilla, constituye una comarca dotada de una cierta personalidad, a la que sus pobladores llaman Valle de Sigüenza, como si el río, aún delgada cinta de agua entre chopos, fuera accidente secundario, incapaz de dar nombre al paisaje que la ciudad señorea y caracteriza.

(...)

El Henares, de una longitud de 113 kilómetros, desemboca en el Jarama por la izquierda a 550 metros de altitud y a 40º 24' 25" N. y 0º 11' 03" E. Su valle, prolongado en dirección opuesta por el del Jalón, es la primera vía de comunicación entre los valles del Tajo y del Ebro, en un tiempo seguida por la calzada romana y hoy por la vía férrea. Eje de cristalización de núcleos urbanos, tres antiguas ciudades, Alcalá, Guadalajara y Sigüenza, y una teoría de villas se asientan junto al río.


Cipriano de Rivas Cherif, amigo y cuñado de Manuel Azaña, fue autor de una biografía del ilustre alcalaíno, titulada Retrato de un desconocido (Vida de Manuel Azaña), cuyas vicisitudes resultaron ser poco menos que novelescas. Escrita entre 1941 y 1943 durante la estancia de Rivas Cherif en prisión -llegó a estar condenado a muerte, aunque finalmente sería indultado-, y salvada del celo inquisitorial de sus carceleros casi de forma casi milagrosa, permanecería inédita hasta fecha tan tardía como 1961, año en el que fue publicada, si bien parcialmente mutilada por imposiciones editoriales, en México, país en el que Rivas Cherif se exilió una vez que se le permitiera abandonar España. Para disfrutar de su versión íntegra habría que esperar hasta 1979, coincidiendo con el centenario del nacimiento de Azaña que se celebraría un año más tarde y trece años después del fallecimiento de su autor.

Aunque el libro está dedicado a Azaña las referencias a Alcalá que en él aparecen son escasas, y todavía más en lo referente al Henares, reducidas a una única cita que leemos a raíz de que Rivas Cherif comente con estas palabras una conferencia que don Manuel dio en su ciudad natal37:


La conferencia fue un dechado de bien decir. La leyó como cumplía a la situación y el tema, y a oídos de los oyentes se concretó en armoniosa arquitectura de palabras, la evocación de las piedras insignes que son el Campo Laudable, hito ilustrísimo de la historia española desde que Roma fundó Compluto a orillas del Henares.


Julio Alemparte fue un escritor e historiador chileno, nacido en 1904 y fallecido en 1965, que llegó a ser miembro de la Academia de Historia de su país, En septiembre de 1949 vino a España para participar en un congreso de historia... y aquí se quedó durante más de medio año, tiempo que aprovechó para recorrer extensamente nuestro país, siendo fruto de sus andanzas el tardío libro -no fue publicado hasta 1961- titulado Andanzas por la vieja España. En Alcalá recaló, procedente de Madrid, a primeros de octubre de 1949, dejando reflejada la impresión que le causó la ciudad en una época que distaba mucho de ser la de sus años más gloriosos, cuando las profundas cicatrices causadas por la todavía reciente Guerra Civil seguían abiertas en ella, como oportunamente se hace eco de ellas el viajero chileno. Pero no es esto lo que nos interesa aquí, sino sus referencias al Henares38:


Dos días después del espectáculo taurino, vamos con los congresistas a Alcalá de Henares, de imperecedero renombre, por ser patria de Cervantes. Es una pequeña urbe, a orillas del río Henares, que los romanos llamaron Compluto -la ciudad de la lluvia- y los musulmanes Alkala en Nahr; fortaleza, o castillo, sobre el Henares.


Aunque equivocara ligeramente la etimología de la ciudad romana, no se lo vamos a tener en cuenta. Llegamos ahora al libro titulado El Noreste de España39, de Álvaro Santamaría, el cual describe así al Henares a su paso por Guadalajara40:


Más allá de Alovera, emplazada a la izquierda de la ruta, un tanto alejada de la misma, la carretera, a la altura del kilómetro 54, tuerce a la derecha, atraviesa el Henares, de aguas espaciosas y, en esta jornada, mediado julio, en fase de pronunciado estiaje, asciende sin asperezas a la terraza -altitud 675 metros-, sobre la cual se levanta Guadalajara.


Varias páginas después el autor vuelve a citar al Henares41:


La ruta que desde Torrejón andaba a la vera del valle del Henares, como cortejándolo, a partir de Guadalajara acentúa su rumbo nordeste y se distancia del río, cuyo curso, entre Humanes y Carrascosa de Henares, describe amplio codo y se abre paso entre una morfología movida que va jalonando su recorrido.


Finalmente describe el paso del Henares aguas abajo de Sigüenza42:


En Mandayona, la topografía se hace más quebrada y movida. El valle del Henares, a poco de recibir al Dulce, se ensancha. Algunas huertas dan fresca y grata nota de verdor que destaca más en las coloraciones pardas y amarillentas del contorno.


Gaspar Gómez de la Serna y Scardovi fue un escritor y periodista primo de Ramón Gómez de la Serna, razón quizá por la que es poco conocido al haber sido eclipsado por la fama de su pariente. Uno de sus libros, publicado en 1964 y titulado Castilla la Nueva43, está dedicado a esta región española, y en él aparecen, tal como cabía esperar, varias referencias al Henares. Ciñéndonos a las más literarias, nos encontramos en primer lugar con esta referencia a Sigüenza, situada a caballo entre los capítulos Donde se entra a Castilla la Nueva y Episcopal Sigüenza44:


A media docena de kilómetros de Barbatona, la carretera se curva reverenciosa, para entrar, casi solemne, al valle del Henares, de cara a Sigüenza. Aunque la reverencia a la bella ciudad, si en algún lado hay que hacerla, será al otro lado del río, en la altura de la carretera que lleva hacia Soria; desde allí, Sigüenza se ofrecerá al viajero en todo su esplendor.

Ahora, mientras uno se acerca por este camino, Sigüenza muestra al viajero sus fuertes espaldas, intimidándole con el despliegue militar de su vieja fortaleza que corona el cerro, al sur de la ciudad, mientras ésta ha ido resbalando siglo a siglo su pacífico caserío hasta la orilla bucólica del aprendiz de río.


Ciertamente, el recién nacido Henares no es sino un aprendiz de río a su paso por la Ciudad del Doncel. Vemos ahora la descripción del Henares que nos da Gómez de la Serna a su paso por Guadalajara45:


Guadalajara es una ciudad ibérica bautizada por los árabes -L’Ouad al-Hajara, río de las piedras-. (...) Situada en el alto espinazo alcarreño que separa las cuencas del Henares -que la cruza- y del Tajuña -que corre a sus espaldas-, se mantuvo, durante mucho tiempo después de apagada su importancia militar, noblemente enclaustrada entre sus muros torreados. Y aún hay huella de los lienzos árabes y de los macizos torreones del Alamín y de Álvar Fáñez (el que la reconquistó para Castilla en 1081), con restos de los viejos matacanes que asoman bajo las sucesivas capas de las reconstrucciones; todavía resisten, sobre el parvo curso del Henares, piedras moriscas engarzadas en los arcos del puente.


Tanto como parvo... En el capítulo dedicado a Alcalá, que lleva por título Las torres calladas de Alcalá, el autor se muestra más generoso con nuestro río46:


Bien hermosa y de tranquilo paisaje es esta entrada de Alcalá. A la derecha, la vega del Henares se abre dulcemente, fresca de hierba y olorosa de frutales, prolongando hacia el sur, valle del Jarama abajo, la huerta grande de Madrid que es.


Bella frase que tiene una digna continuación cuando el viajero abandona Alcalá camino de Santorcaz47:


Puede el lector que deje «Roma la Chica» dar un pequeño rodeo por Santorcaz. Antes, según tome a la derecha de la carretera general de Guadalajara, la vía comarcal que va a Santos de la Humosa, verá, ya a la espalda, la dulce vega del Henares, un paisaje abstracto bajo el cielo límpido; los secos plegamientos de la tierra desnuda, las mesetas, barrancas, colinas, terraplenes y terromonteros distribuyen sus áridas formas geométricas como una gigantesca masa laboreada por la erosión.


Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March fueron un matrimonio de escritores que se embarcaron en la continuación de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós allá donde éste los dejara inconclusos con sus Episodios Nacionales Contemporáneos. El cuarto volumen, publicado en 1965, lleva por título La boda de Alfonso XIII, y en él aparece citado el Henares al relatar la huida de Mateo Morral, el anarquista que lanzó una bomba a la comitiva real en la calle Mayor de Madrid, capturado en las cercanías del palacio de Aldovea, entre Torrejón de Ardoz y San Fernando de Henares, por un guarda jurado al que según la versión oficial asesinó antes de suicidarse48:


Se desvió en silencio y tomó una senda que llevaba al río. La siguió durante un rato. Luego se metió a campo traviesa, por las tierras labrantías del Castillo de Aldovea, ribera del Henares.


La obra de Federico Carlos Sainz de Robles titulada Crónica y guía de la provincia de Madrid49, bastante conocida por cierto, es un libro que, como cabía esperar por su título, habla de la ciudad de Alcalá y también del Henares. Veámoslo50:


A los ríos de la provincia de Madrid les acontece ni menos ni más que a los pueblos madrileños: que por estar cerca de la capital de España han sido mentados, elogiados, denostados lírica y épicamente, como si de Amazonas y Nilos se tratase. Y si de los pueblos, El Escorial, Aranjuez, Alcalá y El Pardo se llevan la palma las glorificaciones poéticas y de las nutriciones bibliográficas, entre los ríos, Manzanares, Henares y Jarama han sido los mejores ungidos por la fama; posiblemente, el primero, por aquel de lamerle los costadillos a Madrid capital; el segundo, por ceñir ciudad de tanto abolengo culto como Alcalá, y el tercero, por su leyenda taurina.


Se trata, obviamente, de una opinión imbuida por ese centralismo militante y mal entendido que tanto irrita a los habitantes del resto de España incluidos, claro está, los de la propia provincia de Madrid. Sinceramente, no creo que Alcalá le deba nada a Madrid en lo tocante a su fama y su prestigio, y lo mismo se puede decir del Henares, cantado por los antiguos estudiantes de la universidad alcalaína residentes en esta ciudad no precisamente por estar ésta próxima a Madrid, sino por ofrecer unos estudios universitarios de los que la capital de España no dispuso sino hasta que se los arrebató a Alcalá en el primer tercio del siglo XIX. Pero dejémonos de digresiones y leamos una nueva cita de este mismo autor en la que se recuerda a los principales escritores que citaron al Henares en sus obras, en un párrafo que, huelga decir, se encuentra impregnado del mismo espíritu que me impulsara a mí mismo a escribir el presente trabajo51:


Al río Henares lo mencionan -casi siempre piropeándolo- el Poema del Cid, don Alfonso X el Sabio, el Arcipreste de Hita, Pedro de Medina -Libro de las grandezas de España-, el alcalaíno Francisco de Figueroa, Cervantes -La Galatea-, Lope, Quevedo, Moreto -El valiente justiciero-, Tirso de Molina, Castillo Solórzano, Vaca de Guzmán... El Henares prestó su nombre a Los pastores y ninfas del Henares, de González de Bobadilla, y prestó sus “risueñas” márgenes para escenarios de la Galatea cervantina.


En ese mismo año de 1966 nos encontramos con un suplemento especial dedicado por el desaparecido diario madrileño Ya, bajo el título de Alcalá de Henares crece a un ritmo acelerado, a la capital de la comarca del bajo Henares. Miguel Ángel Velasco Puente era el autor del artículo Dentro de tres años, cien mil habitantes, cifra que hoy nos hace sonreír cercana ya Alcalá al doble de esta cantidad. Leamos un fragmento del mismo52:


Los romanos la llamaron Complutum, ciudad de muchas aguas, y Alcalá tiene un río: el Henares. ¿Sabe la ciudad aprovechar sus aguas? El Henares es un río virgen desde el punto de vista de su explotación industrial. Podría haber en sus orillas una playa artificial, un campo de golf, más riqueza, puesto que en sus márgenes se asientan incontables fábricas. Podría haberlo, pero las fincas privadas que existen en sus aledaños han impedido hasta ahora realizaciones de este tipo. Hubo un puente viejo sobre el río y ahora hay uno nuevo. Eso es todo.


Lamentablemente, lo único que trajo el desarrollo a nuestro sufrido río fue una grave contaminación que aún hoy dista mucho lejos de haber sido solucionada en su totalidad. Retornamos a la literatura con el Viaje de los ríos de España, de Pedro de Lorenzo, una antología de textos relacionados con los ríos españoles que fue galardonada con el premio nacional de literatura de 1968. De este libro está extraído el siguiente comentario53:


Henares complutense, río del primer poema castellano, y río de Juan Ruiz, río para los cisnes de Alcalá, río límite, extrema lírica unción de Quevedo...


Como es fácil suponer este texto es una cita del propio Pedro de Lorenzo y no una de sus recopilaciones de otros autores castellanos, las cuales están incluidas en los correspondientes capítulos. Pero sigamos adelante. Un año más tarde, en 1969 concretamente, aparecería el libro titulado Teoría de Castilla la Nueva, firmado por Manuel Criado del Val. En uno de sus capítulos se relatan con estas palabras las referencias geográficas descritas en el Libro del Buen Amor54.


Mohernando es un pueblecillo muy cercano, casi al lado de Hita. Sobre un otero, dando vista a la vega “tan hermosa y tan llana” del Henares, se alza la gran osamenta de su iglesia.


Pasemos ahora a la poesía y, más concretamente, a la obra de Ramón de Garciasol, seudónimo literario del poeta alcarreño Miguel Alonso Calvo. Nacido en 1913 en la localidad de Humanes de Mohernando, allá donde el Henares y el Sorbe se unen en secular abrazo, era casi obligado esperar que el poeta cantara a los ríos de su infancia, de cuyo amor por los mismos da buena muestra su deseo de que sus cenizas fueran vertidas en las cristalinas aguas del Sorbe, como así ocurrió tras su fallecimiento, acaecido en la primavera de 1994. Lo amplio, cronológicamente hablando, de su producción impide asignarle una ubicación concreta dentro de este capítulo, lo que lejos de ser un inconveniente no deja de ser una ventaja a la hora de buscarle un lugar -completamente merecido, por supuesto- en esta antología aún cuando esto suponga una momentánea interrupción de la secuencia temporal mantenida hasta ahora.

Empezamos así con los textos sacados de su libro Poemas de andar España55, fechado en 1962. A este libro, y al poema titulado Cancioncilla de los nombres de mi tierra, pertenece la siguiente estrofa56:


Muela de Alarilla, tamo,
cantueso, cochura, vega
del Henares, cielo raso
de agosto, tibia alameda.


Más adelante aparecen los Dos romances del Henares, sobre los que cualquier comentario está de más ante lo explícito de los títulos. Al primero de ellos pertenecen los siguientes fragmentos57:


Mira
el Henares cómo pasa.
Allá en la Muela, Alarilla.
Un fruto en el llano, Humanes.

(...)

Esperando -¿qué?-, pasamos,
sin que se ponga a la orilla
de nuestra corriente nadie
a ver pasar la sangría
como yo te miro, Henares
de la gracia campesina.

(...)

Por la herida
sigue pasando el Henares
agua de melancolía.


Y al segundo58:


Llueve. La carne se esponja,
terrón reseco. Va el río
Henares, café con leche.

(...)

El río
Henares sigue presente
en la oscuridad, camino
y caminante. A lo lejos
pasa el tren. Deja el pitido
interrogantes al cuello.


Terminado este libro es conveniente estudiar la Segunda edición de mis poemas59, publicada en 1980. Se trata de una antología realizada por el propio Garciasol a partir de la totalidad de su obra poética, lo que le da una perspectiva sumamente amplia al recoger poesías fechadas desde 1950 hasta 1978. Tras volver a encontrar aquí la poesía Cancioncilla de los nombres de mi tierra60, ya estudiada, habremos de fijarnos en la que lleva por título Niño Miguel, dedicada a Miguel de Cervantes, que comienza de la siguiente manera61:


Niño Miguel, ¡Qué manso va el Henares
por el Tajo a Lisboa, al Océano,
cruzando media España! De su mano
morena y regadora, hacia los mares
le llama un repeluzno aventurero
al floral corazón estremecido
por barruntos.


En Autorretrato62, el poeta nos recuerda dónde vio la luz por vez primera:


En Guadalajara
-Humanes de Mohernando por más señas,
en la campiña cereal de Henares
aclarado de Sorbe y serranía-
vine al mundo en septiembre. Era día
29. (Caía el agua a mares,
según cuentan).


Por último, en Abejoneo y duermevela63 Ramón de Garciasol se acuerda, un tanto desenfadadamente todo hay que decirlo, de la base aérea de Torrejón. Leamos un fragmento de esta poesía:


Dímelo tú, río Henares,
Arcipreste alcalaíno
-cuatro huevos son dos pares-,
o tú, fino
gaditano,
o tú, aragonés
hermano.
¿Yo qué gano,
yo qué yes?


Concluye finalmente la selección de textos de Ramón de Garciasol con esta breve y bella estrofa64:


La cercana presencia del Henares
regador y fecundo, el padre río
del idioma, su infancia de pesares.


El escritor barcelonés Carlos Rojas fue el ganador en 1973 del Premio Planeta con la novela titulada Azaña65, unas presuntas reflexiones del que fuera presidente de la II República Española que, cercana ya su muerte en el exilio francés, se dedica a rememorar su vida y las trágicas circunstancias históricas que le correspondieron vivir. Aunque la novela se centra básicamente en el recuerdo de los años de la Guerra Civil, menudean las alusiones a la infancia alcalaína de nuestro personaje, sin que falte tampoco un recuerdo al Henares66:


Casi siempre sueño con los girasoles de Alcalá. Entoldan el campo con su esplendor. Gravitan, terciados en el tallo, oreo del Henares, que fluye allí mismo, por el ojo vacío del puente.


El puente Zulema que conoció Azaña no fue el actual, que efectivamente cuenta con un único ojo, sino el antiguo situado algunos metros aguas abajo y del cual todavía quedan los restos de los tajamares; quizá se trató de un despiste del autor, por otro lado perfectamente disculpable. Ya casi al final del libro, al borde de la muerte, vuelve a rememorar sus persistentes añoranzas infantiles67:


Veo los girasoles de Alcalá, sobre el puente del Henares. Cabecean hacia Segovia, vencida la tarde, pero aun corvados me llevan palmos a mí, chico ahora como de diez años. Prietos encienden el campo con un fulgor que, por sobrio y maduro, equilibra la brillantez del sol.


Nuestro siguiente texto corresponde al escritor Ramón Carnicer, el cual describe en su libro Gracia y desgracia de Castilla la Vieja68 el viaje que realizó por esta región española a lo largo del año 1973, y aunque evidentemente la provincia de Guadalajara pertenece a la otra Castilla, la Nueva, habla en él de las ciudades de Sigüenza y Guadalajara. Leamos el comentario que dedica a la primera de ellas69:


Después, aprovechando lo que queda de día, voy de acá para allá. Me sorprende, en la parte baja, no lejos del Henares, un barrio unitario hecho en la segunda mitad del siglo XIX. Es muy sólido y racional, una obra seria, aunque sencilla, dentro de la penuria urbanística de las entidades menores de nuestro país.


Se trata del barrio de San Roque, que en realidad fue construido a finales del siglo XVIII. El comentario acerca de Guadalajara es el que sigue70:


Ha crecido mucho Guadalajara. El trayecto de la estación al Infantado era antes una superficie lunar en cuesta, con el Henares por medio. Ahora sube todo en sucesión urbana.


A finales de los años setenta fue publicada una biografía heterodoxa de Cervantes titulada El soldado que nos enseñó a hablar y firmada por María Teresa León. En su primer capítulo, se halla esta breve descripción de Alcalá71:


Alcalá es una ciudad pequeñita, matizada de verde por las riberas del río.


Tanto como pequeñita... También por entonces el desaparecido diario madrileño El Alcázar dedicó un suplemento especial a Alcalá, en cuya portada se leía72:


Y ahí está Alcalá de Henares, situada sobre una llanura, en la ribera derecha del Henares que completa su nombre...


En 1980, año en el que se conmemoraba el centenario del nacimiento de Manuel Azaña, la veterana periodista y escritora Josefina Carabias publicó, coincidiendo con su propio fallecimiento, el libro titulado Azaña. Los que le llamábamos don Manuel. Se trata, más que de una biografía del estadista alcalaíno, de la remembranza de su relación personal con él, ya que pese a la diferencia de edad existió cierto grado de amistad entre ambos. Aunque las referencias a la tierra natal del que fuera presidente de la II República son muy escasas en el libro, podemos encontrar en él la siguiente cita73:


Azaña, que hablaba un buen castellano, liso y llano como los campos por donde corre el Henares, nunca llamó exilio al destierro.


Aproximadamente por esta misma época nos encontramos con una cita de Ramón J. Sender perteneciente a la obra Verdugo afable y recogida por Fernando Sánchez Dragó en la conocida Gárgoris y Habidis. En ella el protagonista Mario Roso de Luna comenta a Valle Inclán la existencia de un tesoro en Guadalajara con estas palabras74:


Guadalajara quiere decir en árabe río del excremento, pero no todo lo que llevaba el río era escoria. Tuvo también oro.


Ramón Hernández, nacido en Madrid en 1935, es un escritor vinculado a Guadalajara que forma parte de la generación de novelistas de la posguerra. Autor de una docena de novelas y ganador de importantes premios, publicó en 1986 El ayer perdido75, una novela en la que describe la Guadalajara posterior a la guerra civil. A ella pertenece el siguiente fragmento76:


Presentimientos inquietantes traen consigo evocaciones del ayer perdido bajo la lluvia de mi ciudad natal de Guadalajara, cuyo nombre árabe significa Río de Piedras.


Y más adelante77:


Lo que sucede es que Chomín era rubio rubio y le decíamos Indio Sioux porque le gustaban mucho las películas de indios y cuando bajábamos a jugar al río Henares y a las terreras y a los campos del Barranco del Alamín y a los de los Cuatro Caminos o al Clavín siempre iba subido en una caña y se llevaba la mano a la boca como los indios y aullaba ahuhuhuh.


Bella descripción de la geografía de la capital alcarreña. En el año 1988 Adro Xavier firmó una biografía del cardenal Cisneros titulada Cardenal Cisneros. Hombre del Renacimiento. En ella nos encontramos con el siguiente comentario acerca de las imaginadas andanzas infantiles del futuro cardenal por la ciudad que años más tarde sería su predilecta78:


De vacaciones, de alivios, nada de nada. Al pie del cañón que sabe que su padre se lo está sacando de la boca para poderle alimentar en la villa ilustre. A lo más, un garbeo por las huelgas del Henares y recrearse con sus historias y romances.


También en 1988 la editorial Lunwerg, en colaboración con Renfe, publicó el libro Viajeros al tren. 150 años de fotografía y ferrocarril en España79, en cuyos dos volúmenes, ilustrados con fotografías de temática ferroviaria, se recogían artículos de varios autores también relacionados con el mundo del tren. Uno de ellos, el titulado El Expreso de Madrid, fue escrito por Luis Carandell, el conocido autor de Celtiberia Show, y en él relata sus recuerdos de los viajes que hizo de joven de Madrid a Barcelona, y viceversa, en los entrañables e incómodos expresos y correos de la España de la posguerra. Y en él, lógicamente, aparecen referencias al Henares dado que el tren discurre estrechamente ceñido a su curso durante la mayor parte de éste. Así describe el autor el camino que seguían los antiguos trenes expresos que enlazaban las dos ciudades por diferentes ríos españoles80:


El recorrido entre la desnuda altiplanicie en torno a Madrid y la costa catalana, sigue, en sus diferentes tramos, el curso de tres ríos: el Henares, que abre, entre Guadalajara y Sigüenza, amenas aunque pequeñas vegas pobladas de chopos; el Jalón, que excava los riscos de la provincia de Soria por estrechos desfiladeros hasta regar los desiertos aragoneses y el Ebro, ya majestuoso en Zaragoza, y que rompe después por quebrados barrancos y meandros, camino de Cataluña.


Más adelante vuelve a aparecer citado nuestro río, en esta ocasión dentro de una breve descripción de la provincia de Guadalajara, la cual era bien conocida por Luis Carandell puesto que durante muchos años tuvo una residencia de verano en Atienza y en esta histórica villa reposan sus cenizas81:


La provincia de Guadalajara es una de las grandes desconocidas de España. La atraviesan los automovilistas que van por la carretera de Aragón, precisamente por los paisajes menos atractivos de su tierra. A la derecha de la carretera, yendo de Madrid a Barcelona, está la comarca de La Alcarria, famosa por su miel y por la belleza de los pueblos, -Pastrana, Brihuega, Peñalver, Cifuentes, Trillo- que recorrió Camilo José Cela en su célebre viaje. A la izquierda, las comarcas del Campo y de la Sierra ofrecen los bellos y sobrios paisajes del valle del Henares y una serie de pueblos y pequeñas ciudades con muy buenas obras de arte. Hita, el lugar donde nació el “arcipreste-poeta” que sembró “avena loca ribera de Henares”; Cogolludo con su Palacio de Medinaceli; y, sobre todo, Jadraque y Sigüenza que son estaciones del ferrocarril de Barcelona.


Incurre, no obstante, el autor en dos errores: el primero, venial, convirtiendo a la Campiña en el Campo. El segundo, no tanto, haciendo nacer al Arcipreste de Hita en esta villa alcarreña en la que ejerció su labor como eclesiástico, olvidando la frase que el mismo Juan Ruiz escribió en El libro del buen amor: “Fija mucho vos saluda uno que es de Alcalá”.




NOTAS


1 ESPINA GARCÍA, Antonio. Cervantes. Col. Vidas, nº 6. Ediciones Atlas. Madrid, 1943. Págs. 7 y 8.

2 Op. cit., pág.20.

3 ASTRANA MARÍN, Luis. En el aniversario del bautismo de Cervantes. Amemos Alcalá. Diario ABC, 10-10-40, pág. 3.

4 ASTRANA MARÍN, Luis. Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra. Instituto Editorial Reus. Madrid.

5 Op. cit., tomo I (1948), pág. 30.

6 Op. cit., tomo I, pág. 183.

7 Op. cit., tomo I, pág. 235.

8 Op. cit., tomo I, pág. 238.

9 Op. cit., tomo I, págs. 253-254.

10 Op. cit., tomo I, pág. 292.

11 Op. cit., tomo II (1949), pág. 75.

12 HERRERO GARCÍA, Miguel. Vida de Cervantes. Editora Nacional. Madrid, 1948. Pág. 15.

13 ONIEVA, Antonio J. ¡Viajar...! Libro de viajes para muchachos. Circuito 6º. Ed. Boris Bureba. Madrid.

14 Op. cit., pág. 76.

15 Op. cit., pág. 77.

16 Op. cit., pág. 94.

17 CELA, Camilo José. Viaje a la Alcarria. 9ª edición. Col. Austral, nº 1.141. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1976.

18 Op. cit., pág. 33.

19 Op. cit., pág. 34.

20 CELA, Camilo José. Nuevo viaje a la Alcarria. Ed. Plaza y Janés. Barcelona, 1986.

21 Op. cit., pág. 32.

22 Op. cit., pág. 95.

23 Op. cit., págs. 195-196.

24 CELA, Camilo José. Mi amigo Juan Bautista. Diario ABC, 19-1-95, pág. 13.

25 SÁNCHEZ FERLOSIO, Rafael. Industrias y andanzas de Alfanhui. Col. Destinolibro, nº 47. Ed. Destino, 2ª ed. Barcelona, 1979.

26 SÁNCHEZ FERLOSIO, Rafael. El Jarama. Col.Destinolibro, nº 16. Ed. Destino. Barcelona.

27 Alfanhui, pág. 69.

28 Op. cit., pág. 69.

29 El Jarama, pág. 39.

30 Op. cit., pág. 326.

31 Op. cit., pág. 329.

32 Op. cit., pág. 364.

33 SAINT-PAULIEN. Citado por Antonio Manuel Campoy en Viaje por España (Cómo nos ven los extranjeros). Ed. Biblioteca Nueva. Madrid, 1963. SAINT-PAULIEN. Citado por Antonio Manuel Campoy en Viaje por España (Cómo nos ven los extranjeros). Ed. Biblioteca Nueva. Madrid, 1963.

34 Op. cit., pág. 49.

35 Op. cit., págs. 172 y 173.

36 VV.AA. Diccionario Geográfico de España. Ediciones del Movimiento. Madrid.

37 RIVAS CHERIF, Cipriano de. Retrato de un desconocido (Vida de Manuel Azaña). Editorial Grijalbo. Barcelona, 1979. Pág. 27.

38 ALEMPARTE ROBLES, Julio. Andanzas por la vieja España. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile - Madrid, 1961. Pág. 81.

39 SANTAMARÍA, Álvaro. El noreste de España. Colección La nueva geografía. Publicaciones de enseñanza media, nº 336. Ministerio de Educación Nacional. Madrid, 1964.

40 Op. cit., pág. 31.

41 Op. cit., pág. 37.

42 Op. cit., pág. 102.

43 GÓMEZ DE LA SERNA, Gaspar. Castilla la Nueva. Ediciones Destino. Barcelona, 1964.

44 Op. cit., págs. 18-19.

45 Op. cit., págs. 59-60.

46 Op. cit., págs. 303-304.

47 Op. cit., págs. 309-310.

48 FERNÁNDEZ DE LA REGUERA, Ricardo y MARCH, Susana. La boda de Alfonso XIII. Episodios Nacionales Contemporáneos, nº 4. Editorial Planeta, 1965. Pág. 432.

49 SAINZ DE ROBLES, Federico Carlos. Crónica y guía de la provincia de Madrid. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1966.

50 Op. cit., pág. 94.

51 Op. cit., pág. 105.

52 VELASCO PUENTE, Miguel Ángel. Dentro de tres años, cien mil habitantes. Diario Ya, 21-7-1966.

53 LORENZO, Pedro de. Viaje de los ríos de España. Colección El arca de papel, nº 184. Ed. Plaza y Janés. Barcelona, 1981. Pág. 126.

54 CRIADO DE VAL, Manuel. Teoría de Castilla la Nueva. 2ª ed. Biblioteca Románica Hispánica, II. Estudios y Ensayos, nº 46. Ed. Gredos. Madrid, 1969. Pág. 184.

55 GARCIASOL, Ramón de. Poemas de andar España. Colección Palabra y Tiempo, nº 8. Madrid, 1962.

56 Op. cit., pág. 124.

57 Op. cit., págs. 126 a 128.

58 Op. cit., págs. 129 y 130.

59 GARCIASOL, Ramón de. Segunda selección de mis poemas. Colección Selecciones Austral, nº 71. Ed. Espasa-Calpe. Madrid, 1980.

60 Op. cit., pág. 106.

61 Op. cit., pág. 123.

62 Op. cit., pág. 297.

63 Op. cit., pág. 303.

64 GARCIASOL, Ramón. Citado por Francisco Antón en el prólogo de Bagatelas, selección de artículos de Luis Madrona. Círculo de Contribuyentes de Alcalá de Henares. Alcalá de Henares, 1982 (segunda edición, 1988). Pág. 10.

65 ROJAS, Carlos. Azaña. Colección Autores españoles e hspanoamericanos. Ed. Planeta. Barcelona, 1973.

66 Op. cit., pág. 46.

67 Op. cit., pág. 318.

68 CARNICER, Ramón. Gracia y desgracias de Castilla la Vieja. Colección Varia. Ed. Plaza y Janés. Barcelona, 1978.

69 Op. cit., pág. 30.

70 Op. cit., pág. 338.

71 LEÓN, María Teresa. El soldado que nos enseñó a hablar. Ed. Altalena. Madrid, 1978. Pág. 11.

72 ANÓNIMO. Publicado en un monográfico especial del diario El Alcázar dedicado a Alcalá de Henares.

73 CARABIAS, Josefina. Azaña. Los que le llamábamos don Manuel. Colección La vida es río. Editorial Plaza y Janés. Barcelona, 1980. Pág. 114.

74 SENDER, Ramón J. Citado por Fernando Sánchez Dragó en Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España. Círculo de Lectores. Barcelona, 1983. II tomo, pág. 307.

75 HERNÁNDEZ, Ramón. El ayer perdido. Ed. Seix Barral. Barcelona, 1986. Citado por José Serrano Belinchón en Guadalajara en la literatura. Colección Scripta Academiae, nº 5. Editorial Aache. Guadalajara, 1996.

76 Op. cit., pág. 166.

77 Op. cit., pág. 167.

78 XAVIER, Adro. Cardenal Cisneros. Hombre del Renacimiento. Editorial Casals. Barcelona, 1988. Pág. 56.

79 CARANDELL, Luis. El Expreso de Madrid. En Viajeros al tren. 150 años de fotografía y ferrocarril en España. Editorial Lunwerg. Barcelona, 1988.

80 Op. cit., pág. 29.

81 Op. cit., pág. 30.





Publicado en el volumen XI (1999) de los Anales Complutenses
Actualizado el 12-7-2022