Entre Puebla de Beleña y Torrebeleña



El Sorbe es un río que tiene tanto de bello como de esquivo, y probablemente haya sido gracias a este natural pudoroso, que le mueve a discurrir casi siempre por parajes recónditos, diríase que como Fray Luis de León huyendo del mundanal ruido, por lo que ha conseguido preservar vírgenes buena parte de sus riberas desde las altas tierras de la Sierra de Ayllón, donde tiene lugar su celosamente guardado nacimiento, hasta que rinde sus aguas al padre Henares allá por los pagos de Humanes al pie de la imponente Muela de Alarilla, una de las avanzadas en las que las dóciles tierras de la Alcarria se resisten secularmente a ser socavadas por la tenaz labor de zapa del río que con su nombre singulariza a la antigua Compluto.

Es por este carácter pudoroso, diríase que casi femenino, por lo que incluso después de que el Sorbe haya abandonado sus serranías natales, abriéndose a las tierras más llanas que le conducen a Humanes, le resultará difícil al viajero acercarse a él, a no ser que esté dispuesto a adentrarse a pie por lugares fragosos y difíciles, salvo en los pocos puntos en los que las parcas carreteras locales se cruzan en su camino casi, diríase, pidiéndole perdón por el atrevimiento.

De hecho, basta con consultar un mapa para comprobar que, haciendo abstracción de los diversos cursos de agua -Lillas, Galve, de la Hoz,- que pugnan entre sí por lograr el reconocimiento de ser considerados como el Sorbe primigenio, tan sólo será posible vislumbrar su cauce en las cercanías de Valverde de los Arroyos, en el azud del Pozo de los Ramos, en Muriel, allá donde nuestro río se vuelca en el embalse de Beleña, en la presa de Beleña, en la carretera que enlaza Puebla de Beleña con Torrebeleña, en Razbona y, por último, en Humanes donde, cansado ya, se entregará mansamente al Henares.

De todos ellos, uno de los lugares más accesibles y, paradójicamente, también más inaccesibles es el de la carretera comarcal CM-1001, que discurre entre El Cubillo de Uceda y Atienza pasando por Puebla de Beleña, Cogolludo y Hiendelaencina entre otras poblaciones, la cual cruzará nuestro río a mitad de camino entre Puebla de Beleña y Torrebeleña, varios kilómetros aguas abajo del pueblo y del embalse con los que comparten el nombre.


Aspecto que presentaba el Sorbe, río arriba (izquierda) y río abajo (derecha) en 1993, antes de la construcción del puente nuevo


El viajero recordaba, de una anterior estadía por estos parajes, un Sorbe cristalino y profundo, con su hondo y encajonado cauce profusamente cuajado de un verdor umbrío y apacible que hubo de recordarle las nemorosas aventuras de los héroes pastoriles tan famosos durante las pasadas centurias. Sin embargo, ahora tendrá ocasión de comprobar, a modo de desagradable sorpresa, cómo la dentellada del progreso mal entendido ha dejado aquí su indeleble huella en forma de un nuevo y feote puente construido para dar paso a la ensanchada carretera sin el menor respeto para el encanto del lugar, fruto evidente de esa arrogancia bárbara que acostumbran a exhibir las modernas obras de ingeniería. A su lado, inútil y ya arrumbado, aunque todavía entero, se alza su predecesor, fechado en 1920 e infinitamente más integrado en el paisaje, obligado eso sí a pagar el duro peaje de ver cómo uno de sus pretiles era aprovechado pare tender sobre él una gruesa tubería destinada a conducir el agua detraída al Sorbe en el cercano embalse de Beleña.




El Sorbe en 2014, visto desde el puente viejo


Intentará, no obstante, deleitarse con el paisaje que allá abajo se le brinda tentador, para lo cual dispondrá a su antojo del jubilado puente junto al cual otros viajeros más presurosos pasan sin detenerse y, probablemente, sin dedicar siquiera una fugaz mirada al paisaje que se abre ante ellos. Él, por el contrario, no tiene ninguna prisa, y desea disfrutar del momento. Bajo él el Sorbe le sigue recreando la vista, aparentemente igual que en sus anteriores visitas aunque ¡ay! aguas arriba el nuevo puente se encarga de cercenarle la panorámica, mientras aguas abajo es la tubería la que le impide contemplar cómo el Sorbe escurre sus caudales camino de Razbona.

Al viajero le gustaría descender hasta el lecho del río y solazarse bajo la amable y acogedora copa de alguno de los añosos árboles que alientan al amparo de la generosa humedad del río... Pero el camino se muestra dificultoso y él tampoco está acostumbrado a realizar estos esfuerzos, víctima como es, muy a su pesar, del sedentarismo ciudadano.




El puente viejo


Así pues, muy a su pesar, se verá obligado a dejar atrás tan amable paraje no sin lanzar un hondo suspiro que, de eso está plenamente seguro, volverá a repetir en otros rincones regados tanto por el Sorbe como por algún otro de sus hermanos fluviales. Y, envidiando una vez más a Fray Luis de León, montará resignado en el coche camino de la mal llamada civilización.



Publicado el 3-1-2010
Actualizado el 30-7-2015