Plutón BRB Nero: La ocasión perdida





Es una lástima. Yo me había hecho bastantes ilusiones con Plutón BRB Nero por varias razones. Primero, porque se trataba del primer intento serio de realizar una serie de ciencia ficción española, algo totalmente inexistente en nuestro país salvo el lejano precedente histórico de los seriales radiofónicos de Diego Valor, pero desde luego inédito por completo en el campo de la televisión.

Segundo, porque Álex de la Iglesia, y en especial su irreverencia y su mala leche, me interesaron desde el inicio mismo de su carrera cinematográfica, cuando rodó Acción Mutante y El día de la Bestia. Reconozco que la combinación de ciencia ficción y gamberrismo narrativo siempre me han llamado la atención, y desde luego Álex de la Iglesia cumplía sobradamente con mis expectativas.

Tercero, porque el tono de parodia de Star Trek podría haber dado mucho juego, teniendo en cuenta que se trata posiblemente de la serie de ciencia ficción más conocida y afamada de toda la historia de la televisión no sólo española, sino mundial.

Y cuarto, porque podría haber ayudado a la ciencia ficción española a llegar a ese gran público que siempre se le escapa de las manos, en parte por desconocimiento del género más allá de burdos subproductos cinematográficos, y en parte a causa de quienes, tanto dentro como fuera del mundillo, están empeñados en levantar barreras entre lo “literariamente aceptable” -según sus particulares parámetros- y lo que para ellos no lo es.

Pero finalmente todo se ha quedado en poco menos que en agua de borrajas, con unos índices de audiencia muy bajos -lo cual, en estos tiempos telebasurescos que corren, tampoco es de por sí algo intrínsecamente negativo- y, lo que es peor, con el rechazo generalizado hasta donde yo sé, o cuanto menos el desinterés, de una gran mayoría de aficionados. Y es una pena, puesto que en principio la serie parecía reunir todos los ingredientes necesarios para resultar si no un éxito, algo cada vez más difícil en el competitivo y degradado ámbito televisivo, sí al menos un trabajo digno y decoroso, amén de simpático y divertido.

Repasemos una por una las bazas con las que Álex de la Iglesia contaba. La parodia de Star Trek, con oportunistas -y oportunos- añadidos de otros conocidos iconos del género tales como Alien o Blade Runner, era una buena apuesta, y entroncaba con iniciativas similares de larga tradición en los Estados Unidos, tanto en el campo del cine -donde hizo fortuna Mel Brooks con títulos como El jovencito Frankenstein (1974)- como en el de la televisión, con series tan afamadas como Superagente 86 -también de Mel Brooks-, La Familia Monster o Enano Rojo, junto con un sinfín de subproductos oportunistas el último de los cuales por ahora es la recién estrenada Superhero movie.

Es preciso recordar también que, aunque las parodias no gocen actualmente de gran predicamento en nuestro país, no ocurrió lo mismo en épocas pasadas, en las que el subgénero paródico gozó de una saludable vitalidad rindiendo excelentes obras -a la par que ladrillos infumables justamente olvidados, todo hay que decirlo- tales como las conocidas zarzuelas La corte de Faraón, trasunto cómico de la ópera Aida, o Los sobrinos del Capitán Grant, inspirada a su vez en la casi homónima novela de Julio Verne Los hijos del Capitán Grant. Esto sin olvidarnos de la que probablemente sea la más conocida y divertida parodia teatral española, la comedia de Pedro Muñoz Seca La venganza de don Mendo, una descarada sátira de los dramones históricos que tan de moda estaban a principios de la pasada centuria.

Esta tradición vino a ser recogida años después por un subgénero cinematográfico dirigido principalmente a las desaparecidas salas de sesión continua, encuadrable por lo tanto dentro de la serie B sino en la C, D, E o Z... porque en su práctica totalidad estas películas, a la par que oportunistas, solían ser más malas que la carne de pescuezo, con “perlas” del calibre de “Yo hice a Roque III” (Andrés Pajares y Fernando Esteso,1980), “Buenas noches, señor monstruo” (Grupo Regaliz, 1982), “El ETE y el oto” (Hermanos Calatrava, 1983), “Aquí huele a muerto” (Martes y trece, 1990) o “Brácula” (Chiquito de la Calzada, 1997).

Pero volvamos a nuestra serie. Una de las herramientas típicas de las parodias, explotada brillantemente por Fernando Fernán Gómez en su versión cinematográfica de la ya mencionada La venganza de don Mendo, es la cutrería deliberada de la puesta en escena, lo que añade un plus de hilaridad nada desdeñable. Así pues, la penuria de efectos especiales y el chirriante cartón piedra de los decorados de la serie de Álex de la Iglesia no sólo no es un inconveniente sino que, dado el tono paródico del invento, resulta ser incluso una ventaja.

Los personajes, arquetípicos como cabía pensar, también resultan estar por lo general bien elegidos, empezando por el capitán engreído y chapucero y su segundo metepatas y oportunista, trasunto hasta cierto punto de la pareja antagónica Quijote-Sancho que tanto juego ha dado a la literatura española desde tiempos de Cervantes. El elenco de actores protagonistas se completa con la androide último modelo que sirve para todo -y no sólo para cuestiones de navegación y mantenimiento de la nave-, el pícaro técnico de mantenimiento siempre dispuesto a sacar tajada, el anticuado androide de desguace ayudante del anterior y el alienígena malo -y tonto- que acostumbra a traerles de cabeza al tiempo que siempre se las apaña para acabar sacándoles, muy a su pesar, las castañas del fuego. Por último hay dos personajes secundarios más, la cargante esposa del capitán, una maruja de manual, y el oportunista, como buen político que es, presidente de los Estados Unidos del Mundo.

En lo que respecta a los guiones o, mejor dicho, a las ideas centrales de los mismos, también resultaban ser bastante acertados, al menos la mayoría de los correspondientes a los episodios que yo he llegado a ver. Por supuesto que eran disparatados, pero precisamente de eso se trataba, de que lo fueran, y algunos de ellos llegaban a ser bastante brillantes, como cuando los protagonistas alcanzan el final del universo y allí se encuentran a un hombrecillo que afirma ser Dios, o cuando les abordan dos alienígenas con aspecto de moscardones que resultan ser inspectores de Hacienda.

¿Qué es, pues, lo que ha fallado de la serie? A mi entender dos factores importantes, lo cual es una lástima puesto que se había conseguido lo más difícil. En primer lugar al llegar al final o, si se prefiere, al desenlace de los guiones, por lo general los episodios acaban desinflándose, con unos remates que a fuerza de flojos y traídos por los pelos no tenían por menos que decepcionarme. Y en segundo lugar, esa acendrada afición de Álex de la Iglesia por la escatología de grano grueso que, si bien podía resultar divertida en sus primeros trabajos, a estas alturas no deja de resultar un pesado lastre a la par que completamente innecesaria.

Ambos fenómenos, conjuntados o por separado según los diferentes capítulos, son los que desde mi punto de vista han arruinado, o cuanto menos empobrecido, los resultados de una serie que, sin pretender convertirse en un clásico, podría haber resultado interesante, máxime teniendo en cuenta que en su conjunto no dejaban de ser secundarios y, en lo que respecta al segundo de ellos, perfectamente prescindible.

Y es una lástima, porque Plutón BRB Nero prometía bastante más... y podría haberlo conseguido con un poquito más de esfuerzo. Otra vez será, esperemos.


Publicado el 23-12-2008 en el Sitio de Ciencia Ficción