La Historia del Futuro de Asimov





De entre todos los escritores de ciencia ficción Isaac Asimov (1920-1992) ha sido, sin duda alguna, uno de los más significados, así como uno de los pocos que consiguieron llegar a ser conocidos por el gran público. Escritor prolífico donde los hubiera, Asimov abordó diferentes temas a lo largo de su carrera, no sólo relatos y novelas de ciencia ficción sino también la divulgación científica -sus ensayos sobre esta materia son magníficos- e incluso la historia.

Dentro ya de la ciencia ficción, cabe reseñar, dentro de su vasta producción, una serie de novelas y relatos que podrían ser agrupados bajo el epígrafe general de Historia del Futuro.

Entendámonos. En un principio, y durante mucho tiempo, Asimov nunca se planteó escribir tal historia, sino que se dedicó a crear varias series distintas sin ninguna conexión entre sí. Y no fue sino muy tardíamente, a principios de la década de los ochenta del pasado siglo, cuando este autor, después de estar más de veinte años prácticamente alejado del género, decidió volver a él escribiendo toda una serie de novelas encaminadas a enlazar sus dos sagas clásicas más representativas, la de los robots y la de Fundación, tanto ambas entre sí como con otros relatos suyos.

Esta operación, bastante hábil por cierto aun cuando en general y desde mi punto de vista sus últimas creaciones no estén ni de lejos a la altura de sus grandes novelas clásicas, permitió agrupar en una serie única, como ya quedó dicho, buena parte de la producción literaria de este escritor. Estudiémosla siguiendo no el orden en que fueron escritas las novelas, sino el cronológico que se corresponde con el desarrollo de la acción.


I. Robots (primera serie)

Se trata de un conjunto de relatos cortos agrupados por un nexo común, los robots. Mucho se ha hablado de la influencia de Asimov en este subgénero de la ciencia ficción gracias a su invención de las tres leyes de la robótica, tanto que no creo necesario repetirlo aquí por ser de sobra conocido.

Todos estos relatos tienen en común tanto el hecho de estar situados en un futuro relativamente cercano, como un personaje que sirve de nexo de unión a buena parte de los mismos, la robopsicóloga Susan Calvin. Algunos de ellos, los más conocidos, son los que se agrupan en la antología Yo robot, aunque existen también varias recopilaciones más o menos completas en las cuales se mezclan los relatos de la saga de Susan Calvin con otros de robots que nada tienen que ver con la misma, como es el caso de Sally, donde se describen unos automóviles con inteligencia artificial.

Los relatos que nos interesan, es decir, los de robots humanoides con cerebro positrónico y las tres leyes de la robótica implantadas en sus circuitos, se inician con Robbie, escrito en 1939, y terminan -aunque con cuentagotas- poco antes de su muerte, tras irnos mostrando unos robots cada vez más sofisticados a la par que Asimov juega con las tres leyes de la robótica llevándolas cada vez más hasta sus últimos extremos.


II. Robots (segunda serie)

Mientras el grupo anterior nos mostraba una humanidad no mucho más avanzada tecnológicamente que comenzaba a expandirse tímidamente por el Sistema Solar, aquí Asimov nos presenta una situación muy distinta y muy alejada en el futuro. La humanidad ha alcanzado ya las estrellas, pero a costa de dividirse en dos ramas irreconciliablemente separadas: Los terrestres, hacinados en enormes ciudades subterráneas y afectados de dos fobias insalvables, el horror a los espacios abiertos y el odio a los robots, y los descendientes de los colonizadores de las estrellas, cómodamente instalados en unos planetas vírgenes y escasamente poblados aunque repletos de robots. Mucho más poderosos que los decadentes terrestres, los espaciales tienen confinados en su estrecho planeta a sus odiados parientes sin permitirlos en ningún caso el abandono del mismo.

En este marco tan original Asimov desarrolla varias novelas largas caracterizadas por tener un marcado matiz policía­co, detalle éste muy del gusto de nuestro escritor. Muy agrupadas temporalmente, todas estas novelas cuentan con unos personajes comunes: El policía terrestre Elías Baley, el robot humaniforme Daniel Olivaw y la espacial Gladia Delmarre.

Al parecer Asimov pensaba inicialmente escribir una trilogía, la cual quedó coja durante muchos años al publicarse tan sólo dos títulos, Bóvedas de acero (1954) y El sol desnudo (1957). No fue sino hasta 1983 cuando Asimov completó la trilogía con Los robots de Aurora, mal traducida en nuestro país como Los robots del amanecer, y fue precisamente con esta última cuando Asimov comenzó a perfilar la conexión entre esta serie y la de Fundación, aunque de manera todavía incipiente.

También puede considerarse como perteneciente a esta serie el relato corto titulado Imagen en un espejo (1972), una narración bastante mediocre que nada nuevo añade a lo relatado en las cuatro novelas.

Caso aparte es la cuarta y posterior novela, Robots e Imperio (1985), donde ya aparece claramente el citado engarce -el propio título es en sí una declaración de principios- aunque la novela pertenezca todavía a la primera de estas dos series.

¿Cómo consiguió Asimov enlazar dos tramas tan distintas entre sí? No era ésta, en principio, una tarea nada fácil, sobre todo si tenemos en cuenta que ambas parecían ser bastante incompatibles ya que, como es sabido, en la serie de Fundación, posterior cronológicamente a la de los robots, no aparecen éstos, a diferencia de lo que ocurre en la anterior, de la que son protagonistas destacados.

Sin embargo, aquí radicó la habilidad de Asimov, el cual hizo que los terrestres lograran superar tanto sus fobias a los viajes por el espacio -no así a los robots, lógicamente- como las trabas impuestas por los espaciales, fundando sus propias colonias mientras los planetas de estos últimos se enfrentaban a una lenta, pero inexorable, decadencia. Al mismo tiempo Asimov planteó también la extinción de los robots, como única forma de justificar la citada inexistencia de éstos en la serie de Fundación.

Para ello, Asimov recurrió a la conversión de Daniel Olivaw en la piedra angular de esta evolución, a modo de vigilante en la sombra, que tardaría miles de años en alcanzar la meta deseada de la colonización del Universo por la humanidad.

Aunque el final de Robots e Imperio quedó abierto, lo que hubiera permitido desarrollar más esta etapa intermedia, lo cierto es que no llegó a escribir ninguna continuación de esta novela.


III. Prefundación

También denominada Tríptico del Imperio, pese a que éste todavía pertenece al futuro, ésta es quizá la etapa menos conocida de la obra de Asimov, situándose en un momento en el que los humanos ya han colonizado la galaxia, aunque todavía no se ha formado el futuro imperio galáctico y la humanidad se encuentra fragmentada en multitud de pequeños estados. Por su parte, tanto los antiguos espaciales como los robots han desaparecido sin dejar rastro. Así pues, resultan ser un preludio de la serie de Fundación.

Se trata de las novelas más antiguas de la saga, ya que alguna de ellas es incluso anterior a la trilogía original de Fundación -y coincidente con la antología de relatos de Yo robot- mientras el resto aparecieron de forma paralela a las dos primeras entregas de ésta.

Pueden considerarse como pertenecientes a esta serie un total de tres novelas y algún que otro relato. Las novelas son, en su orden cronológico interno, Estrellas como granos de arena (1951), extrañamente traducida esta última como En la arena estelar, Las corrientes del espacio (1952) y Un guijarro en el cielo (1950).


IV. Fundación

Sin duda, ésta es la serie más conseguida de la obra asimoviana, aunque con grandes diferencias entre la trilogía clásica y las novelas posteriores, bastante inferiores en calidad desde mi particular punto de vista. Como es sobradamente conocido, en ella relata Asimov la caída del Imperio Galáctico, en una clara referencia al ocaso del imperio romano. Hari Seldon, uno de los más significados científicos del imperio, consigue establecer las bases de la psicohistoria, un estudio por métodos estadísticos de la evolución futura de la sociedad humana. Según las ecuaciones de Hari Seldon el imperio está abocado a enfrentarse a una edad oscura de mil años de duración durante los cuales la Fundación por él creada se encargará de mantener viva la llama de la civilización.

La serie empieza con la precuela Preludio a la Fundación, una obra tardía (fue escrita en 1988) en la que se nos narra como el joven estudiante Hari Seldon llega a Trántor y empieza a desarrollar los cimientos de la psicohistoria, viéndose enredado muy a su pesar en las complejas intrigas palaciegas. Con una trama que tiene quizá más de policíaca que de ciencia ficción, Seldon será auxiliado y encaminado por el todavía vivo Daniel Olivaw, camuflado bajo la personalidad del primer ministro, hacia la consecución de su gran meta.

Hacia la Fundación (1993) fue la última novela escrita por Asimov -fue publicada de forma póstuma un año después de su fallecimiento-, a quien la muerte impidió completar la saga. La novela continúa las aventuras de Hari Seldon por Trántor, el cual llega a ser nombrado primer ministro antes de que el asesinato del emperador provoque su caída y el inicio del ocaso del imperio, lo que acelera el proyecto de Seldon de establecimiento de la Fundación.

La trilogía clásica de Fundación (Fundación, ­Fundación e Imperio y Segunda Fundación) fue originalmente un conjunto de distintos relatos publicados de forma independiente en los años cuarenta y recogidos posterior­mente en los tres libros citados entre los años 1951 y 1953. Pese a que el interregno hasta el restablecimiento del nuevo Imperio Galáctico había sido calculado por Hari Seldon en un milenio, Asimov no llegaría a abarcar en la trilogía sino los primeros siglos del mismo.

Quedaba, pues, mucho campo por tratar, y aunque Asimov se negó durante muchos años a continuar su serie, por fin acabaría escribiendo en 1982 Los límites de la Fundación, la primera novela de ciencia ficción salida de su pluma en diez años y la primera asimismo de esta nueva época de su Historia del Futuro, antes aún de que completara la inconclusa trilogía de Elías Baley y Daniel Olivaw. Los límites de la Fundación se sitúa cronológicamente con posterioridad a Segunda Fundación, y en ella los protagonistas emprenden la búsqueda de la mítica Tierra mientras, muy al estilo de Asimov, comienza a surgir un poder oculto más allá de la en su día enigmática Segunda Fundación, Gaia, una especie de supermente planetaria, teoría que hacía derivar la obra del Buen Doctor hacia unos terrenos más bien tirando a místicos diferentes por completo de su tradicional adscripción a la ciencia ficción tecnológica.

Fundación y Tierra, publicada en 1986, fue la última novela de la saga asimoviana desde el punto de vista de su cronología interna, aunque no la última escrita por nuestro autor dado que tras ella verían la luz las dos precuelas (Preludio a la Fundacióny Hacia la Fundación) anteriormente descritas. Asimismo, aunque Fundación y Tierra continúa la narración allá donde Los límites de la Fundación la dejara, entre ambas Asimov intercaló Los robots del amanecer y Robots e Imperio, ambas pertenecientes a ciclos anteriores. En ella los protagonistas continúan con su búsqueda de la Tierra, que al final encuentran convertida en un mundo inhabitable por voluntad del omnipresente Daniel Olivaw, imbuido por el espíritu de la ley cero de la robótica ya enunciada en Robots e Imperio: Un robot no puede causar daño a la humanidad ni, por omisión, permitir que la humanidad lo sufra.

Daniel se habría convertido así en el esforzado cumplidor de esta ley cero que anteponía a las tres tradicionales, esforzándose en conducir a la humanidad por la senda de un futuro mejor. Y habría sido precisamente Daniel quien impulsara, tras forzar la colonización de la galaxia, tanto el desarrollo de la psicohistoria como la aparición del mundo-mente de Gaia, dos intentos distintos de conducir la evolución de la humanidad dentro de los postulados de la citada ley cero.

La novela termina con una puerta abierta que permitía dar pie a especulaciones mucho más ambiciosas, de haber decidido Asimov continuar la serie, ya que tanto la ley cero de la robótica como sus dos consecuencias, la psicohistoria y Gaia, se basaban en el postulado básico de asumir que la humanidad era la única especie inteligente del Universo... Lo cual era cierto en la Vía Láctea asimoviana, pero no necesariamente en el resto de las galaxias. La idea estaba servida, pero Asimov no llegó a pasar de ahí ya que prefirió escribir las dos precuelas citadas y su prematuro fallecimiento le impediría seguir adelante con su obra. Así pues, fuimos muchos los que nos quedamos con las ganas de que el  Buen Doctor continuara abriéndonos nuevos horizontes.


V. El fin de la eternidad

Esta novela, publicada en 1955, no está adscrita a ninguna de las anteriores series, pero se superpone en cierto modo a todas ellas ya que plantea la existencia de unos seres dedicados a vigilar y controlar, a modo de semidioses, la civilización humana, los cuales intentan evitar desviaciones perniciosas del discurrir histórico mediante el expeditivo método de alterar el futuro cuantas veces consideran necesario. La Eternidad, que es como se denomina al lugar que habitan estos vigilantes, está más allá del espacio y el tiempo, con su extremo conservadurismo ha conseguido congelar la evolución de la humanidad, que permanece anclada en la Tierra sin la menor perspectiva de futuro... salvo seguir estando igual. La novela concluye con la destrucción de la Eternidad por parte del protagonista, convencido de que ésta es la única manera de que la humanidad pueda evolucionar expandiéndose por la galaxia.

Aunque en un principio se trataba de una novela sin el menor nexo con la serie de Fundación, en sus últimas novelas Asimov hizo claras referencias a estos desconocidos seres como los responsables de todo el devenir histórico de la humanidad.


VI. Los apócrifos

Tras la prematura muerte de Asimov en 1992, con sólo 72 años de edad, su Historia del Futuro quedó claramente incompleta sin que sea posible determinar cual habría podido ser su evolución posterior. Sin embargo sus herederos, siguiendo una práctica bastante habitual en estos casos, intentaron seguir explotando el filón primero rebañando todos los escritos póstumos -verdaderos o con ayuda de negros- que pudieron, y posteriormente encargando a distintos autores la continuación de su obra.

En 1989, tres años antes de su fallecimiento -aunque la traducción española no llegó hasta 1993, con posterioridad a éste-, en homenaje a sus bodas de oro como escritor, fue publicada la antología titulada en español En torno a Fundación, una recopilación de relatos ambientados en el universo asimoviano escritos por autores tan prestigiosos como Ben Bova, Robert Silveberg, Connie Willis, Frederik Pohl, Poul Anderson, Robert Sheckley, Hal Clement, Harry Harrison u Orson Scott Card entre otros. Los relatos, como cabía esperar de unos autores de estilos tan diferentes, son dispares al menos en lo que respecta a su fidelidad a los esquemas originales, pero en cualquier caso se trata de una antología recomendable que abre nuevas puertas a los postulados de Asimov.

Posterior en algunos años es la Trilogía de Calibán (Calibán (1993), Inferno (1994) y Utopía (1996)), ambientada en la fase postrera de la época robótica. Las tres novelas fueron escritas por Roger McBride Allen y cofirmadas por el propio Asimov ¡después de su fallecimiento! bajo la excusa editorial de que con anterioridad a éste el propio Asimov le había aportado a McBride Allen la idea general de los argumentos. Sin comentarios. De ellas tan sólo conozco la primera, que me pareció aceptable tanto por su calidad como por su encaje en la obra asimoviana, por más que resulta exagerado que se anunciara, al menos en España, como “El nuevo robot de Isaac Asimov”.

De mayor calado fue la conocida como Segunda Trilogía de la Fundación, formada por las novelas El temor de la Fundación (1997), Fundación y caos (1998) y El triunfo de la Fundación (1999), las cuales fueron escritas respectivamente por Gregory Benford, Greg Bear y David Brin. Dado el incontestable calibre de estos tres escritores, que se coordinaron para evitar discordancias entre sus respectivas novelas y entre éstas y las de Asimov, renunciando a una mimesis excesiva que ocultara sus propios estilos, cabía esperar que el resultado fuera notable, como efectivamente así sucedió. El arco cronológico de estas tres novelas abarca los últimos años de la vida de Hari Sheldon y el período inmediatamente posterior, completando el hueco existente entre Hacia la Fundación y la trilogía clásica. Aunque las tres novelas son de calidad pareja se aprecia una mayor afinidad de las de Bear y Brin con la obra original de Asimov, mientras la de Bendford, cuya narrativa difiere notablemente del estilo del Buen Doctor, se desvía bastante más. Puesto que ésta fue la primera los planteamientos bendforianos condicionaron a sus colegas, lastrando un tanto la serie que, por lo demás, es excelente.

Junto a estas iniciativas, que se pueden calificar de acertadas, los poco escrupulosos herederos de Asimov siguieron exprimiendo el limón con otras publicaciones por encargo mucho más cuestionables tanto por su discutible afinidad argumental como también, en ocasiones, por su escasa calidad literaria. Éste es el caso de la serie Robots en el tiempo, de William F. Wu, seis novelas publicadas entre 1993 y 1994 en las que este autor mezcla a los robots con viajes temporales en unas aventuras encuadradas en lo que los anglosajones denominan novelas juveniles. Tan sólo he leído la primera de ellas, Predator, que me pareció francamente mediocre -he leído bolsilibros mejores- y ajena al universo asimoviano, ya que no basta con inventarse unos robots e implantarles las Leyes de la Robótica, algo habitual en la ciencia ficción, para intentar vendérnoslo bajo el paraguas del nombre de Asimov... resaltando más su nombre que el del verdadero y único autor.

No fue ésta la única vez que se tomó el nombre del Buen Doctor en vano. Entre 1987 y 1988, es decir, antes incluso de su muerte, apareció la serie de Robot City, seis novelas de diferentes escritores, todos ellos ilustres desconocidos: Michael P. Kube-McDowell, Mike McQuay, Arthur Byron Cover, Rob Chilson y el aludido William F. Wu que hace doblete, por supuesto bien arropados por el nombre de Isaac Asimov bastante más visible en la portada que los de los verdaderos autores. No puedo decir nada sobre ellas puesto que no he leído ninguna ni, sinceramente, tengo el menor interés en hacerlo, pero tengo la sospecha, sobre todo andando Wu por medio, de que no sea mejores que las anteriores, máxime teniendo en cuenta que la entrada en inglés de la Wikipedia las define como libremente -loosely- vinculadas a las series robóticas de Asimov.

Hubo todavía otro atentado más, el perpetrado con la serie Robots y aliens, otras seis novelas también publicadas cuando Asimov todavía vivía (1989-1990) y firmadas por él -al menos oficialmente- y Stephen Leigh, Cordell Scotten, Robert Thurston, Jerry Oltion (dos) y Bruce Bethke. Al igual que en el caso anterior nada puedo decir sobre ellas salvo que continúan a las anteriores, dándose la circunstancia de que tan sólo las dos primeras fueron publicadas en España dentro de la serie Robot City, de la que hicieron los números 7 y 8.

Por último nos encontramos con el que sin duda es el intento más serio de este apartado, la novela Crisis psicohistórica1 que Donald Kingsbury escribió en 2001. Está ambientada en el Segundo Imperio Galáctico, es decir, mucho más allá de hasta donde llegó Asimov, y no fue aceptada por los herederos de Asimov -desconozco los motivos, pero me los imagino-, razón por la cual su autor se vio obligado a cambiar los nombres propios, aunque mantuvo el término psicohistoria. No obstante en la portada de la traducción española, publicada en 2003 por Nova, aunque no aparece el nombre de Asimov -algo es algo-, sí se indica explícitamente que es “Un retorno al universo de la Fundación”.

Crisis psicohistórica es una excelente novela que desarrolla hábilmente las líneas esbozadas por Asimov, y a pesar de estar lastrada por algunos detalles negativos -en especial su hipertrofia, 650 páginas de las que una parte es directamente prescindible-, es de muy recomendable lectura.





Escrito el 3-10-1987. Publicado en el nº 4 de Nexus
y el 5-6-2011 en el Sitio de Ciencia Ficción
Actualizado el 26-8-2021