Hyperion





Pese a que ya habían pasado más de veinte años desde que fueran publicadas, y pese a que las referencias a ellas son continuas dentro del mundillo de la ciencia ficción, la verdad es que hasta hace muy poco no había tenido ocasión de leer las dos primeras entregas -que en realidad constituyen el primer volumen- de los Cantos de Hyperion, es decir, Hyperion y La caída de Hyperion, obras ambas del escritor norteamericano Dan Simmons.

En realidad, he de reconocerlo, a fuerza de llevarme chascos y desencantos me he vuelto bastante desconfiado respecto a la ciencia ficción norteamericana más reciente, la cual en muchas ocasiones ha derivado, bien por derroteros que no me interesaban especialmente, bien por los senderos trillados del mercantilismo más descarado, que me interesaban todavía menos. Es por esta razón, entre otras, por la que no había leído estas novelas, y tuvo que caer prácticamente en mis manos la primera para que lo hiciera y, una vez terminada ésta, para ir a comprar sin demora la segunda, algo que da una idea cabal del interés que me suscitó.

Porque, no creo desvelar nada que no se sepa, Hyperion es una de las obras de ciencia ficción más importantes -o al menos de las más influyentes- de estos últimos años, pese a que su autor -un profesor universitario de literatura- era prácticamente un recién llegado al género cuando publicó la primera entrega allá por 1989. Tampoco digo nada nuevo al afirmar que, aunque se trata de dos volúmenes distintos, en realidad Hyperion y La caída de Hyperion, publicada un año después, constituyen una única narración, dividida en dos únicamente a causa de su excesiva longitud. Así pues no nos encontramos frente a una novela y su secuela, como erróneamente se podría creer, sino con una novela dividida en dos tomos que, por consiguiente, conviene leer completa.

La que sí es una secuela es la segunda parte de los Cantos, formada por Endymion (1996) y El ascenso de Endymion (1997); pero como todavía no las he leído -todo se andará-, en esta ocasión me voy a limitar a hablar de las dos primeras o, si se prefiere, de la primera parte de esta falsa tetralogía.

Para empezar, es preciso advertir que se nota la sólida formación literaria de Simmons, tanto porque Hyperion -por regla general utilizaré este título para referirme a los dos volúmenes conjuntamente- es un homenaje explícito al poeta romántico inglés John Keats (1795-1821), como porque la estructura literaria y argumental de los mismos es mucho más compleja de lo habitual en el género, dicho sea esto sin la menor pretensión de hacer juicio de valor alguno. Asimismo llama la atención el hecho de que, pese a tratarse de una narración en esencia unitaria, Hyperion y La caída de Hyperion muestran unas estructuras narrativas muy diferentes entre ellas.

Así, la primera puede considerarse como un prólogo -largo, eso sí- de la segunda, el cual está estructurado en forma de antología de relatos independientes al estilo de Las mil y unas noches, el Decamerón o Los cuentos de Canterbury, todos ellos enlazados por una sucinta y un tanto cogida por los pelos trama común, gracias a los cuales tendremos ocasión de conocer las respectivas biografías de los siete protagonistas principales. Es al final de este volumen cuando se inicia realmente la narración principal, que continuará ya con una estructura clásica de introducción, nudo y desenlace, en La caída de Hyperion, la cual no es recomendable leer sin haberlo hecho antes con la anterior.

En cuanto al argumento, éste es de sobra conocido: en un futuro lejano la humanidad se ha dividido en dos facciones al parecer irreconciliables, los éxters, convertidos en nómadas espaciales, y la Hegemonía, asentada en un conjunto de planetas terraformados interconectados entre sí mediante una red de teleyectores, unos portales teletransportadores que permiten viajar de un planeta a otro sin más que cruzar una puerta. Existen además las inteligencias artificiales del Tecnonúcleo, emancipadas de su antigua tutela humana y que ahora colaboran con la Hegemonía proporcionándole soporte tecnológico e informático, en especial la red de teleyectores y la Esfera de Datos, una especie de Internet muy evolucionado a nivel galáctico.

Dentro de este escenario Hyperion es un mundo pobre y fronterizo colonizado por los humanos pero no incluido en la Hegemonía, que ejerce sobre él un laxo protectorado. En realidad nadie, fuera de sus atrasados habitantes, parece mostrar mayor interés por este remoto rincón del universo, pese a que éste alberga dos importantes enigmas, las Tumbas del Tiempo -unos mausoleos ciclópeos en cuyo entorno el flujo temporal sufre fuertes distorsiones- y la leyenda del Alcaudón, un ente legendario mitad ser vivo, mitad artificial, que al igual que el pájaro del que toma el nombre acostumbra a capturar a sus presas sometiéndolas a torturas sin fin, razón por la que es conocido como El señor del dolor, al tiempo que en torno suyo surge una religión basada en la idea de que el Alcaudón es el instrumento mediante el cual la humanidad acabará expiando sus múltiples pecados.

Sin embargo, y pese a tratarse en un principio de una problemática estrictamente local, y por lo tanto muy alejada de las preocupaciones del ciudadano medio de la Hegemonía, poco a poco se irá desatando una crisis en la que estarán involucradas las tres ramas de vida inteligente existentes en la galaxia, los humanos de la Hegemonía, las inteligencias artificiales del Tecnonúcleo y los éxters, conflicto en el cual el olvidado planeta Hyperion tendrá un protagonismo singular.

Durante la primera parte veremos como Hyperion se ve sometido a un intento de invasión por parte de los éxters, los cuales se verán enfrentados a las tropas de la Hegemonía que intentarán defenderlo. En este ambiente prebélico, que recuerda hasta cierto punto a clásicos como 55 días en Pekín, el gobierno de la Hegemonía, en connivencia con la Iglesia del Alcaudón, elegirá a los siete peregrinos vinculados de una u otra manera al mítico personaje o a las Tumbas del Tiempo donde al parecer se refugia, encomendándoles la difícil misión de ir al encuentro del Alcaudón con objeto de poder desactivar la grave crisis que está a punto de desatarse... sin que ninguno, o casi ninguno de ellos, tenga en realidad demasiada idea no ya de como poder hacerlo, sino incluso de la manera de poder salvar sus vidas frente a tan cruel avatar.

Ya en la segunda parte, es decir, en La caída de Hyperion, podremos disfrutar plenamente, y en presente, de la compleja trama urdida por Simmons y, aunque al final el desenlace flojea un tanto, acabaremos sorprendidos por la riqueza creativa de este autor, algo que yo personalmente agradecí tras tantos relatos planos como me he visto obligado a leer.

Y hasta aquí puedo leer, como decían en el popular concurso de televisión Un, dos, tres, responda otra vez..., ya que no es cuestión de destriparle la novela a nadie, sino de recomendarle que la lea -en sus dos volúmenes- porque merece realmente la pena.

Tan sólo me queda una pequeña apostilla que hacer a la buena labor de Simmons, y es manifestar mi desagrado por el, por otro lado completamente habitual, ombliguismo anglosajón, para el cual todo lo que no pertenezca a su cultura prácticamente no existe. Sí, ya sabemos que suele ser tan habitual como incongruente encontrarnos con escenarios galácticos, ambientados en un futuro lejano, en los que todos los protagonistas hablan en inglés -y sólo en inglés- independientemente de lo poco verosímil que esto resulte; pero en una novela tan compleja y tan bien escrita, donde Simmons demuestra plenamente su erudición literaria, hubiera sido lógico esperar una mayor amplitud de miras... que no existe en absoluto, ya que si bien las referencias literarias son continuas, éstas están dedicadas exclusivamente a la lengua de Shakespeare, tal como si el resto de las literaturas en otros idiomas no existieran.

En fin, él se lo pierde.


Publicado el 13-11-2011 en Alfa Erídani