Vicente Adam Cardona, un escritor de
ciencia ficción injustamente olvidado





Dentro del ámbito de la ciencia ficción popular o, si se prefiere, de los bolsilibros de este género, hay una serie de escritores que, sin ser en modo alguno prolíficos, ya que escribieron tan sólo un número reducido de obras publicadas, dada la calidad de las mismas merecerían ser recordados al mismo nivel que los grandes del género, pese a lo cual tan sólo suelen ser conocidos por los estudiosos del tema.

Uno de ellos es sin duda Vicente Adam Cardona, un escritor del que hasta hace unos años tan sólo conocía su nombre y sus dos seudónimos (Vic Adams y V.A. Carter), ya que todos los intentos que realicé en su día por contactar con él o con sus familiares resultaron completamente infructuosos... hasta que, gracias a uno de sus nietos, pude conseguirlo finalmente en septiembre de 2009. Tras la pertinente llamada telefónica a la que respondió con toda amabilidad, un cruce de cartas y correos electrónicos me permitió obtener de primera mano los datos que deseaba para poder ponerles cara a estos seudónimos.

Vicente Adam, viudo, con dos hijos, una hija y tres nietos, nació el 17 enero de 1927 en Llombai, un pueblo que actualmente cuenta con unos 2.700 habitantes situado en la comarca de la Ribera Alta, a 35 kilómetros al sudoeste de la ciudad de Valencia; aunque, según me ha comunicado, ha pasado prácticamente toda su vida en la capital del Turia. En esto último no me equivoqué ya que siempre le consideré valenciano, aunque sí lo hice al suponerle perteneciente a la nueva hornada de escritores de Luchadores del Espacio, tales como Domingo Santos (P. Danger) y Ángel Torres Quesada (Alex Towers) que, nacidos a principios de la década de los años cuarenta, vinieron a relevar en los inicios de los sesenta a la generación de la posguerra, excepción hecha del incombustible Pascual Enguídanos. En realidad Vicente Adam es bastante más veterano -unos 13 ó 14 años- que ellos, aunque sus inicios en la colección Luchadores del Espacio fueron mucho más tardíos y casi simultáneos con los de éstos.

En cualquier caso, lo que sí es cierto es que Adam fue ya un escritor moderno que conocía suficientemente bien no sólo los clásicos antiguos tales como Doc Savage, sino también la ciencia ficción norteamericana del momento, la cual llegó a sus manos gracias a la revista argentina Más Allá. Y desde luego esta influencia se nota de forma palpable, dado que Adam supo asimilarla perfectamente convirtiéndose con diferencia en el escritor más asimoviano de la colección a diferencia de otros compañeros suyos más apegados a la estética de los ya anticuados -incluso en España- pulps norteamericanos.

Para su “breve” oficio -así lo califica él mismo- de escritor Vicente Adam contó con una formación autodidacta, por lo demás la habitual entonces en el mundillo de los bolsilibros, compensada -sigo empleando sus propias palabras- por el “vicio” de la lectura de novelas y de libros de divulgación científica ya desde su infancia, a lo cual le ayudaría no poco su facilidad para leer en inglés. Aunque llegó a iniciar estudios universitarios, nunca los terminó.

Escribió su primera novela, titulada Marionetas humanas, por sugerencia de un librero amigo suyo que le puso en contacto con Editorial Valenciana, tomándolo casi como una apuesta... que ganó, ya que la novela salió publicada en mayo de 1960, con el número 164 de la colección, firmada como Vic Adams, una transparente trasposición de su nombre. A partir de ese momento nuestro autor se planteó seriamente ganarse la vida como escritor profesional, algo que no consiguió -era imposible con su pausado ritmo de escritura- aunque sí le supondría sin duda una buena ayuda económica, dado que las 1.500 pesetas que pagaban entonces por ejemplar publicado era una buena cantidad de dinero para la época. No obstante, él se ganaría la vida como oficial en un bufete de abogados.

Y es que Vicente Adam, vuelvo a repetirlo, nunca fue un escritor prolífico dentro del campo de la ciencia ficción. En total fueron dieciocho las novelas de este género escritas por él, doce en Luchadores del Espacio y las seis restantes en Espacio, la colección de la editorial Toray, todas ellas publicadas entre los años 1960 y 1964. Cuatro de los títulos de Toray serían reeditados años más tarde en Galaxia 2001 -sin respetar, por cierto, su orden de publicación original- a modo de colofón a su breve carrera como escritor de ciencia ficción. También escribió, tal como era habitual en este ámbito, bolsilibros de otros géneros, concretamente del oeste, pero el estudio de los mismos es algo que excede de los límites del presente trabajo.

Una peculiaridad de Vicente Adam es que simultaneó sus colaboraciones en las dos colecciones rivales, algo que sin ser excepcional no resultaba tampoco demasiado habitual; de hecho, fueron mayoría los escritores de Luchadores del Espacio que escribieron en exclusiva para esta colección, e incluso casi todos los que no respetaron esta exclusividad, tal como ocurrió con Arturo Rojas (Red Arthur), Eduardo Texeira o Pedro Guirao (Peter Kapra), en realidad lo que hicieron, fue pasar de una colección a otra, en uno u otro sentido. El propio Pascual Enguídanos, aunque publicó de forma paralela en Valenciana y Bruguera, lo hizo en diferentes géneros, y sólo muchos años después de desaparecida Luchadores del Espacio daría a la luz una única novela en La Conquista del Espacio, la colección futurista de esta última editorial.

Por esta razón, los únicos que hicieron verdadero doblete en Luchadores del Espacio y Espacio, las dos colecciones contemporáneas y rivales, fueron Vicente Adam y Domingo Santos, ambos siguiendo unas trayectorias curiosamente paralelas en lo relativo a sus respectivos seudónimos. En realidad a las editoriales de entonces les preocupaba poco la exclusividad de sus escritores, puesto que éstos solían firmar, salvo contadas excepciones, con seudónimos; pero en lo que sí solían ser bastante celosas era en mantener la exclusiva de los citados seudónimos. Así pues, un escritor podía publicar en dos editoriales rivales siempre y cuando, tal como ocurrió con Pascual Enguídanos, lo hiciera bajo firmas distintas.

Lo que sucedió fue que, previamente a su colaboración en Luchadores del Espacio, ya había publicado en Toray algunas novelas del oeste, género que por entonces no abordaba la Editorial Valenciana... y como en ésta lo había hecho también bajo el seudónimo de Vic Adams, recibió un tirón de orejas por parte de Toray, que le exigió la exclusividad del seudónimo aunque sin prohibirle colaborar con otras editoriales bajo una firma diferente. Esto motivó que “nacieraV.A. Carter, el seudónimo que utilizaría en adelante para sus colaboraciones en Valenciana, en esta ocasión jugando con las iniciales de su nombre y primer apellido junto con una modificación más o menos anglosajona del segundo. Por su parte, Vic Adams quedó reservado para Toray.

Sigamos con la historia del doblete, ya que ésta es curiosa y merece la pena ser comentada. Tras publicar Marionetas humanas, Adam lo intentó de nuevo meses más tarde con El secreto de Ganímedes, que le fue rechazada por Valenciana. No se arredró y, ni corto ni perezoso, la envió a Espacio, donde sí la aceptaron aunque no sin reticencias; y encima cobró más, 1.700 pesetas. Al parecer en Toray era más fácil publicar que en Valenciana, pero los responsables de la editorial barcelonesa preferían novelas del oeste a las de ciencia ficción, razón que explica que el grueso de su producción futurista apareciera publicada en Luchadores del Espacio. No obstante, y esto fue una verdadera pérdida para los aficionados al género, del conjunto total de su producción, calculada por el propio autor en 119 novelas, tan sólo las dieciocho citadas anteriormente son de ciencia ficción, siendo el resto -unas cien- del oeste.

A partir de ese momento Vicente Adam compaginó su colaboración en las dos colecciones, siempre enviando sus originales primero aLuchadores del Espacio y, cuando éstos le eran rechazados, a Espacio, donde le aceptaron todos los que presentó. Aunque hasta hace poco yo desconocía este dato, lo cierto es que confirma mi opinión de que, en general, sus novelas publicadas en la colección de Valenciana eran mejores que sus hermanas de Toray... aunque sobre gustos no hay nada escrito.

Esta doble colaboración se mantendría hasta que, a principios de 1963, desapareció Luchadores del Espacio. En esta última etapa, con posterioridad a su penúltima novela Ellos también son humanos, e intercaladas con la última Puedo dominar el mundo, publicó además cuatro novelas del oeste en la colección Western, también deValenciana: Noche violenta, nº 31;El lenguaje del colt, nº 35: Lobo negro, nº 38; y La Muerte busca su presa, nº 45.

Terminada su vinculación con Valenciana -Western no fue una colección demasiado longeva-, Adam siguió publicando en Espacio aunque de manera muy pausada, tan sólo una novela en 1963 y otras dos en 1964, para enmudecer definitivamente a partir de entonces, apenas un año después de la extinción de la colección de Valenciana, a pesar de que la editorial Toray todavía mantuvo, e incluso incrementó sus colecciones de ciencia ficción, hasta principios de la década de los setenta. En realidad él sí siguió colaborando con esta última hasta que en 1972 suprimió sus colecciones de bolsilibros, pero ya sólo escribiría novelas del oeste a petición de la propia editorial. También por esa misma época -la colección se publicó entre 1961 y 1963- tendría otra fugaz incursión en el género como traductor de dos novelas de la colecciónBest Sellers del Espacio, concretamente la número 4 (El poder mental, de Leo Brett) y la número 10 (Cuando el Sol se apague, de Bron Fane), una minoría entre el total de 20 traducciones que realizó para Toray.

Un hecho curioso es que Toray -desconozco si lo hacían también otras editoriales- tuvo establecido durante años una especie de premio denominado complemento de calidad, consistente en una gratificación de 500 pesetas -una cantidad respetable entonces- posteriormente incrementada a 1.000, que se entregaba a aquellas novelas que la editorial estimaba que se lo merecían. Entre 1964 y finales de la década de los sesenta, momento en el que desapareció, nuestro autor lo consiguió un total de 25 veces, una por su última novela de ciencia ficción El mercenario y el resto por títulos del oeste, casi una de cada cuatro de sus colaboraciones con Toray... lo cual no está nada mal.

Otra editorial con la que colaboró Vicente Adam fue la madrileña Rollán, aunque al ser la ciencia ficción un género marginal en su catálogo -la efímera Nova Club tan sólo alcanzó la veintena de títulos al final de la década de los sesenta-, no llegó a publicar en ella ninguna novela de nuestro género. A diferencia de Toray esta editorial nunca le puso pegas por el doble uso de su seudónimo, por lo que no tuvo necesidad de crear uno nuevo.

El final de su carrera como escritor, coincidente con el cierre de las colecciones de bolsilibros de Toray a principios de los años setenta, no fue por decisión propia, sino provocado por el cambio que tuvo lugar por entonces, dado que las editoriales le limitaban la producción o le pedían que escribiese de otros géneros (policíaco, bélico, terror...) que no le interesaba abordar. Curiosamente, y a diferencia de muchos antiguos compañeros suyos, nunca llegó a publicar en las colecciones deBruguera, el gigante hegemónico en el ámbito de los bolsilibros durante la década de los setenta y la primera mitad de los ochenta, fecha esta última del colapso definitivo de la literatura popular.

Centrémonos ahora en su obra de ciencia ficción. Comparando su participación en las dos colecciones, se aprecia que ésta fue mucho más importante en Luchadores del Espacio que en Espacio, no sólo por aportar a la primera doble número de originales que a la segunda, sino porque al estar esta docena de títulos concentrados en los últimos setenta números de la colección de Valenciana, Vicente Adam se convirtió en uno de los principales sostenes de la última etapa de la misma, con casi una de cada seis de las novelas aparecidas en Luchadores del Espacio durante ese período. Por el contrario, su contribución a Espacio puede considerarse como poco menos que testimonial, al ser tan sólo seis títulos repartidos en un intervalo de ciento trece ejemplares o, si se prefiere, poco más de una de cada veinte. Si en vez de considerar los intervalos en los que intervino en ambas colecciones tomamos la duración total de las mismas, las diferencias se disparan todavía más: aproximadamente una de cada veinte novelas (doce de doscientas treinta y cuatro) en Luchadores del Espacio y tan sólo una de cada noventa y una (seis de quinientas cuarenta y siete) en Espacio.

En el apartado de las anécdotas, algo que suele abundar en el mundillo de los bolsilibros, Vicente Adam tiene varias que contar, y jugosas además. Junto con la ya citada de los seudónimos, similar a la que les ocurrió a otros autores como Pascual Enguídanos o Domingo Santos, cabe reseñar que en Valenciana le pidieron que resumiera un relato de otro autor, que ocupaba dos novelas, en una sola, supongo que porque, a diferencia de lo que ocurría en los inicios de la colección Luchadores del Espacio, la política editorial de entonces era la de publicar novelas autoconclusivas, y no series... lo que no se explica es que no se lo encargaran al propio interesado. También le ofrecieron trabajar de “negro”, algo a lo que se negó. Mucho más satisfecho se muestra de haberse anticipado por poco -aunque la novela Prisión cósmica fue publicada algo más tarde- al histórico vuelo de Yuri Gagarin, gracias a sus lecturas sobre las teorías de Von Braun.

Una característica suya -así la define- es la de que, tras escribir una novela, se olvidaba por completo de ella, lo cual tenía sus ventajas pero también sus inconvenientes; en una ocasión tuvo que descartar una novela casi terminada al descubrir que, sin pretenderlo, se estaba plagiando a sí mismo. Asimismo nunca se planteaba un guión previo sino que, partiendo de una idea inicial, la desarrollaba sobre la marcha. También puede presumir de ser uno de los pocos escritores de bolsilibros traducidos a otros idiomas, concretamente al portugués, con más de una treintena de títulos.

Aunque su carrera literaria y de traductor del inglés terminó en 1972 coincidiendo con la supresión de las colecciones de bolsilibros deToray, en los años 80 la editorial Andina, sucesora de Rollán, le reeditó cuatro de sus bolsilibros de ciencia ficción tras adquirir el fondo editorial de Toray. A ellas hay que sumar varias reediciones más de sus bolsilibros del oeste, algunas incluso en dos ocasiones.

Pasemos a estudiar sus novelas. Dada su mayor importancia, voy a centrar inicialmente mi atención en su etapa de Luchadores del Espacio, donde se significó, como ya he comentado anteriormente, como uno de los principales autores de la etapa final de la colección, no sólo por su calidad literaria, netamente superior a la media, sino también por su peculiar enfoque moderno en una colección que ya por entonces comenzaba a dar muestras patentes de haberse quedado anticuada. Basta con releer sus 234 títulos para comprobar que lo habitual en ellos es su cortedad de miras, con escenarios ambientados en la propia Tierra o, como mucho, ubicando la acción en un Sistema Solar mucho más cercano a los viejos tópicos heredados de Flash Gordon o de las novelas de Edgar Rice Burroughs, que de la ciencia ficción norteamericana contemporánea, con un olímpico desprecio además -salvo excepciones- a los conocimientos astronómicos más elementales.

Cierto es que en ocasiones, como ocurre en la Saga de los Aznar, sí se llega a abandonar el Sistema Solar, pero en realidad esta apertura de horizontes hacia la galaxia no deja de ser un viaje a lugares muy determinados y concretos. Dicho con otras palabras, parece como si los escritores de la colección -o el director de la misma, váyase a saber- sufrieran de agorafobia a la hora de dar alas a su imaginación, limitándose a circunscribir la acción de sus aventuras bien al Sistema Solar, bien a otros sistemas estelares, pero huyendo siempre de los escenarios de magnitud galáctica. De hecho, ante mi pregunta a un antiguo autor por la manía de inventarse planetas del Sistema Solar directamente imposibles, en lugar de recurrir al sencillo método de ubicarlos en otro sistema estelar distinto, éste me respondió que tenían instrucciones de utilizar nombres que resultaran familiares a los lectores, por más que chirriase encontrarnos con un Urano habitable y habitado.

Por esta razón, de entre todos los escritores de Luchadores del Espacio, y son un total de veintisiete, tan sólo Vicente Adam, Ángel Torres Quesada y, en ocasiones, José Negri - J. Negri O'Hara- se atrevieron a concebir la galaxia como el marco de sus historias, en lugar de encerrarlas en los mucho más estrechos límites que son habituales entre sus compañeros incluida la estrella de la colección, el propio Pascual Enguídanos, que aunque abandona el Sistema Solar en la Saga de los Aznar -no así en el resto de sus novelas- lo hace de una manera tan tímida que a efectos prácticos no nos sirve de referencia.

Pero lo que en J. Negri O'Hara resulta excepcional -dos o, como mucho, tres novelas-, es completamente habitual en Vicente Adam, lo que hace resaltar todavía más su singularidad frente al resto de los colaboradores de la colección. Por supuesto con Ángel Torres Quesada habría ocurrido lo mismo, tal como demostró años más tarde en su fecunda serie del Orden Estelar, pero este escritor apenas si tuvo tiempo de publicar una única novela antes de que la colección desapareciera, por lo que tampoco se le puede tomar como ejemplo aunque ésta sí entre de lleno en lo que he venido a denominar escenarios galácticos.

Es por estas razones por las que se puede considerar a Vicente Adam como el más norteamericano de todos los de la colección, si se me permite utilizar este adjetivo en comparación con los grandes clásicos de la literatura de ciencia ficción seria. Y, extremando aún más las comparaciones, me atrevería a decir que, salvando las distancias, Adam nos introduce a veces en situaciones que recuerdan bastante a los relatos de Asimov, el indiscutible número uno de este género literario. Lo cual, tratándose de un escritor de serie B, no puede ser considerado sino como un elocuente elogio.

Y eso es todo. Les invito a disfrutar de la obra de nuestro escritor que, pese a los años transcurridos desde su publicación -más de cincuenta- siguen teniendo ese atractivo de la ciencia ficción clásica, con el añadido además de que, salvo las cuatro reeditadas, nos encontramos con el raro privilegio de poder disfrutar de la reedición completa de sus dieciocho novelas de ciencia ficción, de las cuales tan sólo cuatro fueron reeditadas en los años 60-70 en la colección Galaxia 2001, siendo hoy tan inencontrables como las originales. A ello hay que añadir además su presentación en formato de libro y la recuperación de las portadas originales. Todo un lujo, se lo aseguro, máxime teniendo en cuenta que tan sólo una minoría de la ingente cantidad de los antiguos bolsilibros ha alcanzado hasta ahora semejante privilegio. Así pues aprovéchenlo, ya que estoy seguro de que no les defraudará.




Relación de novelas de ciencia ficción publicadas por Vicente Adam


Colección Luchadores del Espacio

164 Marionetas humanas 193 Prisión cósmica
177 Rebelión en la galaxia 196 La Tierra no puede morir
181 La muerte azul 201 Cargamento para el infierno
185 La nueva raza 206 Cautivos de Voidán
188 Los sonidos silenciosos de Venus 216 Ellos también son humanos
190 ¡Ayúdanos, terrestre! 224 Puedo dominar el mundo

Colección Espacio

Edición original Reediciones de Galaxia 2001
217 El secreto de Ganímedes 277 El secreto de Ganímedes
244 Conspiración infernal
249 El pueblo oculto 323 El pueblo oculto
296 Espionaje estelar 298 Espionaje estelar
328 Al otro lado del universo
330 El mercenario 235 El mercenario


Publicado en V.A. Carter. Toda su obra de ciencia ficción I en 2016
Actualizado el 31-1-2017