El asteroide de Kassandra




Publicada originalmente con el número 98 de Héroes del Espacio, esta novela inicia ahora el tomo 24 de la reedición de Robel. Murdar es un pequeño asteroide perdido en la inmensidad de la galaxia terraformado en su día por el Orden Estelar, que lo destinó a penitenciaría. Tras el colapso del Orden y su sustitución por la Superioridad sus habitantes, tanto los descendientes de los antiguos convictos como los recién llegados, han convertido a Murdar en un estado semiindependiente regido por sus propias normas, en muchas ocasiones la fuerza bruta, mientras a los gobernantes de la lejana Tierra tan sólo les preocupa seguir llevando allí ex-presidiarios a los cuales, por supuesto, les está vedado abandonar el asteroide, cuya ubicación en el cosmos mantienen celosamente oculta... nada demasiado distinto, en definitiva, a como en su día actuara Gran Bretaña en Australia.

Kassandra, además de una bella y fogosa mujer, es la actual líder de Murdar, tras haber despachado en combate singular a su predecesor. Kassandra gobierna sus dominios con mano de hierro auxiliada por Wempler, su lugarteniente y amante, y su autonomía no se ve perturbada por unos representantes de la Superioridad cuya soberanía teórica acata, los cuales se limitan a vaciar periódicamente sus naves de prisioneros y a guardar las formas en lo referente al control del asteroide, el cual progresa a marchas forzadas.

Pero pronto comienzan a surgir problemas. Pamela O’Leary, una convicta recién llegada a Murdar, logra infiltrarse en el palacio residencial llegando hasta las mismas habitaciones privadas de Kassandra. Tras sorprenderla y narcotizarla, procede a moldear su rostro con una máscara que imita sus facciones, en un claro intento de suplantarla. Mientras tanto, en otra nave, ha llegado al asteroide Karl Stein, un antiguo piloto comercial que participó en la crisis del planeta Altavar, donde los mits pretendieron invadir de nuevo los mundos humanos, encarcelado tras convertirse en atracador.

Aparentemente la suplantación de Kassandra ha resultado exitosa; tan sólo Wempler, su amante, se siente rechazado y por eso rumia su despecho mientras comienzan a surgir en torno suyo rumores de su caída en desgracia, pero dado el talante tiránico de la gobernante tampoco es de extrañar. Además, nada puede hacer por evitarlo. Stein, por su parte, comienza a comportarse de una manera muy poco lógica en un simple convicto, sobre todo cuando descubre que hay una zona, en las antípodas del planetillo, vedada a todos excepto a Kassandra, su círculo más íntimo, y un grupo de trabajadores de confianza. Nadie sabe lo que ocurre allí, y pese a todos sus esfuerzos no consigue descubrir nada, razón por la que decide obrar de la manera más directa posible abordando con descaro a la gobernante en una cantina y, acto seguido, retando a duelo a su irritado amante, al cual vence perdonándole la vida.

Stein se ha ganado un enemigo poderoso, pero también la admiración de Kassandra (la real o su sustituta), que le manda llamar a su presencia para ofrecerle formar parte del círculo de privilegiados que tienen permitido el acceso a la zona prohibida. Ahora es a Stein a quien le llega el turno de sorprenderse, máxime cuando Kassandra le acusa de ser un espía de la Superioridad. Vencido por la evidencia Stein lo reconoce, aunque todavía tiene arrestos para lanzarse un farol advirtiendo a su captora de que le resultará más útil vivo que muerto, dado que si lo asesina sus superiores de la Tierra no tardarían en mandar un nuevo agente para sustituirle.

Llega la hora de las confidencias. Stein confiesa que su misión en Murdar es investigar acerca de unas extrañas instalaciones que se están construyendo en el otro hemisferio del asteroide, vedado a la mayor parte de sus habitantes; el gobierno de la Superioridad tiene razones sobradas para estar preocupado, puesto que han llegado a la conclusión de que los tenaces mits intentan irrumpir de nuevo en el universo humano a través de un portal interdimensional que, según los cálculos de sus científicos, podría estar situado precisamente en Murdar.

A su vez la falsa Kassandra, es decir, Pamela O’Leary, tras darle a conocer su verdadera identidad, confiesa a su vez que ella es también una espía enviada, por idénticos motivos, por la otra gran potencia estelar, los Mundos Enyun, los cuales pese a tener buenos motivos para desconfiar de la Superioridad, temen todavía más a una posible nueva guerra con los mits. El destino ha vuelto a unir los intereses de los dos estados rivales, y ambos espías lo entienden así acordando unir sus esfuerzos.

Pamela explica a su compañero que, durante el tiempo que ha estado suplantando a la verdadera Kassandra, ha intentado por todos los medios averiguar en qué consiste el misterioso plan en el que ésta está embarcada, sin grandes resultados debido, sospecha, a que la gobernante de Murdar no debe de ser en realidad sino el peón de una trama todavía más compleja. Pero, ¿quién es el verdadero responsable de la misma?

La espía no ha asesinado a su prisionera sino que, con la esperanza hasta ahora baldía de conseguir información de ella, la mantiene encerrada y a buen recaudo en una cápsula de animación suspendida que ha encontrado en su propio alojamiento. Stein decide interrogarla y, acto seguido, ambos traman un plan del que por el momento el lector desconoce los detalles.

Ambos deciden viajar hasta el otro hemisferio, donde en el interior de un gran cráter se está construyendo el misterioso artilugio que, sospechan, pudiera ser el portal interdimensional de los mits, llevando consigo a la prisionera, pero un repentino ataque de las fuerzas leales a Kassandra desbarata su plan. Kassandra es liberada y Stein capturado, mientras Pamela consigue huir a duras penas tan sólo para caer en poder de Wempler, el despechado lugarteniente de la jerarca. Pero éste, en contra de lo que pudiera parecer, tiene planes propios que no coinciden precisamente con los de su antigua amante.

Wempler confirma a Pamela lo que ya sospechara ésta: Kassandra es tan sólo un juguete en manos del verdadero urdidor de la trama, que no es otro que el aparentemente pacífico Osborn, un personaje de oscuro pasado que oficia desde hace tiempo como médico de la pequeña comunidad. Una vez desatada la crisis es éste quien controla la situación mientras Kassandra, la verdadera Kassandra, le obedece fielmente como un perrito faldero. Pamela expone entonces a su circunstancial aliado sus sospechas de que Osborn, con la aquiescencia de Kassandra, esté tramando abrir a los mits el camino hacia la Tierra, a lo cual el antiguo lugarteniente responde que a su odio hacia la Tierra se sobrepone su lealtad a la humanidad.

Así pues, promete ayudarla reclutando de forma precipitada una pequeña partida de gente armada, con la que tendrán que enfrentarse a la poderosa milicia de Osborn que protege el recinto prohibido. Pamela, Wempler y sus compañeros viajan hasta el cráter aprovechando un túnel subterráneo que conduce hasta allí desde la capital, pero son fácilmente capturados por sus enemigos y llevados a presencia de Osborn y Kassandra, de la cual acaba de saber el lector que ha sido tan sólo una simple marioneta del traidor desde el mismo momento de su llegada al poder.

Allí se encuentran con la última sorpresa. Osborn en realidad no es humano sino un mit que, gracias a la cirugía, se hace pasar por tal. Él es el verdadero responsable de todo el plan y, tras haber engañado a Kassandra haciéndole creer que las misteriosas instalaciones del portal interdimensional estaban destinadas a provocar presuntamente una conversión en nova del sol de Murdar, lo que hubiera obligado a la Superioridad a la evacuación del asteroide facilitando su fuga, habría estando trayendo poco a poco a congéneres suyos, a los que había camuflado de humanos aprovechando los cadáveres de la morgue local.

Las instalaciones están ya terminadas, con lo que bastará su conexión para que hordas incontroladas de mits se desborden sobre el asteroide para, desde allí, dirigirse a la Tierra. Poco pueden hacer Pamela, Stein, Kassandra y Wempler, convertidos ahora en aliados frente al enemigo común de la humanidad por evitarlo, pero en un alarde de audacia los dos espías, secundados inmediatamente por sus compañeros, consiguen burlar la vigilancia de sus enemigos desatando una desesperada lucha contra ellos y contra el reloj. Pese a lo desesperado de su situación, y gracias a la ayuda de los fieles que Wempler había traído consigo, contra todo pronóstico consiguen vencer a los mits y destruir el portal, aunque con un alto precio ya que tanto Kassandra como Wempler perecen en el intento.

La crisis ha sido salvada y los mits nuevamente rechazados. Stein comunica a Kassandra que las naves de la Superioridad llegarán dentro de poco para hacerse cargo de la situación, pero ambos están preocupados por el futuro de la población del asteroide los cuales, por su condición de penados, no tienen nada claro que puedan ser indultados por los gobernantes terrestres pese a la importancia de su colaboración. Así pues, Pamela se compromete a interceder ante sus superiores de los Mundos Enyun para que éstos accedan a evacuarlos, antes de la llegada de las fuerzas de la Superioridad, a un planeta neutral donde puedan vivir en paz gozando de la libertad que se han ganado con su valentía.



Publicado el 12-7-2005 en el Sitio de Ciencia Ficción