Los hombres de Arkand




Completa el volumen número 14 de la reedición de Robel esta novela, publicada originalmente con el número 101 de la colección La Conquista del Espacio -es, pues, una de las primeras que escribió Ángel Torres- y más tarde en el tercer tomo de la edición de Ediciones B, en el que ocupa el segundo lugar respetando el orden cronológico interno de la serie.

En esta ocasión el autor gaditano vuelve de nuevo por sus fueros, retomando su esquema favorito de un mundo sumido completamente en la barbarie tras el colapso del Imperio Galáctico, aunque en este caso concreto la intervención de los miembros del Orden Estelar es muy secundaria, pudiendo hablarse de una trama que se acerca bastante a las clásicas de fantasía heroica más que a las de ciencia ficción propiamente dicha.

Se da además el agravante de que, a consecuencia de la crisis, algún tipo de guerra apocalíptica ha provocado el abandono de las ciudades, convertidas en inmensos campos de ruinas, por unos escasos supervivientes que, sometidos a unas duras condiciones de vida y sumidos en la ignorancia y la superstición, bastante tienen con conseguir sobreponerse a sus duras condiciones de vida. Por si fuera poco, la existencia de una casta privilegiada -los hombres de Arkand- les hace todavía más difícil la supervivencia, al ser esquilmados por éstos de los pocos bienes de que pueden permitirse el lujo de disponer. De hecho, los habitantes del planeta sufren los estragos de una extraña plaga que sólo los hombres de Arkand saben curar; pero lejos de compartir sus conocimientos con ellos, tan sólo acceden a proporcionarles el remedio, por mediación de sus servidores los magos de Achen, previa entrega de ducre, una rara especia que sólo crece en lugares remotos del planeta.

El protagonista principal es en esta ocasión Tolerm, un agricultor -pero también guerrero- que ve cómo su esposa enferma de la plaga -él es inmune a ella, por haberla padecido de niño- y los crueles magos de Achen se niegan a entregarle la medicina si no es a cambio de ducre, razón por la que se ve obligado a partir en busca de la especia, sin más compañía que su amigo Brukal, en un largo y arriesgado viaje rumbo a las remotas regiones donde esta planta crece.

Tras recoger una cantidad suficiente para satisfacer la codicia de los magos, ambos camaradas retornan a su aldea no sin tenerse que defender con las armas de las acechanzas de las bandas de merodeadores, viéndose obligados incluso a refugiarse en las ruinas de las ciudades muertas -algo profundamente temido por la mayor parte de los habitantes del planeta- como medio más seguro de evitar ser degollados durante el sueño. Finalmente las últimas etapas del viaje transcurren sin demasiados percances, aunque a Tolerm se le aparece de repente, mientras su compañero está durmiendo, un extraño fantasma con forma de bella mujer vestida de negro... fantasma que desaparece sin dejar rastro antes de que pueda alertar a su desprevenido amigo.

Finalmente llegan a la aldea, tan sólo para descubrir que ya es demasiado tarde... la enferma ha fallecido, sin que los ruegos desesperados sirvieran para apiadar a los crueles magos. Tolerm, desesperado, monta en cólera y, a la vuelta del entierro, asalta el cercano campamento de los visitantes matando a la mayor parte de ellos.

Su irreflexiva, aunque justificada, reacción provoca una grave crisis en el poblado, puesto que los magos estaban considerados como una casta intocable. Tolerm, enardecido por la victoria, intenta convencer a los aldeanos de la necesidad de sublevarse contra sus crueles opresores, pero éstos sólo ven la amenaza de una implacable represalia de la que tarde o temprano acabarán siendo víctimas. El jefe del poblado dicta sentencia: la única manera de aplacar a los airados brujos será entregándoles la cabeza del sacrílego. La sentencia está dictada, y mal lo habría pasado el condenado a manos de sus propios iguales de no mediar un prodigio que le salva la vida: el fantasma, o la diosa, aparece de nuevo a sus espaldas poniendo en fuga a sus despavoridos perseguidores.

Tolerm, agradecido, intenta dialogar con ella, pero ésta no habla -o él es incapaz de oír sus palabras, limitándose a ordenarle con un mudo gesto que abandone la aldea. Así lo hace el proscrito, sin más compañía que la de Shaen, una joven doncella que mantenían prisionera los magos para ofrecérsela como presente a los hombres de Arkand y que ahora, liberada, no tiene otra opción que la de seguir a su involuntario rescatador.

Sin tener nada claro a donde poder ir, el guerrero decide pedir consejo a Zlate, un ermitaño amigo suyo que, a diferencia de los ignorantes habitantes de la región, no sólo no teme a los magos sino que incluso los desprecia, habiendo llegado a incitarle, en anteriores visitas, a la rebelión contra su tiranía... por supuesto, sin el menor resultado. Pero ahora las circunstancias han cambiado. Tolerm es un proscrito y, aunque en él anida el odio hacia los tiranos, no tendría la menor posibilidad de éxito en sus propósitos de venganza; a no ser que...

El ermitaño, para sorpresa suya, no muestra la menor extrañeza ante su relato, ni tan siquiera cuando le revela las apariciones de la enigmática diosa; según le confiesa Zlate, él tuvo también una visión similar tiempo atrás. Pero el tiempo apremia. Su anfitrión le anima a dirigirse a Achen, pero para facilitarle la labor le hace entrega de dos importantes presentes: un frasco de ducre -Tolerm ha perdido el suyo tras la refriega y su posterior huida del poblado- que, junto con la muchacha, le servirán de señuelos para poder introducirse en el refugio de sus enemigos, y un objeto que el ermitaño había arrebatado a un mago al que dio muerte tiempo atrás: una pistola energética de manufactura desconocida para la sociedad medieval del planeta, que le podrá ser muy útil a la hora de enfrentarse con unos enemigos armados exclusivamente con armas blancas.

Parten finalmente Tolerm y la fiel Shaen rumbo a su destino, convirtiéndose en amor durante el camino su inicialmente accidental relación, sin que la reciente viudez del primero sea un obstáculo para ello. Tras un viaje sin incidentes durante el cual la preciada pistola les sirve de importante ayuda, ya en las cercanías de Achen tropiezan con un carro conducido por dos magos que, debido a una avería, se ha quedado rezagado del convoy del que formaba parte. El carro va cargado de objetos y alimentos arrebatados a los campesinos, y el guerrero no lo duda un solo instante: tras desembarazarse de sus ocupantes, decide aprovecharlo para, camuflado como uno de sus enemigos, poder introducirse subrepticiamente en la fortaleza.

Claro está que con lo que no contaba es con una ayuda inesperada que de repente le surge en su camino: se trata de su fiel camarada Brukal que, acompañado por una pequeña hueste de guerreros, le ha venido siguiendo desde poco después de su huida de la aldea y que, gracias a las indicaciones del ermitaño, ha podido localizar. Su sacrificio, le dice a su amigo, no ha sido en vano, y la llama de la rebelión ha comenzado a prender en los valles sometidos a la tiranía de los magos.

Al frente de su pequeño ejército, y camuflado de mago, Tolerm traza un audaz plan. Mientras sus compañeros se deshacen de los confiados centinelas y toman posiciones en las entradas de la ciudadela, él consigue introducirse en el edificio donde todos los magos, incluyendo a su líder, están celebrando una fiesta. No tarda en ser descubierto, pero esto entraba también dentro de sus planes; desenfundando la pistola, consigue arrasar el edificio matando a la mayor parte de sus ocupantes, que nada pueden hacer con simples espadas y lanzas para hacerle frente. Con la ayuda de sus camaradas consigue rematar la victoria y liberar a las muchachas que los brujos mantenían prisioneras, pero...

Los magos exterminados con tanta facilidad no eran los verdaderos amos, sino unos simples peones de los misteriosos brujos de Arkand, los verdaderos señores del planeta; y gracias a un misterioso artefacto -para el protagonista, no para el lector, que fácilmente lo identifica con una emisora- éstos logran enterarse de lo sucedido antes de que Tolerm acabe destruyéndolo. El caudillo de los atacantes está intranquilo, ya que teme la venganza de los hombres de Arkand, razón por la que propone a sus hombres que se marchen de allí inmediatamente; pero éstos, fatigados tras la batalla y ebrios de riquezas tras el saqueo, rehúsan partir sin antes haber descansado.

Resignado, Tolerm decide acampar en las cercanías de la destruida Achen... y esa misma noche son objeto de un brutal ataque en el que los hombres de Arkand ya no utilizan armas primitivas, sino vehículos voladores equipados con armas similares a la pistola del protagonista, con los cuales siembran la muerte y el terror entre los despavoridos aldeanos sin que Tolerm, pese al auxilio de la pistola, pueda hacer nada por evitarlo.

Cuando recobra el sentido, perdido tras el ataque de sus enemigos, Tolerm es consciente de que se encuentra prisionero de los crueles hombres de Arkand, encerrado en una mazmorra de la cual la fuga es imposible. Enfrentado a su negro destino, el antiguo campesino descubre con sorpresa la presencia de la diosa... que ahora no sólo se muestra ante sus ojos, sino que también, por vez primera, le puede hablar, revelándole una historia maravillosa que a duras penas es capaz de comprender.

Su nombre es Alice Cooper, y viene de más allá de las estrellas. Su misión es explorar el planeta natal de Tolerm, pero hasta poco antes sus comunicaciones -ella le explica que en realidad su cuerpo está en otra parte, en un gran navío, el Silente, que orbita en torno a su mundo- estaban siendo interferidas, por lo que tan sólo podía comunicarse con él de forma muy fragmentaria y sin posibilidad de hablarle; tan sólo la destrucción de la guarida de los magos de Achen -el mecanismo perturbador se encontraba oculto en la emisora con la que éstos se comunicaban con Arkand- ha permitido que la comunicación holográfica -palabra que lógicamente Tolerm no comprende- pudiera ser restablecida.

Pero la diosa hace un prodigio todavía mayor, arrebatar al prisionero de su celda -en espíritu, no físicamente- trasladándole al puente de mando del Silente, donde le explican que pertenecen a una organización llamada Orden Estelar y que han tropezado con la oposición frontal de los gobernantes del planeta -los hombres de Arkand- para intentar un acercamiento que permita sacar a sus habitantes de la miseria en la que se hallan sumidos. Pero sospechan que éstos están cometiendo una felonía con sus súbditos, lo cual les autorizaría a realizar una intervención que acabara con su odioso régimen... para lo cual necesitan la ayuda de Tolerm.

Apenas sin tiempo para transferirle la información necesaria para sus planes, se ven obligados a devolverle al calabozo, a donde han ido a buscarle sus carceleros. Éstos le llevan a presencia de los jerarcas de Arkand, los cuales no tienen el menor reparo en informarle de que ha sido condenado a muerte, ofreciéndole una muerte rápida y sin dolor a cambio de información. Tolerm no sólo se niega a hacerlo, sino que les echa en cara ser los responsables de la situación de postración en la que se encuentra el planeta al haber rehusado todos los ofrecimientos del Orden Estelar.

Sus interlocutores montan en cólera y, convencidos de su impunidad, hablan demasiado, confesando que desde muchos años atrás mantienen engañados a los representantes del Orden Estelar, de quienes reciben medicinas para combatir a la plaga... que ellos mismos mantienen viva mediante la dispersión de las esporas del ducre, al ser esta especia el desconocido vector de la enfermedad. Y no sólo expolian a sus súbditos regateándoles cicateramente una cura que no tienen la menor intención en aplicar de forma indiscriminada mintiendo así al Orden Estelar, sino que además utilizan los vehículos y las armas que éste les ha suministrado no para auxiliar a los nativos, sino para sojuzgarlos.

El líder de los hombres de Arkand se muestra arrogante y confiado ante lo que él interpreta como la estupidez de sus visitantes, pero... todos ellos se llevan una monumental sorpresa cuando las tropas de asalto del Silente desembarcan en Arkand y, en un audaz golpe de mano, hacen prisioneros a todos sus ocupantes al tiempo que liberan a sus cautivos. Al frente de ellas viaja la propia Alice Cooper, la cual responde a las hipócritas protestas de éstos revelándoles que, con las pruebas conseguidas, tiene perfecto derecho legal a intervenir en el planeta para erradicar la tiranía.

Y eso es todo. Los tripulantes del Silente han logrado resolver una crisis que se arrastraba desde muchos años atrás, y tras acabar con el despótico régimen de Arkand un nuevo Mundo Olvidado se reincorporará al orbe civilizado. En cuanto a Tolerm y Shaen... bien, ambos tienen toda una nueva vida por delante.



Publicado el 5-10-2004 en el Sitio de Ciencia Ficción