Las huellas del Imperio




Esta novela, con la que se inicia el noveno tomo de la edición de Robel, fue publicada originalmente con el número 525 de La Conquista del Espacio, teniendo como motivo de interés el hecho de ser el episodio de la serie del Orden Estelar en el que nos es presentado un personaje, la oficial Alice Cooper, que más adelante tendrá una significada participación en diferentes episodios. Conviene recordar que, si nos ceñimos no a la cronología interna de la serie, sino al orden de publicación original de las colecciones de Bruguera, Las huellas del Imperio no fue la primera novela de esta protagonista, sino una especie de flash-back -por usar el conocido barbarismo cinematográfico- aparecido con posterioridad a sus aventuras a bordo del Silente, anomalía que corrigió Ediciones B en su truncada reedición al convertirla en el primer episodio del primero de los cuatro volúmenes que llegaron a ser publicados. Todavía con mayor razón Robel hizo lo propio, evitándose de esta manera el caótico orden de publicación de Bruguera. Por esta razón, resulta conveniente no adelantar demasiados detalles de la biografía de Alice Cooper en aras de un mejor seguimiento de las novelas.

En Las huellas del Imperio nos encontramos con una joven Alice Cooper recién salida de la academia naval del Orden Estelar no con el grado de alférez, como deseaba, sino con el más modesto de sargento, lo que le supone una frustración difícilmente superable puesto que la tradición familiar -su padre es un prestigioso oficial de la Armada- así lo exigía.

No obstante, el coronel Cooper no se encuentra en condiciones de censurar la carrera militar de su hija; poco antes, cuando se encontraba al mando de una nave exploradora UNEX en las cercanías de la nebulosa Altear, había sido atacado a traición por los nebulanos, al parecer un último vestigio del extinto Imperio Galáctico que, imbuidos por un fanatismo difícilmente explicable, consideran al Orden Estelar como su enemigo mortal. Aunque el coronel Cooper había logrado salvar la nave, las heridas sufridas habían sido de tal magnitud que los médicos tan sólo habían logrado salvar su cerebro. Por fortuna el rescate de una antigua técnica imperial permitía la creación de un clon al que poder transferir su cerebro, pero sería un proceso bastante lento que llevaría, con toda probabilidad, años.

Mientras tanto la joven Alice ha de incorporarse a su destino. Éste no es otro que el planeta Shefuran, un remoto mundo fronterizo habitado por una raza pacífica que jamás ha creado problemas ni a los imperiales primero ni a los representantes del Orden Estelar después... un destino aburrido, en suma, de no darse la circunstancia de su cercanía a la nebulosa Altear, en cuyas proximidades patrulla de forma rutinaria la reducida guarnición del planeta. Con ella viajan el capitán Salvochea y el teniente Stenzel, inmediatos superiores suyos y compañeros de aventuras en el futuro. La sargento Cooper se incorpora a su destino intentando luchar contra el aburrimiento, para o cual decide visitar al pintoresco descendiente de los antiguos virreyes imperiales, un anacrónico personaje que mantiene su ficticio cargo gracias a la tolerancia del verdadero gobernador ayudado, eso sí, por su ascendiente sobre los nativos. Sin embargo, pronto empezarán a cambiar las cosas de forma drástica.

Según todos los indicios el padre de Alice Cooper fue víctima de una celada, posible únicamente mediante traición. El principal sospechoso es el propio comandante del destacamento, el coronel Brogden, pero carece de pruebas que lo incriminen; y no es ella la única que recela, puesto que el capitán Salvochea le confiesa compartir sus temores. Poco después, durante el transcurso de una patrulla, son atacados por los rebeldes nebulanos de idéntica forma que lo fuera el coronel Cooper; varias naves son destruidas y otra, la que comandaba el teniente Stenzel, capturada y sus tripulantes hechos prisioneros. A duras penas Salvochea y Alice consiguen volver sanos y salvos a Shefuran, tan sólo para descubrir con indignación que, escudándose en las ordenanzas, el coronel Brogden rehúsa pedir refuerzos a una base cercana al tiempo que, de forma sorprendente, envía al resto de sus naves a la nebulosa dejando completamente desguarnecido el planeta. Por si fuera poco, unas extrañas interferencias que desde siempre habían dificultado las comunicaciones de Shefuran con el resto de la galaxia se incrementan hasta el punto de hacerlas virtualmente imposibles.

Mientras tanto el teniente Stenzel es interrogado por sus captores, que desean conocer los códigos que les permitirían salvar con sus viejas naves la barrera defensiva que protege a Shefuran, y éste finge acceder en un desesperado intento de fugarse, auxiliado por los supervivientes de su tripulación. La añagaza se realiza con éxito y, gracias a la oportuna aparición de una patrulla del Orden Estelar, consiguen escabullirse de sus perseguidores en la nave enemiga que han conseguido capturar gracias a su audacia, mientras la numerosa flota de los nebulanos es dispersada por los cruceros gubernamentales.

Simultáneamente en Shefuran han estallado de forma sorpresiva unos graves disturbios en los que los pacíficos nativos, que jamás se habían alzado en armas contra los humanos, presas de una repentina locura colectiva asesinan a varios colonos al tiempo que atacan incluso a las propias fuerzas del Orden Estelar. El coronel Brogden, cuya conducta resulta cada vez más sospechosa, ordena a la escasa guarnición -entre ellos Salvochea y Alice- que sofoquen a sangre y fuego la revuelta. En un episodio que recuerda al argumento de la conocida película 55 días en Pekín, los soldados consiguen liberar a los colonos que se encontraban cercados por los nativos en un edificio de la ciudad, evacuándolos sanos y salvos a la ciudadela donde se alza la base militar. Sin embargo, el peligro permanece latente puesto que la reducida guarnición es incapaz de defender la ciudadela frente al ataque masivo de una horda enloquecida a la que no parecen importarle lo más mínimo las cuantiosas bajas que diezman sus filas.

En este dramático escenario Alice Cooper y el coronel Brogden mantienen una tensa conversación en la que este último niega las acusaciones de traición, que manifiesta no obstante conocer, aunque coincide en la apreciación de la existencia de un enemigo infiltrado en sus propias filas. Como muestra de ello, comunica a la joven suboficial la existencia de un plan secreto gracias al cual los cruceros de la guarnición habían podido hacer frente a la invasión de la flota nebulana, algo que sólo habían logrado retrasar debido a lo exiguo de su número, aunque sí habían conseguido rescatar al teniente Stenzel y a sus compañeros.

Dadas las circunstancias, el principal sospechoso comienza a ser el aparentemente inofensivo noble imperial, hasta ahora ignorado por todos. Sobre todo, un hecho llama la atención de los militares, la repentina furia desatada en una raza hasta entonces pacífica, lo que les hace pensar en la existencia de una manipulación de los mismos. Así, mientras el coronel se zambulle en el estudio de antiguos documentos de la época imperial, Alice es más expeditiva y destruye con disparos de cañón la ruinosa residencia de los antiguos virreyes, incluyendo unas extrañas instalaciones ubicadas en su parte trasera. Las consecuencias no tardan en hacerse notar: las extrañas interferencias que impedían las comunicaciones desaparecen como por ensalmo, al tiempo que el ataque de los nativos resulta ser mucho más débil de lo temido, pudiendo ser fácilmente rechazado por los defensores de la fortaleza.

Mientras tanto, el coronel ha conseguido encontrar la información que buscaba. Tal como sospecharan, los nativos del planeta no son producto de la evolución natural, sino de un experimento genético desarrollado por los científicos del Imperio en la turbulenta época que marcó la agonía de éste. Diseñados para ser utilizados como fuerza de choque de los ejércitos imperiales, poco más que unos robots biológicos obedientes a una serie de estímulos, en condiciones normales serían, por el contrario, los seres más pacíficos del universo... es decir, los soldados perfectos, de no mediar una circunstancia que habría dificultado su participación en las numerosas guerras del Imperio, la breve duración de su estado excitado. En cualquier caso, el colapso final del Imperio había motivado el abandono de los nativos a su propia suerte y el olvido de su origen por parte de todos... excepto por los descendientes de los antiguos virreyes, el último de los cuales ha decidido utilizarlos en apoyo de un maquiavélico plan.

Por si pudiera existir todavía alguna duda, el ultimátum que éste da a los soldados acaba por despejarlas. El traidor, tras llevar años fingiendo, ha trabado una alianza con los nebulanos, que desean apoderarse del planeta. Debido a sus limitaciones los nativos no son una fuerza de choque capaz de poner en jaque a la guarnición, pero el asalto a la ciudadela se convertiría en una carnicería que, arropada por una hábil propaganda, culparía al Orden Estelar del genocidio de una de las razas más pacíficas de la galaxia, forzando probablemente a la evacuación del planeta... que sería ocupado inmediatamente por los nebulanos.

Por fortuna, la decidida intervención de Alice Cooper destruyendo las instalaciones que controlaban las mentes de los pacíficos nativos ha logrado evitar la masacre, lo que deja al traidor sin coartada para su felonía. Pero el peligro persiste ya que los nebulanos, aprovechando que el planeta ha quedado desguarnecido, desembarcan en Shefuran con la pretensión de expugnar la ciudadela... y frente a éstos no hay defensa posible, ya que a su determinación se une una falta total de escrúpulos que no les impide desembarazarse de su antiguo aliado.

La crisis, una vez más, se resuelve muy al estilo de la serie B, con la oportuna llegada de una poderosa flota del Orden Estelar que, alertada por los cruceros que poco antes se enfrentaran con las naves rebeldes, se encarga de neutralizar a los soldados enemigos. Todo está, pues, resuelto, incluso el idilio entre la joven Alice Cooper y el teniente; pero ésta tiene antes algo pendiente, una visita a su padre en la lejana Tierra. Le lleva, asimismo, una agradable sorpresa, su recalificación en la academia con el nuevo grado de alférez; oficialmente se trata de la corrección de un involuntario error, pero corre el rumor de que en ocasiones los responsables de la misma proceden deliberadamente a conceder grados inferiores a los correspondientes por sus méritos a jóvenes alumnos especialmente dotados, con objeto de estudiar su comportamiento frente a situaciones de crisis antes de otorgarles, si procede, su verdadera graduación.

En cualquier caso, el coronel Cooper tiene motivos sobrados para sentirse orgulloso de su joven hija.



Publicado el 14-4-2004 en el Sitio de Ciencia Ficción