Los mercenarios de Whutoo




A partir de Las huellas del Imperio la reedición de Robel se ciñe a la anterior de Ediciones B, de modo que Los mercenarios de Whutoo, inicialmente aparecida con el número 672 de La Conquista del Espacio, se sitúa inmediatamente detrás de la anterior tanto en el primer tomo de la edición de Ediciones B como en el noveno de la de Robel, al cual completa.

Los mercenarios a los que hace referencia el título, oriundos del planeta Whutoo, son una raza guerrera al servicio de los Amos, unos poderosos seres que los utilizan como fuerza de choque para invadir y sojuzgar el sector de la galaxia que dominan. Los métodos empleados por los mercenarios no pueden ser más expeditivos y brutales, pero ellos mismos son asimismo unas víctimas de sus amos, los cuales los controlan merced a unos implantes en sus frentes -los Signos- al tiempo que no dudan en castigarlos cruelmente, ni incluso en desembarazarse de ellos, a la menor muestra de desobediencia.

El comandante Sarkem, responsable de un crucero de guerra de Whutoo, vuelve a su base tras una expedición punitiva al planeta Mirgo, cuyos habitantes humanoides se habían sublevado contra los Amos. Tras una dura lucha sus enemigos han sido duramente castigados, y las bodegas se encuentran atestadas de prisioneros... pero el buque ha sufrido graves desperfectos en el transcurso de los combates y es necesario abandonar temporalmente el hiperespacio para realizar las reparaciones necesarias. Se encuentran todavía en el espacio normal cuando detectan un buque mirgo que se dirige hacia su planeta, aparentemente ignorante de la aplastante derrota sufrida por su pueblo.

Sarkem no duda un solo instante en ordenar la captura y abordaje del torpe navío, el cual es asaltado por sus tropas y conquistado a costa de graves pérdidas. La nave en sí no presenta mayor interés al tratarse de un tosco y atrasado diseño, pero transporta en su interior dos sorpresas: unos motores hiperlumínicos de moderno diseño, aparentemente instalados poco antes en sustitución de los originales, y una humana de origen desconocido -no porta el Signo, como todos los habitantes de Whutoo- aparentemente aliada de sus enemigos, la cual es hecha prisionera.

La presencia de la mujer en la nave mirga representa todo un enigma para Sarkem, que intenta sonsacarle información antes de llegar a su destino. Su nombre es Alice Cooper, ya conocida por los lectores de La Conquista del Espacio dado que, al igual que ocurriera con la novela anterior, Los mercenarios de Whutoo fue publicada inicialmente mucho después de los episodios clásicos en los que es protagonista indiscutible, pese a tratarse de aventuras juveniles anteriores, dentro de la cronología interna de la serie, a los mismos. Eso sí, aquí ha ascendido ya al grado de capitán.

La conversación entre Alice y Sarkem es en principio un diálogo de sordos, pero la joven consigue insuflar en la mente del comandante el germen de la duda... a ello hay que unir la sorprendente paradoja de la similitud entre sus uniformes, plata y negro, que parece indicar un remoto origen común, y el hecho nada desdeñable de que Alice le recuerda poderosamente a una antigua compañera suya fallecida durante el asalto a la nave mirga. Así pues, venciendo todos sus condicionantes mentales, el comandante acaba tramando un audaz y desesperado plan: tras fingir un falso accidente en el curso del cual habría fallecido la muchacha, esconde a ésta en su propio camarote y la desembarca de incógnito llevándosela a su propia residencia en Whutoo, a salvo de miradas indiscretas.

Lamentablemente su plan no tardará en ser descubierto por el régimen dictatorial que gobierna con mano de hierro el planeta, y es el propio Supremo -el jerarca máximo de Whutoo, por encima incluso de los propios Amos- quien le interroga en persona. Aunque de momento queda libre, sabe que sus días están contados. Por fortuna para él es la intrépida Alice quien toma las riendas de la fuga. Después de arrancarle el Signo -en realidad un módulo de control mental- de la frente, le propone apoderarse por sorpresa de la astronave mirga, que permanece custodiada en el astropuerto, y huir con ella antes de que sus persecutores tengan tiempo de reaccionar.

Así lo hacen, llevándose con ellos a un viejo almirante amigo de Sarkem, cuya autoridad necesitan para abrirse paso hasta el buque. Durante el viaje desde la residencia del comandante hasta la base naval aprovecha Ángel Torres para darnos información acerca de la sociedad de Whutoo, que a la opresión de los Amos une una inexorable decadencia tecnológica que hace que su predominio sobre los planetas vecinos se sustente en una base cada vez más precaria. Dicho con otras palabras, los Amos llevan siglos viviendo de las cada vez más mermadas rentas del pasado.

La captura de la nave y la posterior fuga tienen lugar con éxito, pero sus problemas no han terminado todavía. En el interior de la nave se encontraban, en el momento del despegue, dos Amos -descritos por el autor como unos extraños seres ameboides con zarcillos en lugar de extremidades- y dos soldados. Pese a su largo condicionamiento Sarkem no duda en llevarse por delante a sus dos enemigos, al tiempo que neutraliza a los soldados, inocentes al fin y al cabo. Poco después Alice se encargará de arrancarles los Signos a ellos y al almirante, al igual que lo hiciera con el propio Sarkem.

Finalmente, Alice y sus compañeros llegan sanos y salvos al lugar en el que orbita la nave exploradora a cuya dotación pertenece la muchacha, no sin que antes ésta haya hablado largo y tendido con Sarkem y el almirante con objeto de poder descifrar el enigma. Todo parece indicar que el origen de los humanos de Whutoo es una nave exploradora perdida en los inicios de la expansión del Orden Estelar, tal como parecen sugerir los uniformes de los mercenarios, y la consulta a los archivos de la nave confirma el nombre y la época del buque perdido, del cual no se habían vuelto a tener noticias. Para los protagonistas la historia está clara: La nave se averió cuando toda la tripulación estaba sometida a hibernación -algo habitual en aquellos tiempos para viajes extremadamente largos-, lo que había permitido su captura por parte de los habitantes ameboides de Whutoo. Éstos, incapacitados por alguna razón para expandirse fuera de su mundo natal, habrían convertido, a ellos y a sus descendientes, en esclavos sometidos por los Signos con objeto de utilizarlos como fuerza de choque de su política colonialista. Por desgracia para ellos la muerte de los primitivos exploradores habría causado la pérdida de sus conocimientos tecnológicos, impidiendo la renovación de su vetusta y cada vez más decrépita flota.

Tras largas deliberaciones -el comandante de la astronave del Orden Estelar, a diferencia de la intrépida Alice, es ordenancista a tope- los oficiales deciden intervenir en Whutoo con objeto de acabar con la política esclavista de los Amos al tiempo que liberan a los humanos de su involuntario papel de esbirros. Pero, claro está, es preciso respetar las estrictas normas que regulan el comportamiento de sus representantes cuando entran en contacto con algún Mundo Olvidado. A consecuencia de todo ello el margen de actuación resulta extremadamente exiguo, para desesperación del liberado Sarkem que no comprende por qué no pueden ser arrasados a sangre y fuego los pérfidos Amos...

Finalmente, Alice y Sarkem optan por llevar adelante un arriesgado plan. Tras desembarcar clandestinamente en el planeta, intentan proceder a arrancar poco a poco los Signos de los humanos liberados... sin éxito, puesto que víctimas de una delación tienen que huir apenas iniciada su tarea. Perseguidos por los cancerberos de sus enemigos, cambian entonces de táctica decidiendo internarse en la misma ciudadela de los Amos. Por desgracia, acaban siendo capturados por el antiguo lugarteniente de Sarkem, un ambicioso asesino que, marginado por el comandante a causa de su carácter sanguinario, planea ahora vengarse de su antiguo superior ofreciéndoselo en bandeja al mismísimo Supremo... cosa que hace para desesperación de la pareja protagonista.

Por fortuna, Alice consigue reconducir de forma inesperada la situación gracias a sus conocimientos y a los sorprendentes descubrimientos que realiza en el interior del santuario del Supremo, construido en torno a un inmenso y antiquísimo reactor nuclear de origen desconocido, quizá incluso anterior a los tiempos del extinto Imperio. Su hipótesis se ve asimismo corroborada por el Supremo, que no muestra el menor inconveniente en dialogar con ella para sorpresa de los nativos que la acompañan.

Aunque efectivamente la presencia en Whutoo del Supremo y los Amos es anterior a la de los humanos tal como sospechara, tampoco son ellos los habitantes originales del planeta sino, probablemente, sus desconocidos constructores... porque el Supremo no es en realidad un ser natural, sino un sofisticado ordenador biológico que, tras la enigmática desaparición de sus constructores, había quedado como único ser vivo en todo el planeta junto con los Amos, en realidad unas simples emanaciones suyas.

Dependiente por completo de la energía emanada por el monstruoso generador nuclear, llegó un momento en el que el Supremo descubrió con alarma que el combustible atómico que lo alimentaba se encontraba ya cercano a su agotamiento; por fortuna para él, la providencial llegada de la nave náufraga del Orden Estelar le había permitido disponer de un pueblo esclavo -los humanos descendientes de sus tripulantes- mediante el cual le había sido posible alzar un imperio estelar del que poder obtener el combustible atómico que necesitaba para su supervivencia.

La llegada de la nueva expedición del Orden Estelar amenaza con alterar sus minuciosos planes, y así se lo hace saber audazmente Alice Cooper, la cual añade que los mismos están ya necesariamente perdidos y su cruel imperio tiene los días contados. El ordenador, lógico al fin, reacciona de una manera impensable en un verdadero ser vivo: tras analizar la situación y llegar a una conclusión análoga a la de la capitana, decide suicidarse aniquilando a sus vástagos, los Amos. De esta manera queda libre la población humana del planeta, que habrá de ser, no obstante, atendida por los psicólogos del Orden para evitar los más que previsibles traumas mentales ante tan drástico cambio en sus vidas.

La pesadilla ha concluido de forma satisfactoria para todos, incluidos claro está los mundos sojuzgados por la desaparecida máquina. Alice Cooper se ha apuntado un nuevo éxito en su fulgurante carrera, pero para sorpresa de su superior, que no ignora su relación afectiva con el nativo Sarkem, ésta rehúsa formar parte del destacamento que desembarcará en el planeta, solicitando por el contrario su inmediato retorno a la Tierra. Allí le espera su padre todavía convaleciente, eso es cierto, pero ella no se ha atrevido siquiera a despedirse del antiguo comandante de la flota de Whutoo. Quizá algún día vuelva a este planeta; pero por ahora, no.



Publicado el 14-4-2004 en el Sitio de Ciencia Ficción