Curriculum adecuado



-Nombre, apellidos y número de identificación fiscal, o NIE si es extranjero -recitó el funcionario de la oficina de empleo con voz átona; después de cinco horas de trabajo ininterrumpido (y veinte años de antigüedad en el mismo puesto) llevaba ya un buen rato trabajando en modo automático.

-Dracul, Vlad Dracul... -respondió el demandante, un anciano de aspecto atildado en cuyo afilado rostro podía apreciarse un inequívoco gesto de incomodidad y desagrado. Y a continuación, desgranó una serie de cifras.

-Vaya -manifestó con sorpresa el funcionario-. Al parecer ésta es su primera demanda de empleo -y tras el asentimiento tácito de su interlocutor continúo-. Tendré entonces que abrirle una ficha. Dígame -preguntó mientras tecleaba-. ¿Cuál es su profesión?

-¿Mi profesión? -respondió el interpelado, mitad sorprendido mitad irritado-. Ninguna servil, por supuesto. Soy conde -concluyó con tono de orgullo herido.

-Pero a algo se dedicaría antes, o bien estudiaría...

Dracul se removió inquieto en su asiento, añorando los tiempos en los que su voluntad era ley y cualquiera que la trasgrediera podía ser ajusticiado sin que nadie le pidiera cuentas. Decididamente, las cosas habían empeorado desde entonces.

-Yo... -vaciló, tal como lo hace quien necesita encontrar la palabra adecuada en un idioma que no es el suyo materno-. Yo era rentista. Siempre había vivido de mi patrimonio, pero la maldita crisis económica me ha llevado a la ruina y por eso me veo obligado a buscar trabajo -concluyó con un hilo de voz, avergonzado ante tan humillante confesión.

-¿Y qué sabe hacer usted?

Durante unos instantes el aristócrata estuvo tentado de responder que era experto en empalar a impertinentes como él, pero finalmente triunfó la prudencia limitándose a decir:

-Se me da bastante bien chupar sangre.

-Pues... no sé si con ese perfil vamos a poder encontrar algo, con lo difícil que están las cosas, sobre todo en la sanidad... y menos aún con su edad -rezongó el funcionario, fastidiado por verse obligado a realizar un trabajo tan inútil.

Pero el ordenador le reservaba una sorpresa.

-¡Vaya! -exclamó perplejo-. Pues sí, ha tenido suerte; aquí hay algo que se ajusta bastante a su perfil. Espere un momento a que se lo imprima y luego puede usted ir a la dirección que se indica.

Varios días más tarde el país entero se sorprendía al conocer el nombre del nuevo ministro de Hacienda, del que se decía que no le temblaría el pulso -algo difícil, por otro lado, dado que llevaba siglos muerto- a la hora de recaudar los impuestos.


Publicado el 19-1-2017