La verdadera historia del milagro de los panes y los peces



Subió Jesús al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Al levantar Jesús los ojos y ver que venía hacia él mucha gente, preguntó:

-¿Donde vamos a comprar panes para que coman éstos?

Le respondió uno de sus discípulos:

-Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes y dos peces, pero ¿qué es eso para tantos? Son unos cinco mil.

Dijo Jesús:

-Haced que se sienten.

Tomó entonces Jesús los panes y los repartió entre los que estaban sentados, e hizo lo mismo los peces, de los cuales comieron todo cuanto quisieron.

Cuando quedaron saciados, Jesús dijo a sus discípulos:

-Recoged los trozos sobrantes para que nada se pierda.

Y con éstos se llenaron doce canastos. Al ver la muchedumbre el milagro que había realizado, decían:

-Éste es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo.

Entonces llegó un personaje que, abriéndose paso entre los asistentes, buscaba a Jesús. Una vez que estuvo frente a él, y tras identificarse como inspector de Hacienda, le requirió las facturas de compra de todos esos alimentos.

Cuando los discípulos respondieron que no había tales facturas, ya que ni los panes ni los peces habían sido comprados, el inspector montó en cólera y les comunicó la apertura de un expediente por contrabando de comida, impago de las tasas aduaneras y violación de la normativa sanitaria, puesto que tampoco contaban con los preceptivos certificados de trazabilidad y de aptitud para el consumo humano. Asimismo requisó toda la comida sobrante, que mandó llevar a Jerusalén para su análisis y posterior venta en los despachos gubernamentales en caso de alcanzar los niveles de salubridad estipulados por la legislación romana, o su destrucción en caso contrario.

-Nos va a caer un buen puro -se lamentó Pedro una vez que el inspector se hubiera marchado y la gente se dispersara, poco predispuesta a tenerlo demasiado cerca.

-A vosotros, no a mí -respondió Jesús-. Mi reino no es de este mundo, así que no tengo obligación de hacer la declaración de la renta; ni siquiera estoy dado de alta como autónomo. Además, para lo que me queda en el convento...

-Pues sí que estamos apañados... -rezongó otro de los discípulos, sin que se pudiera saber quien había sido, aunque todos sospecharon de Judas.


Publicado el 6-6-2016