Se armó el belén



DE: FRANCISCO DE ASÍS, PADRE SERÁFICO
A: PEDRO APÓSTOL, PADRE DE LA IGLESIA


Amantísimo hermano en el Señor.

Por la presente, y en mi condición de introductor de la tradición del Belén durante mi existencia mortal, deseo expresarte mi inquietud ante los rumores que han provocado las recientes declaraciones del Papa acerca de la supuesta condición apócrifa del buey y la mula que suelen acompañar al Niño Jesús, la Virgen y san José en el Misterio de los nacimientos.

Cierto es, y yo no soy quien para enmendar a alguien tan erudito como tu sucesor en la Tierra, que estos dos animales no aparecen expresamente mentados en ninguno de los Evangelios Canónicos, pero no menos cierto es también que éstos tampoco afirman lo contrario, por lo que la antiquísima tradición que sí los cita, recogida en algunos Evangelios Apócrifos, no puede ser desdeñada de una manera tan frívola como injusta e innecesaria.

Por otro lado, y es evidente que aquí sí puedo hablar con pleno conocimiento de causa, cuando yo creé el Belén como representación del nacimiento de Cristo en ningún momento me planteé que éste fuera una reconstrucción histórica fiel de algo que, por haber ocurrido más de mil doscientos años antes en un lugar tan alejado de mi tierra natal, resulta obvio que no podía conocer en detalle, sobre todo si consideramos la extrema parquedad de datos aportados por los Evangelios.

No obstante, no veo la razón por la que esto me pudiera impedir cubrir a base de imaginación los huecos que la historia no nos proporcionaba, dado que con ello no sólo se respetaba escrupulosamente la esencia principal del hecho que se quería recordar, el nacimiento de Cristo, sino que además se realzaba proporcionándole un marco digno y adecuado. Al fin y al cabo, si los escritores se toman licencias poéticas o literarias en sus libros, y si los pintores de todas las épocas no han tenido nunca el menor problema a la hora de introducir anacronismos de todos los calibres en sus lienzos, ¿por qué razón yo, un humildísimo fraile, no iba a poder hacer lo propio, sobre todo si consideramos la grandeza de la representación? Creo, sinceramente, que catequizar sobre el nacimiento de Cristo bien puede disculpar un poco de imaginación poética basada n una tradición milenaria.

Por otro lado, conviene tener en cuenta también que, a lo largo de los siglos transcurridos desde que abandonara el mundo mortal, han sido múltiples las modificaciones realizadas a mi modelo original de las que yo no soy en modo alguno responsable, muchas de ellas radicalmente ajenas al canon sin que por ello nadie se haya rasgado jamás las vestiduras. Son los casos, por ejemplo, de los tipos populares de los preciosos -así como históricamente falsos- belenes napolitanos, por no hablar ya de los exóticos belenes centro y sudamericanos o, todavía más, de los africanos... incluso en la propia Europa las variaciones han sido múltiples, incluyendo algunas tan pintorescas y anacrónicas como las hechas con esos muñequitos de plástico -material totalmente inexistente en mi época, y por supuesto todavía más en la de Cristo- con nombre de estornudo que tanto se popularizaron en la segunda mitad del siglo XX.

Eso sin contar, claro está, con incongruencias de todo tipo, desde la representación de un belén nevado, cuando es sabido que se trata de un meteoro muy inusual en Belén, hasta la representación de personajes y oficios que no existían entonces -¿qué pinta alguien fumando quince siglos antes del descubrimiento de América?-, sin que tampoco falten irreverencias tales como los caganers, sobre los que prefiero no seguir hablando.

Así pues, y por todo lo anteriormente expuesto, en tu condición de primer Vicario de Cristo en la Tierra te ruego que tengas a bien poner en conocimiento de tu actual sucesor la conveniencia de respetar al buey y la mula que yo consideré oportuno colocar en el Portal calentando y alentando al recién nacido Niño Jesús. Al fin y al cabo, si nos ponemos rigurosos habría que convenir en que ni siquiera se tiene constancia de que el Nacimiento tuviera lugar en diciembre, pese a lo cual nadie hasta ahora ha propuesto cambiar de fecha la festividad de la Navidad.

Como dicen en mi tierra se non e vero, e ben trovato, y en esta ocasión creo que el fin sí justifica los medios.

Paz y bien.

Francisco.


Publicado el 20-1-2014