Nuevos tiempos



Luis M., internauta aficionado, era uno de tantos usuarios habituales de la red, aunque distaba mucho de ser un experto en los arcanos insondables de internet. De edad madura y crecido en un mundo en el que la informática estaba reducida a los enormes ordenadores -entonces todavía llamados computadoras- IBM que ocupaban habitaciones enteras, la llegada de los ordenadores personales, con la consiguiente democratización de la informática, le alcanzó demasiado tarde, siendo ya adulto, mientras internet irrumpía en su vida a la par que sus primeras canas.

Así pues, no era de extrañar que a Luis M. le admirara la familiaridad con la que los jóvenes se desenvolvían entre ordenadores, algo radicalmente diferente a lo que les ocurría a los de su generación. Pero no por ello les tenía envidia; al fin y al cabo, para lo que él quería sus magros y autodidactas conocimientos resultaban ser más que suficientes.

En realidad, justo es reconocerlo, Luis M. utilizaba su ordenador tan sólo para juguetear con él... es decir, exactamente igual que la inmensa mayoría de los usuarios. Pero le bastaba con ello para entretenerse, lo único que en el fondo le importaba.

Cada vez que conectaba el ordenador y cargaba el navegador, algo que solía realizar de forma cotidiana, ante Luis M. se abría la más completa fuente de conocimientos que jamás había existido en toda la historia humana, de la cual tan sólo acostumbraba a aprovechar una mínima parte que constituía además sus flecos más anecdóticos o triviales. Y aunque desdeñaba las páginas eróticas y pornográficas, más por su rechazo a pagar por visualizar su contenido que por un verdadero desinterés por el tema, no podía decirse precisamente que sus pautas de navegación fueran lo que se dice demasiado intelectuales, sino más bien justo lo contrario.

Para ser más precisos, habría que decir que Luis M. se limitaba a mariposear sin tino, y sin la menor sistemática, a todo lo largo y ancho de la red... eligiendo los temas de búsqueda poco menos que al azar. Hoy podía ser la heráldica, mañana los deportes invernales, pasado fotografías astronómicas... todo, o casi todo, servía, ya que su eclecticismo era absoluto y tan sólo comparable a su vasta incultura general.

En realidad, para la elección del tema a buscar solía seguir la técnica de la ruleta. Cogía el diccionario enciclopédico que constituía el plato fuerte de su magra biblioteca, lo abría al azar y buscaba en él una definición que le resultara atractiva. Acto seguido, la rastreaba por la red. Era estúpido, por supuesto, pero le divertía.

Claro está que este juego a veces le deparaba sorpresas, como cuando un enlace poco fiable pinchado sin precaución le conectó con un número telefónico de tarificación especial radicado en Singapur, o cuando una página guarra aparentemente gratuita le contagió la sífilis virtual de un molesto virus informático... Pero a base de descalabros, de consultas en los foros cibernéticos y de la instalación de los pertinentes cortafuegos y sistemas varios de seguridad, acabó sintiéndose razonablemente seguro.

Y seguía divirtiéndose.

Hasta que un día...

En esa ocasión la palabra elegida resultó ser “infierno”. Así pues, tras realizar el ritual cotidiano de conexión del ordenador y carga de los pertinentes programas, la escribió en la ventana del buscador y pulsó la tecla de “buscar” tras cerciorarse de haber seleccionado la opción de sólo páginas en español. Y esperó.

Los resultados de este primer intento no se hicieron esperar, aunque como era de temer la cantidad de entradas registradas se mostró de todo punto inabordable. Así pues,  volvió atrás y, tratando de filtrar las numerosas páginas superfluas, probó a combinar “infierno” con otros términos vinculados al mismo tales como “demonio”, “diablo”, “castigo”, “pecado” o “fuego eterno”, lo cual le permitió, tras varios tanteos, reducir la lista a un tamaño más manejable... o al menos, así lo creyó él.

Aparentemente había logrado desembarazarse de páginas tales como la que hacía referencia a un bar denominado “El Infierno” -especialidad en combinados diabólicos-, al equipo de fútbol de una importante capital de provincia descendido la temporada anterior a Tercera División, a las letras de las canciones de un grupo de rock duro o a una desconocida -para él- serie de televisión de los años setenta... algo es algo, se dijo con optimismo.

Pero lo que había sobrevivido a la drástica criba era todavía lo suficientemente heterogéneo como para resultar cómodo, lo que le obligó a realizar una segunda selección en esta ocasión manual.

Allí la verdad era que seguía habiendo un poco de todo: sesudas -se suponía- disquisiciones teológicas, sermones apocalípticos de sectas variadas, la crónica de un incendio forestal que había arrasado varios miles de hectáreas, las lamentaciones -vaya, ésta se había colado- de un conocido actor disconforme con su infernal ritmo de trabajo, la crítica de una película recién estrenada... nada que pareciera ser mínimamente interesante.

Fue en la quinta o la sexta página del buscador, cuando ya estaba comenzando a cansarse, donde encontró algo aparentemente más prometedor. Bajo el epígrafe de “Página oficial del Infierno Católico”, la breve descripción de su contenido invitaba a conocer, libre de tópicos y falsas leyendas, la verdadera realidad del Infierno... sonaba interesante.

Claro está que probablemente sería la elucubración disparatada de algún zumbado o, más probablemente, un sofisticado timo para desplumar a incautos; pero esta posibilidad, lejos de disuadirle, le sirvió de acicate. Al fin y al cabo él no buscaba documentarse, sino tan sólo divertirse, y la página de marras prometía.

Pinchó, pues, con decisión el enlace.

Los altavoces cobraron vida de forma instantánea, reproduciendo una vibrante versión de Una noche en el Monte Pelado, de Mussorgsky, sin duda una ambientación musical harto adecuada. Tras unos segundos en los que en monitor reflejó unos rutilantes juegos luminosos con el rojo en sus distintas tonalidades como color predominante, finalmente apareció en el mismo el mensaje de bienvenida de la página; nada del otro mundo, por cierto, ya que ni tan siquiera la imagen de fondo, un detalle parcial de El jardín de las delicias de El Bosco, tenía demasiado de original.

La lista de posibles opciones del menú lateral era reducida, limitándose a las alternativas habituales: Presentación, Quienes somos, Visita virtual, Créditos... desde luego, el diseñador de la página no se había roto demasiado la cabeza.

Tras una breve vacilación, pinchó Presentación.

En contra de lo que esperaba el texto estaba redactado muy en serio, fingiendo describir al Infierno como si de un lugar real se tratara... tal real como pudiera serlo una localidad turística o una asociación de aficionados a la filatelia. Y por supuesto, seguía insistiendo en que ésa era la única página web oficial del Infierno. Cada vez más intrigado, Luis M. descubrió en una esquina la existencia de un pequeño botón rotulado con la leyenda Para más información, pulsar aquí.

Y lo hizo.

La pantalla cambió entonces por completo, mostrando sobre un fondo irisado el rostro de alguien que, pese a mostrar rasgos netamente humanos, emanaba un cierto aire... demoníaco, pensó Luis M. con aprensión.

Pese a que en un principio creyó que se trataba de una fotografía, descubrió con aversión que el ser que se asomaba a la pantalla de su monitor le miraba fijamente a los ojos, como si escudriñara aquello que se encontraba más allá del cristal. Y no sólo fue eso; también le habló.

-Bienvenido al Infierno, amigo Luis M.

El interpelado sintió como un escalofrío le recorría la totalidad de su espina dorsal, al tiempo que daba un respingo en su asiento como si hubiera sido víctima de un repentino choque eléctrico. ¿Cómo era posible que ese tipo se dirigiera a él por su nombre?

-Comprendo que estés desconcertado. -añadió el ¿demonio?- He de advertirte que, a pesar de las apariencias, ésta no es una página web normal.

-P... pe... pero... -acertó finalmente a balbucir- ¡Pero si no tengo ni el micrófono ni la webcam conectados! ¿Cómo voy a poder contactar contigo?

-Ya te he dicho que ésta no es una página web normal. -insistió su interlocutor con aplomo; era evidente que a pesar de la ausencia del micrófono le oía y, con toda probabilidad, también le veía.

-¿Eres... un...?

-¿Demonio? -completó la frase el visitante sonriendo de oreja a oreja- Digamos que sí, aunque en realidad a nosotros no nos agrada demasiado usar esa palabra debido a sus connotaciones negativas; preferimos llamarnos ángeles disidentes.

-Entonces, eso es...

-¿El Infierno? ¡Pues claro, hombre! ¿Acaso no te has leído el texto de la presentación?

-Sí, pero...

Luis M. sentía que el mundo le daba vueltas. Cerró los ojos al tiempo que respiraba profundamente, contó hasta treinta y volvió a abrirlos, convencido de que tan extraña pesadilla se habría desvanecido ya de su ordenador... pero no era así. El diablo, o quien quiera que fuese ese individuo, seguía aguardando pacientemente detrás del cristal del monitor, con una sonrisa beatífica adornándole el rostro.

Presa de un irreprimible pánico, Luis M. oprimió el interruptor de apagado del ordenador... sin el menor resultado puesto que, contra toda lógica, éste se negó en redondo a apagarse.

-Tranquilízate, amigo; no hay motivo alguno para que estés asustado. Y no te molestes en intentar apagar el ordenador, ya te he dicho en un par de ocasiones que las cosas no eran como parecían ser. Tú me has invocado, y ahora te corresponde atenderme; sería una grosería por tu parte intentar desembarazarte de mí sin dejarme realizar mi trabajo.

-¡Yo no he convocado a nadie! -gimió aterrado, al borde mismo de romper a llorar- ¡Tan sólo estaba navegando por la red!

-Eso no me sirve como excusa. -el tono de voz del diablo sonó adusto- Tú seguiste hasta el final la totalidad del protocolo, a sabiendas de lo que se te advertía. Oficialmente, nos has invocado con todas sus consecuencias.

-¡Escúchame! -estuvo a punto de añadir hijo de Satanás, pero logró contenerse a tiempo- ¡Escúchame bien! Yo no soy ningún ignorante, y sé de sobra que para invocaros hay que realizar un determinado ritual. ¿Dónde se ha visto que se pudiera hacer vía internet?

-Hombre, -condescendió su interlocutor- ten en cuenta que hay que estar abierto a las nuevas tecnologías. Ya me dirás que sentido tenía, a estas alturas, seguir mareando la perdiz con la parafernalia de los aquelarres, los pentáculos y las misas negras... ¡si hasta a nosotros ya nos resultaba ridículo! Lo seguimos manteniendo por tradición y porque siempre hay algún que otro carcamal apegado a las viejas formas, pero como comprenderás no nos quedaba otro remedio que modernizarnos.

-Pues sí que estamos apañados. -gruñó Luis M. con desesperación- Me habéis cazado como a un pardillo.

-Disculpa que te corrija, pero en eso también estás equivocado. -le rebatió el demonio- ¿Quiénes te crees que somos? Sí, ya sé que los otros -su voz se endureció momentáneamente- llevan siglos y siglos cargándonos con el sambenito de que somos unos tal y unos cual, pero te puedo asegurar que se trata de infundios totalmente falsos. No somos en modo alguno peores que ellos, aunque sí diferentes; y esa diferencia es justo lo que jamás han aceptado, acusándonos de todos los males habidos y por haber con tal de desprestigiarnos. Y si me permites que te dé mi versión, verás que al otro lado no es oro, ni mucho menos, todo lo que reluce.

-Entonces... -la voz de Luis M. sonaba desconfiada.

-Queremos que nos conozcáis, que intentéis vencer vuestros prejuicios fruto de una intoxicación milenaria, y que seáis capaces de juzgar por vosotros mismos, y no a través de la visión interesada que os han inculcado los otros. ¿Es injusto, acaso, desear ser oídos en igualdad de condiciones antes de ser juzgados, algo por cierto que siempre se han negado a aceptar ellos imponiéndoos la fe irracional como un valor absoluto? Tan sólo pretendemos intentar demostraros que no somos los malos, por mucho que el enemigo nos haya asignado ese papel en beneficio propio.

-Está bien. -suspiró resignado- Desembucha. Espero que esto no me vaya a perjudicar...

-No tienes por qué temer nada, nosotros somos muchos más respetuosos con los mortales que lo que el enemigo lo ha sido nunca. Por cierto, ¿me permites? Aquí dentro se está bastante incómodo.

Y sin la menor solución de continuidad se desvaneció del monitor para materializarse, esta vez con su cuerpo completo, en el sillón situado a la derecha de Luis M.

Éste dio un respingo pero, rebasado aparentemente el nivel de saturación de su capacidad de sorpresa, logró recuperarse del susto con relativa rapidez, algo a lo que sin duda ayudó el hecho de que su visitante estuviera enfundado en un impecable terno de corte clásico. Desde luego, su apariencia resultaba ser cualquier cosa menos amenazadora.

-¿Eres... -acertó a preguntar- Satanás?

-No, no lo soy. -respondió el visitante con una amplia sonrisa- Por cierto, te agradecería que te refirieras a él como Lucifer... es más políticamente correcto.

-Pues yo había leído que...

-Por desgracia, se han dicho de nosotros muchas tonterías. El Jefe, como cabe suponer, no puede estar en todos los sitios a la vez, bastante tiene con organizar todo el Infierno, así que somos nosotros los que actuamos de intermediarios con los mortales por delegación suya.

-Entonces, ¿tú quién eres?

-Mi nombre propio no te diría nada, y además me resultaría extremadamente difícil traducirlo a tu idioma. Pero como por otro lado tengo la obligación de identificarme, te diré que soy el agente AX-407-B-502/9, éste es mi código oficial de identificación.

-¿Eres un... -Luis M. dudó temiendo utilizar una palabra incorrecta o, peor aún, inadecuada- archidiablo?

La risotada que soltó AX-407 tenía muy poco de demoníaca, y sí bastante de humana.

-¡Oh, no! -exclamó enjugándose las lágrimas de la comisura de los ojos- ¡Qué más quisiera yo! En realidad tan sólo soy un modesto agente captador de tercera clase, algo equivalente salvando las distancias a vuestros teleoperadores; aunque tengo esperanzas de ascender, de aquí a algunos siglos, a la segunda clase... siempre, claro está, que la captación de clientes me vaya lo suficientemente bien. Como puedes comprender, -continuó, desentendiéndose de la momentánea confidencia- para estas menudencias no iban a molestarse en enviar a un pez gordo...

-Comprendo. -masculló Luis M., un tanto acomplejado al sentirse considerado como una simple menudencia. Y armándose de valor, añadió- Bueno, vayamos al grano. Supongo que querrás que te venda mi alma...

Tras una nueva risotada, todavía más estentórea que la anterior si cabe, AX-407 explicó:

-Lo siento, Luis, ya te dije que los mortales estáis intoxicados por toda esa propaganda con la que los otros os han estado bombardeando desde hace milenios. No, no queremos comprar almas, ni la tuya ni la de nadie... ¿Qué podríamos hacer con ellas? Tenemos tantas acumuladas allá en el trabajo, que te aseguro que no sabemos que hacer con ellas. Con el agravante, además, de que nunca podremos desembarazarnos de quienes caen bajo nuestra responsabilidad. Imagínate cual será la magnitud del problema que en reiteradas ocasiones hemos intentado negociar con el enemigo para que suavizaran sus criterios de selección, de forma que no nos mandaran a tanta gente rechazada; pero ni por esas, chico, con esos no hay manera de entenderse de forma civilizada.

-¿...? -el estupor de Luis M. no podía ser más genuino.

-Es fácil de entender, aunque comprendo que puedas sentirte un tanto confundido. -el diablo se retrepó en su asiento en un gesto que tenía mucho de humano y continuó- Como supongo que sabrás, en los albores de los tiempos hubo una ¡hum! revolución en contra del poder constituido allá arriba.

-Te refieres a la rebelión de Lucifer...

-Así la llamaron los vencedores. -respondió con rabia- Son los que ganan quienes escriben la historia, esto es algo que no habéis inventado vosotros. En realidad, y recurriendo a vuestros propios términos, podría definirse lo ocurrido como un movimiento de rechazo al despotismo del Ser Supremo, con el fin de implantar un gobierno más... democrático. Por supuesto la realidad fue mucho más compleja, pero si no es con esta simplificación, no resultaría posible que lo entendieras.

-Y fuisteis derrotados... -apuntó el internauta.

-Así fue. -suspiró AX-407- Y ese fue el inicio de todas nuestras desgracias. No contento con expulsarnos de sus dominios y neutralizarnos de forma que jamás volviéramos a constituir una amenaza, El Gran Enemigo se ensañó con nosotros condenándonos al peor de los castigos posibles: cargarnos con toda la escoria proveniente del mundo de los mortales.

-¿Te refieres a los condenados al Infierno?

-Llámalo así si quieres. Verás. Una vez derrotados, los disidentes decidimos organizar nuestra propia sociedad conforme a los ideales que nos habían conducido a la catástrofe, puesto que seguíamos considerándolos acertados. El lugar que se nos asignó para purgar el destierro era sin duda infinitamente peor que aquél del que fuimos expulsados, pero era lo que había y tuvimos que resignarnos. Eso sí, nos pusimos inmediatamente manos a la obra para intentar convertirlo en un hogar hospitalario que pudiera servir además como ejemplo en contraposición a la tiranía que imperaba al otro lado de la frontera.

»Lo conseguimos, pero en el éxito radicó nuestra perdición. El Gran Enemigo, celoso de nuestros logros y temeroso de que nuestra modesta utopía pudiera acabar socavando los cimientos de su omnímodo poder, decidió asestarnos un nuevo golpe sin que mediara provocación alguna por nuestra parte, con el indisimulado propósito de hundirnos ya para siempre.

»Así pues, cimentó las bases de su religión en una aplicación radical y sin matices del binomio bondad-maldad, por supuesto reservándose el papel de juez y parte a la hora de pesar en la balanza los presuntos méritos o deméritos de todas y cada una de las almas como paso previo para decidir si éstas merecían el premio o el castigo.

»El resto de la historia es sobradamente conocido. A nosotros, que tan sólo deseábamos vivir en paz organizando nuestro propio Paraíso alternativo, se nos asignó el papel de villanos oficiales, obligándosenos a cargar con todos, y son la mayoría del total, a los que tras su muerte se les negaba el acceso al Paraíso... su Paraíso.

-En resumen, -apuntó Luis M.- que os han cargado con el muerto, nunca mejor dicho...

Y ante el mudo gesto de asentimiento de su interlocutor, continuó:

-Lo que no entiendo, es por qué razón queréis conseguir adeptos a vuestra causa, estando repletos como estáis de huéspedes no deseados.

-Tú lo has dicho; no deseados. Ten en cuenta que, a diferencia de nuestros rivales, a nosotros no nos está permitido aplicar el derecho de admisión, no podemos negarnos a aceptar a todo lo que nos envían, con lo cual nos hemos visto inundados por toda una legión de indeseables. ¿Crees que nos hace la más mínima ilusión tener que cargar con la hez y la escoria de la humanidad? Y además para siempre. Es duro, muy duro...

-Pero...

-Comprendo que te resulte difícil de entender tras tantos años de adoctrinamiento, pero intenta, tan sólo por un momento, ponerte en nuestro pellejo. -insistió el visitante- Nosotros no somos los malos por definición, sino simplemente unos disidentes que intentamos organizar nuestra propia sociedad de la manera que estimamos más conveniente, a pesar de las interferencias de todo tipo con las que nos hace la vida imposible un enemigo empeñado en cimentar su propia gloria a costa de nuestro envilecimiento. Pero pese a todos estos obstáculos, nosotros seguimos empeñados en seguir adelante con nuestro proyecto.

»Te voy a revelar un secreto que conocen muy pocos mortales. En realidad no existe un Infierno, sino dos... el tradicional, llamémosle así, donde van a parar todos los miserables que nos envían, y nuestro propio Paraíso, donde tan sólo tienen cabida aquéllos que comparten nuestros ideales. Ya que no podemos desembarazarnos de los primeros, al menos los mantenemos aislados evitando que contaminen al resto.

-Déjame adivinar. -exclamó Luis M. presa de una repentina excitación- Es para ese segundo Infierno, el bueno, para el que estás reclutando gente...

-Exacto. -AX-407 sonrió de oreja a oreja- Pero pasa este menester no nos sirve cualquiera... no desde luego los desechos de tienta que nos mandan los de allá; y como no son idiotas, además intentan por todos los medios posibles privarnos de todos los potenciales candidatos.

-Eso quiere decir que competís con ellos para la captación de acólitos.

-En teoría no, ya que nuestros criterios de selección son muy diferentes de los suyos. ¿Piensas acaso que tenemos el menor interés en toda esa caterva de beatos descerebrados y fanáticos que constituyen su ejemplo a seguir para alcanzar la bienaventuranza? En modo alguno. Si hay algo que nos diferencia claramente de ellos, es en el rechazo frontal a la fe irreflexiva como medio óptimo para alcanzar la salvación. Para nosotros, por el contrario, lo único válido es la reflexión y la capacidad personal de cada individuo para perfeccionarse a través de la meditación y la experiencia.

»Claro está que ni tan siquiera nos han permitido eso, pese a que nuestros posibles candidatos distaban mucho de parecerse a sus fichajes predilectos; en su afán de perjudicarnos lo más posible, reduciéndonos a su simple contenedor de desechos, siempre han procurado arrebatarnos a todos nuestros simpatizantes potenciales por más que según sospechamos, aunque no hay manera de averiguarlo con certeza dado que su Paraíso es un auténtico bunker, éstos no pueden estar demasiado satisfechos allá... menudo aburrimiento. Pero como cabe suponer, una vez que los han dejado entrar jamás les permitirán salir de allí.

-¿Y qué habría que hacer para ir con vosotros? -Luis M. comenzaba a sentirse interesado.

-De momento, por supuesto, morir. -respondió el diablo en tono jovial- En contra de lo que nos acusa la leyenda negra, jamás aceptamos almas pre mortem, ni mucho menos las compramos a ningún precio; el mito del doctor Fausto es una soberana estupidez, una de tantas insidias con las que siempre nos ha calumniado el enemigo.

-Pero...

-Nosotros, en contra de lo que pudiera pensar la gente, sí jugamos limpio. Lo único que pretendemos es informar, dar a conocer nuestra verdad por encima de todas las falsas acusaciones que se nos han atribuido, de modo que los mortales puedan elegir por sí mismos con pleno conocimiento de causa. Teniendo en cuenta todas las trabas contra las que tenemos que luchar para conseguirlo, puedo asegurarte que no se trata de algo precisamente fácil, sobre todo teniendo en cuenta que somos incluso bastante más exigentes que el operador dominante, por usar un término comercial común entre vosotros.

-¿Cómo podría conocer vuestros requisitos?

-¡Oh, es fácil! -sonrió el diablo- También aquí estamos mucho más modernizados que nuestros rivales, que no han conseguido pasar todavía de la cutrez de las apariciones. Basta con que entres en nuestra página web, busques el fichero pdf donde viene todo detallado y te lo descargues; como verás, es mucho más cómodo que con el engorro de los métodos tradicionales. Y si te queda alguna duda, siempre puedes recurrir por correo electrónico a nuestra línea caliente, y no es un chiste, de información.

-¿Sólo eso?

-Bueno, luego tendrás que adaptar tu vida, claro está, a las pautas marcadas, en esto no hay una gran diferencia con los sistemas de reclutamiento del otro lado, y esperar a que llegue el momento de tu ¡hum! tránsito. Por supuesto que una vez allá deberás pasar por un tribunal de selección, eso es evidente, pero si has cumplido satisfactoriamente con tus compromisos, serás recibido en nuestra casa con todos los honores. Si por el contrario no resulta así, pues... -silenció el resto de la respuesta.

»Y ahora, si me lo permites, me tengo que despedir, ya que me aguarda mucho trabajo. No sabes el éxito que está teniendo la informatización de nuestros sistemas, y eso que a pesar de todos nuestros esfuerzos todavía no hemos conseguido remontar hasta los primeros lugares del buscador... pero todo se andará. Eso sí, te agradecería que me firmaras el comprobante de la visita; son méritos a acumular para mi futuro ascenso. -explicó con modestia- No, no te preocupes, no se trata de nada desagradable, no te voy a pedir que firmes con tu propia sangre ni zarandajas por el estilo; se trata de un simple captador de la huella genética, y sólo tienes que presionar con el pulgar aquí.

Dijo, mostrándole una pequeña lámina flexible que se había materializado entre sus bien cuidadas manos.

-Antes de firmar, -advirtió- puedes leer todas las cláusulas. Nosotros no engañamos a nadie, no hay letra pequeña y tampoco te compromete a nada, salvo a reconocer que te he visitado. Y ahora, -concluyó, haciendo desaparecer el artilugio- tan sólo me resta desearte mucha suerte. Hasta pronto, amigo... o mejor dicho, hasta tarde. -rió su propio chiste.

Y se esfumó dejando a Luis M., solo ante el parpadeante ordenador, dudando de si se habría tratado de una simple alucinación o si, por el contrario, la visita del diablo habría sido real.

-Bueno, -se dijo al cabo con pragmatismo- si es cierto, lo único que tengo que hacer es volver a buscar la página y descargarme el fichero.

Y así lo hizo.


Publicado el 21-4-2011 en el Portal de Ciencia Ficción