Bienvenido a la eternidad



Agonizaba. Su larga vida de casi 92 años llegaba a su fin, esta vez de forma definitiva después de haber burlado dos veces a la muerte, la primera cuando un accidente de tráfico estuvo a punto de matarlo y la segunda cuando le fue diagnosticado un cáncer presuntamente terminal. Y aunque a los médicos no les gustara usar esa palabra, era probable que más de uno hubiera pensado que se había tratado de un milagro, algo que él, agnóstico convencido, no identificó en ningún momento con una hipotética intervención sobrenatural.

En cualquier caso, pronto saldría de dudas. Su cuerpo se extinguía de puro agotamiento, por lo que si de algo estaba seguro, era que no habría un tercer milagro... o lo que quisiera que fuese.

No lo hubo. Su corazón dejó de latir y su espíritu se internó en la desconocida dimensión del sueño eterno.


* * *


Despertó. O al menos lo hizo su mente, puesto que su cuerpo había quedado definitivamente atrás. Se encontraba en un recinto -no le resultaba posible definirlo de otra manera- inmaculadamente blanco y luminoso, que le envolvía con calidez proporcionándole una indecible sensación de bienestar.

-Vaya -se dijo-, si al final va a resultar que sí había algo después de la muerte...

En ese instante apareció el ser. Luz sobre luz, algo parecido a un rostro pero que no era un rostro, un esbozo de cuerpo que no era un cuerpo. Pero existía. Y le habló, con palabras que no eran palabras.

-Bienvenido, te estábamos esperando.

-¿Eres Dios? -le preguntó al ente luminoso. Y sintiendo una emoción que interpretó como una jovial carcajada, se corrigió-. ¿Eres un ángel?

-Bueno, podría considerárseme como tal... -respondió éste-. Aunque, lamento desilusionarte, no tengo ni alas ni plumas.

-Pero eres un ser celestial...

-De una u otra manera aquí todos lo somos... incluso tú a partir de ahora. Pero no divaguemos, por mucho que se hable allá abajo de la eternidad, lo cierto es que aquí también nos falta tiempo. Así que vayamos al grano, por usar una expresión que te resulte familiar, ya que no puedo entretenerme demasiado.

-Tú dirás... -respondió el recién llegado, sorprendido por lo inusitado de la bienvenida.

-En resumen, mi misión es la de liquidar cuentas contigo -le espetó el ángel sin más preámbulos-. O mejor dicho -continuó-, la de informarte de la deuda que tienes contraída con nosotros.

-¿Qué? -la sorpresa del difunto era mayúscula. Ciertamente no se había esperado una recepción al modo en el que la describían los textos religiosos, pero aquello...

-Disculpa, a veces olvido que cuando llegáis aquí soléis estar imbuidos por toda una serie de ideas extrañas acerca de como pueden ser las cosas aquí... incluso los ateos. Mira que hemos insistido veces en que sería necesario proporcionaros unas instrucciones básicas cuanto todavía sois mortales; pero no hay manera, los de arriba se niegan en redondo a introducir el menor cambio, alegando que para eso ya están las doctrinas religiosas... ¡como si tuvieran algo que ver!

Y constatando la perplejidad de su interlocutor, explicó:

-Discúlpame de nuevo, pero es que ya estoy harto de tener que explicar tantas veces las mismas cosas. En resumen, la cosa es sencilla: si fuisteis creados a imagen y semejanza del Jefe, lo lógico será que las cosas funcionen aquí de una manera parecida a como lo hacen allá abajo, ¿no crees?

Él no lo creía así, pero guardó un prudente silencio que el ángel interpretó como una respuesta afirmativa, aprovechando para continuar con su verborrea... o su equivalente inmaterial.

-Te lo explicaré de una manera sencilla. Cada vez que nace un humano, se le abre automáticamente una... llamémosle cuenta bancaria, en la que se le ingresan un número determinado de créditos vitales que deberán durarle durante toda su vida. Aunque la cantidad está calculada para que resulte suficiente, en la práctica no todos consumen sus créditos al mismo ritmo ni de una manera racional, de modo que a la hora de la verdad a algunos no les ha dado tiempo a gastarlos -en especial a aquellos víctimas de una muerte prematura-, mientras que a otros, por el contrario, les faltan por no haberlos sabido ahorrar de una manera racional.

-¿Créditos? ¿De qué me estás hablando? -logró articular al fin-. No entiendo absolutamente nada...

-Lo dicho -bufó mentalmente el ángel-. Me tienen harto. ¿Cuándo dem...? -se interrumpió a tiempo, justo antes de pronunciar el nombre del denostado rival- ¿Cuándo nos mandarán de una dichosa vez los psicólogos especializados en postmortem? A mí no me pagan por esto, ni tampoco tengo la formación académica apropiada.

Consciente de que el pobre difunto estaba cada vez más desorientado, le aclaró:

-Discúlpame una vez más. Los créditos vitales son... ¿has oído hablar del Ángel de la Guarda?

-Sí, pero...

-Bien, esa es otra de las muchas trolas que os cuentan allá abajo. No existen tales ángeles; ¿cómo iban a existir? No habría suficiente personal en toda la plantilla para asignaros un guardaespaldas a cada uno de vosotros. Así pues, se arbitró el sistema de los créditos, que viene a ser una especie de custodia a distancia... o automática, como prefieras, pero que en la práctica funciona bastante bien.

Hizo una pausa y continuó:

-Los créditos sirven, en esencia, para lo mismo, pero sin necesidad de tener ocupado al personal. Cuando alguien, por ejemplo, ha estado a punto de sufrir un accidente, o ha conseguido superar una intervención quirúrgica crítica, consume varios de esos créditos conforme a unos baremos establecidos. Obviamente éstos están calculados para una vida normal, es evidente que si tú te dedicas a practicar deportes de riesgo, fumas como un carretero o te bebes hasta los frascos de colonia, corres el peligro de gastarlos demasiado deprisa...

-Y entonces te mueres... -aventuró el neófito.

-No necesariamente; por ley todos estamos sujetos al libre albedrío, lo que en la práctica se traduce en la existencia de un factor de azar. No, no te mueres, simplemente te quedas sin cobertura de cara a futuros riesgos. Hay quien, pese a ello, tiene mucha suerte, la baraka de los musulmanes, y hay por el contrario quien se pega el tortazo a la primera... incluso, en ocasiones, disponiendo de saldo positivo. Para que lo entiendas, en la práctica, su funcionamiento no es demasiado diferente al de los seguros.

-¿Y yo?

-Tú consumiste con creces el saldo. Eso no fue lo malo; como te acabo de explicar tuviste baraka, algo que sin ser frecuente no es en modo alguno inusual. El problema fue que en dos ocasiones, durante el accidente de tráfico y durante el cáncer, tomaste a crédito una cantidad considerable, de la que ahora eres deudor... y que yo te vengo a reclamar.

-¿Cómo dices? -se escandalizó-. Yo jamás pedí nada; ¿por qué no me dejasteis morir entonces? Siguiendo con tu símil, nadie me puede exigir la devolución de un préstamo que yo no solicité y del que ni tan siquiera tenía conocimiento...

-Conforme a tus criterios, no te falta razón -concedió el ente-; el problema es que todavía desconoces como funcionan las cosas aquí. Aunque el depósito original que se os asigna al nacer es una cantidad determinada, en la normativa vigente está contemplada la posibilidad de recibir... em... préstamos en determinadas circunstancias, los cuales evidentemente es preciso devolver junto con sus correspondientes intereses. Para ello no es necesario que lo solicite el interesado, puede hacerlo cualquier otra persona, normalmente algún familiar cercano, la pareja...

-Vaya. ¿Me estás diciendo que, cuando estuve a las puertas de la muerte, bastó con que mi mujer, mi madre o vete a saber quien, rezara pidiendo que me pusiera bueno, para que se me concediera ese supuesto préstamo? Lo encuentro ridículo.

-Ridículo para un agnóstico, pero no para un creyente.

-¡Pues entonces cobrádselo a ellos, no a mí! Yo no pedí ninguna ayuda, ni la esperaba.

-Pero te beneficiaste de ella, así que es justo que asumas tu responsabilidad.

-No sé como podría hacerlo -rebatió, cada vez más irritado-; ni tan siquiera sé si esto no es sino un delirio fruto de los estertores de la muerte.

-Es real. Acabas de ingresar en la eternidad, pero ello no te exime de la obligación de saldar tu deuda.

-Pues... me temo que estoy con lo puesto. No me he traído la tarjeta de crédito.

-Tus burlas están de más -le recriminó el ángel-. Evidentemente no te estamos reclamando dinero, eso sería absurdo, sino el equivalente a la ayuda que recibiste.

-¿Y cómo? En la otra vida, y hasta que me jubilé, yo era abogado. ¿Hay un turno de oficio aquí?

-Te sigues burlando. No, simplemente tendrás que trabajar para nosotros hasta que la deuda quede saldada. Aquí lo tienes todo detallado -algo luminoso apareció a su lado-, junto con el listado de las tareas que tendrás que realizar; hemos calculado que en unos cinco mil años terrestres, si cumples este programa, podrás quedar liberado.

-¡Cinco mil años! -exclamó horrorizado-. ¿Tú sabes lo que dices?

-No es demasiado cuando tienes por delante toda una eternidad. Además, permíteme recordarte que a los intereses devengados se les ha aplicado el mínimo legal, con un tipo mucho más ventajoso que los de la competencia; en Celesbank nos gusta tratar lo mejor posible a los clientes.

-Y si rehúso, ¿qué me vais a hacer? ¿Mandarme al infierno? Por lo poco que llevo visto, quizá fuera ésta una opción interesante.

-El infierno no existe, al menos como tú lo imaginas. Sí, es cierto que el Innombrable posee su propio banco, pero tú no pertenecías a su jurisdicción. No es cuestión de ser bueno o malo, sino de haber sido nombrado cliente de uno u otro dependiendo del reparto de las cuotas. En cualquier caso, te aseguro que las condiciones aplicadas en Finanzas Infernales son mucho más onerosas que las nuestras. Puedes cambiar de entidad, por supuesto, pero la subrogación no está permitida hasta que no se haya cancelado al menos un treinta por ciento del crédito vivo.

-O sea, que me tenéis bien pillado.

-Tómalo por el lado bueno: viviste una vida larga y satisfactoria, eludiste por dos veces a la muerte, tu salud fue siempre buena, tuviste una vejez digna... todo ello gracias a nosotros. Es justo que ahora correspondas.

-¿Y qué me pasará después de que haya liquidado la deuda?

-¡Oh, existen muchas posibilidades! Pero no tienes que preocuparte por ello. De momento, eso sí, tendrás que buscar alojamiento, esto es un centro de acogida para los recién llegados, pero no admiten huéspedes fijos. Por esta razón, con tu permiso, te voy a informar de la magnífica hipoteca a cien mil años que pone Celesbank a disposición de sus clientes preferentes, con cómodos plazos de amortización y las mejores condiciones del mercado...

-Está bien -se resignó-. ¿Dónde tengo que firmar con mi sangre?


Publicado el 26-5-2016