Amor eterno



He perdido a María, la mujer de mi vida, mi esposa ante Dios y ante los hombres.

Ocurrió hace cinco días. Ella estaba sentada en el sillón, leyendo apaciblemente un libro, cuando un infarto la fulminó de forma repentina. Yo estaba allí, a su lado, como siempre desde que nos casamos hace ya tantos años, y fui testigo impotente de cómo la vida pugnaba por escaparse de su cuerpo. A ella, pobrecita mía, no le dio tiempo ni a exhalar un suspiro, ni tan siquiera pudo dedicarme sus últimos pensamientos tal como estoy seguro de que hubiera deseado hacer antes de sumirse en la negra bruma de la inconsciencia.

Los servicios de asistencia sanitaria llegaron a casa apenas unos minutos después, y con una eficiencia digna del mejor encomio la atendieron en la UVI móvil intentando que su yerto corazón pudiera latir de nuevo. Eran unos excelentes profesionales e hicieron todo lo que pudieron, por lo que no les puedo guardar el menor rencor... aunque me la quitaron, me dejaron sin mi María.

Hoy mi esposa se recupera satisfactoriamente en la cama de un hospital, y los médicos dicen que pronto le podrán dar el alta; en esta ocasión la Parca tuvo a bien concederle una prórroga a su vida. Yo tuve peor suerte, un ataque similar me mató hace diez años, y desde entonces soy lo que habitualmente se conoce como un fantasma o, si se prefiere, un alma en pena que vaga desolada por un mundo que ya no me pertenece pero que sigue reteniendo aquello que yo más amo... bueno, en realidad no vago, sino que me mantengo siempre fiel al lado de María aunque ella no pueda ni verme ni sentirme.

Desde entonces, y puedo asegurar que este tiempo se me ya hecho eterno por más que mi espíritu, paradójicamente, sea ya inmortal, me he resistido a obedecer a mi destino marchándome allá donde me corresponde estar ahora, puesto que no quiero hacerlo sin mi María, una María a la que no he abandonado ni un solo minuto en mi nueva ¿vida?

Por ello aguardo impaciente a que ella experimente también el tránsito para que, una vez reunidos y en esta ocasión ya para siempre, podamos viajar gozosos a nuestro nuevo destino, más allá del espacio, más allá del tiempo, más allá de la materia pero no más allá del amor. Esperaba gozoso que ocurriera cuando le dio el infarto, pero tuvieron que quitármela de forma cruel. Ahora tendré que seguir esperando, quien sabe durante cuanto tiempo, prolongando de esta manera mi agonía.

Ella no sabe que la espero, no tiene forma de saberlo ni yo la tengo de decírselo, pero lo haré durante todo el tiempo que pueda; desgraciadamente me reclaman, tiran de mí, quieren arrancarme de un lugar que ya no me corresponde y en el que yo no debería estar.

Sí, lo comprendo, no me niego a obedecer... pero no quiero ir sin mi María.


Publicado el 13-3-2009 en Mi Natura