Suspenso en física





Niños, nunca trepéis por un iceberg



Tal como me he hartado de decir en esta sección, que no por casualidad está dedicada a ello, los periodistas actuales suelen andar muy cortitos de lo que tradicionalmente se conocía como cultura general, y todavía más en el momento en el que nos metemos en temas científicos. Y quede claro que no me refiero a conocimientos que se adquieren en la universidad, sino a otros más sencillos que se estudiaban -ignoro si después de tantas reformas educativas, cada una peor que la anterior se siguen estudiando- no ya en los institutos, sino incluso en los colegios.

Todo el mundo sabe, o al menos debería saber, que el hielo flota en el agua debido a que su densidad es aproximadamente un diez por ciento inferior a la de ésta. En consecuencia, un pedazo de hielo, y tanto da que sea un cubito en un vaso que un iceberg en mitad del océano, flotará en ésta sobresaliendo una décima parte quedando por debajo el las nueve décimas partes restantes.

Dependiendo de su forma la parte sobresaliente podrá variar aunque siempre respetando esta proporción de volumen. En el caso de un cubito, al tener una forma regular, lo que sobresale es una de las caras cuando éstos son cúbicos y la cara superior cuando son cilíndricos. En los icebergs la situación es más compleja dado que su forma es irregular, dependiendo de su centro de gravedad el aspecto que presente. Recuerdo que el centro de gravedad depende de la distribución de la masa, es decir, de la forma del cuerpo, quedando la parte más pesada -o más voluminosa, si su densidad es constante- en la parte inferior y la menos pesada en la superior. Así, si un iceberg tiene una forma parecida a la de un huevo, asomará por encima del agua la parte más estrecha.

Pero aunque su forma sea muy irregular siempre, siempre, flotará con una parte emergida y el resto sumergido bajo el agua. Dicho con otras palabras, un iceberg, al igual que cualquier otro trozo de hielo, nunca podrá hundirse entendiendo como tal que se mantenga sumergido en su totalidad.

Pese a esta evidencia física -por mucho que empujemos un cubito de hielo con una cuchara éste volverá a flotar en el momento que lo soltemos-, en el diario EL PAÍS del 20 de septiembre de 2020 tropecé con el siguiente titular digno de un suspenso para septiembre:


Un iceberg se hunde cuando dos exploradores intentaban escalarlo.


Y se quedaron tan campantes. En el artículo cambia el verbo hundir por el de derrumbar -“En la secuencia se puede ver a los dos exploradores escalando un iceberg en el océano Ártico, cuando de repente la masa de hielo comienza a derrumbarse”-, lo cual si bien mejora algo la redacción, no lo hace lo suficiente puesto que, según el DRAE, derrumbar significa precipitar o despeñar, en el sentido de caerse algo que se ha desprendido del lugar en el que se encontraba.

Basta con ver el vídeo que acompaña al artículo para descubrir que lo que ocurrió en realidad fue que el iceberg se volcó -no se derrumbó, ni mucho menos se hundió- dado que el peso de los dos escaladores lo desequilibró lo suficiente para provocar un cambio en su centro de gravedad forzando a éste a buscar un nuevo equilibrio, exactamente igual que en esos programas idiotas en los que los concursantes tienen que salvar obstáculos que se vuelcan a su paso. Por fortuna los dos escaladores lograron saltar al agua evitando ser golpeados por la masa de hielo que se les vino encima, siendo una lástima que el vídeo se corte justo en este punto ya que, de haberse mantenido unos segundos más, se habría apreciado como, una vez libre de ese peso adicional, el iceberg volvía a su equilibrio inicial.

Pero siempre flotando.


Publicado el 15-11-2020