Menos moros, Caperucita





Castillo de Frankenstein, en Darmstadt
Fotografía tomada de la Wikipedia



En la sección El hacha de piedra del diario EL PAÍS, dedicada a la divulgación científica y firmada por Montero Glez., apareció publicado con fecha 12 de diciembre de 2019 el artículo titulado Frankenstein y el aceite Dippel, en el que se relataba un episodio de la historia de la ciencia perteneciente a la difusa época en la que la alquimia comenzaba a ser reemplazada por la química.

Johann Konrad Dippel, nacido en 1673 y fallecido en 1734, fue un alquimista alemán que obtuvo una sustancia oleosa parecida al alquitrán por destilación de huesos animales, el aceite Dippel o aceite de hueso, al cual le atribuyeron propiedades médicas de lo más peregrino aunque lo que resulta evidente es que se trataba de una sustancia francamente repugnante, no sólo por su origen -cosas peores nos comemos con los alimentos ultraprocesados- sino por su aspecto, olor y sabor. Puesto que su inventor fue acusado -no sé si con razón o sin ella- de realizar prácticas reprobables con cadáveres humanos, existe la teoría, recogida por el autor, de que su biografía, real o fingida, pudo servir de inspiración a Mary Shelley para su famosa novela Frankenstein, hipótesis que se apoya en el hecho de que Dippel nació en el castillo de Frankenstein, situado en las proximidades de la ciudad alemana de Darmstadt.

El artículo, hasta donde he podido juzgar, es correcto desde el punto de vista histórico y además resulta entretenido y está bien escrito, algo que se agradece en este país en el que la divulgación científica es escasa y por lo general mediocre, por no decir decididamente deleznable.

Sin embargo, pese a que el autor no incurre en error alguno a la hora de narrar la historia de Dippel, comete un desliz más que considerable que por si fuera poco nada aporta a la narración, al tratarse de pura retórica... lo que no evita que acabe chirriando por todos los lados.

El gazapo en cuestión aparece, por si fuera poco, en el primer párrafo, que reproduzco íntegro:


“Que Mary Shelley escribiese la novela Frankenstein es un hecho incuestionable. Todo el mundo lo sabe. Lo que la mayoría de la gente desconoce es que existe un castillo con el mismo nombre de su novela y que data de mediados del siglo XIII, es decir, la Edad Media; época europea que duró algo así como diez siglos y cuya característica arquitectónica principal fue la construcción de fortalezas o castillos para defenderse de los moros. Uno de ellos fue el citado castillo de Frankenstein, en Alemania, muy próximo a la ciudad de Darmstadt.”


¿Que la característica arquitectónica principal de la Edad Media fue la construcción de fortalezas o castillos para defenderse de los moros? Y yo sin enterarme. Ahora va a resultar que las catedrales románicas y góticas, por poner tan sólo los ejemplos más evidentes, provienen de la época romana, salvo aquéllas que se pudieran haber construido ya en el Renacimiento...

Mucho me temo que Montero Glez, por muy bien documentado que pueda estar en historia de la ciencia, debe de andar más bien flojito en lo que respecta a la historia en general. Porque si la perla que acabo de comentar fuera poco, nos encontramos con la peculiar afirmación de que todos los castillos medievales europeos se erigieron para defenderse de los moros.

Analicemos en detalle esta más que discutible afirmación. En España y Portugal evidentemente sí fue así, aunque no siempre ya que muchos de ellos se construyeron en lugares muy alejados de la frontera entre cristianos y musulmanes para defender a los reinos cristianos de los vecinos también cristianos, ya que basta con leer someramente la historia medieval española -incluyo a nuestros vecinos portugueses- para comprobar que las guerras entre reyes cristianos fueron tan frecuentes como las que tenían por objeto arrebatar territorios al común enemigo agareno, no siendo en modo alguno excepcional que un rey cristiano se aliara con uno musulmán para atacar conjuntamente a otro cristiano o musulmán, que de todo hubo.

Y eso en España, donde los musulmanes estuvieron asentados durante ocho siglos. ¿Qué pasó en el resto de Europa? Para empezar habría que delimitar el ambiguo -y políticamente incorrecto, aunque eso poco es lo que me importa- término moro. Moro deriva etimológicamente de mauro, que es como los romanos denominaban a los habitantes de Mauritania, territorio que no coincidía con el del país homónimo, sino con el actual Marruecos. Por extensión pasó a conocerse así tanto al resto de los habitantes del Magreb -principalmente Argelia y Túnez- como a los musulmanes españoles con independencia de su origen étnico. Pero desde luego no es en modo alguno extrapolable al resto de los musulmanes, sean éstos árabes o no.

En el resto de Europa los mismos árabes -en realidad una coalición de árabes y bereberes- que invadieron España prolongaron sus correrías por el sur de Francia hasta que en 732 fueron derrotados por Carlos Martel en la batalla de Poiters, aunque no fueron expulsados de Narbona hasta el año 759.

Los musulmanes pusieron pie en Sicilia en 827, completando su conquista en 902. Fueron derrotados a su vez por los normandos en una guerra que comenzó hacia el año 1000 y culminó en 1017. Malta también estuvo en poder suyo entre 870 y 1090.

Y eso es todo en lo que se refiere a los árabes y los pueblos arabizados, puesto que todos sus intentos de conquistar Constantinopla se saldaron en fracasos.

Caso diferente fue el de los turcos, un pueblo también musulmán pero no árabe ni arabizado. Fueron los turcos quienes conquistaron Constantinopla en 1453 y quienes se enseñorearon de los Balcanes durante varios siglos y de Hungría desde 1541 finales del siglo XVII. Asimismo llegaron a sitiar Viena en 1529 y 1683, sin lograr conquistarla en ninguna de las dos ocasiones.

Así pues, aun considerando moro como sinónimo de musulmán, que ya es mucho considerar, se puede concluir que la mayor parte del territorio europeo estuvo libre de su presencia no sólo a lo largo de la Edad Media, sino también en los siglos posteriores. Y desde luego en Alemania, incluyendo Austria, jamás se tuvieron que enfrentar a las tropas de los seguidores de Mahoma a excepción de los ya citados sitios de Viena, que además tuvieron lugar con posterioridad a esta época histórica.

Resulta, por si fuera poco, que Darmstadt, en cuyo territorio se alza el castillo de Frankenstein, se encuentra ubicada en Renania, al oeste de Alemania y a poco más de 30 kilómetros de Frankfurt y 40 de Maguncia, por lo que cabe suponer que sus antepasados medievales tan sólo conocerían a los moros de oídas, y eso con suerte.


Publicado el 18-12-2019