Ir de culo





A mí, la verdad, el culo de Kim Kardashian me recuerda bastante a estas esculturas



Según el Diccionario de la Real Academia, la coloquial expresión “ir de culo”, a la que éste tilda de malsonante, significa “ir mal o desarrollarse insatisfactoriamente”. Y desde luego, por regla general a nadie le suele agradar verse en tamaña tesitura. Sin embargo hay excepciones, como la de la famosa -todavía no sé de donde le ha podido venir la fama- Kim Kardashian, una norteamericana de origen armenio y 34 años de edad -nació en 1980- cuya existencia hasta hace poco desconocía por completo.

Según la Wikipedia es empresaria, modelo y actriz, aunque desde luego su palmarés en el cine y la televisión, donde se dio a conocer en un programa de telerrealidad (sic), no hace prever que le permita alcanzar grandes -ni medianos- galardones. Como modelo lo único que he sacado en claro es que posó, se puede suponer cómo, para Playboy y para alguna que otra revista fashion. Y como empresaria, ya se sabe: tras convertirse en famosilla le ha faltado el tiempo para ponerse a lanzar ropa, perfumes, joyas, bronceadores y hasta magdalenas, todo presuntamente diseñado por ella.

Hasta aquí lo habitual en estos casos -aquí en España también hemos gozado de alguno que otro-, en los que nos encontramos con el gran dilema metafísico de saber qué fue antes en estos individuos, si el famoseo que les facilita aparecer hasta en la sopa, o sus apariciones hasta en la sopa que acaban convirtiéndoles en famosillos; aunque, sean éstos huevo o gallina, lo habitual suele ser que debajo de la cáscara, o de las plumas, haya un vacío casi perfecto. Pero ésta es otra historia que merece ser tratada con mayor profundidad.

Volvamos, pues, a la interfecta, a la que no se le puede negar que con un esfuerzo mínimo se lo haya sabido montar rematadamente bien, aunque hay que reconocer que la culpa no es suya sino de los pánfilos que mantienen a ella y a sus homólogos, siendo de resaltar la forma peculiar e innegablemente original con la que esta moza ha conseguido llegar incluso a las portadas de los periódicos presuntamente serios no sólo en su California natal, sino hasta en los de esta España bobalicona que babea ante estos artistas de la nada: literalmente, yendo de culo.

Que esta señora intentara explotar su palmito no hubiera tenido mucho de excepcional, ya que muchos -y sobre todo muchas- han venido haciendo lo propio desde que el mundo es mundo; pero aunque físicamente la muchacha no estuviera mal tampoco era para tirar cohetes, y era de esperar también que la competencia fuera numerosa. Así pues se le ocurrió explotar una parte concreta de su anatomía, concretamente justo allá donde la espalda pierde su casto nombre.

Cierto es que también habían sido muchas quienes, antes que ella, también se habían dedicado a explotar comercialmente sus traseros aprovechándose de su poder de atracción para los ojos masculinos, al fin y al cabo el erotismo y la pornografía saben bastante de ello; pero la buena de Kim decidió ir más allá y, no conformándose con lo que Dios le había dado, recurrió a las más sofisticadas técnicas quirúrgicas para mejorarlo a lo grande.

Claro está que el verbo mejorar, aplicado a este contexto, puede tener distintas interpretaciones, ya que no a todos les tenían por qué gustar los mismos tipos de posaderas. Esto no arredró en modo alguno a la moza, que entre las distintas alternativas optó por el conocido refrán “burro grande, ande o no ande”, aplicándolo literalmente al turgente conjunto de sus nalgas y convirtiendo éstas en un auténtico espectáculo difícil de cuantificar, sobre todo cuando su propietaria decidió regalar a los mortales con una vista panorámica del sorprendente espectáculo.

Y al parecer ha triunfado, pese a que a mí semejante pandero me recuerda inevitablemente a las famosas Venus paleolíticas que sin duda debían de poner a cien a sus partenaires masculinos entre dos cacerías de mamuts pero que a mí, eróticamente hablando, me suelen dejar más bien frío, aunque he de reconocer que mis gustos en este tema son más bien tirando a clásicos y suelen tender hacia los cánones griegos y renacentistas; pero como sentenció en su día el Guerra -el torero, no el político-, hay gente pa tó. Y probablemente mucha, a juzgar por el revuelo montado tras el clamoroso posado dorsal de la interfecta.

Huelga decir que las consecuencias de todo tipo no se hicieron esperar, de forma que buscando por la red se pueden encontrar numerosas reinterpretaciones jocosas del sobresaliente -en sentido literal- evento. Por mi parte, y dado que también para esto soy más clásico, o más antiguo, he preferido tomar prestado a Quevedo su conocido soneto de la nariz y más concretamente su primer cuarteto, adaptándolo a las circunstancias y pidiéndoles perdón por mi carencia de inspiración poética:


Érase una mujer a un culo pegada.
Érase un culo superlativo.
Érase un culo, capaz te digo,
de pesar al menos una tonelada.


Publicado el 21-11-2014