Paso de vaca





Paso de vaca en El Ferrol



A estas alturas que corren, cada vez que leo una noticia estrambótica me entra la duda de si se trata de una estrategia publicitaria, una broma, una extravagancia, una boutade o, me temo que cada vez con mayor frecuencia, una manifestación más de las tantas paleterías -perdón, quería decir nacionalismos y localismos varios- que últimamente parecen haber brotado como setas por todos los puntos de España.

Esto es precisamente lo que me ocurrió al encontrarme, hace varios años, con el siguiente titular: “Galicia estrena su primer ‘paso de vaca’, porque la cebra no le representa”. Cuando logré recuperarme de mi perplejidad leí con detenimiento el texto abrigando, ingenuo de mí, la remota esperanza de que hubiera podido leer mal, o bien de que su redacción fuera fruto de una errata. O que se tratara, incluso, de la construcción de una nueva cañada en la que tuviera preferencia de paso el ganado bovino.

Pero no, la noticia era real y estaba perfectamente explicada, al tiempo que la fotografía que la acompañaba mostraba como las familiares rayas blancas de estos cruces habían sido sustituidas por un dibujo de manchas irregulares blancas imitando la característica piel de las vacas lecheras de raza frisona, las cuales por cierto no son autóctonas de Galicia. La iniciativa, al parecer, surgió de una granja agropecuaria que presume de criar vacas felices (sic) y se ha especializado en la elaboración de productos lácteos ecológicos, lo cual hasta aquí es bastante normal ya que resulta lógico que una empresa intente publicitar sus productos de la manera más efectiva y original posible.

Lo que ya empieza a no serlo tanto, es que el ayuntamiento de La Coruña entrara al trapo sustituyendo un antiguo paso de cebra por el nuevo “paso de vaca” justo en pleno corazón de la ciudad, el Obelisco, donde sin duda se verá bien puesto que es paso obligado hacia la plaza de María Pita y el casco antiguo. Y no sólo lo hizo el de La Coruña, ya se sabe eso de que todo se pega menos la hermosura; porque en el verano de 2023 me encontré con otro majestuoso “paso de vaca” en El Ferrol aunque, eso sí, no en el centro de la ciudad sino en un barrio digamos normal, acompañado es sí por el tradicional de las rayas.

Puesto que de los munícipes coruñeses o ferrolanos -desconozco si también los habrá en algún otra población gallega- no cabía esperar la búsqueda de un beneficio económico, habrá que interpretarlo -y así lo describían en el periódico- como una campaña de promoción de uno de los principales productos gallegos, la leche, en unos tiempos que no son precisamente de vacas gordas para el sector, y discúlpeseme el chiste fácil.

Hasta aquí no hay nada que objetar. Lo que ya empieza a ser más discutible y, como tal, es el motivo de que lo comente, es la coletilla, a modo de justificación de la iniciativa coruñesa -desconozco las justificaciones que pudieran haber dado sus vecinos de El Ferrol-, de que “ la cebra no representa a Galicia”... Toma, ni al resto de España, ni a Alemania, ni a los Estados Unidos, ni a China, ni a Nueva Zelanda... ya que, como es sabido, salvo en los zoológicos y en los circos esta pariente rayada de los caballos tan sólo habita en las regiones tropicales y australes del continente africano; y no por ello se han abolido que yo sepa los pasos de peatones con rayas blancas en ningún otro lugar del mundo.

Esperemos eso sí que no cunda el ejemplo, ya que de ocurrir esto correríamos el riesgo de encontrarnos en nuestros viajes, y en función de cual sea la fauna local, con pasos de cabra, de oveja, de cerdo, de burro, de toro bravo, de ciervo, de jabalí, de reno, de camello, de elefante, de llama, de oso panda, de armadillo, de avestruz, de canguro -éstos más bien sería saltos-... y gracias a que se extinguieron los dinosaurios.

Puestos a sacarle punta al paso vacuno, convendría recordarles a estos munícipes coruñeses y ferrolanos varias cosas que al parecer ignoran, pese a su obvia obligación de conocerlas. Primero, que los pasos de cebra no se llaman así en homenaje a estos equinos, sino por la similitud de su trazado con la piel de los mismos, una mera cuestión semántica fruto del momento en el que fueron creados, ya que de haberse inventado ahora quizá habrían sido bautizados como “pasos de código de barras”. En cualquier caso, se trataba de que, con independencia del nombre, éstos fueran de fácil visibilidad e identificación por parte tanto de los conductores como de los peatones, una convención cuya utilidad radica necesariamente en que ésta sea de conocimiento común.

Segundo, que la señalización de tráfico -y los pasos de cebra no son una excepción- responde a unos modelos internacionales ideados para que puedan ser interpretados en cualquier lugar del mundo por encima de la barrera del idioma, lo que implica no sólo la necesidad de que éstos sean universales, sino que además no sean alterados a capricho por algún alcalde o concejal que pretenda ir de listillo. De hecho, sé de una ciudad castellana en cuyo ayuntamiento a alguien se le ocurrió la genial idea de celebrar el Día del Orgullo Gay pintando las rayas de un paso de cebra con los diferentes colores de la bandera arco iris que estos colectivos utilizan como enseña; sin entrar en disquisiciones ni juicios de valor sobre estas iniciativas cada vez -por fortuna- más fuera de lugar, el desenlace de la patochada fue que alguien les tuvo que advertir la prohibición expresa de modificar a gusto del consumidor la señalización viaria, incluso de forma temporal tal como pretendían.

Y tercero, que por motivos de seguridad -las motos resbalaban en las zonas pintadas de blanco, con el consiguiente peligro para los motoristas- son muchos los ayuntamientos que han modificado el diseño de los pasos de cebra semaforizados sustituyendo las tradicionales rayas blancas perpendiculares al sentido de cruce de los peatones por dos líneas paralelas que delimitan por ambos lados la superficie de la zona de tránsito peatonal. A juzgar por la fotografía, y teniendo en cuenta que en La Coruña no se puede decir que llueva poco, cabe temer que el flamante “paso de vaca” pueda acabar convirtiéndose en una improvisada pista de patinaje para estos vehículos.

Eso sin contar, claro está, con la desorientación que puede provocar el invento en los conductores y los peatones foráneos que no estén familiarizados con él. En caso de atropello, ¿de quién sería la culpa? A mi modo de entender del ayuntamiento coruñés, puesto que no se puede pretender que alguien que pasa por allí por vez primera sepa identificar convenientemente, y sobre todo a tiempo, tan pintoresca innovación máxime cuando no está reconocida en el Código de la Circulación; no obstante, esto no parece preocupar a sus promotores, los cuales han llegado a afirmar que: “No queremos que este paso de vaca se quede como una anécdota, sino que se exporte como idea para las calles de otras ciudades y pueblos de Galicia. Este primero sólo es el prototipo”.

Sin comentarios.


Publicado el 8-10-2018
Actualizado el 24-11-2023