La telebasura





Viñeta de El Roto


Hace unos días una controvertida presentadora de programas de telebasura afirmaba en público que “no había televisión basura, sino televisión que la gente ve y otra televisión que la gente no ve”. Y se quedó tan tranquila.

Claro está que, siguiendo con su lógica, se podría añadir que tampoco hay mierda, sino tan sólo comida; basta con comprobar los hábitos alimenticios de animales tales como las moscas, las cucarachas o los escarabajos peloteros, por poner un ejemplo, para comprobarlo. Lo que no deja de ser una variante, ligeramente más refinada, del conocido chascarrillo que nos propone comer mierda, porque cien mil millones de moscas no pueden estar equivocadas.

Huelga decir que, con honrosas excepciones, la oferta actual de la totalidad de los canales que se sintonizan en mi televisión es no ya deleznable, sino en muchas ocasiones decididamente repugnante. En conclusión cada vez veo menos la televisión, lo cual no deja de ser una aparente paradoja dado que, con el incremento de la competencia entre los distintos canales, deberían haber aumentado de forma paralela tanto la cantidad como la calidad de los programas emitidos, al menos en lo que a las emisiones gratuitas se refiere.

Lamentablemente no fue así, y de hecho cada vez añoro más la época en la que tan sólo disponíamos de las dos cadenas de Televisión Española, plagadas de programas de dulce recuerdo entre todos los que ya cargamos con cierta edad. De hecho, incluso una serie como Crónicas de un pueblo, concebida como propaganda indisimulada del régimen franquista, resultaba ser, una vez despojada de su torpe envoltura política, una excelente serie costumbrista de la España rural de la época. Eso sin contar con programas tan señeros -e impensables ahora- como Estudio 1 o Novela, con series de todo tipo que entretuvieron mi infancia y mi adolescencia, emisiones continuas de cine clásico que ¡ay! yo todavía no era capaz de valorar en su justo término y, no lo olvidemos, documentales tan celebrados y tan seguidos de forma mayoritaria -entonces no había cadenas alternativas, pero existía el botón que apagaba la televisión- como El hombre y la tierra o Raíces, por poner tan sólo dos ejemplos de temática muy distinta. Hasta los programas infantiles se emitían en horario infantil, es decir, a media tarde, en lugar de esos infames engendros con los que ahora castigan a mayores y pequeños sin distinción de edad.

Pero llegó un momento en el que nos dijeron que el monopolio televisivo era malo, así que empezaron a abrir el grifo a nuevas cadenas. Las primeras que rompieron este monopolio, a principios de los años ochenta, fueron las autonómicas, pero en un principio no todas sino tan sólo aquéllas que, controladas por sus partidos nacionalistas respectivos, decidieron hacer de ellas, con la excusa de la promoción de los idiomas vernáculos, unos instrumentos de propaganda política que habrían hecho palidecer al mismísimo Franco.

Y como todo se pega menos la hermosura y la envidia es también uno de los atributos característicos de los políticos españoles, pronto el resto de los gobiernos autonómicos, aun sin la excusa de los anteriores, comenzaron a decir que ellos también querían su juguetito. ¿El resultado? En la actualidad catorce de las diecisiete taifas cuentan con su televisión autonómica, en ocasiones con varios canales cada una de ellas hasta un total de veinte. Tan sólo Cantabria, la Rioja y Navarra, junto con Ceuta y Melilla carecen de televisión pública -es decir, gestionada por su gobierno autonómico- propia. Telemadrid sería fundada en 1984, aunque no empezaría a emitir hasta cinco años más tarde, mientras la benjamina del grupo, la de Castilla León data de 2009, ya con el país inmerso en plena crisis económica.

El problema que plantean las televisiones autonómicas es doble. En principio, el férreo control político -por no decir llanamente manipulación- por sus respectivos gobiernos autonómicos, hasta el punto -al menos en lo que respecta a Telemadrid, que es la que mejor conozco, aunque me temo que las otras no deben irle muy a la zaga- de que sus informativos son cualquier cosa excepto objetivos, haciendo buenos una vez más a los telediarios de la televisión franquista.

Y por si fuera poco, la bromita sale cara. Según una información que he encontrado en internet fechada a finales de julio de 2011, las subvenciones dilapidadas por las diferentes comunidades autónomas en el mantenimiento de sus canales son las siguientes; las cantidades están registradas en millones de euros y se refieren a esta última anualidad:


Cataluña 330
Andalucía 172
País Vasco 140
Valencia 138
Galicia 115
Madrid 81
Baleares 62
Castilla la Mancha 57
Aragón 56
Canarias 56
Murcia 35
Asturias 30
Extremadura 21

El documento consultado no aporta datos acerca de la televisión autonómica de Castilla León.

Para que nos hagamos una idea de la magnitud de estas cifras, conviene recordar, a modo de ejemplo, que el “ahorro” calculado por la Comunidad de Madrid a cuenta de casi desmantelar en la práctica la educación pública se ha estimado en unos 80 millones de euros, uno menos que lo que nos cuesta la televisión autonómica en este mismo año de 2011.

Y todo ello, conviene no olvidarlo, para unos índices de audiencia que oscilan entre lo discreto y lo paupérrimo.

Eso sí, si prescindimos de lo cara que nos sale la broma, he de reconocer que la programación de Telemadrid -que es la que sintonizo-, excepción hecha de sus informativos sesgados, no es de las peores.

Dejemos ahora los canales autonómicos, cuya principal crítica es que dilapiden de esa manera nuestros impuestos -sí, también se financia así Televisión Española, pero en su descargo hay que recordar que no tiene publicidad y que su índice de audiencia es muy superior al de éstas- y fijémonos ahora en las televisiones privadas. O, más concretamente, en las que surgieron con anterioridad al establecimiento de la TDT.

Éstas fueron en principio tres: Antena 3, Canal+ y Telecinco, pero como Canal+ era de pago vamos a prescindir de ella en principio. Estos tres canales comenzaron a emitir en 1990 y, a diferencia de TVE o de las autonómicas, desde el principio se jugaron sus propios cuartos sin recurrir a subvención alguna. Aunque las programaciones de Antena 3 y Telecinco se orientaron desde un principio a lo puramente comercial, la verdad es que en sus primeros años llegaron a emitir algunos programas decentes, en ocasiones tan celebrados como las series Farmacia de guardia o Los ladrones van a la oficina, por poner tan sólo dos ejemplos. Puede que estas dos cadenas no fueran gran cosa, pero resultaban simpáticas y, en ocasiones, entretenidas.

La cosa comenzó a torcerse en el momento en el que la telebasura comenzó a asomar la nariz en la parrilla televisiva. Quizá su inicio “oficial” haya que fijarlo en marzo de 1997, con el inicio de la emisión del polémico Tómbola curiosamente en un canal autonómico, el Canal 9 valenciano, aunque pronto se comenzó a emitir también en otros canales autonómicos cosechando tanto severas críticas como sabrosos índices de audiencia. Y ya se sabe lo de las moscas...

Aunque Tómbola desapareció de forma definitiva en 2004, por desgracia crearía escuela, hasta el punto de que tanto Antena 3 como Telecinco acabarían convirtiéndose en auténticas factorías de programas similares o, si cabe, todavía peores, situación que ha perdurado hasta ahora. No es cuestión de hacer, puesto que esto nos entretendría demasiado, un listado de programas de telebasura, aunque no puedo evitar la tentación de enumerar al menos los más escandalosos: Crónicas marcianas, Salsa Rosa, Aquí hay tomate, Sálvame, La Noria,... sin olvidarnos de engendros tales como Gran Hermano o sus abundantes epígonos.

Mientras tanto, el panorama televisivo español iba evolucionando. A la par que la degradación cada vez mayor de estas dos cadenas, y en especial Telecinco, surgirían de forma tardía otras dos nuevas, asimismo privadas: Cuatro, una refundación de Canal+ una vez que éste pasó a emitirse dentro de una plataforma digital, en 2005, y la Sexta, ésta con una nueva licencia, un año más tarde. Salvo por algún programa suelto, lo mejor que se puede decir de estas dos cadenas es que, por lo general, eran bastante sositas.

Casi sin dar tiempo a las recién llegadas a asentarse y abrirse camino en la selva de las audiencias, en 2010 se produjo la gran explosión de la televisión digital terrestre, o TDT, que supondría la entrada de multitud de nuevos canales, tanto algunos ya preexistentes como cadenas locales, como otros filiales de las cadenas importantes o, por el contrario, completamente nuevos. Esto hizo que la lista completa de canales sintonizables, al menos en Madrid, ascendiera a varias docenas, pero...

Pronto se vio que no era oro todo lo que relucía. Para empezar yo, ingenuo de mi, suponía que la lógica se impondría surgiendo nuevos canales temáticos que pudieran canalizar la audiencia de forma especializada... ¡Cuán lejos estaba de sospechar la verdad.

Para empezar, los nuevos -o no tan nuevos- canales temáticos se limitaron a cubrir la oferta infantil y deportiva, junto con un par de ellos -Canal 24 horas y CNN+- dedicados en exclusiva a las noticias. Puesto que hace ya mucho que dejé de ser niño, y los deportes jamás me han interesado lo más mínimo, tan sólo me quedaban los dos canales de noticias... y todavía tendría que verlos mermados, como explicaré más adelante.

Por lo demás, las cadenas preexistentes -Antena 3 y Telecinco principalmente- se limitaron a abrir “filiales” en las que repetir su roma oferta, y en cuanto a las nuevas la cosa se repartió entre canales fuertemente politizados y descaradamente sesgados -Libertad Digital, Intereconomía-, una pléyade de canales locales de programación variopinta e imprevisible -no hay manera humana de conocer con antelación lo que van a poner, en muchas ocasiones películas o programas antiguos- y, de remate, un amplio surtido de teletiendas, teletarots y teletimos varios, los cuales no concibo que puedan tener la menor audiencia a excepción de masoquistas o bobos varios. Como prácticamente única excepción surgiría una de las filiales de la Sexta, especializada en emitir películas.

Y éramos pocos y parió la abuela... como era poca tarta para tanto reparto, pronto comenzaría una implacable selección digna de las más drásticas teorías de Darwin. Para empezar la Cuatro fue vendida a Telecinco con el lote de sus canales filiales, incluida la CNN+. Esto supuso, además de la telecinquicización de la Cuatro, con todo lo de peyorativo que pueda tener el adjetivo que acabo de inventarme, la liquidación de la CNN+, uno de los pocos canales decentes del espectro televisivo. Para más inri su señal sería sustituida por un monográfico de Gran Hermano, que ya es hurgar en la herida, y actualmente por un canal llamado Divinity que en nada se diferencia de las otras filiales de Telecinco, a su vez copias baratas de este templo de la telebasura más soez. De paso cayeron otros canales como Veo7, propiedad de El Mundo, y, al parecer, otros están con el agua al cuello, algo que no es de extrañar puesto que no hay ni una sola oferta, entre todas estas novedades, que merezca realmente la pena, salvo para fanáticos convencidos.

Y así están las cosas, con la paradoja -vuelvo a repetirlo- de que, cuantos más canales se sintonizan en nuestras televisiones, más zafia y vulgar es la oferta conjunta, eso sin contar con los demoledores bombardeos publicitarios a excepción, claro está, de los diferentes canales de Televisión Española. Por lo menos, algo bueno llegó a hacer José Luis Rodríguez Zapatero...


Publicado el 8-9-2011