Nueva espada de Damocles



Me dirijo a usted para mostrarle mi disconformidad con el artículo escrito por su colaborador Luis Monje Ciruelo acerca de la ubicación de la futura cárcel de Guadalajara que, con el título de Nueva espada de Damocles fue publicado en el número del día 23 de julio del presente mes; no ya como alcalaíno, sino incluso como simple ciudadano, no puedo estar de acuerdo con la insolidaria actitud de intentar que carguen otros con lo que yo no quiero como forma de librarnos de aquello que no queremos. Es completamente legítimo, por supuesto, rechazar aquello que consideramos injusto, pero no lo es el que consideremos el problema resuelto simplemente porque hayamos conseguido endosárselo al vecino, máxime si tenemos en cuenta que hay muchas cosas que no por ser poco agradables las podemos evitar.

Por otro lado, y por si se diera la circunstancia de que no lo supiera, me gustaría recordarle al señor Monje Ciruelo que Alcalá cuenta en estos momentos con un total de tres cárceles en su término municipal: La mal llamada de Alcalá-Meco, la contigua prisión de jóvenes y la militar, con lo que creo sinceramente que mi ciudad cubre con creces su cuota de contribución en lo que respecta al tema de los establecimientos penitenciarios que, huelga decirlo, en algún lugar han de estar. Por ello, si al señor Monje Ciruelo le molesta tanto que haya una prisión en Guadalajara, le sugeriría que mirara para otro lado y no para donde, como ocurre en Alcalá, estamos ya más que sobrados de este tipo de establecimientos. Y en lo que respecta a su pregunta de “Suscitaría muchos problemas levantar una Alcalá-Meco II en el entorno de la primera?”, me gustaría responderle con otra: Si tuviera que cortar un brazo a una persona, ¿elegiría una que ya estuviera previamente coja?

No creo que sea nada defendible la postura del señor Monje Ciruelo cuando afirma, con todo desparpajo, que “Personalmente abrigo la esperanza de que la nueva macrocárcel vaya a crear un complejo penitenciario en torno a la prisión de máxima seguridad de Alcalá-Meco” lo cual es, dicho con todas las palabras, una postura de lo más egoísta y de lo más insolidario, ya que lo que está mal estará mal para todos y no sólo para la provincia de Guadalajara. Pero el colmo de su actitud es cuando más adelante dice que “Puestos a ser optimistas confiemos en que la macrocárcel vaya a la comunidad de Madrid y una buena parte de sus funcionarios vengan a residir a Guadalajara, y quien dice a la capital dice también Azuqueca de Henares y las urbanizaciones de Cabanillas y Alovera”, frase ésta que no tiene el menor desperdicio.

Yo le pediría al señor Monje Ciruelo que no fuera tan egoísta en sus planteamientos, al tiempo que me gustaría recordarle que sus deseos no son sólo reprobables desde un punto de vista objetivo, sino que además resultan ser completamente ingenuos; me he hartado de repetir, siempre que he tenido ocasión de hacerlo, que Alcalá y Guadalajara están unidas, por mucho que les pese a algunos, para lo bueno y para lo malo, por lo que resulta absurdo intentar separar a ambas y, aún más, buscar la manera de endosar a una todo lo engorroso quedándose con lo demás. Personalmente pienso que si sobra una nueva cárcel en el valle del Henares, y creo que con las tres de Alcalá hay ya más que suficiente, lo que hay que buscar es que la nueva se instale allá donde sea más conveniente, en el convencimiento de que es un problema conjunto que afecta a ambas ciudades y no a una sola, ya que la frontera de la Venta de Meco, por mucho que se empeñen los politiquillos de turno, no es afortunadamente el Muro de Berlín.

Una última recomendación al señor Monje Ciruelo: Piense, siquiera un poco, en los demás.


Enviada el 25-7-1993 a Nueva Alcarria