Javier Marías y la Semana Santa



Puntual como un reloj (mentiría si dijera que no lo esperaba), Javier Marías nos ha vuelto a regalar con su desabrida filípica anual contra las procesiones de Semana Santa. Al igual que en años anteriores voy a intentar responderle de nuevo, esperando en esta ocasión tener más suerte que las anteriores, aunque ni soy notario, ni abogado, ni juez colérico, ni recurro a la bajeza de recordarle la conocida religiosidad de su padre, ni le insulto ferozmente, lo cual dicho sea de paso le dificulta recurrir al victimismo fácil de quien tira primero la piedra y luego se lamenta de que le descalabren a él.

Quede bien claro, para empezar, que me parece muy respetable que al señor Marías no le gusten las procesiones; pero a mí no me gustan otras cosas, y no por ello voy por ahí protestando airadamente, sino que simplemente me aguanto. Pero el señor Marías se equivoca al hacer de un problema particular suyo un presunto agravio general que, por muchas vueltas que le doy, no puedo encontrar por ningún lado. Entiendo que al señor Marías, vecino como es sabido del Madrid de los Austrias, le puedan incomodar las procesiones -escasas en comparación con las de otras muchas ciudades españolas- que desfilan por su barrio durante una semana al año, pero lo que sigo sin entender, como ya comenté hace un año, es que sólo le molesten las procesiones de Semana Santa y no las múltiples celebraciones de todo tipo, como las deportivas, las lúdicas o las reivindicativas, que a lo largo de todo el año colapsan cada dos por tres amplias zonas de Madrid y no sólo su reducido casco antiguo, las cuales dicho sea de paso jamás le he visto criticar.

No obstante, lo que más preocupa de su artículo, ya que se trata de algo impropio de un intelectual de su talla, es que recurra a la flagrante injusticia de confundir la parte con el todo. Es muy lamentable, y por supuesto criticable, que tuviera la mala suerte de tropezar con una persona grosera y maleducada, algo que por desgracia ocurre todos los días, pero ¿esto le autoriza a medir por el mismo rasero a todos los asistentes a las procesiones? ¿Qué opinaría el señor Marías si yo, basándome en la asistencia a los estadios de una minoría vandálica, metiera con ellos en el mismo saco a todos los aficionados al fútbol, él por supuesto incluido? Yo le pediría al señor Marías que tuviera un poco de respeto hacia los demás.


Enviada el 11-4-2005 a EL PAIS Semanal