¿Alcalá xenófoba?



Soy alcalaíno, no he votado a España 2000 y rechazo de plano sus planteamientos políticos, quede esto bien claro para evitar malentendidos.

Pero, como en su día dijo Mario Onaindía refiriéndose a una problemática muy distinta, conviene no confundir la fiebre con la enfermedad. ¿Por qué razón un elevado número de alcalaínos decidieron votar a un partido que hace del rechazo a los inmigrantes la punta de lanza de su ideario político? Basta con darse una vuelta por la ciudad para llegar a una conclusión inmediata: todo parece indicar que el “umbral de tolerancia” -aunque yo prefiero llamarlo “umbral de asimilación”- se ha rebasado con creces, de modo que la sociedad española -y como tal la alcalaína- se ha visto literalmente desbordada.

Permítanme que recurra a un símil: No es lo mismo una lluvia suave y continua que una tormenta torrencial; pese a que en ambos casos el agua es la misma, las consecuencias pueden ser muy diferentes, y mucho peores en el segundo caso. Por desgracia nuestros gobernantes (primero el PP de José María Aznar, y posteriormente el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero) no supieron encauzar de forma adecuada el aluvión de inmigrantes que comenzaron a llegar a nuestro país a mediados de la década de los noventa, y eso a pesar de contar con los precedentes de nuestros vecinos europeos. No escarmentamos en cabeza ajena ni supimos escarmentar en la propia, y ahora estamos pagando las consecuencias.

Rechazo por ello la falsa dicotomía con la que nuestros políticos han pretendido ocultar su patente ineptitud tildando de xenófobos o fascistas a todos aquellos que se muestran críticos con la ¿política? de inmigración que se ha desarrollado en España en estos últimos años. No es cuestión de estar ni a favor ni en contra de los inmigrantes, sino de exigir, aunque mucho me temo que ya sea demasiado tarde, una política de inmigración no sólo justa sino también sensata, algo que por desgracia ni se hizo en su momento ni tampoco se está haciendo ahora. No era solución permitir un flujo incontrolado de inmigrantes dado que la sociedad española -como cualquier otra- no tenía una capacidad de asimilación ilimitada, y también se erró a la hora de no establecer unas pautas de conducta y convivencia de obligado cumplimiento tanto para los nacionales como para los foráneos. Y de esos polvos vinieron estos lodos.

Me entristece enormente que mi ciudad natal haya sido noticia a nivel nacional por algo tan desagradable, pero volviendo a la frase de Onaindía, atacando solamente a la fiebre no curaremos la enfermedad.


Publicada el 27-5-2011, como respuesta a una carta, en la edición electrónica de 20 Minutos