Carta al director de 20 Minutos



Señor director:

Antes de nada, es precisa una aclaración: ésta no es una carta remitida para ser publicada en su diario, sino dirigida a usted personalmente (espero y deseo que tenga la oportunidad de leerla) para manifestarle mi profundo desagrado por lo que considero una desafortunada intervención de su periódico, que me ha dolido doblemente tanto por mi condición de funcionario como por la de lector habitual del mismo, máxime cuando en estos tiempos que corren de manipulación informativa tan descarada 20 Minutos es uno de los pocos medios de comunicación importantes que mantienen una línea editorial independiente sin doblegarse ante las presiones de los ¿gobernantes? de turno.

El motivo de mi malestar es un breve publicado en la página 6 del ejemplar de 20 Minutos de ayer, 25 de octubre de 2012, en la edición de Madrid y que, bajo el titular de “Comparaciones odiosas”, afirma (reproduzco textualmente):

“Funcionarios (+30%). El sueldo medio anual del sector público alcanzó los 29.811 € frente a los 22.790 € del promedio global. Un 30,8% más.”

Evidentemente, aunque el breve no lo especificaba, el comentario se refería a la “encuesta” realizada por el INE y publicada el día anterior por todos los medios de comunicación. Yo la leí en la edición digital de EL PAÍS, y bajo el titular “El salario de los empleados públicos fue en 2010 un 30% mayor que la media”, se especificaba en un cuerpo de letra mucho menor que el dato no incluía a los funcionarios acogidos al régimen de mutualidades, “casualmente” la inmensa mayoría. Me pregunto por las razones de tan llamativa exclusión, aunque tengo sobrados motivos para sospechar que pudiera tratarse de un burdo maquillaje de los datos para evitar que no les salieran las cuentas tal como ellos querían.

Para empezar, no hace falta ser un lince para descubrir que la “encuesta” estaba burdamente manipulada, ya que los funcionarios adscritos al régimen de mutualidades son, vuelvo a repetirlo, la inmensa mayoría de este colectivo de empleados públicos, con la cual la comparación nacía ya coja. ¿Qué empleados públicos habrían sido considerados? Pues, que yo sepa, funcionarios de algunos organismos tales como el CSIC o las universidades, adscritos al régimen general de la Seguridad Social, funcionarios interinos (por cierto, una especie en peligro de extinción), personal laboral en sus diferentes categorías y, supongo que también, empleados de empresas públicas, cargos de confianza (léase enchufados a dedo por los políticos) e incluso puede que también los propios políticos, que bien caros nos cuestan, aunque este dato en concreto lo desconozco.

En cualquier caso la “encuesta” está totalmente sesgada no sólo por lo anteriormente dicho, sino porque además muchos “empleados públicos” no funcionarios (léase cargos de confianza y demás enchufados) suelen cobrar bastante más que un funcionario o un personal laboral medio, y prescindo en aras de la brevedad de hacer comparaciones odiosas sobre los méritos respectivos de unos y otros.

Todavía más, si nos fijamos en las tablas comparativas descubrimos que éstas dejan mucho que desear, y me remito al conocido chascarrillo de que “si yo me como dos pollos y tú no te comes ninguno, la encuesta dice que nos hemos comido un pollo cada uno”. Sospechosamente, los totales aportados por la “encuesta” se aproximan mucho, aunque no coinciden exactamente, a una media aritmética de los distintos apartados, lo cual es un disparate matemático dado que, para que dicha media fuera estadísticamente válida, habría que hacerla ponderada en función del número de integrantes de cada colectivo, teniendo en cuenta algo tan evidente como que en la Administración, al igual que en la empresa privada, hay muchos sueldos bajos por cada sueldo alto (salvo enchufados). Eso sin olvidar, claro está, que para acceder a los niveles altos de la escala de retribuciones es preciso no sólo acreditar una titulación, sino también superar al menos una, y en ocasiones varias oposiciones, lo cual no resulta precisamente sencillo.

Tampoco conviene olvidar que los funcionarios declaramos a Hacienda, queramos o no, hasta el último euro de nuestro sueldo, mientras es de sobra sabido que en la empresa privada se suele dar con mucha frecuencia el escamoteo de parte del salario, que se paga fuera de nómina por supuesto sin cotizar y sin descontarse el correspondiente porcentaje del IRPF.

Asimismo, me gustaría remitirme a la carta que hoy ha publicado su diario y que, firmada por don Víctor M. García, pone el dedo en la llaga al recordar que en los años de vacas gordas, cuando un simple peón de albañil ganaba mucho más dinero (probablemente buena parte de él en negro) que un modesto auxiliar administrativo, nadie se acordaba de estos “pringados”, mientras que ahora no sólo nos están dando bofetadas por todos los lados, muchas de ellas de dudoso ahorro para las arcas públicas, sino que además existe un empeño más que evidente por convertirnos en chivos expiatorios ante la opinión pública, presentándonos como unos “privilegiados” a los que hay que dar hasta en el carnet de identidad, aprovechándose de los instintos más primarios y de la envidia de parte de la población (¿qué puede ganar un parado de la desgracia ajena?) para desviar su atención y su justa ira de los verdaderos responsables del desaguisado, nuestros “gobernantes”. Y así, mira por donde, matan dos pájaros de un tiro.

Sin embargo, y pese a la más que dudosa objetividad de la citada “encuesta”, y más viniendo de quienes viene, su periódico no sólo se hizo eco de ella sin ningún tipo de matización o puntualización, sino que además tergiversó todavía más el mensaje subliminal de la misma al afirmar tan falsa como gratuitamente que los funcionarios ganábamos un 30% más de sueldo, cuando se da la circunstancia de que, tal como he apuntado antes, la inmensa mayoría de este colectivo ni siquiera había entrado en la “encuesta”. Que lo hiciera alguno de los muchos medios de comunicación al servicio de quienes nos “gobiernan” no me habría extrañado, y de hecho supongo que lo harían, aunque por razones obvias no me he molestado en leerlos. Pero que lo haya hecho 20 Minutos me ha dolido mucho, por las razones anteriormente expuestas.

No voy a cometer la estupidez de amenazar con eso tan manido de que “a partir de ahora no pienso volver a leer su periódico”, ya que 20 Minutos es, en general, uno de los pocos lugares donde todavía sigo encontrando una bocanada de aire fresco en esta viciosa atmósfera en la que estamos sumidos. Por supuesto que seguiré leyendo todos los días 20 Minutos, y seguiré también intentando aportar mi granito de arena en forma de esas cartas que de vez en cuando tengo la satisfacción de ver publicadas. Asimismo, deseo alentarles para que no cejen en su empeño, todavía más cuando 20 Minutos es el único superviviente de la no hace tanto tiempo abundante nómina de diarios gratuitos.

Por favor, sigan adelante, y sigan así. Pero al mismo tiempo como funcionario, como lector y como ciudadano les ruego que sean un poco más cuidadosos con unos temas tan delicados, máxime cuando esto puede redundar en un perjuicio totalmente gratuito e injusto para un colectivo que también arrastra su propia cruz, aunque muchos no lo sepan o no quieran saberlo.

Discúlpeme la extensión de mi carta, pero me resultaba imposible decir esto de una manera más breve.


Enviada el 26-10-2012 a 20 Minutos