Que no se acabe la rabia



Excelente el artículo de Javier Marías Que no se acabe la rabia, publicado el domingo 23 de mayo; difícilmente se podían decir mejor las cosas poniendo coto a tanta estupidez buenista de esa que está haciendo estragos últimamente.

Lo único que echo en falta, sin embargo, es que no haya ido un poco más allá aplicando la tesis de su artículo -es absurdo pretender asumir, o exigir la asunción, de responsabilidades actuales por acontecimientos históricos ocurridos en el pasado- a un tema que nos afecta directamente y que últimamente está en candelero gracias a la controvertida Ley de memoria histórica, las responsabilidades por los desmanes cometidos durante la Guerra Civil. Bien está, faltaría más, que se exhumen las fosas comunes y se entreguen los restos que allí yacen de forma anónima a sus familiares. Bien está, también, que se repare la memoria de aquellos injustamente tratados y asesinados, como fueron los casos de Miguel Hernández y de García Lorca, por poner tan sólo dos de los ejemplos más conocidos.

Pero de ahí a pretender resucitar cualquier tipo de revanchismo político más de setenta años después de ocurrido el conflicto, cuando ya la inmensa mayoría de sus actores están muertos -como bien dice Marías difícilmente se puede juzgar a alguien que ya no existe-, media un abismo, y lo peor de todo es que sus promotores han conseguido entremezclar todos estos conceptos en un totum revolutum de manera que cualquier intento de matizarlos -a mí me ha ocurrido- te convierte a ojos de algunos en poco menos que criptofranquista. No es que me preocupe, por supuesto, pero no deja de resultar molesto.


Enviada el 23-5-2010 a El PAÍS Semanal