Chapuciespaña





Prueba del delito del Typical spanish chapucing



Vivimos en el país de las chapuzas. O cuanto menos, que ya se sabe que las generalizaciones son siempre injustas, en un país donde los chapuceros de toda laya encuentran un ecosistema idóneo para medrar, que por desgracia no es poco.

Voy a comentarles el último caso que me he visto obligado a padecer, trivial si se quiere pero válido como muestra significativa del desinterés y el absoluto desprecio hacia el cliente con los que nos vemos obligados a topar todos los días.

El problema al que me enfrenté no podía ser más prosaico ni, en teoría, más sencilla su resolución: después de un tiempo de uso más que prudencial, me vi en la necesidad de cambiar las tapas de los dos inodoros de mi casa por otras nuevas, para lo cual las compré en una tienda de saneamientos. Y no fueron baratas, por cierto.

Como es sabido el sistema de sujeción de estos adminículos no puede ser más simple, ya que consta de dos tornillos pasantes que atraviesan la parte trasera del inodoro por dos orificios practicados al efecto, los cuales se fijan por debajo con sendas tuercas de mariposa, con lo que ni siquiera es necesaria una llave ya que se pueden apretar con la mano.

Bien, me puse a desmontar las tapas viejas aflojando sus respectivos tornillos, lo cual conseguí en tres de los cuatro casos porque en el cuarto la tuerca, al parecer, se había oxidado y estaba completamente bloqueada. Posteriormente pude comprobar que mi suposición era cierta, lo que me planteó el primer ataque de chapucitis: tal como me confirmaron los técnicos de mi trabajo, mientras el tornillo era de acero inoxidable la tuerca era de hierro corriente... y oxidable, por lo cual no era de extrañar que hubiera sucedido esto. Realmente no se entiende que en un lugar en el que como cabe suponer hay bastante humedad, no se utilizaran unas tuercas de acero inoxidable o de cualquier otro material al que no afectara la humedad, pero... estamos en Chapuciespaña.

Yo personalmente tengo dos hipótesis al respecto, sin que pueda dilucidar cual de las dos puede ser la correcta: o bien los fabricantes de las tapas -yo no las compré, fueron las que me entregaron con el piso, que por cierto era a estrenar- fueron tan rapaces que buscaron ahorrarse unos miserables céntimos utilizando unos materiales más baratos -el chocolate del loro, como cabe suponer- y completamente inadecuados, o bien fue el fontanero de la constructora quien, al montar los cuartos de baño de todo el edificio, no se molestó lo más mínimo en utilizar las tuercas correctas vete tú a saber por qué. En cualquier caso, la marrullería no era de recibo.

Sigamos con el viacrucis. Una vez diagnosticado el problema, intenté solucionarlo tratando a la tuerca de marras con uno de esos populares aceites lubricantes y desincrustantes que existen en el mercado. De hecho, opté por comprar una de las marcas más conocidas -y más caras- con la ingenua esperanza de que sería más efectivo que otro de una marca secundaria.

Craso error. Yo ya había manejado alguno de estos productos, aunque no de la marca citada, y sabía que solían venir con dos pulsadores intercambiables, uno con la boca en el mismo pulsador y otro con un tubito adosado que permitía echar el aceite con mayor precisión o en lugares poco accesibles, como era mi caso.

Pero éste no. Sus fabricantes, más chulos que un ocho, habían optado por comercializarlo con un único pulsador, suministrando luego al tubito por separado, que venía pegado al costado del bote. Si el tubo hubiera encajado bien en la boca del pulsador no tendría que haber habido problemas, pero ¡oh, casualidad! éste no encajaba, por lo que era necesario sujetarlo con una mano mientras se pulsaba con la otra... y encima ni siquiera así se conseguía que la totalidad del aceite saliera por el tubo ya que, dado el ineficaz encaje entre ambas piezas, era mayor la cantidad que se desparramaba por fuera que la que realmente salía por el otro extremo.

¿Casualidad? ¿O más bien otro intento miserable de rebañar unos céntimos “ahorrándose” el segundo pulsador, de plástico por cierto? Más bien me temo que lo segundo, lo cual resulta todavía más injustificable dado que, como he comentado, el dichoso bote costaba ya de por sí bastante más caro que los de la competencia.

Pero no terminó aquí mi ordalía. Al hecho inevitable de que la maldita tuerca se encontraba por la parte de abajo del inodoro, se sumaba además la acrisolada tradición del gremio fontaneril de dejar puestas las cosas lo más difícil posible para el sufrido usuario, total, una vez que han perpetrado la chapuza y han cobrado, después de ellos el diluvio. En mi caso me encontré con el nada baladí problema añadido de que la tuerca atascada era justo la del lado en la que el inodoro se encontraba separado apenas unos diez o quince centímetros del borde de la bañera, resultándome de todo punto imposible meter la cabeza para poder ver hacia donde apuntaba el chorro del aceite. Intenten ustedes hacerse cargo de la situación: Habría necesitado una mano para apretar el pulsador a la par que agarraba el bote, otra para sujetar el puñetero tubito -si lo soltaba se caía- y una tercera para apuntar su otro extremo hacia la tuerca... y todo a tientas, por lo que el resultado no fue otro que el que cabía suponer: acabé pringando todo de aceite, yo incluido, a excepción de la dichosa tuerca.

No obstante, hice lo que pude echando aceite por encima e intentando echarlo también por debajo, tras lo cual lo dejé reposar durante toda una noche. A la mañana siguiente probé a ver si se había desatascado comprobando, tal como era de temer, que la tuerca permanecía inasequible al desaliento; vamos, que seguía más atascada que el sueldo de un funcionario.

Opté entonces por una medida más radical y, a la postre, efectiva. Puerto que los tornillos antiguos no me servían para nada, procedí a cortarlo con una sierra. Una vez eliminada la parte superior todavía tuve que bregar con la arandela que sujetaba la inferior, que era la que me estorbaba, ya que ésta había quedado atorada en el nuevo borde. Finalmente, y a base de hurgar con unos alicantes de punta siempre con cuidado para no cargarme la cerámica, conseguí quitar la dichosa pieza.

El resto fue sencillo, ya que la nueva tapa venía con sus correspondientes tornillos y tuercas... todos ellos de plástico, lo cual si bien evita el problema de la oxidación, me hace temer que se puedan acabar rompiendo antes de un tiempo razonable, con el agravante de la seguridad casi absoluta -la obsolescencia programada prevé hasta los más mínimos detalles- de que, en caso de necesidad, no resulte nada fácil encontrar unos recambios, tal como me ha ocurrido con otros adminículos tales como las empuñaduras de las llaves de paso del agua o los soportes de las rejillas del escurridor del fregadero, por poner tan sólo dos ejemplos.

¿Chapucería, o simple y llana caradura?


Publicado el 22-5 -2017