Paridad, divino tesoro





Spencer Tracy y Katharine Hepburn en La costilla de Adán


Uno de los más significativos “legados” de los años de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero va a ser, sin duda alguna, su particular concepto de la igualdad entre ambos sexos, un concepto loable en sí mismo y ante el cual es difícil no estar de acuerdo pero que, retorcido y distorsionado por una interpretación furibunda y radical propia del feminismo más pasado de rosca, ha acabado incurriendo en las exageraciones y los excesos más ridículos, cuando no directamente en aberraciones jurídicas de considerable calado como la que supone modular la gravedad de un mismo delito en función del sexo de quien lo cometa.

Y luego pasa lo que pasa.

Veamos, por ejemplo, una noticia reciente de la que se hicieron eco los periódicos y que reviste tintes de auténtica astracanada: hubo de ser aplazada la concesión del Premio Nacional de Cinematografía correspondiente a 2011 debido a que, en el último momento, el director general del Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales, que era asimismo el presidente del jurado, se apercibió de que la constitución de éste, formado por nueve hombres y tres mujeres, no cumplía con la obligatoria paridad impuesta por la sacrosanta Ley de Igualdad, esa neoinquisición que impone un mínimo de un 40% de miembros de cada sexo.

No voy a hacer chistes fáciles, amén de sobados, quitándole la “d” final a paridad, la dichosa palabreja que estos adalides del feminismo trasnochado han convertido en su fetiche, y tampoco haré hincapié en lo que están proclamando urbi et orbe todos aquellos con un mínimo de sensatez en el cuerpo: que se trata de una soberana majadería que, de rebote, impide algo que a mí me parecería de lo más normal, un jurado totalmente femenino -o masculino-... siempre y cuando todos sus integrantes lo fueran en función de sus propios méritos, y no gracias a cuotas impuestas y metidas con calzador. Pero como contra el sectarismo ideológico no hay argumento posible, mejor será que lo dejemos aquí.

Lo que sí considero importante es llamar la atención sobre un efecto perverso de la dichosa norma, de obligado cumplimiento en la Administración pública: cuando en las universidades españolas, o en cualquier otro organismo de características similares como los centros docentes o de investigación, se constituyen tribunales para las oposiciones, se encuentran con el problema de que, por cuestiones históricas, el “banquillo” femenino es mucho más reducido que el masculino, ya que, pese a que las mujeres se han incorporado masivamente a estos centros -y esto es positivo, por supuesto- en los últimos años, todavía existe una notable asimetría debido a que entre los miembros de la plantilla de mayor edad hay, como cabe suponer, muchos más hombres que mujeres.

Y como no se tiene en cuenta este detalle, la consecuencia de todo ello es que a las pobres profesoras de universidad, o a las pobres investigadoras, les traen fritas al tocarles la china de formar parte de un tribunal de oposición con mucha mayor frecuencia que a sus colegas varones, dado que hay menos para elegir. Puesto que por lo general a nadie le suele agradar demasiado esta tarea, lo normal es que acaben hasta las narices de la dichosa paridad y de la madre que la parió, que en vez de “defenderlas” acaba complicándoles la vida.

Supongo que habrá bastantes más ejemplos de los efectos colaterales del cerrilismo ideológico de nuestro todavía presidente de gobierno, pero puedo dar fe de que éste es cierto.

Y es que ya se sabe, el camino al infierno está siempre empedrado de buenas intenciones...




Post data

Acabo de enterarme de que, al menos en algunas convocatorias de oposiciones para organismos de la Administración Central del Estado, aunque no me extrañaría nada que fuera para todas, han incluido en los temarios comunes -y por lo tanto con carácter obligatorio sí o sí- el tema correspondiente a la Ley de Paridad, en igualdad de condiciones con esa Constitución que, curiosamente, a los políticos electos no se les exige conocer. Sin comentarios, aunque sí me gustaría saber qué importancia puede tener esa dichosa ley, independientemente de lo que me pueda parecer en sí misma, en el trabajo diario, pongo por caso, de un auxiliar administrativo... o una auxiliara administrativa, que hasta en el habla pretenden hacernos tragar con la dichosa paridad de las narices.

Y pensar que criticaban a Franco porque obligaba a acatar a los funcionarios los Principios Fundamentales del Movimiento...


Publicado el 20-7-2011
Actualizado el 29-9-2011