Elogio y defensa del doblaje cinematográfico



charlot

Esta película no tuvo problemas con el doblaje


Antes de nada voy a dejar clara una cosa, no sea que alguien me vaya a coger el rábano por las hojas; lo que yo defiendo no es la prevalencia del doblaje frente al subtitulado de las películas, sino la coexistencia pacífica de ambas opciones de modo que cada cual pueda elegir libremente la que mejor le convenga o más le acomode. Como corolario, añado que nada tengo en contra ni de las películas subtituladas ni de los aficionados a ellas, pero sí que me planto frente a los talibanes que, invocando a las prístinas esencias culturales, pretenden poco menos que exigir la prohibición de los doblajes por alterar irremisiblemente, según ellos, a las películas así violadas.

Sin embargo, yo soy defensor de los doblajes aunque, insisto en ello, nada tengo en contra de las versiones subtituladas; se trata de algo tan sencillo como el vive y deja vivir que tan ajeno parece serle a tantos. Y, dirán ustedes, ¿por qué este empeño? Pues por algo tan sencillo como que los idiomas extranjeros siempre se me han atragantado y, aunque soy capaz de chapurrear el inglés y el francés lo suficiente como para sobrevivir en tierras extrañas, lo del poliglotismo no es lo mío. Y lo siento, claro que lo siento, ya me gustaría a mí poderme defender mejor en la lengua de Shakesperare, en la de Moliére, en la de Dante, en la de Schiller o en cualquier otra; pero la realidad es tozuda.

Pues precisamente para eso están los subtítulos”, me dirá más de uno. Y sí, ciñéndonos por sencillez al idioma extranjero más común, el inglés, lo cierto es que entre lo que medio entiendo de la banda sonora original y lo que leo en los subtítulos puedo enterarme más o menos de lo que pasa en la película... pero me cansa, me cansa mucho, a la vez que la lectura de los rótulos me distrae del seguimiento de la trama. En consecuencia, pierdo bastante de la misma.

Eso sin contar con que los subtítulos no son una traducción de los diálogos, sino un simple resumen de los mismos. ¿No se lo creen? Pueden hacer una prueba sencilla. Muchas cadenas de televisión subtitulan las películas para los sordos, y los subtítulos pueden activarse desde uno de esos botones del mando a distancia que nunca usamos. Seleccionen una película española -para evitar posibles interferencias de los doblajes-, pongan los subtítulos en español y comparen... Vayan ahora un poco más allá, quiten el sonido e intenten seguir la trama sólo con los subtítulos; verán qué divertido. En resumen, se pierden de la misa la media.

Los subtítulos, está claro, son tan sólo una muleta para ayudarnos a comprender una película en un idioma que no dominamos, y como todas las muletas no son sino algo imperfecto. Por supuesto que con el doblaje ocurre exactamente lo mismo, se trata de otra muleta, por lo que puestos a elegir deberíamos decantarnos por aquella opción que nos resulte menos distorsionante o que, de acuerdo con nuestros gustos particulares, más nos apetezca.

Y aquí, lógicamente, habrá de todo, de ahí mi empeño en defender que cada cual disfrute de las películas como mejor le parezca. De hecho para mí ninguna de las dos opciones es intrínsecamente mejor que la otra, por lo que me cuidaré muy mucho de recomendar a nadie -nada que ver con los anteriormente citados talibanes- que las vean a mi gusto; pero por la misma razón, no estoy dispuesto en modo alguno a consentir que nadie pretenda imponerme los suyos.

Huelga decir que cuando digo que prefiero ver una película doblada doy por supuesto que me estoy refiriendo a un buen doblaje; aunque volveré a ello más adelante, está claro que este mismo criterio es también extensivo a los subtítulos, ya que éstos pueden ser razonablemente fieles al original o una chapuza; aunque en igualdad de condiciones en lo que se refiere a su calidad, cabe suponer que por lo general lo serán menos que el correspondiente doblaje, ya que evidentemente éste da mucho más juego a la hora de transmitir el mensaje de forma fidedigna, por más que les pese a los exquisitos.

¿Cuáles son las ventajas que los partidarios de los subtítulos defienden frente al denostado doblaje? Básicamente dos, el respeto a las voces originales de los actores y la presunta capacidad de las películas en versión original para conseguir que los espectadores aprendan idiomas. Considerémoslas en detalle.

Comencemos por el tema de las voces originales. Sí, supongo que para un cinéfilo resultará placentero oír a Humphrey Bogart, a Cary Grant o a Ava Gardner hablar con sus propias voces, y no discuto que las inflexiones y los acentos tienen su importancia; basta con recordar como ejemplo a My fair lady, que juega con los distintos acentos londinenses, para convenir que buena parte de sus matices se pierden irremediablemente en el doblaje. Asimismo, imagino que una obra española en la que los protagonistas hablen con acento andaluz, pongo por caso, perderá parte de su gracia al doblarla a otro idioma. Es, y esto no hace falta que me lo recuerde nadie, una pérdida inevitable.

Pero insisto, también con los subtítulos se pierde información de otro tipo, y de poco o nada sirve oír a los actores con sus inflexiones naturales si no te enteras de la mitad de lo que está pasando, aun con la imperfecta ayuda de los subtítulos. Así pues, puestos a elegir entre dos pérdidas, me quedo con la que considero menor, ya que el doblaje me permite al menos enterarme de todo lo que pasa. Y como aunque me gusta el cine no soy en modo alguno un cinéfilo, pues qué quieren que les diga, tampoco pasa nada porque no me pueda extasiar con la exquisita dicción -en inglés- de Marlon Brando a costa de enterarme a duras penas de lo que dice.

Pasemos ahora a la presunta ventaja a la hora de aprender idiomas. Realmente, ¿alguien puede creerse que la gente acabe aprendiendo idiomas a base de ver películas en versión original? Permítanme que lo dude, como también dudo de que los españoles seamos más zotes que los habitantes de otros países a la hora de aprender idiomas extranjeros. Para empezar, no me sirve la comparación de que los holandeses, los islandeses o los daneses dominan el inglés además de su lengua materna, porque ¿a dónde pueden ir ellos por el mundo tan sólo con unos idiomas tan minoritarios como los apuntados? No es afición, es pura y simple necesidad.

Por el contrario, los españoles tenemos la suerte -y la ventaja- de disponer de uno de los grandes idiomas a nivel mundial, éste es un hecho incontrovertible. Y como hablar otros idiomas nos ha hecho tradicionalmente menos falta que a un sueco o a un finlandés, pues nos hemos preocupado menos por ello. Así de sencillo, y no somos los únicos; en general, cuanto mayor es la importancia internacional de un idioma menor es el porcentaje de personas bilingües en estos países, y si no, pónganse a buscar cuántos de los procedentes del ámbito cultural anglosajón hablan algo más que el inglés. Sin llegar a esos extremos, yo no he visto que en países como Francia o Italia tengan mayor cariño a las lenguas extranjeras que aquí, y aunque no he visitado Alemania, no me extrañaría que allí sucediera lo mismo. Así pues, no somos tan raros, ni tan zotes.

Eso sí, soy plenamente consciente de la importancia a estas alturas de defenderse en al menos algún idioma extranjero, pero pienso que esa labor ha de realizarse en los colegios y en los institutos, no en las salas de cine. Y por supuesto no me trago el falso tópico de que en otros países hablan inglés porque les ponen las películas en versión original, ojalá fuera tan fácil. En realidad si en otros países no se doblan las películas es por una razón bien sencilla: doblarlas es mucho más caro que subtitularlas, y el doblaje sólo se amortiza cuando el número de espectadores potenciales es lo suficientemente elevado.

También se ha dicho, otro falso tópico, que en España fue impuesto el doblaje por la censura franquista. En realidad ya las primeras películas sonoras se filmaron siguiendo el sistema de las dobles versiones, es decir, rodando simultáneamente dos o más versiones paralelas en varios idiomas diferentes, cada una con sus propios actores, e incluso los mismos en todas ellas esforzándose al máximo para la ocasión, de ahí el cómico y lengendario acento de Stan Lauren y Oliver Hardy; pero supongo que esto debería de resultar bastante caro, por lo que pronto se implantó el doblaje como norma bastantes años antes de que estallara la Guerra Civil. Cierto es que en un principio el franquismo promulgó normas que hacían obligatorio el doblaje, pero cierto es también que éstas fueron derogadas poco después y que, si se siguió doblando las películas, fue por algo tan prosaico como que, de haberlas exhibido en versión original, lo más probable es que los cines se hubieran quedado vacíos.

Por cierto, la escuela de doblaje española realizó tradicionalmente unos espléndidos trabajos, algo que lamentablemente se ha ido perdiendo con el tiempo; pero la calidad -o falta de ella- de los doblajes no es en sí misma una justificación para abominar de ellos, aunque sí sería de exigir que los doblajes fueran lo suficientemente dignos.




Mapa tomado de la Wikipedia


También conviene desmontar el falso tópico de que somos los únicos europeos que vemos las películas extranjeras dobladas; basta consultar la entrada de la Wipikedia correspondiente al doblaje, para llegar a la conclusión de que no somos tan raros. En el mapa que reproduzco, tomado de este artículo, los países europeos están marcados con diferentes colores dependiendo del sistema que sea utilizado mayoritariamente en ellos, conforme al siguiente código: en rojo figuran los que cuentan con doblaje generalizado; en azul los que subtitulan, excepto los programas y las películas infantiles; en amarillo los que superponen el doblaje al audio original, que queda amortiguado, tal como ocurre en España con algunos documentales; en naranja los que siguen un sistema mixto utilizando ambas técnicas; en violeta los que, aun contando en ocasiones con doblajes propios, aprovechan versiones dobladas de otros países con similitudes idiomáticas; por último está el caso de Bélgica, marcada en azul celeste, en la que la región flamenca recurre mayoritariamente a los subtítulos mientras la Valonia francófona y la minoría germanófona utilizan de forma sistemática el doblaje.

Dicho con otras palabras: A excepción del inglés y, parcialmente, del turco, en la práctica totalidad de los países en los que se hablan lenguas importantes (alemán, francés, italiano, español, ruso) las películas se doblan. Esto ocurre no sólo en países grandes como Alemania, Italia, Francia, España, Rusia, Ucrania o Polonia, sino también en otros bastante más pequeños; y si bien en Austria, Suiza, Luxemburgo o la Bélgica valona se hablan asimismo idiomas mayoritarios, no es éste el caso de Hungría, la República Checa, Letonia o Lituania, cuyas respectivas lenguas no se puede decir que sean precisamente muy habladas.

La singularidad del inglés se debe, como cabe imaginar, a que el cine en lengua inglesa, tanto británico como norteamericano, es mayoritario no sólo en estos países sino también en la práctica totalidad del continente, por lo que sencillamente no tienen necesidad alguna, en la mayoría de los casos, de recurrir a muletas. Así se las ponían a Fernando VII, añadiría yo.

Excluyendo pues a Gran Bretaña, Irlanda y Malta, el resto de los países que subtitulan las películas son los nórdicos (Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia e Islandia) con la inclusión de Estonia, a la que por cierto no imitan sus dos vecinas bálticas; Holanda y la Bélgica flamenca; Portugal; Rumania y Moldavia y los países surgidos de la antigua Yugoslavia junto con Albania y Grecia, mientras las dos zonas chipriotas siguen la pauta de sus respectivos afines lingüísticos. En todos sin excepción se hablan lenguas minoritarias salvo en Portugal, ya que si bien el portugués es minoritario en Europa, no ocurre así a nivel mundial gracias a Brasil.

Los países restantes se reparten entre Turquía y Bulgaria, en los que como ya he comentado coexisten ambos sistemas, y Bielorrusia y Eslovaquia que se aprovechan de los doblajes, supongo que inteligibles para ellos, procedentes respectivamente de Rusia y de la República Checa.

En resumen, que no es cuestión de seguir mareando la perdiz; a mí me parece normal, y respetable, que haya gente a la que le guste ver las películas en versión original subtitulada, aunque se trate de películas chinas o afganas; pero yo, qué quieren que les diga, prefiero entenderlas. Al fin y al cabo, si fuera tan malo doblar las películas también lo sería por idénticas razones traducir los libros, y no sé de nadie que defienda leerlos exclusivamente en su idioma original. Si yo dominara lo suficiente un idioma como el inglés por supuesto que preferiría ver las películas en versión original -sin subtítulos-, al igual que preferiría leer los libros sin traducir; pero como ya he explicado éste no es el caso. Y no me sirve que haya personas, como una que conozco, furibunda defensora de las versiones originales... cuando resulta que se gana la vida como profesor de inglés. Así cualquiera.

Por lo demás, es habitual que las cadenas de televisión emitan ya muchas películas, si no todas, en sistema dual, y asimismo en los DVD hay opciones para todos los gustos. Así pues, ¿dónde está el problema?


Publicado el 11-10-2009
Actualizado el 7-6-2018