Amnesia de paz. La guerra en su cruda y absurda realidad






Alfonso M. González, alter ego de Alan Dick, Jr., la ha vuelto a liar con Amnesia de paz, su nuevo bolsilibro. Algo habitual en él ya que, respetando escrupulosamente todos los esquemas habituales de éstos incluyendo los tópicos, los retuerce trascendiendo sus límites aprovechando la fórmula de la novela corta, tan poco explotada en España fuera del ámbito de la literatura popular, para ir mucho más allá con unos argumentos que no tienen nada de superficiales, aunque pudieran parecerlo al empezar la lectura.

Amnesia de paz se desarrolla en el marco de una guerra. ¿Qué guerra? El autor no lo indica explícitamente y tal vez sea éste uno de los puntos fuertes de la novelita, esperar la revelación. Pero si reflexionamos convendremos que esto no resulta necesario, ya que pudiera tratarse de alguna de las actuales o bien de cualquier otra del pasado, e incluso del futuro. En el fondo todas las guerras son iguales para quienes las padecen, resultando intercambiables vistas desde las trincheras y no como lo hacen los políticos que las provocan a resguardo de sus consecuencias.

La novela es, creo poder decirlo sin reventar su argumento, una novela crítica con las guerras y con quienes las provocan y las alientan, algo por lo demás común en cualquier persona con un mínimo de decencia. Pero al mismo tiempo en ella se siente la guerra, se huele la guerra. Pese a su brevedad, dista mucho de ser un cliché acartonado, introduciéndonos en ese ambiente angustioso que sólo conocen de verdad quienes han tenido la desgracia de padecerlo. Aprovechando como recurso argumental una amnesia del protagonista provocada por un bombardeo, el autor le hace saltar de un bando a otro para demostrar, tal como hiciera Berlanga en su magistral La vaquilla, que a pie de trinchera las diferencias entre un bando y otro son mínimas, por no decir inexistentes.

Por último está lo que yo llamo la firma de la casa: los finales de Alan Dick, Jr. son no sólo sorprendentes -siempre me sorprenden- con sus giros inesperados que, lejos del “fueron felices” de los bolsilibros clásicos, dejan al lector no sólo perplejo, sino que también le invitan a reflexionar sobre lo que parecía puro entretenimiento para convertirse en algo mucho más profundo, en esta ocasión las muchas veces cuestionables escalas de valores a las que solemos recurrir sin pararnos a pensar si éstas eran adecuadas o no.

Y como siempre, concluyo con una explicación del propio autor:


Me pareció un desafío escribir una novela corta bélica. Creí que tendría que documentarme mucho sobre ejércitos, armas, estrategias en el campo de batalla y todo lo relacionado. Y es cierto que hasta cierto punto lo hice, aunque de manera orgánica me fue surgiendo la solución. No fue otra que tirar de recuerdos y ficcionar, hasta cierto punto, algunas de mis vivencias en el servicio militar.

Al final, la experiencia ha sido positiva. Espero que las personas que piensen diferente no se lleguen a enfadar, pero es sólo mi punto de vista... Estoy en contra de las guerras, de todo lo que las provoca y de quienes las alientan de un modo u otro. ¡Aun así, aquí tenéis un bolsilibro bélico!

No sé si será una contradicción, pero de lo que sí estoy convencido es que ha sido un ejercicio creativo de lo más interesante.


Publicado el 3-2-2025