Hedor en Jackson Hole. Una historia de terror... y más
Siempre que escribo una reseña de los neobolsilibros de Alfonso M. González (a) Alan Dick, Jr. me veo en la necesidad de repetir lo mismo: en todas las ocasiones acaba sorprendiéndome, no sólo en las novelas de ciencia ficción, mi ecosistema natural, sino también en sus incursiones en otros géneros como el del oeste o, en esta ocasión el de terror.
Y ésta es otra de sus habilidades, la de desenvolverse con soltura en los diferentes géneros que abarcaron los extintos bolsilibros, algo por lo demás habitual en los escritores de este subgénero, sea dicho esto sin la menor intención peyorativa que, salvo excepciones muy contadas -Estefanía en el oeste, Corín Tellado en la novela rosa o Ángel Torres Quesada y Domingo Santos en la ciencia ficción-, solían tocar todos los palos en ocasiones por decisión propia, al fin y al cabo muchos de ellos eran profesionales de la literatura, y en otras por imposición editorial.
Evidentemente Alan Dick, Jr. pertenece al primer grupo, ya que nadie le obliga a escribir lo que escribe y eso está bien, puesto que cuando un autor se veía forzado a salir de su ecosistema natural, como me comentó personalmente Francisco Caudet, escribían con profesionalidad pero con desgana, y eso se notaba.
Pero vayamos al grano. Tal como he comentado Alan Dick, Jr. se interna ahora en el terreno de los bolsilibros de terror, un subgénero que curiosamente apareció en España de forma tardía ya que, pese a su arraigo en otros países, las colecciones dedicadas a éste eran prácticamente inexistentes en las décadas doradas (1950-1960) de los bolsilbros, ya que la colección Selección Terror de Bruguera se publicó entre 1973 y 1985, prácticamente contemporánea con Terror de Andina (1975-1982) junto con otras colecciones menores como Thanatos de Fórum (1984-1985) o Kapra Terror de Helios (1982-1983) que siguieron su estela. Pese a su brevedad las colecciones de terror llegaron a alcanzar gran relevancia en competencia directa con sus hermanas de ciencia ficción, aunque al igual que éstas no lograron sobrevivir al colapso de los bolsilibros acaecido a mediados de la década de 1980.
El neobolsilibro de Alan Dick, Jr. lleva por título Hedor en Jackson Hole, y al igual que los anteriores está influenciado no sólo por los bolsilibros clásicos, sino también por el cine de serie B, en este caso por las producciones -o subproducciones- gore que también tuvieron su momento de gloria en las décadas pasadas. En realidad no se trata de un relato de terror puro, sino más bien de un híbrido entre el terror y las novelas de intriga al estilo de las de Agatha Christie o Simenon en las que hay que descubrir quien es el asesino. Y por si fuera poco la portada es obra del prestigioso dibujante Enric Torres-Pla (Enrich), todo un lujo teniendo en cuenta que estamos hablando de uno de los más renombrados ilustradores de portadas de España, incluyendo entre múltiples trabajos muchas de la revista Nueva Dimensión.
La trama es sencilla, como solía ocurrir en los antiguos bolsilibros que Alfonso M. González emula con acierto. Un director de películas gore de serie B o más bien Z, trasunto del inefable Ed Wood, está rodando una película de ínfimo presupuesto en un rincón perdido de los Estados Unidos. El argumento no puede ser más simple: un grupo de jóvenes tirando a descerebrados, de acampada a un lugar desierto, van siendo asesinados uno por uno -¿les suena?- por licántropos que, según las tradiciones locales, habitan escondidos en la zona desde hace siglos.
El problema surge cuando el guión, mezcla de Pesadilla en Elm Street y las entrañables películas de Jacinto Molina/Paul Naschy, comienza a convertirse en realidad y los actores aparecen asesinados de forma sistemática tal como estaba escrito. Pese a ello el director, en un alarde de egoísmo, decide seguir adelante con el rodaje, con las consecuencias que cabe suponer.
No contento con este ejercicio de metaliteratura -o mejor dicho cine dentro de la literatura- Alfonso, fiel a su estilo, da un giro inesperado y sorprendente al argumento con un final que me dejó literalmente perplejo. Y, como cabe suponer, hasta aquí puedo leer; aunque sí puedo añadir este comentario del propio autor:
Con Hedor en Jackson Hole, mi intención era concebir una novelita de horror, fuertemente influenciada por los slashers cinematográficos. Fue un proceso interesante, ya que la escribí de manera intuitiva y, sin embargo, terminó cumpliendo casi todas las constantes de ese subgénero del cine de terror.
Creo que Hedor en Jackson Hole puede funcionar a varios niveles: como metaliteratura, en este caso, cine dentro del cine; como una simple diversión ochentera con las debidas dosis de sangre y vísceras; y también casi como un ¿quién lo ha hecho?, tan popular en la novela policiaca...
He tenido la suerte de encontrar lectores que disfrutan de esta obra por uno u otro motivo. Así que, casi sin pretenderlo, diría que he creado un bolsilibro con varias capas de interpretación.
Sé que está mal recurrir al tópico, pero confieso que me lo he pasado de miedo escribiéndolo.
Publicado el 19-7-2024