El número 13 en los transportes públicos madrileños





Si existe algo tan antiguo como la humanidad es probablemente la superstición, que con toda seguridad surgió -o quizá fue incluso su origen- de los cultos animistas practicados en la prehistoria y que todavía hoy conservan algunas tribus primitivas. Tiempo después las grandes religiones politeístas la asimilaron sin acabar con ella, razón por la que incluso una mitología tan sofisticada como la grecorromana coexistía con prácticas supersticiosas no muy diferentes de las neolíticas, tal como era el caso de los augures, las pitonisas o los arúspices.

En contra de lo que se pudiera pensar la llegada del cristianismo tampoco logró acabar con ella pese a que, oficialmente, la condenaba sin paliativos. En realidad se limitó a absorberla bajo un barniz presuntamente cristiano, pero basta con hacer un análisis mínimamente riguroso para constatar que la llamada religiosidad popular presenta mucho más concomitancias con los antiguos rituales supersticiosos que con la verdadera doctrina cristiana, llegándose incluso a extremos tan exagerados como la santería caribeña.

Pero no son sólo las religiones las que arrastran este anacronismo, ya que basta con echar un vistazo alrededor para constatar que nuestra sociedad laica sigue siendo al menos tan supersticiosa como siempre, por sorprendente que esto pueda parecer. Y es que en esta España del siglo XXI -y también por supuesto en los países de nuestro ámbito- medran los embusteros, embaucadores y timadores de todo tipo, sean éstos videntes, astrólogos, tarotistas, quiromantes, adivinadores, pitonisas, médiums, curanderos, homeópatas y demás fauna. Así pues, cuando el río suena...

Lo que ya se pasa de castaño oscuro es que en ocasiones sea la propia Administración, o bien empresas u organismos dependientes de ella, quienes incurran en tamañas mixtificaciones, máxime teniendo en cuenta que la manía personal de alguien no tendría por qué influir en algo que afecta al conjunto de la población.

Voy a poner un ejemplo relativo al número 13, que siempre ha sido de mal fario para los supersticiosos por motivos que no resisten el menor análisis lógico, lo que no impide que sean muchos los que se lo sigan tomando absurdamente en serio. Si tienen la curiosidad de consultar la lista de líneas de autobús de la EMT madrileña descubrirán que no existe la línea 13 pese a que, sobre un total de más de doscientas, habría tenido que corresponder este ordinal a alguna de las más antiguas.

Bastaría con esto para sorprenderse, pero un estudio más detallado de los ordinales de las líneas aumentará todavía más nuestro estupor. Para empezar, hay que considerar que estas doscientas y pico líneas se distribuyen en varios grupos, todos ellos con numeraciones propias: las regulares; las universitarias, identificadas con letras; las exprés, con el número precedido por la letra E salvo la del aeropuerto, que carece de numeración propia; las de servicios especiales, que utilizan las letras SE; las nocturnas, encabezadas por una N; los minibuses, que lo hacen con una M; las de trabajo, con una T, que enlazan con zonas empresariales o laborales de gran demanda y están ajustadas a los horarios de trabajo, y algún que otro caso especial y poco significativo.

Fijémonos en las regulares, que son las que nos interesan. Su numeración comprende desde la línea 1 (Plaza de Cristo Rey-Prosperidad) hasta la 310 (Pacífico-Estación de El Pozo), aunque lógicamente existen muchos huecos vacíos. Éstos se deben a distintas causas tales como la absorción de líneas gestionadas por otras empresas, desdoblamientos, supresión de líneas o asignaciones de ordinales “redondos” a líneas nuevas, en las cuales se renunció a continuar con la numeración consecutiva preexistente o, en su caso, a cubrir el hueco dejado por una línea suprimida con otra de nueva creación. En cualquier caso estos criterios, quizá un tanto erráticos, no tienen nada que ver con el objeto del artículo, por lo que no me detendré en ellos salvo cuando sea necesario.

Volvamos a nuestra línea fantasma. Un estudio detallado de la relación de líneas de la EMT revela que éstas siguen una numeración correlativa desde la 1 hasta la 87 a excepción de cinco casos concretos: la 13, la 68, la 69, la 80 y la 84. Estas 87 líneas pueden ser consideradas como las “clásicas” de la EMT, y en parte fueron heredadas de los antiguos tranvías.

A partir de aquí la numeración salta hasta la 100. Este salto se debió a la absorción de las antiguas líneas periféricas por la EMT en 1980, alrededor de una treintena que se identificaban con una P delante del ordinal para diferenciarlas del resto. Para evitar confusiones se optó por renunciar a renumerarlas a partir de la última de la EMT, cambiándose la P por un 1 aprovechando que no había ninguna línea con tres dígitos. De esta manera la antigua P6 se convirtió en la 106, la P28 en la 128... y la P-13 (Puente de Vallecas-Quintana) en la 113. Por lo que se ve, los antiguos gestores de esta línea no tuvieron los escrúpulos supersticiosos de quienes se saltaron el 13 en la EMT.

Nueve años después les llegó el turno a las líneas de microbuses, once en total identificadas con la letra M, la mitad de las cuales desaparecieron mientras las restantes eran renumeradas asignándoseles ordinales vacíos que cubrían los huecos existentes entre las nuevas líneas sustitutas de las periféricas: 107, 121, 122, 123 y 149.

Obviamente desde 1980 ha habido numerosas modificaciones y se crearon bastantes líneas nuevas, a las cuales se les asignaron ordinales de tres dígitos en lugar de cubrir el hueco existente entre ambos bloques. En la actualidad la numeración de las líneas se mantiene ininterrumpida y sin saltos desde la 100 -que no procede de las periféricas- hasta la 150. Entre la 151 y la 180 la relación presenta muchos huecos, quedando descolgadas por último las líneas 200, 210, 215, 247 y 310, algunas de las cuales son desdoblamientos de antiguas variantes que originalmente se indicaban con una diagonal roja, tal como fue el caso de la 47 y la 47 rayada, actual 247.

A tenor de lo comentado deberemos fijarnos tan sólo en las ausencias de las líneas clásicas, de las cuales todas menos una son fáciles de explicar. Las líneas 68 y 69 corresponden en realidad a las dos líneas circulares -una por cada sentido- C1 y C2, que probablemente surgieron de la fusión de ambas. La 80 fue rebautizada como T62, y la 84 renumerada como 160 por razones que ignoro.

En una guía de 1977, interesante por haber sido editada justo antes de la absorción de las líneas periféricas, aparecen también las actualmente desaparecidas 88, que corresponde a la actual T32, y 89 (Colón-Aeropuerto), reemplazada en 2004 por la 200. En esta guía falta asimismo la línea 81, que discurre entre Oporto y el Hospital 12 de Octubre y cuyo recorrido original desconozco.

Por el contrario, no existe explicación alguna que justifique la ausencia de la línea 13 salvo que se la saltaron, ya que tampoco figuró como tal ninguna otra antigua línea desaparecida o renumerada. Se da la circunstancia de que, por lo general, el hueco de alguna línea desaparecida solía ser cubierto por otra nueva, tal como ocurrió con la antigua línea 62, Moncloa-Paraninfo, suprimida en 1997 -fue sustituida por la línea universitaria U-, cuyo número fue asignado tan sólo un año después a la actual línea 62, Príncipe Pío-Los Puertos, o con la ya citada línea 81.

Así pues, la conclusión es obvia: en algún momento indeterminado, quizá anterior incluso a la fundación de la EMT en 1947, alguien se la saltó por motivos que sólo se pueden atribuir a la superstición asociada al número 13, siendo lo más sorprendente que a partir de entonces no se haya cubierto ese hueco a pesar de que ocasiones para ello ha habido de sobra. Pero sorprendentemente, el hueco se ha mantenido incólume.




El efímero autobús nº 13 de Madrid. Fotografía tomada de El blog de la EMT


Bueno, con una excepción. Durante dos días, el 21 y el 22 de junio de 2011, y con ocasión de la celebración del XXXI Congreso Mágico Nacional, Madrid Mágico 2011, circuló por las calles madrileñas un autobús cuyos pasajeros eran magos que actuaban ante los viajeros que esperaban en las paradas. Esta efímera línea fue bautizada con el número 13 y la denominación de “Línea Mágica”, pero acabado el evento desapareció sin que este ordinal haya vuelto a figurar en ninguna línea diurna.

Recalco lo de “diurna” porque, paradójicamente, dentro de la relación de líneas nocturnas, veintiocho en total, sí figura la N13, con un recorrido entre la plaza de la Cibeles y San Cristóbal de los Ángeles. Dado que ésta fue creada en 1994, todo induce a pensar que para entonces los gestores de esta empresa pública ya estaban curados del virus de la triscaidecafobia, por lo que no se entiende que no se haya cubierto este llamativo hueco salvo que, al tratarse de una “herencia histórica”, hayan preferido no meneallo.

¿Qué ocurre en otras ciudades? La mayoría de las que cuentan con un número de líneas igual o superior a 13, salvo aquéllas con sistemas de clasificación diferentes como Zaragoza o Murcia, incluyen este número. Es el caso, entre otras, de Alicante, Barcelona, Bilbao, Córdoba, Jerez, Las Palmas, Sevilla, Valencia, Valladolid o Vigo. Por el contrario en Cartagena, La Coruña, Málaga y Palma de Mallorca ocurre lo mismo que en Madrid, sea por casualidad o por superstición.

Pasemos ahora al metro, considerando que si bien la ausencia de la línea 13 en la red de autobuses de la EMT madrileña se puede justificar en base a una cuestión heredada -aunque subsanable, cosa que no se ha hecho-, no ocurre lo mismo con su homóloga del metro, dado que se trata de una línea nonata.

Me explicaré. En estos momentos la red de metro está formada por un total de doce líneas, un ramal y tres líneas de metro ligero, que es como les dio por denominar a los resurrectos tranvías. A una de estas líneas, la 12, se la conoce habitualmente como Metrosur aunque también tiene asignada esta numeración de forma oficial, que es la que le corresponde al ser la de más reciente creación. Aunque en los planos aparecen también Metronorte, Metroeste y TFM (Transportes Ferroviarios de Madrid), tramos gestionados por empresas privadas, en realidad se trata de las prolongaciones de la línea 10 a Alcobendas y San Sebastián de los Reyes, de la línea 7 hasta Coslada y de la línea 9 hasta Arganda respectivamente, no habiendo contado en ningún momento con numeración propia.

Así pues, ¿dónde está esa fantasmagórica línea nonata o, mejor dicho, la también nonata línea 14 que se la saltaría? Para ello tendremos que consultar los planes de ampliación del metro diseñados a principios de siglo que quedaron interrumpidos a raíz de la crisis económica iniciada en 2008. Junto con la prolongación de varias líneas ya existentes, se contemplaba la escisión de la línea 10 en la estación de Chamartín, que sería prolongada por los terrenos ferroviarios dejados libres por la denominada Operación Chamartín hasta la nueva estación de Puerta del Norte, situada entre las actuales de Montecarmelo y Las Tablas.




Estado actual de la red e hipotética segregación de la línea 14. Gráfico tomado de El Madrid que no fue


Por su parte el tramo segregado de la actual línea 10, desde Chamartín hasta la actual estación terminal del hospital de San Sebastián de los Reyes, sin más modificaciones que la ya citada nueva estación de Puerta del Norte, pasaría a ser... la línea 14. Puesto que tal ampliación no se ha materializado, no sólo por la paralización de las obras de ampliación del metro, sino también porque la Operación Chamartín, rebautizada como Madrid Nuevo Norte, sigue bloqueada, lo único que existe por el momento de esta fantasma línea 14 son los túneles que se construyeron en la estación de Chamartín para darle paso, obviamente sin uso. Pero lo cierto es que, aunque sea tan sólo en los documentos internos que manejan Metro, el Consorcio de Transportes o la Comunidad de Madrid, nadie hasta ahora ha corregido el ordinal suprimiendo así el hipotético hueco.

Eso sí, en alguna ocasión he llegado a leer que la ausencia del ordinal 13 se debía a que éste correspondía al ramal Ópera-Norte... explicación completamente absurda, primero porque este corto recorrido de tan sólo dos estaciones jamás fue considerado como línea sino, tal como su nombre indica, como ramal, por lo que nunca se le llegó a asignar una numeración. Eso sin contar, claro está, con que de haber sido así le habría correspondido el ordinal 3, ya que fue inaugurado en diciembre de 1925 cuando tan sólo estaban abiertas las líneas 1 y 2 mientras el primer tramo en funcionamiento de la línea 3, entre Sol y Embajadores, no fue abierto al público hasta 1936.

Conviene no olvidar tampoco que al antiguo Ferrocarril Suburbano, que discurría entre la Plaza de España y Carabanchel y que durante mucho tiempo careció de numeración por haber estado gestionado en su origen por una compañía diferente, se le acabó renombrando como línea 10 por ser este ordinal el siguiente al de la última línea existente entonces, la 9, pese a que por su antigüedad -fue inaugurado en 1961- le tendría que haber correspondido ser la 5, lo que no se hizo porque hubiera resultado un engorro desplazar la numeración de las líneas 5, 6, 7, 8 y 9.

Y no es que a sus responsables no les causen aversión los huecos en la numeración; cuando en diciembre de 1996 la primitiva línea 8, que discurría entre Fuencarral y Nuevos Ministerios, fue incluida en la 10, este ordinal, que quedó vacante, fue rápidamente cubierto por la nueva línea Nuevos Ministerios-Barajas, cuyo primer tramo se abrió al público tan sólo año y medio más tarde, prácticamente a la par que la línea 11. Así pues, la única explicación convincente es que, todavía hoy, estas majaderías siguen vigentes en donde no deberían estarlo.

¿Y qué es lo que ocurre en los metros de otras ciudades? Para empezar hay que considerar que no son muchas las que cuentan con un número tan elevado de líneas, a lo que se suma el hecho de que la denominación de éstas no siempre es mediante ordinales; puede serlo también con letras -Buenos Aires-, con el nombre de los colores que las identifican -Chicago-, con denominaciones propias para cada una de ellas -Londres- o con combinaciones de varios de estos modelos -Nueva York-.

En España no hay ningún otro metro que alcance o supere las trece líneas ya que el de Barcelona, el más importante junto con el de Madrid, cuenta en la actualidad con doce, aunque sí se barajó la construcción de una línea 13 que finalmente quedó descartada.

En lo que respecta a los metros de otros países, según he podido averiguar en un rastreo que pudiera no ser completo, los de París, Moscú, Tokio, Pekín y Shangai cuentan con esta línea, mientras en el de Ciudad de México está en proyecto. El resto de los metros consultados no la tenían bien porque el número total de líneas fuera inferior, bien porque su sistema de identificación era diferente. Un caso especial es el del metro de Nueva York que, pese a tener un total de 24 líneas, al usar un sistema mixto de números y letras los primeros tan sólo llegan hasta el 7.

Lo que no he encontrado, en ningún caso, ha sido que se saltaran el número 13 para identificar a una línea. Por lo que se ve, al menos en lo que a este medio de transporte respecta, la superstición parece ser privativa del metro madrileño.


Publicado el 25-12-2018