El verdadero guadiana no es el río Guadiana
El Guadiana a su paso por el
puente romano de Mérida
Antes de seguir adelante, es necesario advertir que aquí juego con la polisemia de la palabra; por un lado, con mayúscula, el nombre de uno de los ríos más importantes de España, y por el otro, con minúscula, el adjetivo guadiana derivado de éste que define algo que aparece y desaparece tal como ocurre con el curso del Guadiana.
Como es sabido, o al menos antes lo era cuando nos lo enseñaban en el colegio, el Guadiana presenta la peculiaridad de contar con dos tramos diferentes separados por un terreno en el que desaparece por completo. Su nacimiento oficial son las lagunas de Ruidera, un complejo de dieciséis lagunas naturales situado en el límite de las provincias de Albacete y Ciudad Real, aunque si consideramos a los tributarios de las lagunas éste se remontaría, al menos en períodos húmedos, hasta las fuentes del río Pinilla, al norte de la localidad de Viveros, e incluso a las lagunas de Navalcudia, en El Bonillo a través del arroyo Alarconcillo, lugar en el que se sitúa la divisoria de aguas entre las cuencas del Guadiana y el Júcar.
Vista de una de las lagunas de Ruidera
Pero no es aquí donde debemos buscar la desaparición del Guadiana, sino aguas abajo de las lagunas ya que, a poco de abandonar la última de ellas y embalsarse en el pantano de Peñarroya, se desvanece en las cercanías de Argamasilla de Alba filtrándose sus aguas al subsuelo. Aquí termina el curso del Guadiana Alto o Guadiana Viejo, que de ambas maneras se le conoce, tras un recorrido de apenas veinte kilómetros, treinta más si sumamos el tramo del río Pinilla.
Los Ojos del Guadiana secos e
incluso roturados. Fotografía de Google Maps de 2024
El Guadiana resurge en los Ojos del Guadiana, un afloramiento situado a unos 40 kilómetros en línea recta del lugar de su desaparición... o al menos lo hacía hasta que la sobreexplotación de las aguas subterráneas provocó que el manantial se secara en 1984, por lo cual el nacimiento real del Guadiana se produce ahora varios kilómetros curso abajo. Unos diez kilómetros más allá se adentra en las Tablas de Daimiel donde confluye con el Gigüela, conformando el Guadiana propiamente dicho.
Las Tablas de Daimiel en 2019
Es preciso añadir que ambos tramos del Guadiana en realidad sí están o estaban conectados, pero no por un cauce natural sino por el conocido como el canal del Gran Prior, construido a principios del siglo XVII para encauzar las aguas que no eran absorbidas por el terreno en períodos de lluvias y avenidas, el cual fue reformado a finales del siglo XVIII. Tras la construcción en 1959 del embalse de Peñarroya quedó sin uso y abandonado.
Este peculiar comportamiento, que no es único en nuestro país pero sí el más significativo dada la importancia del Guadiana, siempre llamó la atención e históricamente se atribuyó a la existencia de un tramo subterráneo del río que volvería a aflorar a la superficie con la misma agua con la que se había internado en ésta.
En principio podría parecer una explicación lógica, puesto que los ríos subterráneos existen realmente y también tenemos muestras de ellos en nuestro país. El más importante de ellos es el que discurre por las cuevas de San José, en la localidad castellonense de Vall de Uxó; con casi tres kilómetros de longitud es considerado el río subterráneo navegable -con barcas- más largo de Europa, aunque no se conoce la totalidad de su curso ni llega a aflorar en ningún momento a la superficie.
Nacimiento del rio Mundo. Fotografía tomada de la
Wikipedia
Sin llegar a estas dimensiones existen más. Por poner tan sólo algunos ejemplos el río Mundo, afluente del Segura, nace de una cueva formando una espectacular cascada tras un recorrido subterráneo. Menos espectacular, pero asimismo de gran interés paisajístico, es el nacimiento del río Abión, un subafluente del Duero que desagua en el Ucero junto al castillo de Osma. El río surge en un amplio estanque conocido como la Fuentona situado en el término de Muriel de la Fuente, a 6 kilómetros de Calatañazor. Pero si importante es la parte que aflora a la superficie, declarada Monumento natural, todavía más impresionante es el conjunto kárstico del que se nutre el manantial, de gran complejidad y tan sólo parcialmente explorado.
Arriba, vista de la Fuentona y
del cantil junto al que brota el manantial
Debajo, esquema del conjunto
kárstico. Ilustración tomada de la
Wikipedia
Otro caso conocido es el de la pequeña localidad burgalesa de Orbaneja del Castillo. Cercana al pueblo se encuentra la Cueva del Agua, de la que brota un arroyo que tras cruzar el caserío se desploma en una cascada al cercano Ebro. Y cualquiera que haya visitado una cueva excavada por el agua se habrá encontrado no sólo con estalactitas y estalagmitas sino también con zonas encharcadas, cuando no con lagunas subterráneas como en las mallorquinas cuevas del Drach.
Cascada de Orbaneja del Castillo
Este fenómeno suele tener lugar en terrenos calizos, ya que el agua disuelve lentamente la piedra produciendo estos espectaculares fenómenos; pero no es el caso del Guadiana, puesto que allí lo que existe es un acuífero, es decir un enorme depósito subterráneo de agua. Se trata del denominado acuífero 23, uno de los mayores de España con una superficie de 5.500 km2 y situado a una profundidad de 70 metros. Este inmenso embalse, al que más que como un lago habría que considerar como una esponja, se alimenta de las filtraciones del terreno permeable, descargándolas en cotas más bajas en forma de manantiales.
Por consiguiente las aguas del Alto Guadiana pierden su individualidad al mezclarse con el resto de aportaciones al acuífero, por lo que las que brotan en los Ojos del Guadiana o en el manantial actual tienen procedencias variadas. Cabe suponer que una parte de ellas procedan efectivamente del Guadiana, pero resultaría imposible separarlas del resto por lo cual no se puede hablar ni de continuidad ni de la existencia de un río subterráneo.
Aclarado este punto, pasamos ahora a la cuestión que planteo en el título del artículo. ¿Existe en España algún río que sí se comporte como un guadiana, es decir, que aflore a la superficie tras un recorrido subterráneo? Advierto que éste no es el caso de los ejemplos citados anteriormente, puesto que tanto el Mundo como el Abión o el arroyo de Orbaneja del Castillo nacen en el interior del terreno y tras un recorrido subterráneo más o menos largo afloran a la superficie, mientras yo me estoy refiriendo a un río que nazca normalmente discurriendo a cielo abierto para retornar a la tierra reapareciendo más adelante, es decir, un comportamiento similar al que tradicionalmente se atribuía al Guadiana.
Sumidero del Guareña. Fotografía tomada de
cronicadelasmerindades.com
Pues sí, los hay. Uno de ellos es el río Guareña, que discurre por el norte de Burgos en la merindad de Sotoscueva. Al llegar al complejo kárstico -es decir, calizo- de Ojo Guareña en lugar de desviarse lo horada, hundiéndose en él por el denominado Sumidero del Guareña. Una vez bajo tierra ha excavado un impresionante conjunto de 110 kilómetros de cuevas y galerías, parte de las cuales son visitables. Por el otro lado del macizo un segundo río, el Trema, contribuye también a la labor de zapa aunque a diferencia de su vecino, pese a perder también la mayor parte de su caudal por las filtraciones, mantiene su cauce labrando un estrecho cañón. Tras atravesar Ojo Guareña el agua procedente de ambos ríos aflora por diversos puntos al sur de la localidad de Cornejo, vertiendo finalmente al Trema.
Existe otro guadianismo mucho más llamativo ya que, lejos de tratarse de un curso de agua pequeño o poco conocido, afecta nada menos que al Ebro aunque será necesario explicar las circunstancias en las que ocurre.
Si consultamos un libro de geografía veremos que el nacimiento oficial del Ebro tiene lugar en Fontibre, una pequeña aldea situada apenas a cinco kilómetros de distancia de Reinosa, en la comarca cántabra del Alto Campoo. En mitad de un agradable paraje arbolado brota el Ebro de un generoso manantial, discurriendo ya desde su inicio con un caudal bastante apreciable para su condición de neonato. Y desde luego merece la pena visitarlo.
Nacimiento del Ebro en Fontibre
Pero... llama la atención que el nacimiento tenga lugar en un terreno relativamente llano cuando apenas a 25 kilómetros de distancia se encuentra la confluencia del Sistema Ibérico con la cordillera Cantábrica, siendo el engarce de ambas cadenas montañosas el Pico Tres Mares de 2.175 metros de altitud, mientras Fontibre está a 930. Este monte delimita, tal como su nombre indica, las tres vertientes marítimas españolas: la cantábrica a través del río Nansa, la atlántica por el Pisuerga y la mediterránea por el Ebro. Por ello, parecería lógico que el Ebro se estirara de alguna manera hasta esa cabecera montañosa.
El Ebro recién nacido
Y en realidad así lo hace, aunque de una manera guadianesca. Lo que ocurre es que a quien podríamos considerar, por analogía con el Guadiana, el Alto Ebro no se llama así sino río Híjar, su primer afluente relevante de los muchos que engullirá hasta su desembocadura en el Mediterráneo.
El Híjar nace en la ladera este del Pico Tres Mares, a 1.850 metros de altitud. Recorre el valle de su nombre recibiendo las aguas de diversos arroyos y tras pasar por varias pequeñas localidades desemboca en el Ebro en Reinosa, tras un curso de unos 28 kilómetros. Ésta es la descripción oficial o, si se prefiere, la superficial en el sentido geológico de la palabra.
El río Híjar en
marzo de 2010 a su paso por Naveda. Fotografía tomada de Google
Maps
Porque en realidad el Híjar es un guadiana. Desde su nacimiento hasta el pequeño pueblo de Paracuelles se comporta como un río normal, pero al llegar allí se adentra en un terreno calizo que literalmente se bebe la mayor parte de su caudal, el cual discurre de forma subterránea hasta aflorar en su mayor parte en el manantial de Fontibre, a unos dos kilómetros de distancia. Y al igual que en el caso del Guadiana se descartó que el agua que desaparece en Argamasilla de Alba fuera la misma que afloraba en los Ojos, aquí se pudo confirmar que el agua perdida por el Híjar era la misma que brotaba en Fontibre. Cierto es que la distancia entre ambos puntos, dos kilómetros en el caso del Híjar-Ebro y cuarenta en el del Guadiana son muy dispares, pero en sentido estricto desde el punto de vista geológico el sistema Híjar-Ebro sí es un guadiana, mientras el del Guadiana no.
A todo esto, ¿qué ocurre con el Híjar -me refiero al que discurre por la superficie- tras perder la mayor parte de su caudal? A diferencia del Guadiana, que nunca contó con un cauce natural que uniera ambas partes, el del Híjar continúa existiendo y se desvía hacia el sur mientras el trasvase subterráneo, de seguir el camino más corto entre Paracuelles y Fontibre, discurriría en sentido oeste-este. Describe a continuación una amplia curva rodeando Reinosa por el sur y finalmente desemboca, o redesemboca en el Ebro a las afueras de esta ciudad.
El río Híjar en
octubre de 2023 a su paso por Reinosa poco antes
de su desembocadura.
Fotografía tomada de Google Maps
En las dos ocasiones en las que he visitado Reinosa el cauce del Híjar poco antes de su desembocadura estaba completamente seco, aunque también es verdad que fue en verano, mientras el del Ebro, todavía pequeño, sí llevaba una cantidad apreciable de agua. Las fotografías aéreas de Google Maps, por su parte, revelan un panorama similar, con un Híjar en apariencia con fuertes estiajes en su primer tramo y prácticamente seco tras la sangría, mientras el Ebro sí mantiene un caudal más constante cabe suponer debido a que el complejo subterráneo que lo alimenta actúe como regulador, mientras el cauce del Híjar sólo aportaría agua al Ebro en períodos suficientemente lluviosos.
Publicado el 20-7-2024
Actualizado el
23-8-2024