Cristianos avant la lettre





Sodoma y Gomora, de John Martin



Con fecha 24 de abril de 2025 apareció en el diario digital EL PAÍS el artículo Sodoma y Gomorra no fueron destruidas por el impacto de un objeto extraterrestre, donde tan magufesco título yacía la crónica de una disputa académica con dudosas justificaciones históricas, ya que la existencia de estas dos famosas ciudades bíblicas no está en modo alguno documentada ni éstas siquiera identificadas, siendo mayoritaria la opinión entre los arqueólogos de que se trata de una antigua tradición sin base histórica real. Por consiguiente, toda especulación sobre ellas se mueve dentro del marco de las hipótesis.

Resumiendo, se trataba de que unos investigadores norteamericanos, país por cierto donde pululan multitud de sectas puritanas que interpretan en sentido literal los textos del Antiguo Testamento, publicaron un artículo en una revista especializada donde se afirmaba no sólo el descubrimiento de la ubicación de Sodoma en un yacimiento denominado Tall el-Hammam, sino también se aportaban pruebas presuntamente evidentes de haber sido ésta destruida por una explosión catastrófica identificada por los autores como la caída de un meteorito o un cometa.

Por razones que en la noticia no se explicitaban convenientemente el artículo fue cuestionado por otros investigadores, lo cual forzó a una revisión en la que los responsables de la editorial encontraron “errores claros” y “un nivel de manipulación inapropiado” en las imágenes aportadas, lo que motivó su retirada con la consiguiente polémica entre los defensores y quienes rebatían la hipótesis del meteorito.

Sin entrar en detalles sobre esta disputa académica, puesto que se sale de mis pretensiones, mi interés radica en el gazapo con el que tropecé, éste cosecha exclusiva del redactor del artículo de EL PAÍS y sin nada que ver con el fondo de la noticia. Ésta fue la perla:


El Dios de los cristianos “hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde el cielo”, según la Biblia, porque sus habitantes “eran malvados y pecaban gravemente contra el Señor”.


¿El Dios de los cristianos en el Antiguo Testamento, y para más inri en el mismísimo Génesis? Puesto que la fecha estimada para la presunta destrucción de las dos ciudades es de alrededor del siglo XVII antes de Cristo, difícilmente podría serlo ya que faltaban todavía diecisiete siglos para que surgiera nuestra religión. Y además de errónea es redundante, porque Dios en mayúscula es el nombre propio del Ser Supremo del cristianismo.

Es tan evidente que la deidad del Antiguo Testamento, cuando se escribió éste, era exclusiva de los judíos, que no merece la pena insistir en ello; aparte de que el dios judío nunca se llamó Dios sino Yahvé o, según otras traducciones, Jehová. Por consiguiente el adjetivo “cristiano” está de más incluso en las citas del Antiguo Testamento, dado que también se denomina Dios -sin apellido- al Yahvé judío en la liturgia cristiana, sin distinción de Testamentos.

Evidentemente yo no fui el único, ni tampoco el primero en apercibirme del dislate, ya que las críticas a su autor en los comentarios de los lectores fueron numerosas; con el contrapunto, eso sí, de algún fervoroso empeñado en enfocar la discusión desde la teología en lugar de la historia tal como se había planteado. Pero pese a que los críticos ganaron por goleada a los fervorosos, el padre de la criatura no se dignó en corregir el gazapo. Sin comentarios.


Publicado el 25-4-2025