Frío o caliente





Fotografía de Ío tomada por la sonda Galileo



Pese a lo que pudiera parecer, el título de este artículo no se refiere al famoso juego infantil en el que se busca por aproximación un objeto oculto, sino al gazapo que se coló en el artítulo titulado “La NASA estudia dos misiones a Venus y una visita a las lunas heladas del Sistema Solar” que apareció publicado en la edición digital de ABC con fecha de 16 de febrero de 2020.

Lo de frío se refiere evidentemente a la visita a “las lunas heladas del Sistema Solar”, refrendada más adelante por el ladillo -o subtítulo- “Otras dos [misiones espaciales] a las lunas gélidas”. En cuanto a lo de caliente... resulta que esas dos “lunas gélidas” a las que se referían titular y subtitular son Tritón e Ío, satélites respectivamente de Neptuno y de Júpiter.

¿Cuál es el problema? Pues que si bien Tritón es efectivamente un cuerpo helado, no ocurre lo mismo con Ío; y no hace falta buscar la explicación en ningún sitio, ya que basta con leer el propio artículo para saber que Ío es cualquier cosa menos un astro helado:


“Su objetivo es explorar Ío, una luna de Júpiter que es el objeto con más volcanes activos de todo el Sistema Solar. Este mundo, torturado por las intensas fuerzas de marea de Júpiter, está formado por rocas sulfurosas, por lo que es realmente un infierno.”


Algo que también era fácil de comprobar observando las fotografías de Ío que tomó la sonda Galileo hace algunos años. A diferencia de los otros satélites galileanos Europa, Ganímedes y Calixto, que sí están cubiertos de hielo, Ío está recalentado hasta el extremo de ser lo más parecido al infierno clásico con numerosos volcanes -que de fríos suelen tener poco-, lagos de azufre fundido -el azufre funde a 115 grados centígrados- y flujos de lava, lo que hace que en los puntos más calientes se lleguen a alcanzar temperaturas de hasta 2.000 grados Kelvin, equivalentes a unos 1.700 grados centígrados. Así pues de frío poco, aunque la fuente de este calor no sea la radiación solar sino la enorme atracción gravitatoria de Júpiter, la cual provoca a través de las fuerzas de marea un recalentamiento brutal del pobre satélite.

Si de algo peca la descripción del artículo, por lo demás escrupulosamente correcto, es de una falta de explicación de la naturaleza de las fuerzas de marea, por lo demás sencilla de entender: cuando un satélite de suficiente tamaño -Ío es ligeramente mayor que la Luna- está sometido a un campo gravitatorio demasiado intenso, como éste varía con el cuadrado de la distancia aparece una diferencia significativa entre la atracción gravitatoria en el punto más cercano al planeta en torno al cual gira -al igual que la Luna, Ío y sus tres compañeros siempre muestran la misma cara a Júpiter- y el punto más lejano situado en la cara oculta. Esta diferencia entre las dos fuerzas -imaginemos a un gigantesco ser que agarrara al satélite con ambas manos y lo estirara-, unida a que la materia sólida de la que está compuesto Ío no es deformable o lo es sólo en una pequeña proporción, lo cual impide que se pueda deformar hasta convertirse en un elipsoide con forma de melón, provoca tensiones internas que tienen como consecuencia un calentamiento interno que deriva en este brutal vulcanismo.

Puesto que la descripción de la naturaleza volcánica de Ío que se hace en el artículo, insisto en ello, es correcta, la única explicación posible de tamaño dislate termométrico es que el redactor del titular y los ladillos, obviamente distinto del autor del artículo, no sólo fuera lego en astronomía, lo cual es relativamente disculpable, sino que ni siquiera se molestara en leérselo, lo que ya no lo es tanto. En consecuencia, más que de un gazapo propiamente dicho podríamos hablar de una considerable negligencia profesional, lo cual desde mi punto de vista es todavía peor.

Y encima con agravantes. Pese a que escribí un comentario -reconozco, eso sí, que un tanto irónico- advirtiéndoles del error, no sólo no lo corrigieron -ahí sigue-, sino que casualmente ni siquiera llegaron a publicarlo, lo cual me hace sospechar que su soberbia pudiera ser superior a su vergüenza.


Publicado el 20-2-2020