Gases tóxicos
Si el dióxido
de carbono fuera tóxico, difícilmente podríamos
bebernos una cerveza. Fotografía tomada de la
Wikipedia
Estoy harto de decirlo, pero por desgracia he de repetirlo una vez más: los periodistas, o al menos bastantes de ellos, tienen unos conocimientos de química que, de haber sido yo profesor suyo, se habrían llevado un suspenso sin paliativos. Y no me refiero a conocimientos a nivel de universidad y ni tan siquiera de bachillerato, sino incluso de cosas que por puro sentido común y sin más que con una cultura general de lo más normalito, por lo que semejantes meteduras de pata deberían abochornarlos, cosa que al parecer no ocurre máxime cuando, como en el caso que nos ocupa, pese a las varias advertencias de los lectores sobre el error que habían cometido, ni siquiera se molestaron en corregirlo.
Vayamos al grano. En el diario El Confidencial apareció publicado, con fecha de 15 de enero de 2021, el artículo titulado Kivu, el lago más peligroso del mundo que puede hacer rica a Ruanda. Se refería a que este lago contiene en su lecho una enorme bolsa de metano -o gas natural- y dióxido de carbono, por cuya explotación se habían mostrado interesadas varias compañías petrolíferas. El peligro al que se refería el redactor era el riesgo de que se pudiera producir una emisión espontánea de carácter explosivo de estos gases, lo que provocaría una catástrofe en todo su entorno.
Esto ya había ocurrido en dos ocasiones aunque no aquí, continuaba explicando, sino en dos lagos camerunenses en la década de 1980 causando numerosas víctimas mortales. Hasta aquí todo era correcto, pero acto seguido nos regalaba con semejante perla:
La más importante fue la que sucedió en el lago Nyos en 1986: una serie de movimientos terrestres ocasionó la liberación, desde el fondo del lago, de una importante bolsa de dióxido de carbono que, en su salida a la superficie, terminó por explotar y dio lugar a una nube de 100 metros de altura y de 25 kilómetros de distancia, que provocó que se asfixiaran más de 1.700 personas al inhalar estos gases tóxicos.
Ciertamente estas personas fallecieron por asfixia a causa de las emanaciones de dióxido de carbono, pero no por inhalar gases tóxicos. Para empezar, y esto está al alcance de cualquiera, la asfixia no se produce por envenenamiento sino por falta de oxígeno, y puede ocurrir bien por no tener aire para respirar, como el clasico caso de la cabeza metida en una bolsa de plástico, bien porque este aire, por las causas que sean, carece de la cantidad suficiente de oxígeno para poder respirar. Esto último fue lo que sucedió en la catástrofe citada, ya que el dióxido de carbono es un gas más pesado que el oxígeno y tiende a desplazarlo cuando se encuentra en grandes concentraciones.
Pero de ahí a decir que el dióxido de carbono es tóxico media un abismo. De hecho, desde el punto de vista toxicológico es completamente inocuo siempre que esté acompañado de la suficiente cantidad de oxígeno; al fin y al cabo el nitrógeno, otro gas inerte que se comporta de forma similar a él, constituye las tres cuartas partes de la atmósfera. Aún más, está presente en la atmósfera en pequeñas cantidades, y su presencia resulta vital para que las plantas puedan realizar la función clorofílica sintetizando sustancias orgánicas a partir de él. Esto me lo explicaron, por cierto, ya en mis estudios primarios.
Por si fuera poco los humanos, al igual que el resto de los animales, lo expelemos como residuo de la respiración, por lo que de ser tóxico nos envenenaríamos a nosotros mismos, así cuando nos bebemos una cerveza, un refresco o cualquier otra bebida con gas. Y aunque últimamente se ha demonizado a este gas culpándole de todos los males del cambio climático, ésta es también otra historia que nada tiene que ver con toxicidades y envenenamientos.
Lo mismo cabe decir del metano, otro gas que, al igual que el dióxido de carbono, puede provocar asfixia en ausencia de oxígeno, a lo que se suma su carácter inflamable -por eso se usa como combustible- e incluso potencialmente explosivo. Vamos, que peligroso sí que puede llegar a ser aunque muchos lo tengamos en nuestras cocinas, pero desde luego tóxico, entendiendo como tal venenoso, no. Lo cual no arredró al tozudo redactor, que concluyó su flamante exposición de la siguiente manera:
A día de hoy, el Kivu tiene el dudoso honor de ser el lago más peligroso del mundo. Sus importantes depósitos de metano y dióxido de carbono en su fondo tarde o temprano van a salir a la superficie, tal y como lo han confirmado los diferentes estudios geológicos de la zona, que determinan que la liberación de estos gases es cíclica: si no se encuentra una solución a este problema, en algún momento una nube invisible tóxica comenzará a salir del lago y podría tener consecuencias similares a lo ocurrido en el lago Nyos.
Publicado el 16-1-2021