Sostenella y no enmendalla
Ota Benga en el zoológico
del Bronx
Fotografía tomada de la
Wikipedia
Sinceramente no sé qué es peor, si meter la pata hasta el corvejón o enrocarse en el flagrante error, tal como ocurrió con el artículo Zoos humanos, racismo disfrazado de ciencia para las masas, publicado en el diario EL PAÍS el 5 de julio de 2020. En éste se denunciaba la reprobable costumbre, por lo demás muy extendida y popular durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX, de exhibir en las respectivas metrópolis a aborígenes procedentes de sus colonias en un entorno que tenía mucho de zoológico, lo que justifica el titular. Por cierto su redactora, brasileña según figura en la firma, olvidó citar un caso tan relevante en su momento como los espectáculos más o menos circenses que organizaba con gran éxito Buffalo Bill en el que actuaban como comparsas un nutrido grupo de indios sioux incluyendo al mismísimo Toro Sentado... pero bueno, nadie es perfecto.
Haciendo abstracción de la tan extendida costumbre de pretender juzgar episodios históricos con criterios actuales, porque no es éste el sentido de la sección, sí quiero llamar la atención sobre un grueso gazapo que el periódico siguió manteniendo con contumacia días después, pese a que hubiera bastado con cambiar una palabra para solucionarlo. Y en esta ocasión ni siquiera cabe la excusa de decir que el error radicaba en el titular, ya que no sólo pertenecía al texto sino que incluso fue resaltado en la maquetación de la edición en papel y en el pie de foto de la edición digital, lo que lo hace todavía peor.
El gazapo en cuestión afirmaba que el pigmeo Ota Benga fue exhibido a principios del XX junto a un orangután en el zoo del Bronx (Nueva York)... y se quedaron tan frescos.
No hay que ser un experto en antropología, ni mucho menos en primates, para saber que los pigmeos viven en las selvas ecuatoriales africanas, mientras los orangutanes también lo hacen en selvas tropicales, pero en las islas de Borneo y Sumatra que quedan un poco lejos de África, concretamente unos diez mil kilómetros en línea recta. Así pues, o los organizadores del acto no tenían ni pajolera idea del lugar de procedencia de ambos, o quienes no la tenían eran quienes participaron en la redacción y edición del artículo, opción que a mí me parece la más probable dado que, como cabe suponer, los responsables de un zoológico sabrán distinguir entre las distintas especies de primates.
Para más inri el artículo incluía una fotografía del pigmeo sosteniendo en brazos a... un chimpancé, bastante fácil de diferenciar de un orangután incluso para los más profanos -basta con haber visto alguna película de Tarzán- y también bastante más consecuente con la recreación que hizo el zoológico neoyorquino del hábitat de los pigmeos, puesto que los chimpancés sí comparten territorio con ellos, lo que no impidió que en el pie de la foto se siguiera insistiendo en que el mono de marras era un orangután a pesar de que un lector se apresuró a advertirles del error.
Curiosamente la fotografía, que reproducía entera la edición en papel, apareció recortada en la digital desapareciendo las cabezas y los torsos de los dos protagonistas, lo que dificulta la identificación del animal al tiempo que mutila irreversiblemente la figura del pigmeo. Todavía más curioso resulta comprobar que la fotografía proviene de la Wikipedia, que es de donde yo la he descargado también aunque sin recorte alguno y citando la fuente, cosa que no hace el periódico. Cierto es que aparece como de dominio público al haber prescrito los derechos de autor, pero no cuesta trabajo quedar bien.
Publicado el 7-7-2020