¿Narcisismo, o caradura?





¿A quién vas a querer más que a ti mismo?



Hace unos meses vi la película La boda de Rosa, dirigida por Icíar Bollain con guión suyo y de Alicia Luna. Se trata de una comedia típica de esta directora que reivindica el derecho de cada cual a orientar su vida como mejor le parezca sin ser condicionado por el entorno, pero lo que más me llamó la atención y me regocijó fue el original enfoque que le dio a la historia.

Rosa (Candela Peña) es una mujer de mediana edad, agobiada por su entorno familiar y laboral, que en realidad jamás ha tenido vida propia dedicada a atender a los demás. Harta de su existencia decide pasar el Rubicón rompiendo con todo y empezando desde cero una vida nueva en la que pueda hacer por primera vez todo lo que le apetezca, incluyendo su matrimonio... consigo misma.

Como cabe suponer todos los invitados a la boda, que sabían que ella se iba a casar pero ignoraban con quien, reaccionan de las más diversas maneras en unas escenas que tienen mucho de berlanguiano, y aunque la película va más allá del mero chascarrillo haciendo la crítica social habitual en Bollain, lo cierto es que tampoco se puede ignorar este hallazgo que se puede calificar de surrealista.

Y es a esto último a lo que voy a referirme, ya que como es natural no me tomé en serio lo de la autoboda... en lo cual me equivocaba. Según la reseña de la película publicada en la wikipedia, Bollain se inspiró en las bodas en solitario que algunas mujeres celebran en los países asiáticos como manera de huir de la presión social ejercida en ellos sobre las mujeres solteras. Se trata, pues, de un mecanismo de defensa y supervivencia social perfectamente justificado. Pero en el ámbito occidental, que es donde nos movemos, cabría achacarlo a una pura y simple extravagancia.

Así pues, reconozco que no me esperaba esta noticia que leí en internet: Una modelo brasileña que se casó consigo misma decide divorciarse. Y aunque Brasil es una sociedad muy heterogénea y con enormes diferencias económicas y sociales, el hecho de que se tratara de una modelo descarta que la protagonista perteneciera a ambientes marginales. Además las fotografías que acompañaban al artículo dejaban patente su blanco color de piel, poco compatible con el submundo de las favelas. En consecuencia, no creo que se le pudieran aplicar los atenuantes de las sufridas solteras asiáticas.

Sí, ya sé que como decía el torero hay gente pa tó, pero aparentemente esta autoboda, que por cierto tan sólo duró dos meses, desbordaba con creces a todo aquello que se pudiera calificar como normal, todavía más con el estrambote del autodivorcio.

Según las declaraciones de la propia modelo, ésta se casó consigo misma como “una forma de celebrar el amor propio”, y ahora se divorciaba no por desavenencias con su otro yo, como se pudiera creer, sino porque había conocido a otra persona “más especial” que le había inducido a romper con su anterior compromiso. Vamos, que se dio calabazas.

¿Extravagancia? ¿Narcisismo? ¿Chifladura? ¿O, como sospecho, una forma barata de darse publicidad? Porque una de dos, o la señora está como una regadera, o tiene un morro que se lo pisa. Y aunque no puedo juzgar con suficiente conocimiento de causa, le encuentro bastantes analogías con más de uno y más de dos parásitos del famoseo español que no saben lo que hacer para llamar la atención... por supuesto haciendo caja, que nadie monta el numerito gratis.

Pero la culpa no es suya, sino de quienes les hacen caso. En Brasil, y aquí.


Publicado el 25-11-2021