El balcón confesionario
Pasaba el otro día por una calle -no importa donde, puesto que podría haber sido en cualquier lugar- cuando me topé con un edificio de reciente construcción que me llamó poderosamente la atención por sus balcones; o mejor dicho por algunos de ellos, puesto que el resto eran más o menos normales entendiendo como tales que tenían una barandilla -fea, pero barandilla al fin y al cabo- hasta una mediana altura, quedando libre la parte superior.
Pero no ocurría así en los que fotografié. Para mi sorpresa, en éstos la barandilla no terminaba por la cara frontal -sí en las laterales- en la barra superior tal como cabía esperar, sino que se elevaba otro tanto formando una especie de celosía que me recordó poderosamente al locutorio de un convento o, todavía más, a un confesionario. Pero dado que por la altura de las viviendas difícilmente podría ser de utilidad ni para unas religiosas de clausura ni para un sacerdote, no creo que fueran por ahí los tiros. Además, ni siquiera era suficientemente tupida.
Tampoco se la veo como balcón cerrado ya que no se trataba de un acristalamiento, algo habitual en muchas fachadas, quedando abierto por ambos lados y por arriba tal como ocurre en los balcones de toda la vida... pero con el añadido de esa extraña barandilla recrecida a la que no encuentro ninguna posible ventaja desde un punto de vista práctico, empezando porque quienes residan allí van a tener complicado algo tan habitual como acodarse en la barra.
Así pues, confieso que no alcanzo a comprender la razón de esta genialidad.
Publicado el 19-7-2021