Zapatillas para vagos
Ya puestos, con estos zuecos
tampoco hace falta agacharse para atar los cordones
Lo reconozco, una de mis pesadillas infantiles era atarme los cordones de los zapatos... por esta razón, en cuanto dispuse de autonomía para elegir el calzado, opté sin vacilación por los zapatos sin cordones, costumbre que todavía hoy sigo manteniendo ya que estos adminículos me siguen resultando antipáticos. De hecho, si no tengo más remedio que padecerlos, me las suelo apañar para apretarlos lo justo de manera que pueda meter y sacar el pie sin necesidad de andar atándolos y desatándolos.
Así pues, comprendo perfectamente a quienes comparten mi cordonofobia. Y entiendo también, aunque en muchas ocasiones no lo comparta, que las grandes compañías, tanto más cuanto mayores son, pretendan enchufarnos todo tipo de cachivaches con independencia de su utilidad real. Pero la vaguería congénita del ser humano tiene a pesar de todo sus límites, por lo cual sigo sorprendiéndome cuando descubro que han salido a la venta adminículos tan superfluos como los rollos de papel higiénico cuyo canuto central se puede tirar al inodoro ahorrándonos el ímprobo trabajo de tenerlo que llevar hasta el cubo de la basura, los relojes inteligentes que te evitan sacar el móvil del bolsillo... o las zapatillas cuyos cordones se atan solos. Artilugios que, dicho sea de paso, no suelen ser precisamente baratos; pero ésta es otra historia.
Centrémonos en los cordones, que de eso va el artículo. Su primera aparición en público fue en la segunda entrega de la famosa trilogía Regreso al futuro, en este caso fruto evidente de la imaginación de sus guionistas: rodada en 1989, imaginaba un año 2015 en el que existían inventos tales como coches voladores impulsados por energía de fusión, aeropatines, cinturones levitadores, publicidad holográfica... y zapatillas deportivas con cordones autoajustables.
No está mal, ¿verdad? Al menos como cachivaches de ciencia ficción, aunque no cabe duda de que algunos de ellos serían muy interesantes, en especial los coches voladores y la energía de fusión, mientras otros como los aeropatines servirían básicamente para que las tribus urbanas tuvieran más fácil seguir dando por saco, que es lo único que se les suele dar bien. Pero lo cierto es que, ya rebasada la fecha imaginada en la película, todavía habrá que esperar para verlos convertidos en una realidad.
No ocurre lo mismo con los cordones autoajustables ya que en 2016, con tan sólo un año de diferencia respecto a la película, una conocida multinacional presentó unas zapatillas deportivas cuyos cordones se ataban solos gracias a unos sensores internos que detectan cuando se mete el pie y unos motores encargados de tensar o destensar los cordones sin necesidad de agacharse. Según esta empresa las zapatillas están pensadas para los atletas de élite, pero sospecho que, dado que este nicho de mercado no daría demasiadas ganancias, en el fondo intentarán que las compren cuantos más hijos de vecino mejor... que es donde está realmente el negocio. Y no se hagan ilusiones, no son precisamente baratas; según he podido rastrear por internet, su precio ronda los 720 dólares, alrededor de 600 euros al cambio actual. Lo que ignoro es si han tenido éxito o si, por el contrario, no han pasado de ser una de tantas extravagancias efímeras a las que nos tiene acostumbrado el mercado.
Aunque bien pensado una posible alternativa a la gran ventaja que te ofrecen estas zapatillas, la de no tenerte que agachar para calzarte, y bastante más barata de paso, es la de comprar unos zapatos sin cordones. ¿O no?
Publicado el 5-9-2017