No sabe ni freír un huevo





Simplemente, un huevo frito



Esta conocida frase coloquial se ha venido utilizando para definir desdeñosamente a aquella persona tan desmañada que es incapaz de hacer la tarea doméstica más sencilla... o bien que es tan vaga que no pone el más mínimo interés en ello.

La frase, implícitamente, nos está diciendo también que nada es más fácil en la cocina que freír un huevo, algo que se da por supuesto que está al alcance hasta del más torpe.

Pues bien, puede que ésta pase a la historia ya que hace unos días me enteré de que una conocida cadena de supermercados había puesto a la venta en sus establecimientos -desconozco si otras seguirán su camino- unos envases de plástico con dos huevos fritos, o más exactamente a la plancha, refrigerados y listos para comer sin más que abrir el envase y calentarlos. Aunque, eso sí, no son precisamente baratos puesto que el par de huevos fritos cuesta 1,80 euros, no mucho menos del precio de una docena de huevos crudos.

Y tan seguro está el fabricante del éxito de su empresa, que en la entrevista que le realizaban afirmaba con aplomo que nadie freiría huevos en su casa en el plazo de tres años.

Tan tajante sentencia me parece exagerada, aunque lo que está por ver es si estos huevos fritos se acabarán abriendo camino en el mercado al igual que lo han hecho los huevos cocidos, el café con leche, la tortilla de patatas, las patatas peladas, cortadas, prefritas y congeladas; la lechuga y otras verduras para ensalada ya cortadas, el pollo asado congelado, las sopas instantáneas todo sal, grasa y aditivos, ¡y hasta los churros fritos! listos para ser descongelados en el microondas, entre otras delicatessen para vagos. Porque con lo que he visto, no me extrañaría lo más mínimo.

Yo personalmente prefiero evitar estas historias por varias razones. Primero, porque pagas con creces el presunto esfuerzo que te evitas, como si preparar un café con leche, cocer o freír unos huevos, comprar un pollo asado en el asador o bajar a la churrería a por unas porras recién hechas fuera tan complicado, además de mucho más barato. Segundo, que cuando he probado estos inventos no me han solido gustar en comparación con sus equivalentes convencionales. Y tercero, que en muchas ocasiones les han añadido aditivos fáciles de evitar si no se consumen.

Aparte de que, aunque disto mucho de ser un buen cocinero, me apaño perfectamente con cosas tan sencillas como las que nos quieren vender ya hechas, al tiempo que procuro evitar un consumo excesivo de alimentos preparados sin llegar a la exageración de anatemizarlos en su totalidad y siempre que me supongan una ayuda o me aporten algo que no sea fácil encontrar fresco: una lata de fabada viene bien para salir de un apuro, y hay conservas vegetales interesantes como los espárragos, las alcachofas, los pimientos del piquillo, los ajetes o los cardos. Incluso a veces -muy de tarde en tarde- compro una pizza congelada o fresca. Pero vamos, que no molestarse siquiera en freír o cocer un huevo, o en preparar café en la cafetera y mezclarlo con leche...

Conste que no critico a los promotores ni a los vendedores del invento; exageraciones aparte, si hay gente dispuesta a comprarlo, me parece muy bien que se lo vendan al precio que estén dispuestos a pagar.

Existe, eso sí, una cara B menos resplandeciente: los huevos se venden en un envase de plástico lo suficientemente resistente para evitar que la yema se rompa. Y esto, en unos tiempos en los que se nos bombardea por todos los lados con consignas anticontaminación y nos enchufan en los supermercados unas bolsas tan endebles que no llegan indemnes ni siquiera a la caja, la verdad es que chirría un poco. Lo que no impide que el fabricante salga por peteneras afirmando que “ Es cierto que supone un consumo importante de plástico, pero es que las nuevas líneas de fibra biodegradable aún no están aprobadas. Tengamos paciencia”. Mientras tanto, más plásticos a los vertederos.

Por último, queda la sospecha. Tal como se intuye leyendo entre líneas, lo más probable es que el principal mercado de estos huevos fritos acabe estando no en los consumidores domésticos sin ganas de encender la cocina sino en la hostelería, los comedores escolares y laborales o, cito textualmente, “ Si no cumplía el criterio estético, se vendía a empresas de bocadillos congelados, a hospitales o a prisiones”, refiriéndose a los huevos rechazados por sus primeros clientes. Y aunque yo no suelo frecuentar demasiado los bares y restaurantes y huyo de las cadenas de comida rápida, pero sí he me he visto obligado a comer en el trabajo durante un montón de años, me preocupa que me den de tapadillo algo que yo considero sucedáneos, aparte de que no me apetece en absoluto ser cómplice, aun involuntario, de un derroche innecesario de envases de plástico. Prefiero la cáscara de los huevos crudos, que sí es perfectamente biodegradable y ecológica.


Publicado el 8-1-2023