¿No se están pasando de rosca?





El pastor y sus carneros gais. El pastor es el de la bandera



Sinceramente, cada vez estoy más convencido de que la legítima lucha de los homosexuales contra la discriminación a la que secularmente habían estado sometidos ha derivado en ocasiones en pasadas de rosca de lo más estrambótico, cuando no en el ridículo más absoluto; lo cual, lejos de beneficiar a este colectivo, mucho me temo que acaba perjudicándolo.

Y no sólo es el caso de la sopa de letras cada vez más larga y estrambótica que presuntamente pretende representar a todas las posibles, imaginables e inimaginables variantes de la sexualidad no canónica, que esa es otra; sino de algo tan chusco como la noticia con la que me encontré en El Periódico de España de fecha 24 de septiembre de 2024, aunque también apareció en otros muchos medios, cuyo titular rezaba así: Rainbow Wool: nace la primera colección de moda hecha con lana de ovejas gais.

Lo confieso, me quedé tan ojiplático que no pude evitar leerlo; y no me defraudó. Resulta que un pastor alemán -Homo sapiens, aclaro, no Canis lupus familiaris var. germanicus- había creado un santuario para carneros homosexuales que, en lugar de ser sacrificados por no mostrar interés en refocilarse con las ovejas, se mantienen con vida aprovechando su lana, la cual se utiliza para tejer prendas con el logotipo reivindicativo correspondiente.

Vamos a ver. Muchos mamíferos, incluidos los sociales, practican una poligamia -poliginia, para ser más precisos- estricta, de modo que sólo los machos más fuertes, después de pelear entre ellos, fecundan a las hembras, mientras los derrotados, que para su desgracia son la gran mayoría, se ven obligados a un celibato forzoso con independencia de sus apetencias sexuales, sea porque las hembras no les llaman la atención y prefieren abstenerse de carne en el sentido bíblico del término, o bien que los pobres no lograron jalarse una rosca.

Esto ocurre también en los animales domésticos, tanto las mascotas como el ganado, con el agravante de que los criadores y ganaderos los someten a una feroz selección utilizando sementales para su cría e incluso -ni siquiera les dejan esta alegría a las pobres mamíferas- recurriendo a la inseminación artificial. En consecuencia, y refiriéndonos al ganado, mientras las hembras suelen ser conservadas para criar o en su caso dar leche o lana, los machos, salvo los sementales, suelen tenerlo bastante más crudo; aparte, claro está, de que los machos son más agresivos que las hembras, sobre todo cuando están en celo. Así pues, en el mejor de los casos los castran si su destino es ser animales de tiro -cada vez menos- o convertidos en filetes una vez están bien cebados, tal como ocurre con los bueyes o los cerdos. Y en el peor...

Por supuesto los carneros dan lana igual que las ovejas; pero no paren corderos ni dan leche, y como su carne tiene poca salida en el mercado a causa de su dureza y su poco agradable sabor, los corderitos machos que no tienen la suerte de ser seleccionados para sementales, que son la inmensa mayoría, se ven abocados a una vida efímera y sacrificados jovencitos dado que la carne que se consume, al menos en España, es de lechal -un infanticio-, recental o como mucho pascual, y ni siquiera estos últimos llegan a cumplir el año.




¿A que queda mono?


Así pues, la tierna historia de los carneros gais salvados del sacrificio no pasa de ser un bonito cuento. Desconozco si existirán o no carneros homosexuales a los que las ovejas no les hagan ni fu ni fa, pero no hace falta ser muy entendido para saber que la práctica totalidad de los corderos machos son sacrificados jóvenes sin que se les pregunte antes por sus tendencias sexuales. Y todo aquel capaz de distinguir en un rebaño a los carneros de las ovejas1 podrá comprobarlo por sí mismo, así como que los cordericidios van mucho más allá del 7% de víctimas gais apuntado en el artículo por un experto, por cierto sin aportar pruebas y en todo caso difícil de comprobar, dado que los desafortunados animalitos fenecen antes de alcanzar la madurez sexual.

En resumen: aparte de que no existen motivos para pensar que la lana de carnero sea mejor de la de oveja, cabe suponer que el coste de las prendas elaboradas con ella, por muy gai que pueda resultar su procedencia, resultará sensiblemente superior al de las normales, por lo cual desde un punto de vista práctico no les encuentro la menor ventaja, sino justo lo contrario. Claro está que sarna con gusto no pica, así que a los activistas -que no defensores- del movimiento gai seguramente no le importará pagar el sobreprecio para lucir en su pecho el dibujito que, eso sí, es mono y además resulta políticamente correcto. Y a lo mejor hasta lo pueden celebrar con un sabroso cordero asado.

1 Pista: en las razas ovinas españolas tan sólo los machos suelen tener cuernos, algo que quizás no tenga demasiado claro el redactor del titular del artículo ya que habla de ovejas gais y no de carneros.


Publicado el 12-10--2024