Polvo eres
Urna cineraria romana.
Fotografía tomada de la
Wikipedia
Aunque en España la práctica funeraria mayoritaria ha sido siempre la inhumación, últimamente está tomando cada vez más auge la incineración, más debido quizá al ahorro que supone respecto al entierro tradicional, que sale por un pico, que al hecho de que la Iglesia Católica la hubiera prohibido, argumentando pintorescas elucubraciones teológicas relacionadas con la resurrección, hasta fecha tan reciente como 1963, al amparo del Concilio Vaticano II.
En nuestro país hoy en día son cada vez más frecuentes las incineraciones, lo que plantea un nuevo problema: ¿qué hacer con las cenizas? Porque a diferencia de los cadáveres a éstas no se les aplican normas sanitarias de ningún tipo, con lo cual los familiares no están legalmente obligados a depositarlas en los cementerios. Así, algunos las conservan en sus domicilios mientras otros optan por aventarlas, lo cual ha acabado creando problemas si no de salubridad, sí de dudoso gusto, dándose situaciones tan llamativas como la decisión de algunos equipos de fútbol de habilitar columbarios en sus estadios para evitar que las cenizas de sus seguidores fueran esparcidas por el césped. En el mismo sentido, durante los últimos años ha sido preciso regular el aventado de las cenizas ya que, como cabe suponer, a nadie le suele agradar que le caigan encima, por muy inocuas que puedan resultar éstas.
Pero hay casos en los que, se mire como se mire, la gente se pasa de rosca, como ocurrió durante la pasada Semana Santa en la procesión del popular Cristo sevillano del Cachorro. Según contaron los periódicos una señora se acercó al trono en pleno barrio de Triana y, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, comenzó a esparcir las cenizas de su difunto esposo sobre el paso y, lo que es peor, sobre el capataz y los costaleros. Como cabe suponer el revuelo que se montó fue de órdago, sobre todo por parte de los damnificados, a los cuales no les hizo la más mínima gracia esta iniciativa digna de una película de Berlanga.
Lamentablemente no he podido averiguar como acabó la cosa, en especial en lo referente a la protagonista, aunque supongo que lo primero que harían los encenizados, aparte de sacudirse in situ esta inesperada repetición del Miércoles de Ceniza, sería darse una buena ducha en cuanto llegaran a casa.
Publicado el 8-6-2015